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SEGUNDA PARTE.

Sonya Princes.

Este desayuno esta insípido, pero es esto o morir de hambre, aunque la segunda opción no es tan mala idea.

El comedor del psiquiátrico es grande, aquí es donde los pacientes de  los dos primeros niveles se reúnen para comer, el tercer nivel es donde los más peligrosos se encuentras. Yo estoy en el primer nivel, pero aquí también hay locos, ¡Todos están locos!

Me sobresalto al sentir que jalan de mi cabello, volteo hacia atrás.

—Tu cabello es lindo —dice un chico de unos 20 años.

—Sí, pero no lo toques —me lo recojo y lo coloco sobre mi hombro, el chico no parece feliz.

—Ella es mi nueva esclava  —indica la mujer que entro a mi habitación ayer.

—Yo no soy tu esclava —replico.

—Si lo eres.

—Ella no es tu esclava, yo te lo dije —le dice el hombre con el que estuve hablando.

—Eres malo —recoge su desayuno y va a comer a otra mesa.

—Gracias.

—Tranquila. ¿me seguirás contando la historia?

—Sí, pero después de comer —asiente y se sienta a mi lado para comer.

Después de comer vamos a mi habitación y nos colocamos en la misma posición de ayer.

— ¿En que me quede?

—Me decías que le había pasado a Antón.

—Antón se desmayo porque su corazón iba muy rápido, su respiración era tan frenética que no llegaba a los pulmones, así que se desmayo.

˃˃Mientras estaba dormido le hice unos exámenes, lo cuales arrojaron lo que ya te había dicho, que su cuerpo se fortaleció un doscientos por ciento. Estuve preocupada porque no sabía si eso era bueno o malo, pero llegue a la conclusión de que era bueno.

— ¿Cómo llegaste a esa conclusión?

—Él era más fuerte que cualquier ser humano en esta tierra, solo imagina que pasaría si los soldados fueran como era Antón, ganaríamos cualquier guerra, conquistaríamos países, seríamos invencibles.

— ¿Y si se volvían en nuestra contra?

—Eso jamás pasaría.

— ¿Cómo lo sabes?

—Antón me obedecía.

— ¿De verdad?

—Veras, cuando despertó…

Nada de esto está mal, esto es increíble he creado al mejor soldado que puede existir.

Me la he pasado todo el día dando vueltas en mi oficina. Menos mal que decidí hacer las pruebas en mi casa.

— ¿Doc? —volteo inmediatamente.

—Antón, ¿Cómo te sientes?

—Me siento de maravilla, doc. Aunque ayer me sentía un poco mal, pero hoy siento que podría conquistar al mundo —lo veo muy feliz. Me acerco.

—Me alegro que te sientas bien —sus ojos siguen igual de rojos y dilatados.

—Ahora ¿Qué quiere que haga doc? —lo miro extrañada.

—¿Cómo asi?

Usted me hizo lo que hoy soy, siempre le obsederé y protegeré —me en shock por unos minutos. Siempre  me obedecerá.

—No haremos nada, solo unas pruebas y ya ¿ok?

—Cómo usted diga doc.

— ¿Tienes hambre?

—Mucha.

—Entonces lo lleve a comer, aunque si me preocupo un poco lo que comía.

— ¿Qué comía?

—Carne, mucha carne.

—Eso es normal.

—Era carne cruda y…

—¿Y?

—Humana.

—¿Me estas diciendo que comía carne humana? —lo miro.

—Si —me encojo de hombros.

— ¿Dónde la conseguía?

—Yo se la daba, después de que lo descubrí comiéndose a mi vecino —hago un mohín.

— ¿De dónde la sacabas? —me mira con cautela.

—Eran vagabundos, te juro que no mate a nadie bueno —suelta una risa nerviosa.

— ¿Y dices que no estás loca?

—No estoy loca, todo fue por la ciencia, había creado un súper hombre.

—Eres de las peores locas, esas que se niegan a aceptarlos y aparentan normalidad.

—¡No estoy loca! —le grito.

—Tienes que admitirlo, si lo estas. Yo estoy loco y lo se, o sea, intente matar a mi hermana y ayude a un…—respira profundo— Ese no es el punto, lo que te quiero decir es que tienes que admitir que no estás bien de la cabeza.

—Yo estoy bien de la cabeza, estoy más que bien, soy un genio. Si sigues diciéndome loca no te seguiré contando —lo miro molesta.

—Está bien, no diré nada mas, sigue con la historia —me tranquilizo antes de seguir.

—Cuando faltaba una semana para presentar nuestros proyectos le ordene que matara a alguien, esa era la última prueba, así podría comprobar que mi soldado era cien por ciento eficiente.

— ¿A quién mandaste a matar?

—A una familia —digo sin dudar.

— ¿También niños? —bajo la mirada.

—Solo uno. Eran los padres, el niño y el abuelo.

— ¿Cómo los mato?

—No lo sé, yo no le pregunte.

—¿Cómo sabes que si lo hizo?

—Apareció en el periódico.

— ¿Y luego que paso?

—Llego el gran día…

Por fin llego el gran día, estoy nerviosa y emocionada, todos quedaran fascinados con mi proyecto.

Me sigo sintiendo mal por la muerte de ese pobre niño, pero es por la ciencia.

— ¿Estás listo? Ya nos tenemos que ir —le digo a Antón.

—No lo estoy —su voz suena gruesa otra vez.

— ¿Te sientes bien?

—Tengo hambre.

—De camino de doy de comer ¿sí? —asiente y se levanta para irnos.

Últimamente su apetito a aumentado, tendré que hacerle algunos exámenes cuando volvamos.

Llegamos al auto y como le prometí le doy comida. Conducimos por media hora hasta llegar al laboratorio.
Todos mis colegas ya se encuentran aquí, seguro tienen todo listo.

Entramos y cada uno de ellos hace su presentación. Ningún proyecto es tan increíble como el mío.

Un súper soldado siempre superara todo lo que ellos lleguen a presentar, es decir ¿Qué no se podría hacer con un o muchos súper soldados? Es como un capitán América, pero que sigue órdenes.

Recuerdo como se puso mamá al saber que no sería profesora como ella, yo no quería eso, yo quiera algo mucho más grande. Yo no estay hecha para cuidar niños, yo estoy hecha para más. Aunque ella no esté conforme con lo que hago, yo estoy satisfecha con lo que soy y es lo que importa.

—Doctora Princes  —me llaman. Llego la hora de demostrar que todo lo que he hecho valió la pena.

Me levanto y voy al frente, coloco las imágenes y empiezo con mi presentación.

Explico desde el momento que decidí crear el suero hasta el momento en que lo probé. Muestro las pruebas de lo que es capaz mi súper soldado y el suero. Al terminar todos se quedan en silencio.

—Doctora Princes.

— ¿Sí?

— ¿Dónde está el sujeto de prueba?

—Sabia que lo querrían ver, así que lo traje, está en la sala de espera.

—Doctora, espérenos en la oficina de la directora, nos reuniremos con usted en breve —sonriente me dirijo a la oficina de la directora.

Todo salió mejor de lo que pensé, quizá no quieren humillar a los demás así que me felicitaran en privado. Lo más seguro es que quieran que cree más de mi suero, ¡financiaran mi proyecto!

Espero durante una hora en la oficina de la directora, seguro están diciendo quienes más fueron escogidos.

Mientras leo un tomo de ciencia pura escucho alboroto a fuera así que salgo a ver que está pasando.

Voy hacia el lugar del alboroto y veo como le disparan a Antón, grito que lo dejen en paz, pero nadie me hace caso. Antón cae muerto ante mis ojos.

Cuando me acerco a él alguien me agarra de los brazos y me esposa, intento luchar, grito y pataleo, pero nadie me ayuda.

Me meten a una camioneta blanca que no parece de la policía, pero su lo es. Aun no entiendo que hice mal.

—Ella está loca —logro escuchar.

—No estoy loca, yo soy una científica, ¡La ciencia y la locura no van de la mano, señores! Yo no estoy loca —grito una y otra vez, pero nadie me hace caso.

Me llevaron a la estación de policía, allí me encontré con un abogado, me pregunto lo que había hecho y se lo conté todo, parecía horrorizado.

Supe por el abogado que fueron a mi casa y encontraron a los vagabundos que había matado.

El abogado me aconsejo que me declarar culpable, pero no lo hice, sin embargo, alegaron demencia y termine gritando en una camioneta que no estaba loca, mientras me trasladaban a un psiquiátrico.

—Y esa es mi historia —termino.

—Sabes, creo que eres más peligrosa que yo —le sonrío de lado.

— ¿Tu eres peligroso?

—Más de lo que crees —nos quedamos en silencio durante un rato.

— ¿Qué crees que pasara conmigo?

—Nada, o bueno, quizá termines loca, pero mientras yo esté aquí, te ayudaré a que estés bien —me sonríe, yo le devuelvo la sonrisa.

— ¡Hora de dormir! —gritan afuera. Se volvió hacer de noche.

—Me tengo que ir, pero hablaremos mañana —se levanta.

—Oye, no me has dicho tu nombre.

—No me habías preguntado.

—Lo siento, ¿Cómo te llamas?

—Ángel Romero.

— ¿Cuál es tu historia?

—Mi historia es extraña, si te la contara dirías que se titula: princesa.

— ¿Por qué diría eso?

—Porque la protagonista de esta historia era una princesa a la cual destruí.

—Quiero escucharla.

—Algún día —y con eso se va.

Fin.

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Psdt: PASATE POR MIS OTRAS HISTORIAS NO TE ARREPENTIRÁS.

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