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Capítulo 4 C


MENTIRAS A JUICIO.

Javi me abre la puerta, no he querido usar la llave esta vez. Se me pasó por la mente hacerlo, no creas, ver la cara de Esperanza mientras entro a su casa, sin ser invitada, fue un pensamiento de lo más perverso y agradable a la vez. 

     Pero no he querido que Natalia presenciara la escena que montaríamos, porque podríamos llegar a lamentarlo ambas.
 
     Y vaya si  la montaré. 

     Tras un breve saludo, nada de besos entre los dos, y sin querer hablar conmigo demasiado, Javi se marcha a su habitación dejándome tirada en el pasillo. Lo sabe, sabe que va a pasar algo entre su madre y yo.

     El reloj marca las siete. Si algo sé de Esperanza esa es su responsabilidad con Natalia a un día de colegio, querrá darle de cenar pronto para que se vaya a la cama cuanto antes. Aparte de lo rutinaria que es ella, como si la viera. Salió de la playa a las cinco y media por el simple hecho de creer que es la mejor hora para salir en carretera. Por eso está al llegar. 

     No pensé que me fuera a poner nerviosa, pero lo estoy. Las manos me sudan y el corazón me late desbocado. Mis mentiras no provocan esto, son menos dañinas que la verdad. Me recuerdo que las mentiras con Esperanza deben continuar, porque así no hay quien viva.

     La llave gira en la cerradura.  

     La primera en entrar  a la casa es mi hija, hablando sin parar y riendo, como siempre. Tal como me ve en la puerta del salón corre a besarme. Yo abro los brazos, cuando me arrodillo, encantada con eso. 

     Es una bofetada sin manos a Esperanza.

     —Mamá, ¿ya estás mejor de la cabeza? 

     Miro a Esperanza. Entiendo lo que le ha dicho a mi hija, mi puñetera migraña, solo espero que le dijese que estaba enferma y no borracha de la noche de la fiesta. Natalia es muy inteligente y Esperanza no se queda atrás, ha demostrado saber jugar con ella.  

     Le digo a mi hija que sí, que ya no me duele nada y que estoy muy contenta de verla. 

     Joaquín entra en este momento y me saluda con una sonrisa, la que su mujer todavía no me ha mostrado. 

     ¡Joder con Esperanza!, ¿ha engañado también a su marido? Vaya, y yo que pensaba que la buena mintiendo era yo. 

     Ella me mira desde su altura, sigo de rodillas abrazada a Natalia. La miro a los ojos, ella me devuelve esa frialdad. 

     Y estoy segura que siente las palabras que le digo al oído a mi hija, como desgarros en el pecho. Eso mismo sentí yo ayer al ver la casa vacía.

     La niña se gira a su abuela y, con esa infinita inocencia de los siete años, le dice con una enorme sonrisa:

     —Abuela, tía Ruth se ha ido, hoy duermo en el piso de mamá. Voy a por mis cosas del cole. —Y corre a su dormitorio, como le he pedido antes, para que prepare su uniforme de mañana.

     —No puedes llevártela un domingo por la noche. 

     —Claro que puedo, Esperanza, es mi hija —le digo al tiempo que me pongo de pie. Ella se me acerca, puto pasillo que parece que me engulle para hacerme pequeña con todo el mundo al alrededor mío. 

     —No vas a sacar de aquí a mi nieta.

     Ups, demasiados posesivos para referirnos a una niña pequeña que no debe verse envuelta en disputas de esta clase.

     Joaquín ha salido de la cocina y nos pregunta qué ocurre entre nosotras, creo que no estábamos hablando precisamente y que hemos elevado un poquito la voz. 

     ¡Qué leches, hemos gritado! 

     —Elena no estaba enferma, papá. Ayer se enteró que os fuisteis a la playa.

     La voz de Javi suena a mi espalda. Claro, esta mierda de pasillo es lo que tiene, que no ves ni teniendo a la persona delante, imagínate si la tienes detrás. 

     «¿No podemos mantener esta conversación en el salón, para que solo quede entre cuatro paredes? ¡Qué mi hija puede oírnos, por favor!». 

     —¿Nos has engañado a todos, Esperanza? —Joaquín se dirige a su mujer.

     No, vamos a hablar aquí, para que nos oigamos mejor en la acústica de tan estrecho pasillo.  

     —¡La dejó sola para irse a zorrear!, ¿qué querías que hiciera?

     —¿Qué me has llamado, vieja amargada?

     La mato, juro que la mato. 

     Javi tiene que sujetarme en peso cuando voy a comérmela, para que no la alcance. Pero no puede conmigo y doy patadas al aire, alguna sí que le llega.

     —¡Está loca!, ¿no lo veis? No voy a permitir que salga de aquí con mi nieta en ese estado.    

     —¡Loca estás tú si piensas que voy a dejarla contigo una noche más!

     —¡Esperanza, tienes que acabar con esto de una vez o la perderemos! —Joaquín no sujeta a su mujer, pero se ha puesto en medio de nosotras. Como con él no va la cosa, dejo de mover las piernas, no quiero que le alcance una patada.

     —Vamos a calmarnos todos, joder, Natalia no tiene que enterarse de nada —intenta mediar Javi, pero ni por esas me suelta.

     —No puedo calmarme, hijo, si se la lleva juro que…

     —¿Qué?, ¿qué vas a jurar? ¿Quieres hacer mejor el juramento ante un juez? —le pregunto con rabia.

     —Cuando quieras. Búscate un abogado. 

     Su definición de esta pelea nos deja a todos mudos, inmóviles. Javi me deja muy lentamente en el suelo, pero yo no puedo ni moverme. 

     El calentón que llevaba se me pasa, de manera que el escalofrío que siento a cambio me duele en el pecho. 

     Yo no quiero hacerle eso a Esperanza. 

     Pero que ella no me lo haga a mí, porque no me voy a tocar el corazón a la hora de contratar a un buen abogado. Sé que mi padre estará encantado de pagarme el mejor, que su dinero podrá darme la custodia de mi hija. 

     Natalia sale de su habitación, callada, pero es evidente que nos ha oído. Nadie mueve una pestaña excepto yo, que me dirijo a mi hija. Cojo su mochila del cole y me la pongo a la espalda. 

     —No pasa nada cariño, ¿nos vamos ya? —Y no dejo que me diga que sí o que no, la obligo a avanzar por el pasillo, el de la casa, y el que sus abuelos y tío nos hacen cuando se apartan para que pasemos nosotras. 

     Natalia los ha ido besando conforme pasábamos por delante de cada uno de ellos.

     Su pequeña maleta de ruedas sigue en la entrada. Con mi hija ya de una mano, la cojo con la otra. Nadie me dice nada, nadie se atreve a detenerme.  

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Cortito, pero creo que intenso, ¿no te parece? 
     Al final Esperanza ha sacado sus cartas y quiere jugar con Elena, veamos hasta dónde llegan. ¿Sigues? ⭐
  
     Gracias, sea cual sea tu opción😜

   

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