¿Quién diría que el lobo se encontraría queriendo escapar y la caperuza triunfante?

La trampa mágica había sido digna del mejor cazador y ahora tenía a un licántropo enfrente, temiendo por primera vez su siguiente transformación. Tal vez la piel del lobo era impenetrable, pero la del hombre no. Y, sin importar quién fuera, pagaría por la vida de la anciana.

Unos minutos y la bruja roja volvió a fortificar el hechizo.

Terminado el dolor, la putrefacción y los gritos, el leñador apareció.

Ella cortó, bebió de su sangre y el pacto se concretó.

El pueblo se encargaría en adelante.