Capítulo 16
MENTIRAS APRESURADAS.
A Jacob le parece una locura que vayamos todos a casa de Carlos Villamartín en plan mafia, él al vernos puede negarse a darme el dinero. No me importa, se lo pediré como herencia.
Tengo un papel firmado por él, en el que dice que es mi padre. Para que veas, no se atrevió nunca a firmar un acta de nacimiento pero no le importó firmar un contrato de confidencialidad conmigo cuando lo busqué hace años, el que dice que por mi propia seguridad nadie puede enterarse de nuestro parentesco.
Hoy rompo con todo por el bienestar de mi hija.
Por eso mismo quiero que todos los que queremos a Natalia estemos presente cuando me dé el dinero del rescate.
Así se lo digo a Jacob, aunque en verdad estoy que me cago de miedo por tener que presentarme en la comida navideña de la familia Villamartín. Cruzo los dedos y juro que desde hoy mismo comienzo a decir la verdad, para que nada de esto me vuelva a ocurrir.
Mi Karma tiene que dejar de meter a mi hija en los castigos que me tiene preparados.
Después de recuperar a Natalia será lo primero que haga con ella de mi mano, enfrentar mis sentimientos sin volver a mentir por Rubén, por mis padres o por el mismo Andrew.
La finca Villamartín es enorme, hace rato que transitamos paralelos al perímetro del alambrado. Mucho dinero, mucho terreno en el que invertir.
Está a las afueras de la ciudad, camino de la sierra Norte, donde no te encuentras un alma a menos que seas una cabra, una liebre o un jabalí. Nada de vecinos, nada de cotillas por los alrededores. Mejor. Si la mierda explota, que solo nos salpique a nosotros.
Aún no sé cómo haremos para que nos abran la puerta, será difícil cuando los guardas vean dos coches en la entrada, demasiada atención llamamos ya con el taxi de Javi.
—¿Quieres contarme la verdad de tu padre? —me pregunta Andrew.
La verdad. Ya casi me gusta la palabra.
Si algo ha respetado Andrew desde que lo sabe, eso ha sido la relación que mantengo con mi padre, mentiras o no en ella, prefiere no meterse en medio con una opinión que yo pueda malinterpretarle.
Vamos sentados detrás, en mi coche, Jacob conduce y no parece tener problemas para hacerlo por la derecha, así que me relajo cuando parece que está pendiente de su navegador. Busco el apoyo del hombro de Andrew cuando él me besa, esperando a que yo esté preparada para contarle. O no.
Y ya es hora de que alguien vea a Don Carlos a través de mis ojos. Acaricio la E que tengo colgada al cuello, poco podía imaginar anoche cuando me la puse que necesitaría tanto de mi padre hoy.
—Cuando nació Natalia, y rellené su partida de nacimiento sin Rubén, me acordé de mi propio padre y la falta que me hizo a mí siempre. Por mi hija ya no podía hacer nada, pero yo tenía una oportunidad de recuperar al mío.
—¿Cómo se lo tomó él? —Andrew agarra mi mano y entrelaza nuestros dedos para besármelos también.
Todavía recuerdo la cara de susto cuando lo abordé por la calle, ni su escolta pudo detenerme cuando Don Carlos me reconoció. Había crecido desde los ocho años, cuando desapareció de nuestras vidas, pero mi cara era demasiado parecida a la suya, difícil de ocultar tras un color de pelo escandaloso.
—No me importó averiguarlo —le digo perdida en mis recuerdos de aquél día, en el que me llevó a comer con él por primera vez. ¿Puede que fuera una sonrisa aquello que le vi en la cara y no una mueca de disgusto como siempre he pensado?
—¿Y nunca le has dicho por qué lo buscaste?
Nunca lo hice, aunque me lo planteo en cada encuentro que tenemos. Pero luego temo que no quiera verme en esas condiciones de hija necesitada de cariño, que le importe poco lo que yo sienta por él. Por eso opto por una relación más impersonal de chantajista necesitada de dinero.
—No. Aproveché que entraba a la universidad para pedirle que me pagase la carrera, con Natalia los gastos se me duplicaban. Y después ya no pude parar de sacarle dinero. Él me lo da sin rechistar, supongo que es una cifra baja en comparación con el divorcio y la pensión de mis hermanos.
—¿Pensión a los treinta años?
Sonrío, solo un poco, al acordarme de ellos por la prensa y los programas de televisión.
—Son dos pijos de cuidado. Ya te enterarás.
—Y ¿no temes que él se harte un día y no hayas podido decirle la verdad, que es por él? Porque no deja de ser tu padre, Elena, algo sentirá por ti.
Andrew tiene un padre digno de querer. Billy es un hombre de verdad, y supongo que bajo esa influencia paternal, todo en su vida se reduce al cariño entre un padre y un hijo.
Pero no siempre es así. Hay diferentes familias, diferentes cariños.
Siento tener que abrirle los ojos con el intachable Don Carlos Villamartín.
—¿Eso crees? Lo único sincero que le dije alguna vez fue hablarle de Natalia, y luego jamás me preguntó por su nieta. ¿Sigues pensando que puede quererme algo?
—Vamos, lo que viene siendo un cabrón, Andy, no preguntes tonterías, porque no creerás que opta a padre del año, ¿verdad?
Sorprendidos por Jacob, nos miramos.
No queremos reír, pero la sonrisa está ahí, en nuestros ojos. Andrew me da un beso que compensa todos los que he podido perderme de mi padre, y nos centramos ahora en la carretera, estamos llegando a la casa de la familia Villamartín.
Paramos frente a la verja, el taxi de Javi llega de inmediato, trás el nuestro.
Jacob sale del coche para tratar de ver el cierre de la puerta. Por lo menos debe de ser una cerrojo, porque no veo un telefonillo ni nada que se le parezca para llamar al interior.
Estoy dispuesta a saltar ya la alambrada cuando Jacob regresa.
—No vais a creerlo, es una cadena con un candado convencional que puedo ganzuar —nos dice por la ventanilla, sorprendido.
No es para menos su sorpresa. No entiendo nada, con la de millones que debe de haber ahí dentro, aunque sean en cuadros y joyas, ¿y esa es toda la seguridad de esta puerta?
Espero de verdad que los guardas no aparezcan con sus perros y sus escopetas de caza ahora.
—¿A qué esperas, entonces? Ábrela, Jake.
Andrew se impacienta, yo estoy igual que él. Ambos salimos del coche. De los nervios que tengo me veo capaz de abrir los barrotes de la reja con mis propias manos.
En cuanto Jacon termina de abrir el candado, que le lleva unos segundos más de lo que había creído, Andrew y yo corremos a retirar la puerta del todo, para que pasen los dos vehiculos.
Cuando termina de entrar el taxi de Javi, Jacob le sigue. Andrew no se molesta en volver a cerrar, total, tiene razón, ¿qué nos importa que entren a robar?
Subimos al coche de nuevo. Calculo, de lejos, que queda un kilómetro por lo menos hasta llegar a la casa.
Cojo la mano de Andrew a mi lado en el asiento. Él me sonríe.
—Vamos a por Natalia, cariño. —Y me la besa a continuación.
—No te separes de mí —le pido sonriendo.
—Nunca —responde con su abrazo.
Los coches derrapan al frenar. No lo había notado, pero sí que veníamos a gran velocidad. Levantan incluso la gravilla del terreno de acceso a las escaleras principales. Bajamos todos juntos, como golpe sorpresa que pretendemos dar.
Pero una vez en la puerta el resto se retrae y me dejan a mí el timón de la situación. Llamo con contundencia.
Esperamos, nerviosos. Andrew está a mi lado y vuelve a cogerme la mano.
Y es cuando un empleado abre la puerta del caserón Villamartín.
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Hola, 🙋🏼♀️
Espero estar haciéndolo bien para manteneros pegados a la historia, yo al menos siento la tensión cada vez que la leo o la corrijo😬
Ya me dirás si lo consigo, mientras tanto, ya estás dentro de la finca, llamando a la puerta y viendo a un señor que, o te deja entrar con Elena, o pasarás por encima de él como lo hará ella.
Síguela, y no pares ahora😜
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