Capítulo 12
MENTIRAS QUE TRANQUILIZAN.
Andrew no quiere que esté en la Oganizadora cuando vayan a detener a Ámber, no quiere que la vuelva a ver en toda mi vida. Y no puedo estar más de acuerdo con él, o de Mánchester no salgo porque me meten en la cárcel por dejarla calva.
Hemos vuelto de Picadilly a la hora de comer y he preferido que me deje en casa con mi madre, para que le vaya contando todo a ella. No quiero mentirle más.
Por lo que Jacob nos dijo antes, han cogido a la camarera cuando iba a irse de Mánchester con el dinero que Ámber le dio. No ha soportado la presión y ha largado toda la verdad. Incluso guardaba como prueba el paquete de almendras que ella le dio, uno con la publicidad de la agencia y todo, la muy retorcida. ¿A quién pensaba culpar después de a Camille, a un empleado?
Me alegra saber esto último, lo tenía premeditado desde mi invitación a la Galería esa misma mañana, mis palabras, cuando hablamos a solas, solo aceleraron el proceso.
Mi madre me prepara otra taza de tila, llevo tres, y pocas me parecen como Andrew no entre pronto por la puerta y me diga que está todo bien. Estoy de los nervios solo por oír a mi madre, que cuando quiere te pone como una moto con tanta pregunta.
—¿Y por qué lo ha hecho esa mujer?
—No lo sé, mamá. —No puedo decírselo sin contarle antes de Andrew y de mí. De Andrew y de ella.
Y como ve que poco puedo, o no quiero, contarle, me acribilla a preguntas.
—¿Y cómo lo habéis averiguado?
Me encojo de hombros, no tiene por qué saber lo de las cámaras, querrá ver las imágenes también.
—¿Y qué va a pasar ahora con la empresa?
Me encojo de hombros, sobre esto aún no sé lo que Andrew tiene pensado hacer.
—¿Y culpó de verdad a Camille? No estará loca ¿no? Ay, Elena, hija, no me cuentas nada. —¡Pero si no me deja hablar, no se calla!—. ¿Y tú cómo estás ahora? Porque te veo muy tranquila para haber descubierto que han estado a punto de matarte.
«Normal, mamá, llevo tres tilas, y hace dos días que ya lo sé. Tómate tú una, verás que bien te sienta».
Y como no le basta con mi silencio, luego encima pasa a dar sus propias conclusiones.
—Mejor que Andrew se deshaga de ella. Una mujer que es capaz de hacer lo que te hizo, y culpar a Camille, no está en su sano juicio. De juicio la metía yo, y le quitaba su parte de la Agencia. Menuda mente retorcida, la muy hija de puta, que ha estado a punto de dejar a Natalia huérfana.
Sonrío tras el borde de mi taza.
Y es que una madre es una madre, y la mía me cortó por su patrón.
La adoro, y le pido un beso para que me dé cariñitos, aparte de que busco que se calle un rato, que me tiene la cabeza como un bombo.
Billy nos observa callado, y sonriendo, desde el sillón de enfrente. Yo, sin querer disimular más con él, le devuelvo la sonrisa. Está locamente enamorado de mi madre, y creo que empieza a aceptarme a mí como la cuerda del lote familiar.
La puerta se abre de repente y aparece Andrew. Del bote que pego al verlo me levanto del sofá y me coloco a su lado en un segundo. No puedo abrazarlo, o de esta, termino cargándome a mi madre con otra sorpresa. Pero él con una sonrisa me dice que todo está bien. El guiño de ojo, que solo yo le veo, tranquiliza mucho más.
—¿Cómo ha ido todo? —pregunto intrigada.
—Ya no volverá a molestarnos nunca más. No te preocupes.
—Me alegro, y espero que la dejes en la ruina, es lo menos que se merece. -Mi madre sentencia su propio juicio.
—¿Y tú cómo estás?
—Aparte de cansado, tranquilo. Muy tranquilo —me dice sonriendo. Lo sé, ya su culpa se ha evaporado.
Quiero cogerle una mano, pero mi madre observa detenidamente para soltar su nueva frasesita.
—Pues a ver si consigues que Elena se tranquilice que me tiene de los nervios.
La miro con los ojos desencajados, ¡será mentirosa! Pero todavía Andrew tiene que terminar de contarme.
—¿Y ella qué ha dicho? —le pregunto, porque sigo intrigada.
—Poca cosa. Sobre todo cuando se enteró que Cam está embarazada.
—A ver, hijo, pues como nos ha pasado a todos, que vaya tela también Camille dando la sorpresita. Tan callada y mosquita muerta que se le veía —dice mi madre, que ahora se ha sentado con su marido.
Yo miro de nuevo a Andrew que la mira tan desencajado como yo.
—Pero la policía se la ha llevado, ¿verdad? —Algo tiene que decirme, que esta intriga me mata.
—Por ahora sí. Mis abogados quieren llevarla a juicio y...
—Claro que sí, que lo pague. Que lo pague, que ha podido matar a mi niña.
Andrew me mira después de oír a mi madre.
—¿Qué le pasa?
—No preguntes. Lleva así toda la tarde, yo a base de tilas y ella parece que se mete anfetas —le susurro para que ella no me oiga.
Él se ríe, y mi madre que no nació ayer, sino hace cincuenta y tres años, nos dice.
—Ten hijos para esto. Una preocupada por ellos, y ellos muertos de risa sin importarles tu dolor.
—Mujer, están vivos, son jóvenes y tienen que disfrutar de la vida.
—Oh, mi amor, no lo digas así, que me acuerdo y se me ponen los vellos de punta.
Y Billy, que estaba calladito, acaba por hacer llorar a mi madre, a la que tiene que abrazar ahora para su consuelo.
Mírala a ella, se queda calmada en el pecho de su marido como no ha logrado hacer en toda la tarde. Andrew y yo nos miramos cuando él nos guiña un ojo.
A los dos.
Este hombre no deja de sorprenderme.
—Por eso mismo, ¿qué os parece si Elena y yo salimos a celebrar que seguimos respirando? Mañana se va y no tendré otra oportunidad de invitarla a cenar. —Andrew lo dice en voz alta, pero me mira solo a mí. Con una sonrisa me pide que no me niegue.
No voy a hacerlo.
Me ha recordado el poco tiempo que tenemos juntos y mis tripas se han contraído del dolor. No creo que pueda comer nada ahora. Necesito cada segundo de ese tiempo a su lado. Comer, ya lo haré otro día, cuando regrese a España y tenga que mantenerme en pie para vivir un día más sin él.
—Nada de eso. De aquí no os vais. —Billy se levanta. Todos le miramos.
«Aclárate, hombre, sabes que tenemos algo, y que necesitamos despedirnos a lo grande en un hotel. ¿No acabas de guiñarnos un ojo?, ¿o es que tenías una pestaña caída en él?»
—Salimos Lucía y yo, que tenemos mucho de lo que hablar —nos dice ahora como sorpresa.
—Billy, cariño, no les va a pasar nada, esa mujer ya está detenida...
—Lo digo por Andy, mi amor, seguirá viviendo con nosotros mañana, y al día siguiente, y al otro y al otro, mientras no encuentre otra mujer que lo soporte —le dice a mi madre con los ojos muy abiertos. Algo le está haciendo entender, algo que ella no coge todavía.
Cierro los ojos, yo sí lo pillo. Le habla de nosotros, le habla de ellos mismos. Y Andrew me tapa los oídos, justo cundo Billy dice...
—Lucía, hoy dormimos tú y yo en un hotel, que ya te tengo ganas.
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Ey! 🙋🏼♀️
Quizás esperabas más, una detención de película, en la que Ámber gritase y llorase de rodillas para que Andrew la perdonara😂😂😂, o en la que escupiera a Elena a la cara🙄🙄🙄, pero bueno, esta historia no es suya y es Elena la que tiene que dar sus impresiones.
Por eso en el siguiente habrá mucho amor, risas y complicidad con Andrew. 💝
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