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Capítulo 11 A


MENTIRAS POR MADURAR .

Después de cenar algo rápido en la cocina, para no quitarnos mucho las manos de encima, volvemos a la cama.

     Mientras reíamos por lo que haremos mañana, Andrew me ha sacado una absurda promesa. Tengo que ponerme su camiseta del Manchester United para hacerme una foto con él en Old Trafford.

     Me ha confesado que no puede dejar pasar la oportunidad de verme vestida de rojo, porque así tendrá en una sola foto sus dos cosas favoritas del mundo. Su equipo y yo. Por esto último es por lo que me he decidido.

     El Mánchester siempre estará ahí para él, yo lo estaré mientras quiera que esté, y si ahora es en esa foto, yo me la hago para darle el gusto.

     No creas que después de tres horas tan alucinantes, e irnos a dormir juntos, he olvidado que Andrew sigue sin contarme nada de lo que habló con Jacob. Pero lo dejaré pasar por esta noche, no quiero arruinar lo que hemos tenido. Es más, debo agradecerle que no me nombre a Ámber, para que no le saque toda la mierda que tengo enquistada de ella. Es muy tarde y no creo poder controlar mis gritos.

     Claro que no por eso, Andrew termina por olvidarlo él.

   De madrugada, siento cómo se levanta de la cama y busca en la oscuridad su ropa. Cuando se la pone sale de mi habitación.

     No he abierto los ojos, para no hacerle hablar. Pero ahora que cierra la puerta desde el pasillo, me levanto yo para seguirlo.

     Mucha mampara trasparente en el baño, que no oculta miradas, pero ninguno de los dos echamos el puto cerrojo para tener intimidad dentro.

     Andrew se ha dejado la puerta abierta esta vez y puedo oír perfectamente a quién llama por teléfono.

     —Hola, Cam. Siento la hora que es..., perdona, pero necesito verte...

     Se hace un silencio más largo a este lado del teléfono, ¿qué le estará diciendo ella, que él escucha tan atentamente?

     —Cuanto antes sea mejor, por favor... durante la mañana sin falta, no puedo esperar más... Me lo debes Cam...

     Andrew ha dejado el tono de ruego para imponer uno más autoritario, pero no llega a estar enfadado.

     —... No, no estoy bien... por eso necesito que hablemos. Mañana lo sabrás. ¿A la diez?, por mí perfecto...

     Vuelvo corriendo a la habitación. La cierro despacio, sin hacer ruido que alerte a nadie. No puedo verlo ahora.

     Hoy más que nunca necesito el consuelo de mi madre, pero hoy menos que nunca se le pediré estando a dos pasos del hombre que me ha traicionado.

     Lloro en silencio. Me siento engañada y ella sabría lo que me pasa con solo mirarme a los ojos. ¡La de veces que yo la vi así cuando mi padre se iba de casa para volver con su mujer!

     Lo ha intentado, Andrew ha intentado protegerme, disipar mis miedos, mi dolor, pero ni con todas sus ganas ha podido.

     Y además ha sido él quien me ha dejado sin respiración.

     A la mañana siguiente no quiero llamar a Natalia.

     Esperaré un poco a estar más despierta y a modular la voz. Las ocho de la tarde de mañana cuando regrese a casa de Esperanza a verla, quizá sea buena hora.

     Por lo pronto, no quiero que me oiga.

     Todavía no he hablado en alto estando sola, pero sé que la garganta la tengo resentida del llanto de anoche. Y mi hija, aunque tenga siete años, no es tonta y me lo va a notar. Después de las risas que nos echamos ayer sabrá que algo me ha pasado para que mi humor sea tan diferente hoy.

     Por eso no voy a arriesgarme a hablar con nadie de la casa tampoco.

     Mi madre me lo olería a leguas, lo hace por teléfono, figúrate en persona. En todos estos años desde que terminé con Rubén su radar de hombres erróneos en mi vida se ha intensificado. Y Billy, que parece pendiente de mis "buenas caras" por las mañanas, lo tendrá fácil con los ojos rojos e hinchados de hoy.

    ¿Y Andrew?

     Bueno, en cuanto le tirase el café hirviendo por los huevos, para dejársela inútil para Camille, creo que adivinaría también lo que me pasa. Mi pequeña venganza, porque no regresó, tras la llamada con ella, a mi dormitorio anoche.

     Me he despertado temprano, aunque lo más acertado sería decir que no he dormido en toda la madrugada y he salido de la cama antes del amanecer. Tal como me he vestido, me he ido a la calle.

     No tengo ni puta idea de lo que haré ahora que camino sin destino, no sé a dónde ir. Solo quiero que lleguen las diez, cuando Andrew tiene esa cita con su mujer y yo pueda regresar a la casa a recoger mis cosas, despedirme de mi madre y terminar mi estancia en Mánchester en un hotel esta noche.

     Cambiar el billete de avión no me ha sido posible.

     No creas que no lo he intentado, lo hice en pleno arrebato de humillación, mientras las lágrimas me dejaban todavía teclear en el móvil. Eso fue lo primero que hice, lo segundo fue querer rajarle a Andrew su camiseta de fútbol con la que me fui a dormir en sus brazos. Si tan pronto yo había dejado de ser una de sus cosas favoritas del mundo, no iba a tener consideración con su otra cosa favorita.

     ¡Y porque no puedo prender fuego a un estadio de fútbol como estoy deseando hacer!

     Pero tengo en cuenta que valgo demasiado como para demostrarle mis celos a nadie con arrebatos absurdos.

    Cuando me siento en los jardines de Picadilly me asombro de haber llegado hasta aquí sin darme cuenta. El lugar que queríamos visitar juntos ¡qué mal rollo!

     No voy a decir que es cosa del Karma y que con esta guarrada me pone en mi lugar. De eso paso ya. No creo una mierda en el destino. Yo sabía desde primera hora que Andrew era un hombre casado, dónde me metía y la hostia que me iba a pegar al esfumarse el calentón de huevos que le provoqué.

    Lo que ha ocurrido después me lo merezco, y punto.

    Por gilipollas, por incauta, y por lo enamoradiza que soy.

    No quiero responder al móvil que no deja de sonar. Ya han debido notar mi ausencia en la casa. Los mensajes sí voy a leerlos, con ellos no tengo que dar explicaciones en una llamada. Y aparte de eso, me muero por saber si él ha pensado un poquito en mí como para llamarme cuando está a menos de veinte minutos de reunirse con ella.

   De mamita para mí:

    “Elena, cariño, ¿dónde estás?, ¿cómo se te ocurre salir tan temprano de casa y no avisarnos?”

     “Estamos preocupados”.

     “Billy quiere llamar a la policía, dime que no es necesario que lo haga porque vas a volver ya”.

     “Elena, ha pasado una hora, dime algo que estoy que me muero de la espera”.

     “¡¡Qué esta ciudad no la conoces, hija!!

     “Decidido, si no llamas en diez minutos, dejo que Billy llame a la policía, al ejército o a quien le salga de los...”.

     “Tuve que darte una hostia a tiempo para evitarme estos disgustos.

     “No sé lo que digo, no me hagas caso, por favor, sabes que jamás te pondría una mano encima.

     “¡¡Cógeme el puto teléfono. Ahora!!”

     “Elena, eres igual que tu puñetero padre, disfrutas haciéndome sufrir.

     “No te habrás comido otra almendra, ¿verdad?

     Eso es todo en cuanto a mensajes se refiere. No sé si ponerme a llorar ya, porque ninguno es de él, ninguno lo nombra a él.

     —Dime que esto lo haces por costumbre. Para hacerme una idea de lo que me espera a tu lado.

     Andrew está frente a mí. No viste de traje para ir al trabajo, parece que haya salido de casa a la carrera con ese chándal Adidas que trae puesto.

     Naturalmente, está igual de guapo.

     —No sé cómo me has encontrado, pero no pienso regresar contigo.

     Dejo el banco en el que estaba sentada y me voy. Por supuesto Andrew no piensa dejarme ir, que para algo ha venido corriendo. Como mínimo querrá esa explicación, que yo me niego a darle. Camina junto a mí.

     —¿Vas a obligarme a llevarte a rastras?

     Paro en seco. ¿En serio lo haría? Demasiado machito resulta querer volver corriendo, y conmigo en brazos, ¿no crees?

     Lo miro con superioridad, la que me da saber los kilos que peso. Con una velocidad promedio de siete kilómetros por hora, puedo calcular de inmediato el tiempo que requiere para acabar muerto por asfixia si me tiene que coger.

     En distancia no llega a los doscientos metros conmigo encima, te lo aseguro. ¡Qué estudio matemáticas, joder, que no me tome por ignorante!

     —Atrévete —le desafío de brazos cruzados. Voy a reírme un rato.

     Pero Andrew no intenta cogerme, lo que hace es meterse los dedos en la boca y pegar un silbido agudo. A su llamada acuden Jacob y dos hombres más que estaban ocultos en algún lugar del parque. Los dos desconocidos se ponen a mi vera, su amigo junto él.

     Ahora sé quién ha rastreado mi móvil.

     —¿Es así cómo quieres que vuelva? ¿Por la fuerza?

     A mi grito la gente comienza a mirarnos. Tengo frente a mí a cuatro tíos impresionantes, a cada cual más alto y con más cara de cabreo. Le devuelvo a Andrew esa mirada de rabia. Que no se le ocurra ordenarles que me toquen, porque me van a oír, puedo pegar patadas en las espinillas que lo flipas.

     —Vendrás con nosotros ahora, Elena.

     —¿Siempre eres así de valiente? Me alegra saberlo a tiempo.

     Jacob, el que tiene que tener más confianza con Andrew de los tres, es el único que se ríe.

     —No me has visto todavía enfadado, Elena, no me toques los cojones.

     —Si quieres hablar aquí con ellos delante, por mí perfecto. ¿Son ya las diez? ¡¡Qué bien, podemos ir ya a reunirnos todos con Camille!!

    «Sí, Guapo, lo sé. Cambia esa cara porque no tengo ganas de comértela a besos, ahora mismo puedo arañártela mejor».

     Sus empleados ponen cara de dolor. Jacob es más explícito con el comentario que sale por su boca.

     —Mierda, Andy, ¿Elena lo sabe?

     —¿Cómo? —me pregunta él sin hacer caso de Jacob.

     —Te oí anoche, debes de echar el cerrojo del baño -le digo cruzándome de brazos.

     —¿Y has hecho todo esto por celos? Tu madre lo va a flipar, de verdad que sí. Qué razón tiene cuando te pide que madures.

     Andrew levanta una mano y sus empleados le obedecen, se retiran con él. Van a dejarme sola aquí en medio de los jardines, como estaba en un principio, comiéndome la cabeza con Camille.

     ¿Y Andrew va a ir a verla de verdad?

     De eso nada. Ha venido a por mí y me va a llevar con él.

     Corro tras Andrew y me engancho en su espalda para molestarlo. Jacob, que nos ve, intenta salvar a su amigo, pero él no le deja, le pide que se vaya, que nos espere en el coche. Bueno, tiene que gritarle para hacerse entender, porque el otro no para de reírse de nosotros.

     —¡Deja de hacer tonterías, joder!

     —¡Deja de hacerlas tú con tu ex!

     Se deshace de mí con facilidad. Me ha dado la vuelta y me enfrenta de cara. Sujeta con fuerza mis brazos y no deja que me nueva. Tampoco lo quiero tanto. Está tan cerca de mí que lo que quiero, en realidad, es besarle. ¿Por qué soy tan débil a la atracción de sus labios, al sabor de sus besos?

     Lo mismo le pasa a él conmigo, que da el paso que yo por cabezota no doy.

     Andrew se apodera de mi boca con rabia, con dolor. Siento que sus mordiscos desgarran mi alma. Necesita más de mí. Me reclama. Con sus besos pide los míos ardientes, quiere que le entregue mis labios tiernos. Pero no puedo porque estoy pensando en ella.

     Contengo las ganas con la boca cerrada.

     —¿Es por Camille? ¿En serio, es por ella que no me besas?

   No quiero mirarle a los ojos. Le he negado un beso, y aunque haya sido mi decisión, me siento mezquina.

     Y entonces, sin verlo venir, me coge la mano y me obliga a caminar. No he de extrañarme, ya me dijo él que lo haría, me saca a rastras de los jardines.

    Para no caerme tengo que ir a su ritmo. Sonrío. ¿Ves? Ya sabía yo que no podía en peso conmigo.

**********💝💝💝💝💝**********

Y..... Camille entra al juego!!!!! 👏🏼

     Todo triángulo tiene 3 puntas jajajaj faltaba este😜 no va a empezar el libro con ella y no aparecer en todo el desarrollo no?

     ¿Me he colado? A ver qué tiene esa mujer que decirnos ahora😂
     Elena está que se sube por las paredes, vamos a ver también si se relaja jajajaj
     ¿Andrew la ha cagado?

Vamos sigue, y gracias si te gustó ⭐

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