Capítulo 2 A
ME QUEMO EN TU MENTIRA.
No he oído que salía de su dormitorio, cuando Andrew ya está frente a mí para besarme.
Y lo consigue. Me ha cogido del cuello con una mano, con la otra de la cintura.
No me deja opción para moverme, tampoco es que lo quiera demasiado. Me dejo besar por mi hija, porque no necesita enterarse de nada, y por mí, por la que más. Sobre todo por mí.
Llevo toda la noche deseando sus labios.
—No puedo negarlo por más tiempo —me dice con un nuevo beso—. Me gustas, me gustas mucho.
—Andrew…
Y claro, cierro los ojos. Como si así doliese menos lo que estoy a punto de hacerme, como si pudieran con eso desaparecer todos los fantasmas del pasado de mis padres que sigo viendo con el paso de los años. Un hombre casado y una mujer enamorada que nunca pudo retenerlo a su lado.
No seré yo quien siga el ejemplo, esta vez, de mi madre. Esto acabará en media horita de nada, para él y para mí.
Andrew me arrastra al pasillo donde poder dar rienda suelta a nuestras lenguas, que ya gimen de placer en el interior de la otra boca. Nuestras manos se buscan con caricias que se descontrolan, que nos obligan a entrar en su dormitorio en busca de una cama.
Enredados en besos calientes, morbosos y demasiado hambrientos, llegamos al borde del colchón.
—Va a pasar, Elena —afirma sin darme lugar a quejas o negativas.
No me detengo a pensar en nada y me dejo caer de espaldas, ¿le vale eso como respuesta?
Andrew se pone encima de mí, con cuidado de no lastimarme. Y todo ello sin despegar nuestras bocas, sin dejar de tocarnos. Es demasiado bueno, demasiado excitante como para pensar en nadie más que no sea yo.
Seguimos con la ropa puesta, y es cuando él me retira una tiranta del vestido para besar mi cuello. Tuerzo la cara hacia el otro lado y se lo pongo fácil, al igual que le ofrezco el pecho que me queda al descubierto. Andrew hace desaparecer en su boca mi pezón.
Con sus dientes lo estimula en mordiscos pequeños, con su lengua calma el penetrante dolor.
Siento que me humedezco.
Me acaricia las piernas para ir subiendo el vestido. Despacio. Sus dedos no tardan en alcanzar el borde de mis bragas. Se cuelan por él.
—Más. Dentro —le pido para que no se detenga y me penetre con ellos.
Se me escapa un gemido cuando retira la escasa tela, hace que me retuerza cuando se empapa de mí. Andrew levanta la cabeza de mis pechos y me responde, con una sonrisa, al notar mi humedad:
—¿Esto es por mí? —Asiento, y veo a continuación que lame con descaro lo que ha extraído de mi interior.
Visión que me excita del todo.
Andrew besa a mordiscos mi barbilla para buscar de nuevo mi boca y meter su lengua en ella, mientras que de cintura para abajo ya se ocupa de meterme dos dedos hasta el fondo.
—Dime ahora, Elena, ¿es atracción o repulsión?
Vaya, es de esos hombres. De los que hablan, y quiere que tú también hables con él, así te ahogues intentando respirar por lo que te provoca.
No importa, me gusta. Todo en él me gusta ya.
Pero será a mi manera.
—Confórmate con saber que es fricción, calor y combustión final –le digo cogiendo su cara para que vuelva a besarme. Saco la lengua, pero Andrew se resiste a darme la suya porque prefiere reír.
—Pues arde conmigo, entonces. —Y sigue introduciendo sus dedos, con la ayuda ahora del pulgar en mi hinchazón.
Le estorban mis bragas. Le ayudo, y hago que las baje cuando levanto el culo y abro las piernas, él aprovecha para darme un primer empujón. Noto su pene duro, muy duro a través de su pantalón. ¿Qué quiere, darme un argumento de “gran tamaño” para que no me eche atrás? No lo necesito, tengo muy en cuenta lo que va a ser, lo que significará para ambos. Sobre todo para él.
Mañana regresará con Camille y yo lo haré a España. Esto no será más que otra de sus mentiras, la penúltima de las mías. Fin de la historia.
Así que si solo soy un agujero, que lo ocupe pronto que estoy que me corro con tanto dedo entrando y saliendo de mí.
Andrew abre la cremallera de su pantalón y se lo baja lo justo para no perder el tiempo.
—No tengo condones, Elena, esto no es algo que haya hecho antes —gime, con un nuevo beso en mi oído.
Como si eso me fuera a conmover cuando no quiere que lo vea desnudo. Cuando no ha querido perder su tiempo para desnudarme a mí tampoco. Mira, de haber besado mi piel, o acariciado cada centímetro de ella en preliminares de seducción, tal vez me importaría. Ya no, que la meta y se corra como está deseando hacer.
—Da igual, no tendrás problemas.
Desde que aceptase las consecuencias con Rubén nunca dejé de tomar la píldora anticonceptiva, los condones los uso para evitar las enfermedades venéreas, y dudo mucho que Andrew las comparta de puterío con su mujer. Las mentiras no le sirven de profilaxis ante la clamidia, la gonorrea o la sífilis.
Las ganas que tenemos no se evaporan por eso, y Andrew ya entra en mí. Duro, firme, seguro.
Se va haciendo hueco, despacio, mientras mis paredes vaginales ceden a cada centímetro que él me ofrece. Lo envuelven de deseo, lo acogen en mi calor húmedo. Él, por si acaso, ya se encarga de lubricarlas con un dedo juguetón en el clítoris, que me acaba impulsando al orgasmo.
Tras muchas embestidas, muchas caricias, muchos besos, muchos “eres preciosa” y “eres increíble”, todo acaba entre nosotros,
Y Andrew me besa en el momento que le pido que se retire de mí.
—Aparta, por favor —le pido con educación, y que me lo agradezca después de todo porque estoy deseando mandarle a la mierda.
—¿Por qué, qué pasa? —pregunta él sin oponerse.
«A ti te lo voy a contar, guapo, que después de que has hecho que me corra así de espléndida, vas a hacer que te ruegue para que tengamos más de estos polvos».
—Elena, dímelo.
—Esto ha sido un error —le digo, y me levanto de la cama.
—No, no lo ha sido.
—Tienes razón, el error somos nosotros.
Y no dejo que me diga nada más cuando salgo huyendo de su dormitorio.
A escondidas he podido cambiarme de ropa en el único baño de la casa. He esperado a que Andrew cerrase su puerta para poder salir de él, porque no quería volver a verlo. Mucha fuerza de voluntad para contener un beso durante toda la noche y en cuanto he tenido la oportunidad, fracaso a bombo y platillo, bajo fuegos artificiales.
¡Con orgasmo vaginal incluido, joder!
Ya en mi dormitorio, me acerco a la cama donde duerme mi hija. La tapo y acaricio su frente, mientras le retiro el pelo, y me dejo caer junto a ella. Me acomodo buscando espacio.
Al final no ha sido para tanto, he podido rechazar a Andrew, tarde, pero lo he hecho.
Y contestando a mi pregunta de antes, diré que sí, que me quedo frita de inmediato rememorando lo ocurrido en la habitación de al lado.
**********💝💝💝💝💝**********
¿Qué?, ¿cómo vamos? Mejor que Elena no creo, jajajaja, aunque lo niegue.
Espero que sigáis después de esto, que le deis a Elena y a Andy la oportunidad de conocerse, de vivir más intensamente el inicio (o no🤔) de su relación.
Pero como siempre: Gracias, por si decides irte.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro