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Capítulo 14 C


MENTIRAS DE INFARTO. 

Abro los ojos asustada. Anoche regresamos a casa sin ningún inconveniente más y decidimos posponer la conversación hasta hoy. Bueno, en realidad, tuve que rogarle a Andrew para no hablar, necesité muchos besos y vestir solo su camiseta nueva.

     Conseguí aplazarla hasta hoy. 

     Y Hoy ha llegado. El amanecer no se ha detenido así yo necesite más tiempo. 

     Andrew estará en el baño. Como se ponga más guapo no voy a poder hablar mucho. 

     Me levanto de la cama y pillo lo primero que veo, que es la camiseta del Mánchester,  ooootra vez. No me cubre tantas piernas como la de hombre, y solo por eso sé que es la nueva cosa favorita del mundo para Andrew. Sonrío, huele a su perfume más que al mío. 

     Salgo de la habitación para hacer el desayuno, siempre se ha dicho que las penas con pan son menos penas, hoy serán “menos disgustos con tostadas y café”. 

     —Buenos días —dice Andrew detrás de mí. 

     Me vuelvo a verlo. Más guapo no puede estar, porque eso ya es imposible, pero como sonría, todavía lo conseguirá y todo. 

     —Buenos días ¿café? 

     —Sí, por favor —me dice mientras se acerca a mí—. Necesitamos hablar, Elena. 

     Las tostadas saltan justo ahora, si me apresuro a ponerles aceite podré comer antes de lo que tengamos que decirnos. Con la boca llena no diré mucho. 

     No tengo tiempo, Andrew quiere su explicación. Me coge las manos y espera a que le diga.

     —Lo hice por Natalia, de verdad, no sé en qué momento podré arrancarla de los brazos de su abuela y era muy pronto para que yo faltase también a la cena familiar...

     —Te oí hablar con Joaquín y entendí que lo hicieras así. 

     —¿En serio? 

     Andrew me agarra una mano, se la lleva a los labios. 

     —Ese hombre tenía razón. 

     —¿En qué? 

     —Te quiero, y no necesito más explicaciones. Natalia es lo más importante para tí, y si para hacerla feliz tienes que mentir, mentiremos todos contigo. 

     —A mí se me da mejor, tú te enfadas muy pronto —le digo sonriendo. 

     Andrew frunce el ceño, pero sin enfadarse del todo. 

     —Está bien, nada de bromas, perdona —le digo buscando su sonrisa. 

     —No voy a ser yo quien te marque el ritmo. En el momento que creas oportuno Esperanza se enterará de todo. Pero no más mentiras, por favor.

     —Creí que me lo pondrías más difícil. —Y al fin consigo que sonría. 

     —No creas que no lo he pensado, pero me puedes vistiendo así —me dice tirando de la camiseta, yo voy con ella hasta parar a sus brazos. 

     —No volverá a pasar. Te lo prometo. Ni una mentira más. —Y en vez de levantar la mano  para hacer la promesa más convincente, como juramento, cruzo los dedos en su cara. 

     Hago reír a Andrew que me besa con mucha lengua. 

     —¿Sabes lo que más rabia me da? Que de haberlo sabido a tiempo hubiera tenido respuestas preparadas, sobre todo para Javi. 

     —Estaba celoso de ti, no se lo tengas en cuenta. 

     —¿De verdad es el tío de Natalia? Porque podríamos pedir una prueba de ADN, así cuando lo mate dormiré sin remordimientos. 

     Ya era hora de que el humor de mi guapo volviera a hacerme reír así. 

     Le echo las manos al cuello, él, a ese culito que lo trae loco. Y con besos de por medio nos hacemos la promesa sincera de no volver a mentirnos. 

     Bajo ningún concepto. 

     Estamos terminando de desayunar, café, tostadas y muchos besos, cuando mi teléfono suena. 

     Sin ganas de romper una mañana de Navidad tan especial me levanto de las piernas de Andrew para cogerlo. Será mi madre, creo que hoy estaban en Lucerna, en ese tour Suizo que Billy le ha regalado. El pobre tiene que aprovechar cada escapada de Andrew para dar rienda suelta a su pasión por ella. Sonrío. 

     Pero al ver su nombre en la pantalla ya no me apetece y me pongo seria. No voy a contestar. 

     Miro a Andrew que está recogiendo la mesa e intento que Javi se canse de llamar. Pero no lo hace. Vuelve a hacerlo. 

     —¿No lo piensas coger? —pregunta Andrew divertido. Ve mi cara y en seguida él se contagia—. ¿Quién es? 

     —Javi. Eso es lo raro. 

     —¿Qué querrá ahora? —dice mientras se acerca a mí. 

     —No lo sé. 

     —Vamos, Elena, me está poniendo nervioso el tonito, cógelo. 

     —¿Qué quieres? —respondo sin dejar de mirar a Andrew. 

     Javi me nombra a Natalia y después yo ya no oigo más. Las piernas me tiemblan. Quiero dormir y que esta pesadilla pase. 

Miro la carita de mi niña, en mis brazos. Es muy pequeñita, toda ella lo es. Y está perfecta. Sanita por completo. Bien vale la pena cada malestar que me provocó el embarazo, cada duda que tuve con él. 

     Esperanza nos mira sin querer acercarse. Mi madre ha tomado su posición junto a la cama y no creo que le deje el sitio en un buen rato. 

     —Mamá —le digo yo para que sí le haga hueco. 

     —Elena, deberíais descansar. Han sido muchas horas de parto… 

     —Mamá, por favor. 

    Mi madre está que trina con su consuegra solo porque llegué a plantearme darle la niña a ellos en adopción. 

     —Ha perdido un hijo, lo siento, no puedo imaginar el dolor, pero Natalia es tuya, no de ellos. No cometas ese error, cariño, todas podemos salir adelante. Yo tuve a tus abuelos, Natalia me tendrá a mí y a ella, pero no se la des —me dijo mi madre el día que al fin cambié de opinión. 

     Porque seamos sensatos, tengo diecisiete años, ¿qué mal hago en querer lo mejor para mí hija? no sé lo que quiero hacer todavía con mi vida, ¿cómo voy a saber qué hacer con la vida de otra persona, a mi cargo? Y pensé en las palabras de mi madre a tiempo de firmar nada. Natalia es mi hija, y como tal se criará. Por eso, ahora que ha nacido, tengo una propuesta distinta que hacerle a Esperanza. La custodia compartida, hasta tener mi vida resuelta.      

     La mujer cuando advierte que quiero hablar con ella se acerca hasta mi cama. Le tomo las manos y pongo a Natalia en ellas. 

     Lloran, la abuela y la nieta. Yo sonrío.

     Y Esperanza está de acuerdo con mi decisión. Cuidará de Natalia como de una hija, hasta el día que yo pueda hacerlo. 

     —Pongo en tus manos a mi niña —le digo con ganas de dormir tras el parto. 

     

     —¡Elena! 

     Me despierto empapada en sudor. O no. ¿Me han arrojado un cubo de agua?

     Me incorporo y noto que estoy sentada en el suelo de la cocina de mi piso, la cabeza me duele. Y los recuerdos están tan presentes, que dudo hasta de no haberlos vivido ahora. ¿El día que Natalia nació? 

     —¿Qué ha pasado? —Pregunto a Andrew que me coge por las asilas, para levantarme y dejarme sentada en el sofá—. ¿Acabas de tirarme un cubo de agua? —Miro mi camiseta nueva, sí, lo ha hecho. 

     —Te has desmayado. 

     —¿Cómo? Yo hablaba con Javi de Natalia, él me decía…

     Los recuerdos se agolpan en mi cabeza, la voz angustiada de Javi, el llanto de Esperanza por detrás, su pregunta a gritos: ¿Natalia está contigo? Elena, responde, ¿Natalia está contigo? 

     Noto las lágrimas en los ojos, a punto de salir.

     Andrew me agarra muy fuerte, me pide al oído que resista, que vamos a solucionarlo. 

     —¿Natalia no está con ellos? 

     —No. —La voz de Andrew se rompe. 

     Me levanto del sofá, giro un par de veces en el mismo lugar sin saber a dónde ir, o qué hacer.

     No adelanto nada con tocarme la frente, con taparme los ojos. ¡Con tirarme de los pelos! 

     Iré a casa de Esperanza, eso es.

     Pero ¡estoy empapada, joder! Mi cara está empapada de las lágrimas. ¡¡Y sigo con la  camiseta de fútbol!! 

     Andrew me abraza, no deja que me siga moviendo. Me pide calma, ¿Calma? Ahora mismo quiero morirme, mi hija ha desaparecido, ¡No puedo calmarme! 

     —¡Andy! 

     —Venga, vamos. No voy a discutir contigo. 

     Corremos al dormitorio, nos ponemos un vaquero cada uno, de lo más rápido. Jersey y zapatillas después. No voy a perder el tiempo en secarme el pelo, lo recojo en un moño. Cojo el abrigo, las llaves y salgo. Andrew me espera en el ascensor, con la puerta abierta. Corro a meterme en él y a abrazarlo. 

     No puedo conducir, lo hace Andrew. 

     —¿Cómo ha pasado, cómo? —no dejo de repetir. Y no estoy buscando una respuesta de Andrew, él menos que nadie puede saberlo cuando no se ha separado de mí en toda la noche. 

     Aún así intenta arrojar luz a mi desgracia. 

     —No lo saben, ha tenido que salir de la casa, sola. 

     —Mi niña. —Y las lágrimas se incrementan. 

    **********💝💝💝💝💝**********

Ey🙋🏼‍♀️, entiendo que el giro ha sido brusco y que necesitamos quizás un momento para ver qué ha pasado, pero si paras de leer ahora, no sabrás qué le pasó a Natalia.
     Te recuerdo que es una historia de romance, con su toque personal de humor, y no voy a convertirla en un thriller a partir de ahora. Pero  intentaré que la tensión esté ahí.😬

     A ver que sale🤦🏼‍♀️.

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