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Capítulo 10 C


HUELES A MENTIRA.

De mucho mejor humor ahora, quiero llamar a Natalia. A la calle no puedo salir, sigue lloviendo, así que la sala de espera me parece un buen lugar, siempre que Rachel preste atención a sus cosas porque no quiero que me oiga con mi hija.

     —Hola, mamá.

     Ahora sí. El corazón se me va a salir por la boca, no pensé que la fuera a echar tanto de menos. Claro, que los recientes acontecimientos con mi salud han podido incrementar el sentimiento de pérdida. Tiemblo solo con pensar que podría no haber vuelto a verme.

     Las lágrimas me caen, pero sonrío, no quiero que Natalia se dé cuenta, conociéndola haría que su abuela la trajese esta misma tarde así pilotase el avión el propio abuelo Joaquín.

     —Cuéntame, mi vida. ¿Cómo lo estás pasando?

     —No también como tú, ¿verdad?

     Y con ella y sus palabras se me van las malas sensaciones. Me río. Sigo viva.

     Llevo casi media hora al teléfono, y no todo el tiempo han sido risas. He tenido que regañar a Natalia porque me ha dicho que ha conocido a un hombre en la playa, ¡Por Dios ¿a su edad?! Eso no es normal, un hombre solo no debería acercarse a una niña de siete años.

     Pero se me olvida el disgusto cuando me dice que fue porque ella rescató a su perrito que se ahogaba, y que era toda una monada.

     Riéndome de nuevo con ella le prometo que me pensaré si adoptamos uno nosotras al volver a casa. Podría estar bien como regalo de bienvenida a nuestra nueva casa juntas.

     Competir con Eurodisney por su cumpleaños va a ser difícil.

     Con el corazón roto voy a despedirme de ella, cuando veo a Andrew salir de un despacho.

     Parece que al fin nos vamos. Lo hago rápido, le mando a mi hija, un millón de besos y bocaditos por todo su cuerpo, con cosquillitas incluidas.

     Cojo mi bolso, me levanto del sofá y atravieso el vestíbulo frente a la mesa de Rachel. Pero no me atrevo a subir las escaleras porque de repente se escuchan gritos. Ella me mira con asombro, tiene que ser la primera vez que oye de esa manera a Ámber.

     —Pero ¿cómo puedes ser tan obtuso, Andy? Paga la factura y luego averigua lo que te dé la gana.

     —Que te he dicho que no lo voy a hacer. Quiero que antes reconozcan su error.

     —No vas a tirar por la borda todo el esfuerzo de esta empresa solo porque estés encoñado. ¡¡Tienes que pensar más con la cabeza, y menos con la polla!!

     Miro a Rachel, ella me devuelve la mirada. Es lista, no creo que esté en ese mostrador, sonriendo a todo el que entra, solo por su belleza.

     Acaba de enterarse que todo este problema entre sus jefes se debe a mi “intoxicación” .

     —Ten más cuidado cuando hables de Elena.

     —No te reconozco, Andy, ¡nunca antes hiciste nada parecido por un polvo!

     —¡Porque esto es mucho más! Y vuelves a hablar así de ella, y rompo nuestra sociedad, ¿me oyes? Y si quieres pagar al restaurante, hazlo tú con tu cuarenta por ciento.

     Ups. Visto así Andrew es el jefe supremo, no tiene que justificarle nada. Pero, por favor, que lo haga en privado, como hasta ahora.

     El resto de empleados, que tienen sus despachos arriba, comienzan a salir de ellos. Querrán ver, además de oír, las reacciones de sus jefes hablando de encoñamientos, polvos y pollas.

     ¡Dios, qué vergüenza con la chismosa de Rachel, que no me quita ojo!!

     Miro hacia arriba cuando los gritos cesan, pero Andrew no baja por las escaleras.

     No quiero arriesgarme a ir a buscarlo. Le daré espacio. Ya tiene de sobra con los gritos de Ámber, que le han metido en problemas con sus empleados, como para que además todos especulen con nosotros cuando nos vean besarnos.

     Rachel me sisea, y con un dedo me llama hasta su mesa.

     —Pero ¿qué te pasó el sábado? —me pregunta en un susurro.

     Al parecer nuestro ratito de café le otorga libertad para tutearme. Me da igual, ya bastante incómodo es ser la fresca que se tira a su jefe, lo flipa y lo deja frito de cerebro para gestionar la empresa en la que trabaja, como para ser una borde con ella ahora y no contestarle.

     —Me comí una almendra cuando soy alérgica. Y por favor, no me mires así, que yo no sabía que me la comía —le digo con el mismo secretismo.

     —Pero entonces, el señor Baker tiene razón y no debería pagar. —Espera, espera, espera, que esto me interesa. ¿Qué sabe ella que pueda ayudar a Andrew?—. Yo misma redacté el contrato, a última hora del sábado, en el que el restaurante se comprometía a eliminar todo rastro de trazas de almendra de sus ingredientes.

     —¿Es eso cierto?

     —Pues claro, míralo tú misma.

     Y me hace entrar a los dominios de su cubículo para que mire en su ordenador. Cuando veo lo que estaba haciendo sonríe y se encoge de hombros. No se trata del Candy Crush o el Solitario, es un programa de gestión y facturación de lo más avanzado. ¡Vaya! con uno así yo podría tener en el restaurante más tiempo libre, e incluso trabajar desde mi casa sin tener que desatender a Natalia.

     —¿Tú llevas la contabilidad?

     —No solo soy la cara bonita de la empresa —me dice Rachel. Justo lo que yo pensaba. Me hace sonreír con su comentario, que falta me estaba haciendo.

     Teclea un par de segundos y aparece el contrato del que me hablaba antes. Le pido una copia porque he visto en él algo que quiero consultar con Jacob y le doy como gratitud un beso en la cara.

     Subo un par de escalones pero me detengo, no sé cuál es la oficina de Jacob. Rachel me lo dice riendo, yo espero poder reírme así con ella cuando todo esto acabe.

     Mientras llego a la planta de arriba le mando un mensaje a Andrew.

     De mí para mi Guapo:

“Voy a ver a Jacob, necesito ver algo en los videos de seguridad😜”

     De mi Guapo para mí:

¿Cómo sabes tú lo de los vídeos?"

     Cuando leo su mensaje ya es tarde, estoy llamando al despacho de Jacob y es el mismo Andrew quien me abre.

     —Anda que sabes guardar un secreto —dice Jacob desde dentro. Está sentado en una silla abatible y me habla echado en el respaldo para que lo vea desde la puerta.

     Andrew me hace pasar y lo hago súper cortada, y no por no haber sabido mantener la boca cerrada con Jacob, sino porque Andrew me ha besado con mucha lengua, mucho gemido y mucha mano en mi culo, en el pasillo de oficinas.

     El despacho es como me lo imaginaba, sabiendo ya que Jacob es el jefe de seguridad. Tres pantallas de ordenadores, varias pizarras informativas, y cajones y más cajones de archivos. Muchos papeles por medio, muchos vasos desechables de café.

     —¿Qué era eso que tenías que decirle a este bocazas? —quiere saber Andrew.

     —Oye, que aquí la única que se va de boquita es tu novia con los secretos.

     Andrew le da una colleja. Sonrío, me gusta ver esta cara divertida de Andrew con sus amigos.

     —El restaurante no estaría dispuesto a perder el dinero si no estuviera totalmente seguro de llevar la razón, ¿no?

     —¿Cómo sabes también eso?

     —Te lo dijeeeee, esa boquita que tanto te gusta besaaaar tiene mucho que ocultaaaar —canturrea con guasa Jacob.

     Esta vez Andrew lo mira enfadado, se ve que no está para bromas. Con el mismo gesto serio me mira a mí a continuación, se cruza de brazos.

     Mi máster en Expresiones y Comportamiento de Andrew me dice que quiere una respuesta inmediata. No voy a meter a Rachel en este cotilleo, esta vez no sería mentir, sino ocultar un poquitito la verdad. Eso sí, mi teatro dramático me hace falta. Me cruzo de brazos de igual manera y enfrento sus ojos. Improvisando.

     —No estoy lo que se dice, precisamente, sorda, Andrew, los gritos de tu socia y tú se escuchaban en la China. —Creo que me paso ahora con las manos en la cintura, pero ya no hay remedio, el drama es el drama—. Y estás hablando con una mujer que tiene de cociente intelectual ciento cincuenta y ocho.

     —¿Tanto? —pregunta Jacob. Pongo los ojos en blancos, no es eso lo que quiero que se les quede grabado de esta conversación.

      —¿A dónde quieres llegar, Elena? —Andrew corta las risas de su amigo. Tengo la impresión que también me conoce, y que no se traga tanta intensidad de mis palabras.

     —A que no quiero que la tomes con el restaurante, cuando no lo creo el culpable de nada. —Me acerco a besarlo, él me corresponde ahora con menos ímpetu. Me río, Jacob sigue ahí, mirando con su sonrisita—. Un solo empleado, tal vez, pero mucha otra gente inocenge depende de su sueldo ahí, Andrew, y necesitan ese pago que adelantaron.

      —Pero...

     —... pero nada, por favor, Andrew -le pido, con un puchero de los que aprendí de Natalia para salirse con la suya y que sé que a él le ganan. Esto no es como cuando mi hija deja la cama sin hacer, "para luego", pero con los ojitos que me mira Andrew sé que él sí dejará esa demanda judicial, "para luego"—. Además, Jacob va a encontrar al verdadero culpable, ¿a que sí, campeón?

     Andrew ríe antes de besarme.

     —Ese es mi trabajo, preciosa. ¿Has recordado algo que me pueda ayudar? —dice Jacob intrigado mientras se frota la manos.

     —Algo mejor, ¿qué te parece un sospechoso al que buscar en los vídeos con la camarera?

     Y le pongo sobre la mesa el contrato que Rachel me imprimió hace un rato.

     Él y Andrew se pelean por cogerlo, gana mi guapo, el que me dice muy serio cuando lo entiende:

     —No me lo tomes a mal, Elena, pero vas a mantenerte al margen.

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Vamos, vamos, vamos!!!!..... Están a un par de capítulos de descubrir la verdad. Jajaja.👀 Tan fácil será?    

     Será quien piensas 🤔???
Solo tienes una manera de saberlo..... Y es yendo a leerlos ya!!!
Gracias si pasaste, o si te quedaste porque no desperté tu curiosidad 😜

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