Capítulo 4 B
LA MENTIRA QUE QUIERO OIR.
Andrew no me ha olvidado.
Aparto de mis ojos las lágrimas inoportunas y le contesto como puedo.
De mí para el Guapo Prohibido:
“No es el mejor momento ahora, Andrew”
Del Guapo Prohibido para mí:
“¿Quiere decir eso que puede haber un momento alguna vez para nosotros?”
Las negativas no son el punto fuerte de Andrew, tengo la impresión de que en su vocabulario la palabra NO, no existe. Pues eso será un inconveniente a la hora de entendernos, porque en el mío la palabra NO está bien presente, junto a las de ESPOSA y CASADO. Claro, que también su nombre puede estar junto a la palabra AMIGO si hago un esfuerzo titánico y hablo con él.
Del Guapo prohibido para mí:
“Vamos, Elena, solo quiero que hablemos”
“Vale”
“¿Vale?”
“¿No me mandas a la mierda, no quieres que te deje en paz o que llame mejor a Camille?”
“No, puedes llamar, de verdad”
“¿Y lo vas a coger?”
“¡¡¡ANDREW,
QUIERES LLAMAR DE UNA PUTA VEZ!!!”
El móvil vuelve a sonar, ahora en la llamada.
El corazón me late a mil por hora. Ya no me resulta tan incómodo ver su nombre en la pantalla, me hace incluso sonreír. De pronto no veo nada malo en contestar, él está muy lejos y no tengo nada que temer por un acercamiento que me haga débil carne a carne. ¡Y yo necesito tanto, ahora mismo, hablar con alguien!
Respiro hondo, para que no me note el llanto y le saludo.
—Hola —le digo mientras me siento en la cama.
—¿Te pasa algo?
—Pues sí que eres listo, Baker, ¿tanto se me nota con un simple saludo?
Seguro que he hecho algún sonidito extraño que delata mi apatía, los ojos irritados del llanto no puede vérmelos. Mis ganas por él tampoco ¿verdad?
—A ver, me has cogido el teléfono, como poco tienes que estar enferma para no importarte hablar conmigo.
—Enferma no, exactamente. —Sonrío—. Estoy enfadada, triste, y cansada. Acaban de decepcionarme y de la impotencia quiero gritar y romper cosas, porque no puedo golpear a nadie sin que me denuncie por agresión. Creo que también tengo hambre, no lo sé, me rugen las tripas, y además acaba de caerme un chaparrón, que parece que he salido de la ducha vestida.
La carcajada de Andrew es bonita, bueno, entiende por bonita su sonido, no le estoy viendo la cara de guapo. Por lo menos no tiene ningún ronquido molesto, de hecho, es contagiosa, me hace reír a mí.
—Hasta que te oigo reír de verdad.
—¿Piensas que el fin de semana pasado no lo hice?
Si este hombre me viene con el cuento de que miento, vamos a tener problemas. No va a calarme tan pronto y yo no me voy a dejar calar cuando tengo que mantenerlo alejado de mí.
—Quizá lo hicieras, pero yo no me sentí así.
—¿Así cómo?
—Con estas ganas enormes de abrazarte, para reír contigo.
Guapo y listo. Y tierno. Lo tiene todo el canalla.
—No vuelvas a decirme cosas tan bonitas como esas, Baker, o te juro que cuelgo.
Como respuesta encuentro silencio al otro lado y me agobio. Me imagino a Andrew evaluando mi amenaza con la posibilidad de colgar él, porque le tengo harto con mis tonterías de mojigata.
«O te muestras radical y terminas con el flirteo que os traéis, o le dejas avanzar de nivel, Elena, pero no lo marees porque puede vomitarte encima palabras sinceras que no te gusten».
–¿Y a quién pegarías?, no será a mí, ¿verdad?
Me hace feliz que haya optado por hablar conmigo. Creí que no volvería a oír su voz.
Para hablarle de lo que me ha pasado esta semana en casa de Esperanza, le pongo en antecedentes de la relación tan especial que une a Natalia con sus abuelos. Para ello necesito nombrar, aunque no entre en detalles, a Rubén, en cambio no le hablo de Javi, no es un personaje clave en esta historia y ahora no sabría dónde meterlo, si en la parte familiar como cuñado o en la sexual como hombre.
Me ciño solo a lo que de verdad me importa de mi cabreo, mi hija.
Le cuento a Andrew la reacción de Esperanza el domingo, cuando le dije que quería dormir con ella, de la discusión que tuvimos también el jueves a cuenta de mi salida nocturna o de su más reciente puñalada de hoy, cuando he ido a verlas y no estaban en la ciudad.
Me oye sin interrumpir, deja que descargue mi tensión con Esperanza.
—¿Qué te parece lo que me ha hecho, la muy arpía? —le acabo preguntando después de casi media hora de charla.
—¿De verdad te gusta emborracharte con niñatos universitarios?
Me río a carcajadas. Creo que ha adivinado que necesitaba estas risas.
—Fue solo una fiesta, Andrew. ¿Tan viejo eres que ya no las recuerdas?
—Tengo veintinueve, por eso recuerdo bien lo que se hace en esas fiestas. —Lo dice tan serio que me hubiera gustado verlo en alguna de ellas.
—Mmm, Sexo, alcohol... ¿A que están guay? —pregunto riendo para picarlo.
Seguro que el guapo era de los que no podía avanzar entre la multitud de chicas borrachas que se le tiraban a los pies, al cuello, o al mismísimo paquete... ¿Sueno celosa ahora con Andrew?
Creo que me va haciendo falta un buen meneo que me limpie la mente sucia.
«Espero que lo tuyo con el profe dure, Ruth, porque mira lo que me ha hecho la abstinencia. Mi cuñado, y mi hermanastro casado, no puedo estar más cachonda».
—No. No son divertidas. —Y ese tono se vuelve ronco, haciéndole irresistible a mis oídos.
—¿Perdona?, ¿acaso tus fiestas son mejores? —le digo recordando su trabajo en la agencia. Riendo.
—El día que vengas conmigo a una, cambiarás de opinión. Serás el centro de atención, y no por bailar borracha, con las tetas fuera, para un video de YouTube —contesta él, más serio de lo que esta conversación requiere.
¿Por qué me hace sentir tan especial? No es justo. Un rollete es un rollete, que no se moleste en adornarlo. Que no se preocupe porque yo entiendo mejor que nadie la relación con un hombre casado, tuve a los mejores maestros, mis padres.
Sé que un casado no busca un compromiso, porque ya lo tiene en su casa, no quiere responsabilidades contigo, porque ya bastante le pesan las suyas, y no te guardará nunca fidelidad, cuando tú misma no respetaste a su mujer.
«Tan sencillo como eso, Andrew, solo un polvo, no una promesa de amor para toda la vida. Soy capaz de diferenciar lo que necesitas, no me hagas sentir única y por encima de tu mujer, por favor».
—Andrew, controla esas palabras —le advierto aguantando la risa.
—Está bien, no lo haré más. Nada de invitarte a fiestas de mayores. —Ahora siento que sonríe.
—Gracias —digo sinceramente sin temor a volver a sacar el tema.
—Hablemos de Natalia, de lo que me has contado. —Cierro los ojos, no entiendo cómo me siento tan mal ahora, de risas estábamos mejor—. Prométeme que no te enfadarás conmigo.
—¿Por qué iba a hacerlo?
—Porque va a dolerte mi visión de los hechos.
—Andrew, oírte no va a dolerme más que llegar a esa casa, con un regalo especial para Natalia, y ver que la abuela se la ha llevado a la playa sin pedirme permiso. Tiene el teléfono apagado y no oigo la voz de mi hija desde anoche, no creo que tu visión de los hechos supere ese daño —le digo con retintín, él no es padre ¿qué visión puede tener de lo que le he contado?
—Rubén no está, y esa mujer es lo más parecido que tiene Natalia a un padre. Tienes que admitir que tú la implicaste en la vida de tu hija, la hiciste participe al cincuenta por ciento, como en cualquier otra familia con ambos progenitores.
—Pero no ha contado conmigo, no puede llevarse a Natalia cuando le dé la gana. En cualquier otra familia las cosas se hablan, y si no, para eso está la ley. Esperanza sabe que los fines de semana son míos, y si piensa joderme mucho va a perderla entre semana también. ¿Quién tiene las de perder cuando la niña es mía y no tenemos nada firmado?
—¿Te estás oyendo? ¿De verdad serías capaz de lastimar a esa mujer quitándole a su hija?
—Dirás su nieta —le digo con un tono de voz seco y contundente.
—Te dije que te enfadarías conmigo. —Su voz en cambio es triste.
—Hombre, Andrew, no me compares, que yo la he parido.
—Igual de madre es la que cría, Elena, no puedes impedirle ver a Natalia.
—Esta conversación ha sido una mala idea —decido poniéndome en pie, como si con eso fuera a darla por finalizada.
Me basta con colgar, apagar el teléfono y meterlo en agua para inutilizarlo por completo para que Andrew no me contacte, pero me acuerdo de Esperanza y de la conversación que tenemos pendiente y que él mismo ha puesto más calentita todavía. No puedo deshacerme del teléfono ahora.
—Oh, vaya, eres de esas personas.
—¿Qué persona?
Esto me interesa, ¿qué es lo que piensa Andrew de mí? A lo mejor me da la oportunidad perfecta para dejarle de hablar definitivamente.
Hasta que llegue Navidad, claro, y mi madre me obligue a ir a Mánchester a ver su guapa cara.
—Cuando no estás de acuerdo con la verdad de los demás, finalizas las conversaciones a tu antojo creyéndote tus mentiras.
—¿Sabes, Andrew? tenías razón, acabas de enfadarme.
Qué bien me sienta colgar el teléfono. Le he dado la razón con eso, pero me da igual. Cuando le bloqueo, para que no vuelva a llamarme, me siento pletórica del todo.
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Hola a todos, antes de que alguno se vaya😜. Gracias, esto se anima!!
¡Madre mía, la que va a liar Javi! 👏🏼👏🏼👏🏼
¡Por fin hay alguien que le dice una verdad a Elena! ¿Cres que Andrew la ha cagado 😂?
Me gustaría que lo comprobases.😜
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