Capítulo 4
OLVIDANDO TU MENTIRA.
Ayer la fiesta resultó ser un desastre, aunque cumpliese mi principal objetivo: Sacar a Ruth de la cama.
Si ella se ha metido luego en la de Jota, yo no he tenido nada que ver.
La convencí para que disfrutara un poco, unas cervezas y un bailecito no podían hacerle daño cuando su plan no era otro que hartarse de llorar. Lo perjudicial para ella vino luego. Su novio, al que intenta convencer de que lo ama de verdad, la vio muy cariñosa con un compañero de clase. Menos mal que ese cariño no fue voluntario. Te resumo: el capullo que creyó tener alguna posibilidad de acostarse con Ruth, la drogó para disponer de su voluntad. Jota, que está loco por ella se volvió aún más loco cuando se enteró. Acabó dándole una paliza, que si no nos vamos los tres en un taxi y nos pillan junto a ese tío malherido, nos buscamos un marrón de por vida. Jota sería el que más perdiese de los tres, es profesor de todos nosotros en la facultad, y le echarían de ella sin contemplaciones.
Y por fiesta desastre entiende también que lo fue para mí, por andar pensando en el hombre que me hace serlo.
Cuando más animada estaba en la fiesta, dándolo todo e intentando demostrar, a no sé quién, que me divertía, me acordé de Andrew, de sus inexistentes mensajes y de aquella noche de nosotros en Mánchester. Con animada quiero decir que ya llevaba un par de copas encima, y un par es un número estimado para decir cuatro o cinco, seis o siete de mis preferidos. Los mojitos, con mucho hielo.
De ahí que tuviese la estupidez por las nubes para mandarle mensajes tan penosos.
De mí para el Guapo prohibido:
«¿Qué haces? Yo aquí, olvidando que me has olvidado. Y es difícil cuando tengo tan buena memoria ¿sabes? Lo que es una putada también, porque esa noche en Mánchester la ocupa toda”.
“Pero creo que los mojitos ayudan a olvidar, no te preocupes»
Ahí fue cuando le mandé un selfie mío bebiendo con la pajita. Procuré salir mona, pero la cara de borracha estaba ahí.
«Estás a punto de salir de mi cabeza, Baker, un vaso más y acabarás tan borracho como yo, 😂😂😂»
Menos mal que él sí cumple sus promesas y no contestó. Las llamadas ya son otra cosa, todavía y hoy no se las devuelvo. Y no sé si es por estar avergonzada o de resaca.
Hoy, antes de ir a recoger a Natalia, para ir al cine con ella en esta tarde de lluvia, llamo a Ruth por teléfono, son ya muchas horas desde que la dejé en casa de Jota anoche. Me contesta bien, lo que significa que está consciente, tranquila y que ha descansado, después de que un médico la viese. Y me alegro, sobre todo cuando me dice que regresa a vivir con él. La echaré de menos en mi dormitorio aunque al fin recupere mi intimidad, que falta me va haciendo, y las noches de fin de semana con Natalia.
Cojo el coche para ir a casa de Esperanza, pero decido parar antes a comprarle un regalo a mi hija. Me hace especial ilusión una chaqueta vaquera que vi el otro día. Sabiendo que Natalia muere por el color amarillo, sé que he acertado con la elección.
No es por culpabilidad, al contrario, es por agradecimiento.
Estoy orgullosa de mi hija y de la madurez que me demostró cuando le expliqué el motivo de no poder vernos ayer. Te diré que me meé de la risa con ella cuando me dijo que no bebiese mucho alcohol, que cuidado con lo que me daban de fumar y que no dejase que me besaran los chicos en la boca.
De ahí que agradezca su inteligencia, no tendré que preocuparme por sus primeras fiestas de adolescente.
Llego al portal y llamo al telefonillo. Nadie me abre la puerta aún. Espero unos segundos y vuelvo a intentarlo. Es tarde para ser mi visita del sábado, porque siempre llego para desayunar y llevarme a Natalia a disfrutar del fin de semana, pero Esperanza entenderá que anoche trasnoché un poco y que por eso hoy me retraso en venir a verlos.
Miro el reloj, no son más de las tres y media y me da por pensar que quizá hayan salido todos a comer. Menuda idea con este tiempo.
Tengo una llave del piso. No he tenido que usarla en siete años, no me he visto con la necesidad, pero me da la impresión que hoy sí la usaré viendo la que está a punto de caer. Supongo que si Esperanza me la dio, contaba con ello algún día. Sigue lloviendo y tengo el coche aparcado a tomar por culo de aquí, pero no me puedo quedar esperando en la calle tampoco porque me mojaré de igual modo. Por si acaso, no soy nadie para entrar en una casa ajena, vuelvo a pegar un timbrazo inútil.
Un relámpago ilumina el cielo, ¡joder, cómo me voy a poner si voy a por el coche!
Y no termino de pensarlo, cuando la lluvia cae en tromba después del trueno.
Decidido. Subo, entro y llamo a Esperanza desde arriba para decirle que los espero en su casa.
Abro la puerta con demasiada facilidad, no estaba echado el cerrojo. No sabía yo que Esperanza fuera tan confiada cuando sale de casa tanto tiempo. Cierro la puerta y dejo mis cosas en el salón. Está oscuro, con las persianas echadas la poca luz del exterior no entra, y resulta extraño lo cerrado que está todo.
Hasta que oigo lo que parece ser un grito en los dormitorios. Es de mujer, o de niña, no lo distingo muy bien y me pone los pelos de punta porque creí la casa vacía.
Corro hacia allí, si es Natalia, juro por Dios que como su abuela la haya dejado sola…
El dormitorio de mi hija, a la izquierda, está vacío, y el de Esperanza, frente a él, igual. Solo queda el de Javi, al fondo junto al baño, que abro de par en par sin pensarlo demasiado.
No. Puede. Ser.
Me quedo inmóvil ante la escena. Me tapo la boca, lo que no sé por qué cuando lo que debo taparme son los ojos para no ver a Javi empujando.
¿Y el puto grito?, ¿cómo no lo he reconocido?
Yo no chillo cuando follo pero sé que se hace, que incluso alguna no se corre si no la oye antes el vecindario entero.
Retrocedo mis pasos sigilosamente, no quiero que sepan que los he visto. Pero no soy tan veloz como creí que sería, porque ella me ve y pega otro grito. Esta vez de susto.
—¿Qué pasa? —Le pregunta él preocupado, ella como respuesta señala a la tía que los observa a escondida, o sea yo—. ¿Elena? —Y Javi ya no tiene que preocuparse al ver quién ha causado el grito de su pareja—. ¡Joder!
Javi se levanta de un salto. Cuando entiende que lo estoy viendo desnudo busca algo con lo que cubrirse, que un condón no le tapa demasiado. Esta vez atino a taparme los ojos aunque tengo la certeza de que la imagen tardará en desaparecer de mi recuerdo. ¿Cuándo ha crecido Javi de esa manera?
—Perdona, no he querido molestar… —Por fin puedo hablar, me marcho, no sé a dónde voy, pero me voy de aquí.
No pasa nada, solo era un tío follando. Habré visto decenas de pelis porno y tratado de hacer lo mismo con un tío ciento de veces, no es para tanto. ¿Y qué si es Javi el que lo hacía?, es normal que a su edad se le ponga… o tenga ganas de meterla… el pobre necesitará satisfacer...
¡Qué coño, no tengo que buscar mentiras que me dejen tranquila!, no me ha gustado ver a Javi así y ya está, que para algo él me mira a mí nada más.
Cuando trato de llegar al salón y coger mis cosas para irme, Javi viene hacia mí por el pasillo. Viste solo un pantalón vaquero. No le pega para nada esa imagen de hombre súper sexi, descalzo y con la pelvis tan visible porque no se ha abrochado el botón.
Es Javi y acabo de descubrir lo bien que debe de follar para que esa mujer grite como lo hacía, no puedo estar viéndolo atractivo ahora también con ese cuerpo desnudo y ese pelo oscuro revuelto, que además quiero acariciar.
—Elena, por favor, déjame que te explique.
—No te confundas, Javi, a mí no me tienes que dar explicaciones. Déjalas para tu madre cuando aparezca con tu sobrina de siete años.
Mis palabras suenan extrañas. Ni siendo Javi mi novio, creo que hubiesen sonado más celosas.
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¡¡¡Buenas!!! Sorpresa???
Anda que Javi iba a mirar nada más, eh? ¿Qué mentira se podrán decir ahora estos dos, después de la pillada?
Lo que sea, solo podrá separarlos, no crees? Dale al siguiente⭐, y un millón de gracias si no lo haces.
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