Capítulo 2 B
ESTA MENTIRA NO VA A CONTINUAR.
Un sonido me despierta. Uno que no consigue que abra los ojos del todo. Me doy la vuelta y sigo durmiendo. Suena como unos nudillos aporreando una puerta. De lo más suave.
Tampoco puedo llegar a asegurar que se trate de una llamada, por eso ni me molesto.
Pero suena otra vez, más fuerte.
Oigo a mi espalda que Natalia gruñe. Es digna hija de su madre, no le gusta que la despierten tan temprano. Sonrío, y de nuevo aumenta el volumen de ese molesto toque en la madera de la puerta. ¿La puerta?, ¿de mi dormitorio?
Doy un salto en la cama cuando recuerdo que no solo no eché el cerrojo, sino que además la dejé abierta.
Y ahí que lo veo a él, ocupando todo el hueco, con la mano en alto a punto de golpear de nuevo con los nudillos.
Andrew visto con ojos soñolientos está más guapo si cabe.
Me restriego los ojos con los puños, me encanta hacerlo para despabilarme por completo. Por hoy contengo el bostezo y el estiramiento de brazos, recuerdo que una cosa es que Andrew y yo no podamos tener nada y otra muy distinta perder el glamour delante de él.
—Buenos días.
—Buenas tardes, mejor. No sé a qué hora tienes el vuelo, pero son más de las dos.
—¡¡A las cinco!!
Voy a levantarme, pero como junto a Andrew soy un desastre, al girarme hacia el borde de la cama para bajar los pies, se me han enganchado en la sábana que enrosca el cuerpecito de Natalia y acabo con la cara estampada en el suelo.
El golpe de la frente duele, pero no tanto como ver mi estima en el propio suelo cuando Andrew ha corrido hacia mí para ayudarme.
—¿Estás bien? —me pregunta tocando mi frente con la punta de sus dedos. Me encojo por el dolor.
¿La verdad?, me encojo por el contacto en sí, que me ha estremecido de placer.
Le digo que no, y me entran ganas de echarme a llorar. Me llevo de regreso a casa un bonito chichón como souvenir de Mánchester, eso contando que llegue a tiempo al aeropuerto para coger el avión.
—Voy a por hielo, despierta a Natalia.
No me gusta recibir órdenes, pero por esta vez lo dejo pasar. Andrew parece que se sabe manejar en condiciones adversas. Y esta lo es. Necesito llegar al aeropuerto antes de las cuatro y para ello, ¡¡Natalia tiene que estar despierta y yo dejar de pensar en él!!
Trepo por encima de la cama y llamo a mi hija con cariño. La conozco, y hay veces que creo estar despertando a la niña del exorcista. Pero hoy estoy de suerte, abre sus ojitos y me mira con una sonrisa.
—Hola, mamá. —Natalia se despierta de pronto para preguntarme—: Pero ¿qué te ha pasado en la cara?
—No es nada, cariño, solo ha sido un golpe en la frente —intento calmarla con otra sonrisa.
—¿Y en los ojos?
—¿En los ojos, qué?
¿Los tengo rojos? No he llegado a llorar de dolor delante de Andrew ¿verdad? Me levanto de la cama y busco un espejo. Junto al armario hay uno de cuerpo entero.
—¡Joder! ¡La madre que me parió!, ¡me cago en la puta leche que…!
—Hola, Andy.
Miro hacia la puerta, horrorizada, tanto por el comentario de camionero, que seguramente me ha oído, como por el aspecto que tengo con los ojos de panda. Y ahí está él, mirándome como si nada, sonríe, lleva en las manos un paño que chorrea agua del hielo.
Salgo de la habitación hecha una furia y lo empujo hasta sacarlo delante de mí. Andrew mira mis manos sobre su pecho. Avergonzada, al ver mis dedos índices teñidos de negro, escondo las manos detrás de mi espalda.
—¿Por qué no me has dicho antes que tengo el maquillaje de los ojos corrido?
—Porque estás preciosa así —me contesta muy serio. Como puedo, me repongo de su respuesta.
—No vas a volver con lo mismo, Andrew, déjalo ya.
—No creo que puedas evitarlo, me gustas. Y ahora ponte esto en la frente.
No puedo moverme. Andrew me ha cogido por la cintura con una mano y con el otra acerca el paño frío a mi frente. Me mira ese instante a los ojos, antes de que yo los cierre. Alivia de veras.
Aunque claro, yo me pondría el hielo en otra parte de mi cuerpo, que nada tiene que ver con el golpe, para que el alivio sea completo. Me permito un leve gemido, siempre podré decir que era por sentir el frío.
—Debes dejar de provocarme de esa manera si estás convencida de no repetir nuestro error.
—¡Yo no te estoy provocando!
Y se va con el gesto divertido cuando le doy un puñetazo en el hombro y lo llamo imbécil.
Mierda. Ha descubierto que ni fresquito ni nada, que he gemido por él. Este guapo huele mis mentiras porque él apesta a mentiroso.
Cuando dejo a mi hija duchada y vestida, todo en menos de veinte minutos, entro yo al baño, dispongo de otros veinte. ¿Por qué no habré puesto la alarma cuando cerré los ojos para dormir? Así no tendría que ir corriendo ahora.
«Ah, ya, me tiré a Andrew, normal que se anulara mi raciocinio».
No quiero recordar eso y me doy prisa. Me enjabono rápido porque tengo el tiempo justo. El pelo me da más trabajo. Lo tengo demasiado largo, pero no por ello voy a descuidarlo de sus enredos hoy, su champú, su mascarilla protectora del color... Termino con él y me doy cuenta de que no alcanzo a las toallas encima del lavabo. ¡Coño! Olvidé que no es mi baño y que siempre las tengo en una percha a mano. Estiro el brazo, pero no consigo nada.
—¡¡Natalia!!
Hace frío y estoy desnuda, y mi hija parece que no oye mis gritos. No tengo toda la tarde para perderla en la ducha, el avión despegará sin nosotras.
—¡¡Natalia!!
—¿Qué?, ¿qué ocurre, Elena? ¿Estás bien?
Y lo estaba, juro que lo estaba hasta que Andrew ha abierto la puerta y ha empezado a reírse a carcajadas.
Como instinto de supervivencia cierro la mampara, pero resulta que se trata de un cristal totalmente transparente, nada de esas que dejan ver solo la sombra del cuerpo, ¿para qué?, muestra todo los detalles. Apuesto a que Andrew ya ha visto el lunar con forma de champiñón que tengo en el hueso de la cadera izquierda.
Billy y mi madre se lo tienen que pasar de puta madre aquí en el baño, porque se ve todo a través de ella.
—¿Quieres dejar de mirar y darte la vuelta? ¡Que te gires! —acabo gritando cuando veo que no se ha movido.
Andrew lo hace y me da la espalda. Respiro de alivio.
Le pregunto por mi hija y él me dice que está comiendo pizza en la cocina. Me entran ganas de matar a alguno de los dos, pero no sé quién lleva más papeletas, si mi hija, que me ha vendido por un trozo de pizza, o él, que ha conseguido que mi piel arda tan solo bajo su mirada.
—La toalla —exijo para dejarle claro lo que quiero de él.
—Tengo que darme la vuelta para cogerla.
—Vale, pero cierra los ojos antes.
—Después de lo de esta mañana poco sentido tiene, ¿no crees?
—¡Que los cierres! —le grito cuando ya empieza a girar su cuerpo.
Andrew se tapa los ojos con una mano, ¿se está riendo de mí?
Cojo la toalla que me da y no tardo en ponérmela encima. Todavía no se marcha y yo ya he salido de la bañera.
—Para no querer nada conmigo, no me queda del todo clara tu negativa, Elena. ¿Eres siempre así de transparente? —me dice para que no tenga dudas de que me ha visto desnuda.
Le arrojo a la cabeza lo primero que veo, lástima que el cepillo de pelo no se la pueda abrir. Él sale corriendo por el pasillo mientras oigo su risa. En otro momento yo también me reiría, en uno donde no tuviera tan presente que seguro que hace reír con las mismas bromas a su mujer o al resto de sus amantes.
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Con este capítulo me divertí mucho, espero haberte arrancado una sonrisita a ti. 😏
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