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Capítulo 13 B


UN ADIÓS DE MENTIRA. 

A las cuatro de la mañana he conseguido que Ruth se duerma por fin. Estoy súper agotada, ni con Natalia una noche de fiebre o vómitos, de aquí para allá, he tenido tanto trabajo. 

     Juntas hemos reído, llorado y comido de nuestro chino favorito, el único en el que confío poque sabe de mi problema con las almendras Otra vez llorado y otra vez reído. Y por supuesto, como en toda ruptura que se precie, hemos bebido hasta perder el sentido. 

     Ruth tenía que caer en un sueño profundo y no he visto otra manera que cegarla a mojitos. ¿Andrew? No puedo estar más pillada por este tío. 

     Él fue quien llamó al Dragón Feliz  para encargar mi pollo al limón y el pan de gambas de Ruth, nos hizo una imitación de mi madre cuando habla del color de mi pelo, que nos tronchó  a las dos de la risa, y nos preparó los mojitos en la cocina, para que nosotras no tuviéramos que salir de la cama si quiera. Quiso bajar a comprarnos helado también, pero rechazamos esa tontería, mejor que picase hielo para los mojitos. 

     Cuando los recuerdos volvían, nosotras llorábamos, y Ruth solo paraba para insultar a Jota con ganas de cortarle cierta parte de su anatomía. En esos momentos Andrew desparecía sigilosamente de la habitación para volver con más bebidas. Yo sonreía, verle la cara de dolor, mientras ella decía coger a Jota por los huevos y retorcérselos hasta  hacerlos caer como fruta madura, fue divertido. 

     Me levanto muy despacio de la cama y, procurando no hacer ruido, salgo de la habitación. Todo está en silencio, y los dormitorios de mis compis abiertos, su fiesta sí que ha seguido al salir de casa de Ruth.

     La luz pequeña del salón está encendida. En el sofá puedo ver a Andrew sentado, con la cabeza hacia atrás. Se ha quedado dormido antes de que yo pudiera dejar dormida a Ruth.

     Le acaricio la cara, puedo sentir la barba que empieza a crecerle.

     —No hagas eso, cariño —me pide ya despierto, pero sin abrir los ojos—. Estoy reventado y no podré continuar.

     —¿Me haces un huequito? Necesito un abrazo. —Y antes de que se mueva hacia un lado ya estoy sentada junto a él, con mis piernas en sus rodillas. 

      Andrew me da un beso y me sonríe. 

      —¿Cómo está Ruth?  —Me pregunta mientras mete la mano por las piernas del pantalón para acariciarme la espinilla. Con la otra mano me acaricia el muslo. 

     —Se ha quedado dormida, llorando. No entiendo a Jota, de verdad que no, Ruth lo deja todo por él y él no sabe apreciarlo. 

     —Por lo que me dijiste, ella lo dejó primero en circunstancias parecidas. 

     Está visto que hablaremos de Ruth y Jota, y ya estoy bastante calentita con el profe estúpido como para justificarle lo que le ha hecho a mi amiga. 

     —Ella no quiso hacerle un hombre infeliz cuando la siguiese a Boston, hubiera perdido su trabajo y su vida aquí.  

     —Pero no oyó lo que él quería hacer. Estar con ella. 

     —¿Y eso le da derecho a abandonarla ahora?, ¿a perdonarla para darle una patada después? 

     —No, pero sí a devolverle ese futuro en Boston que ella dejó, aunque tenga que sacrificar lo que tienen juntos aquí. 

     —¿Y no podía habérselo dicho así? 

     —¿Así cómo? 

     —“Ruth, por mis cojones que te vas a Boston, y no tengas prisa por terminar la beca, que yo me voy contigo”. 

     —Si algo he aprendido hoy de Ruth son las mil maneras que sabe de cortarte la polla. —Los dos nos reímos muy bajito, pero en complicidad. 

     —Claro, por eso te pones de parte del hombre —le digo sonriendo. 

    —Estoy de parte del amor que se tienen. Tu amiga es una mujer de mucho carácter y no se hubiera ido a Boston si él no la deja antes. 

     —En eso tienes razón, es dura de convencer y se hubiera quedado con Jota rechazando su beca. 

     «Pero que conste, profe, que no ha sido la mejor manera de hacerlo, que tardaré en perdonarte a ti» 

    —¿Tú me dirías la verdad? —me pregunta Andrew dispuesto a saber de nosotros.

     No tengo opción, aunque quiera retrasar la respuesta con otra pregunta.

     —¿Sobre qué?

     —Si alguna vez tenemos que afrontar una separación, queriéndonos tanto, ¿me lo dirías como han hecho ellos, o me mentirías?

     La palabra VERDAD supongo que está en mi diccionario, como en el de todos, no lo sé, no lo abro demasiado por esa página. Soy más de  la letra M, ya sabes. ¿Qué puedo decirle, si ni siquiera he intentado hablar con Esperanza, y a cuenta de eso pospongo mi marcha a Mánchester aumentando esa separación?

     —Te diría la verdad, claro. —Y camuflo mi mentira con un beso que me ayuda a olvidar el tema.

     —Me alegro. Solo así se obtienen las mejores recompensas —me dice sonriendo—. Verás como tus amigos obtienen la suya.

      Yo le doy un beso en los labios, pensando precisamente, en nuestra propia compensación. La que yo misma he de trabajarme pronto, ya que Navidad está  a la vuelta de la esquina

     —Siento que la noche no haya resultado como esperábamos —le digo, desoyendo su anterior petición de mantener mis manos quietas, porque ahora le rozo los labios con mis dedos. Él no puede resistirse y los abre. Me mira cuando saca la lengua para lamerlos. Sigue sonriendo.

     —Todavía no amanece, algo se podrá hacer para mejorarla —contesta él, y mete su mano entre mis piernas para ir subiéndola hasta su unión.

     No importa el pijama. La sube y baja, varias veces, en una caricia que me hace gemir. Respiro buscando el aire que me falta. Sus ojos siguen observándome, esta vez su sonrisa es provocadora, me tienta a seguir yo.

     Vaya, para no tener ganas, bien que se le ha despertado una erección bajo mi pierna. 

     Me acerco más, hasta cogerle del cuello. Andrew toma mi cara entre sus manos y me besa. Son demasiados mojitos, se me está yendo la cabeza y debe de permanecer en su sitio, como por ejemplo, en el dormitorio donde duerme mi amiga. Pero con Andrew es imposible, el deseo desoye mis razones. 

     —¿Y en qué estás pensando como fin de nuestra fiesta? —pregunto sobre su cuello. Besando despacio, lamiendo deprisa. 

     —En ti, en tu cuerpo… —Y su boca ahonda en la mía, su mano busca el calor de mi entrepierna. 

     —Espera. 

     Al menos aún puedo pensar en las compañeras que están fuera. 

     Me levanto, voy hacia la puerta y echo la llave a medias, si alguna de estas regresa, no se abrirá. 

     Vuelvo junto a él mientras me quito el pantalón del pijama. El suyo ya ha desaparecido. Me río al ver su impaciencia, al ver su dureza. 

     Y antes de que pueda abrir mis piernas y sentarme sobre él me ha cogido para tumbarme en el sofá. Encima de mí ahora, me mira, me sonríe  y me dice: 

     —Va a ser corta, pero será la mejor noche de mi vida. 

     —¿Tan seguro estás? —Y sonrío. 

     —Estás aquí, ¿no? 

     Tendré que decirle que antes de hacerme el amor no es necesario que me diga cosas tan bonitas, que espere a poder decírmelas cuando nos veamos a diario, en cualquier momento. Porque si quiero disfrutar de su compañía ahora no puedo pensar que esto tiene fecha de caducidad, hasta que se vuelva a ir dentro de unas horas. 

      Y todo porque no me decido a decirle a Esperanza que me llevo a Natalia de su lado.

     Llamo a casa de Esperanza para cenar con ellos. Después de este finde tan atípico vuelvo a la rutina. 

     Ruth y yo hemos dejado a Andrew en el aeropuerto y seguidamente yo la he llevado a ella a la estación de autobuses, donde tomará uno para ir a casa de sus padres, en el pueblo. La pobre lleva solo una maleta con algunas cosas y la única idea de salir definitivamente de la vida de Jota. Vuelve a retomar su futuro académico y regresa a Boston a estudiar allí. La extrañaré, el humor bostoniano puede hacer desaparecer el suyo tan fresco y revitalizante, claro que ahora mismo Jota es el que se ha cargado todo eso. Con lágrimas en los ojos la dejé subiendo al autobús.

      Mi hija me abre la puerta y me besa con mucha ilusión. Quiere detalles de la fiesta de tía Ruth y de la marcha de Andy. Para eso vamos a su dormitorio mientras la abuela nos llama para cenar. 

     ¡A ver qué le digo yo ahora!

     En verdad no tengo nada que contarle, no hubo fiesta y es pequeña para saber de Andrew en la intimidad. Pero es una cotilla en potencia y seguirá insistiendo. Detalles fuera, me aventuro con una cierta mentira:

    —Fue una noche rara, con mucha comida y muchas risas con la tía Ruth. Hoy nos hemos levantado pronto para  ir a comer los tres al río. Y antes de irse, Andy me ha prometido que volverá en navidad.

     —Me gusta Andy, mamá. 

     —A mí también, cielo —le digo sonriendo. 

     —Pero me gusta para mí. 

     La madre que la parió, y que encima la escucha alucinada. 

    «Soy yo la primera que sé que es guapísimo, hija, pero tú tienes siete años,  a tu edad deberías estar pensando en perritos y princesas, no en los príncipes hermosos» 

     —¿Qué dices? —No me lo puedo creer. 

    —¿Sabrá hacer de papá? Es difícil aprender cuando ya soy mayor, preferirá a sus hijos bebés. 

    Lo que me ha dicho me da un pellizco al corazón, siento la misma pena que tuve cuando nació. Entonces pensé en Rubén y en lo que Natalia se perdería de él. Pero hoy parece que no quiere  perderse nada de Andrew. ¿Cuántas llamadas habrán sido entre ellos?, ¿con qué calidad y frecuencia? Intento no llorar delante de ella.

     —Andrew es listo, hija, aprenderá rápido. Si no, tendrás que ayudarle. 

     Natalia sonríe ilusionada con la misión que acabo de encomendarle.

     De repente nuestros teléfonos suenan. Digo nuestros, porque traigo el de Natalia para devolvérselo. 

    —Es él. —Y la carita de mi niña se ilumina cuando reconoce el tono de su mensaje. 

     Le doy su móvil y yo cojo el mío. Y es Natalia la encargada de dar la cuenta atrás para que cada una, entre risas, abra su propio mensaje de Andrew.  

    De mi Guapo amor para mí:

     “Ya he llegado. Esto de repente me parece triste. Llueve, mañana trabajo, y todavía tengo el sabor de tus labios en mi boca, ¿me dejas regresar?” 

    De mí para mí Guapo amor:

      “Cuando quieras😘” 

     Natalia ríe y empieza a escribir. Muy callada y concentrada en sus mensajes.

      “Oye ¿has enseñado a Natalia a mandar SMS? "

      De mi guapo amor para mí:

      “Sí” 

                                   “¿Y estás hablando con ella?”

     “Sí” 

     “¿Celosa?” 

                               “Mucho” 

                                “Y te perdono solo si me dices cuánto me echarás de menos a mí🤭 ”

     “Entonces te lo diré cada día, y te diré también cuánto voy a soñar contigo y cuánto voy a besarte el día que nos volvamos a ver😍”. 

                                “¿Y qué me besarías? No me dejes así” 

      No es lugar ni momento para hablar de esto con Andrew, pero mira, me apetece hacerlo y reírme un rato con él. 

     De mi Guapo amor para mí:

      “Me he equivocado, Elena, quítale el móvil a Natalia. Yaaaaaa😱” 

     Lo mato. Me abalanzo sobre mi hija que no entiende lo que me pasa para actuar como una loca. 

     «Lo siento, cariño, no quiero ser de esas madres controladoras, pero tengo que censurarlo. Tu móvil acaba de sonar y no puedo permitir que leas las guarradas que quiere hacerme Andrew»

      De Andy:

     “Os quiero, un beso, princesa” 

     Todavía no dejo de sonreír como una tonta, este mensaje bien vale para cualquiera de nosotras dos. 

     Le devuelvo el teléfono a Natalia, que ya se va para la cocina, cuando mi teléfono suena otra vez. 

     De mi Guapo amor para mí:

“No deberías de ser tan curiosa” 

“Pero te diré qué me gustaría besarte de tu lindo cuerpo, de qué manera y con cuánta lengua” 

                                         “¿Sabes, Andy?😲 Te has equivocado de móvil, en serio” 

 “😱No, no, no, no, ¿el de Natalia? bórralo, bórralo…”

                               “Jajajajajaja, Eso te pasa por gastarle bromas a una madre que tiene una hija preadolescente” 

                                 “Creo que se me ha   parado el corazón”

 “Igual que a mí. No llego a verla cumplir los quince. Esto acojona”     

                             “Para eso queda mucho, ¿no crees? 🤔”

     ¡Si supiera que yo no me doy ni un año con ella! Sigo riéndome, él sigue escribiendo.

    “Tienes razón, hasta entonces tendrás que darme varios Baker para tenerme entretenido y no pensar demasiado😜”

      “Elena, ¿estás ahí?

     Estoy muy enamorada de Andrew, no tengo dudas, y tengo mucha ilusión puesta en nosotros. En ese futuro que queremos juntos. Pero después de hablar con Natalia sobre lo paternal que puede ser con ella y oírlo a él nombrar a nuestros Baker me ha asustado por estar manteniendo esta conversación en casa de Esperanza, en la habitación que fue de Rubén, porque de alguna manera Andrew lo sustituye en mi vida, y en la de su hija. 

                            “Perdona, hablaba con Natalia, tenemos que ir a cenar”

                                                 “¿Me llamas    mañana? estaré en la biblioteca    todo el día hasta que Natalia salga de inglés”

  “Claro, estaré impaciente. Un beso donde más te guste, princesa”

                                  “Te quiero🥰”

     “Te quiero😋”

     Voy a dar la cara con Esperanza, tal vez mañana vea todo distinto y ponga de nuevo prioridades en mi vida, contando que mañana esté lúcida para pensar, porque tengo la impresión de que mi Karma ha despertado cabreado por mis mentiras a Andrew y no me dejará dormir esta noche.

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🙋🏼‍♀️ Aquí estamos! ¡Cuántos capítulos juntos ya, ¿eh?! Pero se acerca..

    ...el principio del fin. Tómalo como quieras😜 para bien o para mal...
     ¿Preparad@? ¿Quién nos iba a decir que llegarías aquí? No vayas a rendirte ahora👏🏼
     
    

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