Capítulo 14
¡BIENVENIDO A TU MENTIRA!
Lo tengo todo preparado para la cena. La comida que llevaré a casa de Esperanza, los regalos del amigo invisible que nos intercambiamos siempre después del brindis, este año yo a Joaquín y Natalia a su tío, y la ropa que a ella y a mí nos gusta estrenar siempre en nochebuena.
Para Natalia hemos elegido una falda de pana amarillo mostaza y un jersey marrón, con un dibujo de esos de lentejuelas de colores que cambian de forma cuando los tocas hacia arriba o hacia abajo. En realidad lo ha elegido ella, pero me gusta pensar que todavía visto a mi pequeña y que acepta mis opiniones. Yo iré menos brilli brilli y más clásica, que con el verde de mi pelo ya bastante color llevo. Vestido básico negro, corto y de escote barco, de mangas largas muy estrechas. Estrecho es también el vestido, que para estar sentada a la mesa tantas horas ya me siento sin aire.
Claro, que el aire me falta desde ahora mismo, a las tres de la tarde. Estoy en el aeropuerto esperando el vuelo de Andrew.
Y es que no he tenido tiempo de decirle a Esperanza que seremos uno más esta noche.
Ya, ya, sé que han sido casi dos semanas para poder hacerlo, pero no he tenido tiempo. O al menos me quiero engañar así.
He pensado que presentándonos de sopetón en su casa ella no podrá echarnos, no querrá darle el disgusto a su nieta en una noche tan especial. Doy por hecho que cenaremos todos callados, dándole el protagonismo a mi hija, que estará encantada de ser el centro de nuestras miradas.
Y así tras el brindis del postre, podremos irnos Andrew y yo. Todo súper rápido, todos súper felices.
¿Tan súper sencillo podrá ser?
Golpean la ventanilla del coche llamando mi atención, y tras ella aparece el rostro más guapo que seguramente ha salido de la terminal hoy. Mi novio.
Andrew mete su macuto en el maletero, y sube al coche. No ha entrado del todo cuando me da un enorme beso, que me deja de piernas temblando.
—¿Y Natalia? Pensé que quería venir a recogerme —me dice cuando se pone el cinturón de seguridad. Yo meto primera para irnos.
—Quería hacer algo especial de postre para la cena.
Andrew comienza a reír.
—Tendré que comerlo, ¿verdad?
—Si no quieres que te lo eche en cara todo el nuevo año, creo que no tienes escapatoria.
—Lo haré. No quiero que se enfade, ya bastante extraña está conmigo.
—¿Por qué? —pregunto mirándolo por un momento, para volver a mirar luego el tráfico—.Yo no he notado nada. Me dice que habláis a diario.
—Y lo hacemos, pero le ha dado por preguntarme cosas raras que no sé responder.
—Lo siento, acabas de entrar al pequeño mundo de Natalia, y sus cuestiones de la vida —le digo cuando agarro su rodilla con un apretón cariñoso.
—¿Y entre ellas está la llegada de nuestros bebés?
—¿Qué?
«Conduzco un coche por la autovía, con una sola mano al volante porque te estoy metiendo la otra a ti, ¡no puedes soltarme eso y no pretender que no nos estrellemos, Andy!»
El coche que va detrás de nosotros me obliga a meterme hacia la derecha, con una mala maniobra, para evitar que me choque. ¡Cualquiera diría que pensaba matarme!, ¡qué se aparte de mí!
Bien, me relajo, que sigo con un arma mortal en las manos y esta noche, aunque no me satisface del todo ir a casa de Esperanza, es noche de celebración.
Lo consigo a duras penas.
Pero es que esta repentina conversación sobre bebés es lo que tiene, que me pone nerviosa si yo voy a ser la madre de ellos.
—Corrígeme si me equivoco, porque no tengo experiencia, pero ¿no es muy pronto que a su edad le cuente todo eso de las flores?
—Por supuesto —le digo yo seria, y si voy a ser yo la flor fecundada, la abejita hará lo que yo diga. El Guapo no hablará de cigüeñas y demás inquietudes infantiles hasta que la abeja reina de su permiso—. No te preocupes más por eso. Se le pasará la curiosidad pronto, es más, cuando vaya a Eurodisney seguro que te pregunta por las clases sociales y la realeza, ya lo verás.
—¡Joder con Natalia! ¿No le vale como a todas las niñas preguntar por zapatos de cristal o sirenas con piernas? Vamos, lo normal.
Los dos nos reímos, aunque yo lo hago con un poquito de remordimiento al pensar en lo que de verdad inquieta a mi hija, los bebés que puedan destronarla como princesa.
Quiere un padre, y se aferra con todas sus fuerzas a Andrew. Eso debería alegrarme, puesto que yo quiero a Andrew como para que sea ese padre, pero si no encuentro ni el momento para decirle a su familia que tengo novio, ¿cómo voy a decirles que un día me la llevaré de su lado para formar mi propia familia?
Antes de la cena, tenemos un rato para nosotros solos en el piso. Mis compañeras no están, han ido a pasar las fiestas a casa de sus familias. Andy no ha comido nada desde que se levantó esta mañana y me las ingenio para hacerle una ensalada ligera. No lo sabe aún pero no vamos a cenar con amigos como el día de la fiesta de Ruth y tendrá que comerse un asado casi entero en casa de Esperanza. Y vista la relación que quiero que empiece entre ellos, no quiero que Andrew rechace su comida en sus narices una noche como esta por falta de apetito. Que la abuela es de las que nadie se levanta de su mesa sin acabar con la última miga de pan que queda en el mantel, y puede sentirse mucho más ofendida que por su presencia.
Cuando hemos comido, nos hemos damos un descanso en la cama. No se trataba de una siesta, ni de un rato de tele o móvil. Ha sido un descanso de lo más ajetreado si tenemos en cuenta que no hemos parado de movernos.
Han sido casi dos semanas sin ponernos una mano encima, y hemos tenido que explorar el cuerpo del otro, a base de caricias y besos, para hacer realidad nuestros deseos de tantos días.
—Estás preciosa.
Andrew se me acerca por detrás, me besa el cuello y termina de ayudarme con el colgante que voy a llevar. Es una E de oro blanco que me compré con la primera tarjeta de mi padre, así lo tendría siempre conmigo. A mi padre, me refiero. Luego decidí que nunca me lo iba a poner, para no perderlo, el colgante, por supuesto. Mira tú que tontería. Porque pensaba que si lo hacía y lo acababa perdiendo, lo único bonito que tenía de él desaparecería.
Hoy me lo he puesto no sé por qué.
Lo he visto entre mis cosas y me ha parecido que ya era hora de dar visibilidad a mi padre. Aunque solo yo lo vea junto a mí.
—¿Me darás también este vestido? —me pregunta acariciando la tela que cubre mis brazos con el dorso de sus dedos.
De lo más morboso, de lo más excitante. Menos mal que no tenemos un espejo delante, en plan peli porno, y no le veo la cara de sexo, porque de esta, Esperanza se come esta noche el asado sola.
—¿Estás pensando en transvestir tu armario? —Le pregunto riendo.
Me doy la vuelta y lo veo con su traje perfecto. Está guapo, como él solo, pero quizás sea mejor aquel vaquero y aquella camisa que estrenó en casa de Ruth. Pueden sentirse extraños en casa al verlo aparecer tan elegante y formal. No puedo evitar pensar en Javi. Él tampoco sabe que conocerá a Andrew y las comparaciones serán visibles cuando uno esté al lado del otro.
No deja de ser una consecuencia más de mis engaños. Andrew hubiera vestido menos “gentleman” sabiendo que vamos a casa de Esperanza, Javi hubiera tenido tiempo de tragarse la rabia al saber que me verá acompañada.
Pero no doy una.
Ya no es tan buena idea como me pareció en un principio. No cuando Andrew se queda mirando los regalos que llevo en una bolsa.
Subimos al coche ya, cuando, intrigado, me pregunta:
—¿A dónde vamos que hay que llevar regalos y yo no lo sabía?
—Cenaremos en casa de Esperanza.
E incorporo el coche al tráfico para tener algo que hacer que no sea ver su cara de asombro.
—Creí que solo íbamos a recoger a Natalia.
Es lo único que me dice. No hablamos demasiado, bueno, mejor dicho no hablamos nada. Andrew ha puesto la radio para no tener que hacerlo.
—Lo siento —le digo. He tenido que apagar la radio, para hablar, estaba muy alta—. No sabía cómo decírtelo.
—¿Qué te parece con la verdad, como acordamos? Algo así: Andy, cenaremos en casa de Esperanza. ¿Recuerdas a esa mujer, la que piensa que soy una zorra si quiero conocer a un hombre, porque cree que eso sería cagarme en el recuerdo de su hijo? Pues esa Esperanza. Ah, y tú eres el hombre al que odia tanto.
Merezco que me hable así. Le he dado tanto el coñazo a cuenta de aquella pelea entre nosotras que no querrá ponerse a tiro de las palabras envenenadas de Esperanza. Puede que incluso le haya comentado en nuestras conversaciones por teléfono el tiempo que necesito para hablarle de nosotros, porque no puedo precipitar la marcha de Natalia de su casa. No lo sé, tal vez por eso esté así de enfadado.
No tengo perdón, lo voy a llevar engañado a casa de la mujer que nos mantiene separados.
—Lo he hecho. Acabo de decirte que cenaremos en su casa.
—Vamos, Elena, no me jodas. ¿A menos de veinte minutos?, y lo has hecho solo porque no has tenido más remedio. Ibas a esperar a llegar y a subir al piso.
—Por lo menos, esta vez no te he mentido —le digo desde mi más absoluta sinceridad, que no creo que ahora sea suficiente.
—¿Y tengo que sentirme halagado? Esto es el colmo. De verdad que sí.
—No te pongas así. Querías cenar conmigo y con Natalia, y vas a hacerlo.
—Y también lo haré con esa mujer, que es la madre de Rubén, y con tu otro ex. Y espera a que vea al abuelo, seguro que el hombre tiene algo en mi contra también.
—Joaquín es buena gente.
—¿Qué pasa?, ¿que los otros no lo son?
—No he querido decir eso.
Esto se me complica, y voy conduciendo ¡joder! No puedo besarlo para hacerle sentir mejor.
—Entonces explícame por qué tengo que subir a esa casa para pasar un mal rato.
—Porque me quieres —digo confiada.
—Ya, ahora mismo eso no es suficiente, Elena. Están a punto de despellejarme vivo, perdona que esté pensando más en mí que en ti.
Me siento extraña. De repente Andrew ha frenado en nuestra relación y parece que yo tomo la delantera. Si no camina, si se queda estancado, todo esto terminará.
Me duele.
No he sabido encontrar el punto de unión que nos haga ir juntos hacia ese futuro que queremos. Las mentiras, de nuevo, protagonizan mi vida.
—No sé qué más puedo decirte —le digo cuando ya he aparcado.
—Que ojalá estemos poco tiempo. Pero no sé por qué, me parece que sería otra mentira. Porque la noche promete ser larguita.
Andrew sale del coche.
Tiene razón, va a ser larga. Pero no solo para él. Verás para los que están arriba.
**********💝💝💝💝💝**********
Hola, hola, espero que estéis ansiosos por cenar con Elena y Andrew, total, nadie sabe cuántos serán los invitados, jajajaj. 😂
La cena va a ser movidita, me da a mí.
Podemos ir contando hacia atrás, para el desenlace final. 💣💥
Y vamos a llevarnos un disgusto en 3...
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro