Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 16 C


LA VERDAD SOBRE MÍ. 

Veo cómo se aleja mi padre mientras mi hermana chilla, patalea, y no permite que le pongan una mano encima. 

     Andrew me echa su brazo por el hombro y me obliga a abandonar la casa para no ver la escena. Me agarro a su cintura y camino a su lado, pendiente de mi hija en sus brazos que ya me ha visto y me sonríe. 

     La saludo con un beso y un “hola, mi amor” que la sumergen en un nuevo sueño, con una sonrisa más bonita que su propia cara. 

     Al salir todos al exterior, no sabemos qué hacer.

     Irnos de vuelta al barrio no estaría bien sin despedirnos de mi padre, sin darle las gracias antes. Además, que yo quiero hablar con él a solas, no sé cuánto tiempo tendré que esperar para la próxima vez que nos veamos a escondidas. 

     Y yo no creo que pueda fingir más que no me importa lo que le ocurra a don Carlos Villamartín. 

     Me importa, y mucho, y solo de pensar que su familia lo acribillará a preguntas, por no decir a demandas y pleitos judiciales, por mi culpa, me hace reaccionar. 

    —Quiero ver a mi padre. Contarle mi verdad —le digo a Andrew. 

     —Claro, se lo debes.

     —Esta es nuestra recompensa, ¿verdad? —Quiero saber que hemos llegado al final, mientras me dejo besar la cabeza.

     —¿A que no te la esperabas tan grande? —Y me derrito con su sonrisa.

     Miro a mi hija en sus brazos, que ríe sin recuerdo alguno de lo que ha pasado hoy, a mi familia de siempre, contentos por regresar juntos a casa con Natalia, y a mis nuevos amigos, como Iris o Jacob, participes de nuestra alegría con sus risas.

     Y a él, el hombre que amo, haciéndome feliz con sus palabras, con sus actos y con su entrega.

     Solo falta mi padre y mi recompensa será completa.

     Me vuelvo para ver a dónde ha ido, pero solo veo cómo se llevan a Carolina lejos de mí. Junior, en cambio, se me acerca. 

     —¿A dónde ha ido? —le pregunto.

     —¿Papá? 

     Oírselo decir a otra persona es más fuerte todavía, lo hace tan real como una prueba de ADN. Trago saliva, no me atrevo a hablar con él. 

     —Esperaremos en el coche, cariño —me dice Andrew caminando hacia la salida. 

     Y yo sonrío cuando él pone en manos de Javi a mi hija, que la recibe con un enorme beso, dándole las gracias a Andrew. 

     Javi me va a hacer llorar esta vez de felicidad. Da vueltas muy despacio para que mi hija despierte sonriendo en brazos de su tío, como siempre fue entre ellos. 

     Esperanza, que no ha pasado por alto el detalle de Andrew, se acerca para darle un beso, mientras le llama hijo también en su agradecimiento personal. 

     —Lamento  lo que has tenido que pasar. De haber sido mi hijo no quiero ni imaginármelo —me dice Carlos cuando mira la escena de mi familia, retirándose hacia los coches. 

     —Lo que no entiendo es por qué, ¿por qué tu hermana me ha hecho esto? 

     Hablar de ella de esta manera nos aleja a nosotros dos, y lo siento, con él no va la cosa. Pero papá es nuestro progenitor común, Carolina a mí no me pertenece después de hoy. Por otro lado, tengo los brazos abiertos para él cuando quiera. 

     —Por ambición. No voy a justificarla porque después de todo ha implicado a una niña, pero no ha sido nada personal contra ti. Como yo, no sabíamos nada.

     Y Carlos me cuenta lo que ha podido averiguar hace un rato. 

     Al parecer el novio es uno de los empleados de mi padre, y en cuanto me vio aquel día en el banco, casi llorando, sospechó de mi visita y me siguió hasta casa de Esperanza, como yo ya he descubierto al ver su foto. El resto fue una suposición de la mente conspiratoria de Carolina. Yo era la joven amante de su padre, con una hija ilegítima que haría peligrar su propia herencia. 

     «Nada que ver, estúpida, debiste implicarte tú y no mandar a terceros a espiarme, solo tenías que molestar a tu lindo culo para que se moviese y viniera a verme. Así hubieras sabido que soy un calco tuyo y de nuestro padre, ridícula, y que el día que te quiera quitar la herencia lo hago y dejo en un tercio, tu mitad» 

     Lo demás vino rodado. 

     Ese hombre, que no contaba con la aprobación de mi padre para formar parte de su familia —ahora ya tiene la prueba de su ambición y su acercamiento deshonesto a Carolina— buscó el mejor momento para llevarse a mi hija. 

     Si Don Carlos Villamartín no quería ser descubierto por mí en su infidelidad, pagaría el rescate. Que fuera hoy solo ha sido casualidad. La fortuna le sonrió al ver salir a Natalia del portal de Esperanza, sola. 

     Yo lo llamo mejor entrañas podridas, que suerte. 

     Porque hay que ser muy mala persona, y estar podrido, para pasar la mañana de Navidad metido en un coche sin nada mejor que hacer que mirar la puerta de un portal para secuestrar a una niña. 

     Me hubiera gustado saber que mi hija nunca salió por la puerta por su propio pie, porque así Javi no habría conseguido su propósito y ella hubiera confiado en mí. Pero lo hizo, y tras lo ocurrido con Carolina y su novio ahora pienso de otra manera. 

     Mis mentiras provocaron todo. 

     Me encuentro al fin en paz con mi Karma. Se acabó. 

     No decirle la verdad a mi padre, para poder verlo, provocó el mal entendido de Carolina con nuestros encuentros a escondidas. Engañar a Esperanza sobre mi ruptura con Rubén hizo que ella nunca pudiera verme con otro hombre anoche. Y tratar de ser feliz con Javi, a sabiendas de que nunca lo querría, consiguió aumentar su desesperación por mí. 

     Mi hija no se fue de casa de su abuela por su tío y sus mentiras, sino por las mías. 

     —¿Tomas café? —La pregunta de Carlos me descoloca. Yo pensando en mi hija y él preocupado por mis gustos cafeteros. 

     —Sí —contesto sin ver a dónde nos lleva todo esto. Con la hora que es, sin comer que estoy y todo lo ocurrido, me tomaba un chupito de jagermeister mejor. 

     —Yo lo tomo cada día en el bar que hay junto al banco, cuando trabajo. Y cada tarde en mi casa, también. 

     —Bien, sin abusar de él, porque no es bueno. 

     «Joder, Carlos, ¿no sé qué más decirte?, por lo pronto, que te creía más elocuente con tantos estudios y tanto nivel cultural, yo también puedo hablar del tiempo y de política, y recientemente hasta sé de fútbol inglés» 

     —¿Te gustaría venir mañana a tomar uno de los dos, conmigo? 

     Abro los ojos, sorprendida. Es una invitación extraña, pero no voy a decirle que no. 

     Tengo un hermano de verdad, uno que me quiere conocer. A no ser que esté enganchado al café y solo quiera tomarlo con desesperación. 

     Carlos no espera a que le conteste, me he puesto a llorar y él me abraza como consuelo. ¡Es tan guay esto de tener un hermano mayor que sabe lo que quieres decir sin tener que  hablar! 

     —Te espero aquí, en mi casa, mañana —me dice señalando el segundo adosado—. Y trae a Natalia para que conozca a Carlitos. 

     Me río. Él cree que es de felicidad, yo por lo ridículo que suena una tercera generación de Carlos Villmartín. 

     Cuando me dice dónde puedo encontrar a nuestro padre, se marcha a la casa principal. Yo tengo que ir hacia el río.     

     ¡Joder con la finca Villamartín y su río privado, está demasiado lejos!

     Parece que ya me estoy acercando a él, porque oigo su cauce. Al fondo distingo a mi padre bajo un árbol, sentado en lo que parece ser un columpio artesano, y que de caerse en su balanceo hacia delante lo haría en el río. Esa pose despreocupada le hace más joven de lo que es a sus cincuenta y dos años.

     —Siempre pensé que sería al revés —le digo cogiendo ambas cuerdas por detrás de él. Se deja mover sin decir nada—. Que tú me columpiarías a mí. 

     —Nunca te gustó, preferías comerte la arena. 

     —Eso no es cierto. —Me río cuando lo empujo más fuerte. 

     —¿Ah, no? Tengo fotos que lo demuestran. —Mi padre ríe conmigo. 

     ¿Por qué está empeñado hoy en hacerme ver lo cabrona que he sido todos estos años con él? De existir esas fotos, pueden tener más de veinte años, ¿quiere decir que las conserva todavía? 

     —Déjame hacerlo —dice bajando del columpio y dejándome el sitio a mí, cuando ve que me he quedado callada. 

     Mi padre lo balancea poco a poco, como si de verdad yo tuviese esos tres o cuatro años y pudiera caerme al río. 

     —No pega para nada un columpio de estas características aquí. 

     Estoy tan nerviosa sintiendo el vaivén de su movimiento que el tema columpio es lo único que se me ocurre para hablar con él, no creo que quiera hablar del tiempo, del gobierno o del Mánchester United. 

     —¿Lo dices por el neumático, la soga o el lugar?

     —Por la finca en sí, el columpio está genial, es solo que de imaginarlo lo haría como una obra de ingeniera moderna, de materiales rígidos, no algo tan deteriorable y rústico. 

     —Lo hice para Carolina con mis propias manos, y aunque ella no lo usó nunca, cambio el neumático cada vez que el sol y la humedad del río lo pudren. 

     —¿Nunca?

     —Quería jugar con sus muñecas de diseño antes de hacerlo con algo tan... ¿rústico?

      —Lo siento. —Y se lo digo de verdad, por el columpio en sí, que tanto parece significar para él, y por él mismo. Porque su hija Carolina, pudiendo hacer esto alguna vez, no quiso. 

     —No es más que una cuerda atada a un neumático. 

     —¿Qué te parece si lo aprovecha Natalia? —Porque decirle que lo aprovecharé yo parecerá una locura a mi edad. 

     Mi padre frena en seco el columpio, casi me deja caer de boca. Se sitúa a mi lado. 

     —¿Mañana? Comprendo que hoy debe descansar, pero está de vacaciones, puede venir. Ojalá no tenga miedo en regresar y olvide pronto lo que le ha pasado aquí. 

     —No tendrá secuelas ni nada parecido, no te preocupes. Natalia es fuerte. 

     —Como tú —me dice sonriendo. 

    —Sí, y como tú —le digo yo recordando lo que ha hecho en su casa hace unos minutos. Con muchos años de retraso, pero con mucho valor. 

     —Es una Villamartín, ¿qué pensabas? —me dice riendo. 

    Y Rincón, y Carranza, y más recientemente, Baker. No, si cojones va a tener tela, mi hija. 

     —¿Y qué juegos le gustan más? Ya me coge viejo eso de jugar con una niña, pero estoy deseándolo, porque no lo hice con Carolina, ni contigo...

    Despierta en mí una extraña ternura. Como aquella que Esperanza o mi madre han ido despertando a lo largo de siete años. Con él, toda así de sopetón, encoge el corazón de verdad. 

     —Papá, ¿por qué te fuiste? —Ya lo he soltado. 

     Y el alivio que siento es inmediato. Conteste lo que conteste podré estar en paz conmigo misma. Siempre temí una respuesta desfavorable, pero visto lo visto hoy, ya no creo que sea así, que un poquito, como dice Andrew, sí que me quiere. 

    —Crecías demasiado rápido, Elena, no iba a tardar en llegar el día en que preguntaras por qué no dormía con vosotras. Empezabas a exigir más atención, más tiempo a tu lado que yo no podía darte.

     Puedo verme con la edad de Natalia, con sus mismas demandas e inquietudes, las que ella ha tenido por mí en estos últimos meses cuando me pedía que durmiera en casa de Esperanza, o el miedo a perderme de anoche mismo. 

     —Me hizo falta un te quiero a lo largo de todos esos años, una visita después que me dijera algo bonito de ti. 

     Mi padre me enfrenta de cara. Yo bajo del columpio, de pie somos igual de altos.

    —Nunca os hubiera dado lo que necesitábais tú y tu madre. Y creí que dejando mi lugar para otro hombre que os hiciera feliz cuando tú aún eras pequeña…

     Sé de lo que habla. Una decisión que tomas pensando en los demás y luego es muy poco acertada. Él no nos mintió, pero causó el mismo efecto con su abandono. 

     Creo que me parezco más a él de lo que se ve a simple vista, o lo que pueda decir la herencia de una alergia.

     —Pero yo te quería a ti, el que hubiese venido otro hombre no implicaba que dejase de quererte de un día para otro.

     —¿Qué otra cosa puedo hacer ahora, que no sea pedirte perdón por los años que no estuve?

     Pienso en esa vida que he llevado sin él, la que no tendría ahora de haber estado ahí a mi lado.

     Empezando por Natalia, y terminando por Andrew, cada persona tiene su lugar y su tiempo en mi vida, y mi padre tenía que estar hoy conmigo, precisamente en estas circustancias, para que a mi hija no le pasara nada. 

     Además pienso en Rubén y lo comparo a mi padre, cuando nuestra relación ya estaba muerta. De estar vivo Rubén hoy, ¿qué lugar ocuparía Andrew, como el hombre que amo yo, en mi vida o en la de su hija Natalia?, ¿existiría ella en verdad? 

     Tal vez debió de ser así la marcha de mi padre, para que yo lo añorase y quisiera tanto como lo quiero hoy, porque de haber conocido a Billy u otro hombre de niña su recuerdo quizá se hubiera disipado con los años.

     —¿Te digo la verdad? —Total, ya estoy aprendiendo a convivir con ella.

     —Claro, no me mientas, Elena.

     Sus palabras caen sobre mí como una lápida que sepulta todas y cada una de esas mentiras que le dije en el pasado. Sonrío, porque ya no podría hacerlo con él así se fuera de nuevo de mi lado. 

     —Puedes decirme que no me abandonarás más, y que me quieres.

     Y no hace falta que me diga nada, con abrazos tan convincentes como el que me da está todo más que dicho y aclarado entre nosotros.

     Mira tú que al final me quedo este columpio tan chulo. 

     Natalia lo va a flipar con él, y va a acabar harta de meneo, igual que yo de café, porque a partir de mañana vendremos cada tarde para ver a Carlos y a mi padre.

    Esperanza se acerca a nosotros, cuando llegamos caminando, y abrazados, hasta los coches. Me esperan todos para volver al barrio.

     —Ahí viene Esperanza. 

     —¿Cómo sabes también su nombre?

     —No creerás que me he mantenido al margen todos estos años, ¿verdad? Por Dios, Elena, nunca me fui del todo, tú eras la que me escondías. 

     Lo que hace que me acuerde de mi madre y que tengo que llamarla para que coja un avión sin provocar un conflicto internacional, porque todo está solucionado con Natalia.

     —¿Has estado en contacto también con mamá estos años? 

     —Un poco —me dice, y se apresura a continuar—. Pero solo cuando te da por teñirte de colores raros cada seis meses, ella me llama y me pone a parir, no lo entiendo. Hola, Esperanza —dice saludándola, ya junto a nosotros. 

     Y debido a esa intromisión, mi padre se libra de mis explicaciones. Me río sin que se note mucho.

     Ya pensaré qué decirle a mi madre esta noche, me encantará verle la cara cuando le diga que sé de las llamadas que ha tenido con el “cabrón de mi padre” para contarle de mi pelo. Me vendrá bien para calmarla porque ¡va a  enterarse que yo no lo llamo cada seis meses, sino que lo veo cada semana!

     La abuela Esperanza le da las gracias infinitas a mi padre, que le pide a su vez que lo llame abuelo Carlos, ahora que ya no es mi secreto. También le da dos besos eternos, al tiempo que lo invita a su casa cuando quiera, para ver a Natalia. Él dice que sí con la cabeza para no ser grosero. 

     Me río de él, ya te digo yo que es un no. 

     Una cosa es desafiar en privado al viejo Villamartín y otra es hacerle pasar el bochorno de ver a su hijo en la prensa pisando ese barrio humilde. 

     He descubierto que mi padre me quiere y que el apoyo de hoy ha sido un gesto muy valiente por su parte, pero sigue siendo un pelele con su propio padre.  

     Andrew es el siguiente en acercarse a nosotros, viene hacia mí para besarme. Para ello tiene que apartar a mi padre de mi lado para cogerme del cuello y comerme la boca.

     Me separo de él, cortada, y los presento bajo la tos molesta de un padre que ha visto cómo han besado a su hija sin vergüenza alguna. Pero sí con mucho amor. 

    Don Carlos Villamartín, con cara sorprendida, no localiza el nombre de Andrew en mi vida, ¿por qué no sabía nada de mi relación con él?, ¿por qué no lo ha podido investigar, como hace con todo aquel que se acerca a los miembros de su familia con oscuras intenciones?

     Me ruborizo al saberme entre sus familiares.

     Y él se queda de piedra cuando descubre de quién es hijo. 

     —No le cuentes a tu madre que he investigado a Billy. 

     —No lo haré, dentro de tres meses me tiño otra vez. —Y ambos rompemos en carcajadas. Le doy un beso para que esté tranquilo, porque mi madre no le cortará su cosita en esta ocasión. 

     Andrew me besa, y ahora que puede hacerlo con ganas, porque estamos solos, va y lo hace en la mejilla. 

     —Parece un buen tío —me dice Andrew al ver cómo mi padre entra de nuevo a la casa, llamando por teléfono.

     —¿Ah, sí? Sabes que está pidiendo referencias de ti ahora, ¿verdad?, que encontrará alguna mierda de tu pasado. 

     No estoy al cien por cien segura de eso, apuesto más que se trata de Carolina y su detención, pero mira, me apetece reírme con mi guapo. 

     —No va a encontrar nada escandaloso en mi vida —dice riendo, súper convencido de ello—. A menos que…

    Eleva los ojos al cielo, buscando en su memoria algo denigrante, y que por la cara que ha puesto, parece que ya lo ha encontrado. ¿En qué fecha? 

     Quería reírme, pero ya no le veo la gracia al jueguito.  

     «¡Joder, Andy, ojalá y nada más sea un pitillo en el fútbol con tus amigos, cuando tenías veinte años!». 

     —¿Qué hiciste? ¿Qué va a encontrar mi padre de tu pasado, que has puesto semejante cara? No me asustes, Andy. 

     —Hace tres meses me crucé con una loca de pelo morado que me dio a mi primera Baker...

     No nos hemos olvidado de Natalia esta vez, sonrío. Necesitaré una camiseta nueva con el número tres, y como la de ayer ya no podré descambiarla, a lo mejor se la doy al otro hincha del Mánchester que conozco. 

   Ese pensamiento de Billy y mi madre en sus noches de hotel me da repelús. 

     Le echo las manos al cuello a Andrew  para besarlo, con una sonrisa ahora más pícara. Este hombre ha perfeccionado sus dotes humorísticas, cada vez está más avispado en menos tiempo.

     Le pongo a prueba. 

     —¿Y la del pelo verde, qué? —le digo yo riendo. Le doy un beso.

     —Esa es la que más me gusta, porque ella me va a dar en el futuro dos Baker más —dice riendo completamente—. Ah, y espera a que tu padre sepa de la del pelo rojo... 

     —No, ese color no me gusta.

     —Por fa, ¿qué más te da? –dice como un crío—. Rojo como el Mánchester. 

     —Que no  —le digo yo ocultando una sonrisa y entrando al coche, donde nos espera Jacob al volante. No tengo prisa y le dejaré rogar un poco más sin decirle que ese era el color que tenía pensado el año que viene.

     —Puedes dejarte algo moreno, así no se notará tanto. Por favor, dime que te teñirás de rojo por mí —insiste entrando a mi lado en el coche.

     Jacob, muerto de risa, adivina mis intenciones al verme la sonrisa tonta, y le dice a su amigo:

    —Colega, prepárate para las agujetas que tendrás.

    **********💝💝💝💝💝**********

... 1, 0.

Ya no estaría bien que os dijera Hola cuando ya es un Adiós 🤦🏼‍♀️

     Me ha gustado mucho contaros la historia de Elena y Andy👏🏼, la que disfruté personalmente hacerla, porque así me evadía de la realidad de este verano'20 tan extraño que ha pasado. Por eso creo que no la olvidaré nunca.

     Un saludo enorme por vuestra atención, y daros por última vez infinitas gracias😜

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro