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Capítulo 3: ¿Irás?

El día se pintaba fresco con el suave viento envolviendo el castillo en el cielo. La joven peliblanca yacía sonriente y caminante con las manos por detrás en el prado verde observando la tranquilidad de la naturaleza y sintiendo los cálidos rayos del sol tocando su piel. Se detuvo un momento observando a una familia de leones descansando relajados cerca de un lago, ella rió al ver a los tres cachorros jugueteando en el agua, uno de ellos corrió a sus pies y le daba vueltas hasta que se echó como si mordiera uno de sus tobillos.

—¿Cómo has estado amiguito? —lo cargó en brazos abrazándolo cual niña a su peluche.

Ese pequeño le era especial, pues fue uno que recogió en la Tierra luego de que sus padres fueran matados por cazadores humanos, lo trajo con ella dado que la melena en su cola porta un color rojizo, esperando que cuando crezca lo posea en su corona de pelaje; acompañado de ojos como la miel. Laylah gusta de pasar sus ratos en compañía de ese cachorro mientras habla de su día, su felicidad, tristezas, incertidumbres y molestias.

—¿Puedes creer lo que ese demonio me regaló? Es un inmoral, jamás usaría eso y menos dejaría que lo viera —reprochó haciendo un puchero estando sentada en una pequeña colina bajo un árbol, el pequeño león yace bocarriba mirándola como si prestara suma atención a su relato a la vez que su cola se mueve con lentitud—. Oh, sí, Daniel me pidió acompañarme en la fiesta de los demonios, seguramente fue por petición de Seraphiel, pero no creo que sea buena idea, es decir, no tengo idea de qué hacer en las fiestas, además de que no me apetece verlo a él. Me refiero al demonio, no a Daniel.

El animalito soltó un ronroneo mientras se acomodaba a quedar bocabajo con la garganta recostada del brazo de la joven, ella volvió a reír con la ternura que esa pequeña criatura le transmite. Se quedó unos momentos más sintiendo la paz antes de levantarse y emprender vuelvo a la Tierra.

Aterrizó en un humilde jardín de rosas, lirios y petunias. Un chico se haya regando las flores con una manguera, su cabello es rubio claro y un poco ondulado llegando a las orejas, de ojos verdes, sus botas de hule tienen por dentro sus jeans, y su camisa sin mangas está pintada de tierra y polvo, su voz se mantenía dentro de su boca cerrada emitiendo un tarareo.

—Son unas flores muy hermosas, tienes una buena mano para ellas, Sasha —habló con suavidad acercándose hasta quedar al lado.

—Señorita Layla, hola, qué gusto que venga a visitarme. ¿Cómo ha estado? —él es emocionado, siempre carismático con quien sea y más con esa joven que lo ha cuidado desde que su familia falleció cuando tenía ocho años— ¿Gusta llevarse alguna flor en especial?

—Ninguna realmente, sólo pasé a verte. Veo que tu florería ha ido bien.

—Así es, hoy llevé en la mañana un ramo a la iglesia.

—Gracias por ser tan devoto.

—No, para nada, agradezco a su padre por haberla mandado conmigo, también por permitirme tener el don que me prestó.

—Te lo has ganado.

—Sólo porque usted me educó —el muchacho de veinte años cortó una rosa roja de su jardín, habiendo retirado las espinas la ofreció a la mujer de ojos azules mágicos—. Usted siempre ha estado para mí cuando la necesito.

Ella agradeció el gesto y pasó a la casa a degustar el té que el muchacho ofreció, su tarde pasó en una amena charla con el humano bendecido siendo entusiasta en su hablar hasta que ella tuvo que volver a su hogar en el cielo.

Prefirió cruzar por la puerta principal de la gran casa encontrando en el interior a algunas mujeres conversando entre ellas, su vestimenta se avista con tela sencilla en sus vestidos blancos, algunas con el vuelo de la falda hasta las rodillas, otras un poco más larga o hasta los tobillos, algunas otras están divididas en una camisa y una falda, la mayoría descalzas. Pasó saludando a esas mujeres que le devolvieron el gesto con una leve reverencia. Una de ellas se acercó a la joven con sonrisa cómplice.

Su camisa sin mangas tiene el largo dejando ver un poco su ombligo, la falda dos dedos arriba de las rodillas, descalza, de piel canela, ojos marrones, cabello castaño oscuro y apariencia de veinticinco años. Ella abrazó el brazo de Laylah, quien correspondía riendo bajo para ahora ambas correr hasta el fondo de la primera planta, abriendo una de la puerta doble adentrándose para ver la enorme biblioteca con repisas repletas de libros de diferentes tamaños y grosores.

—¿Qué es lo que leerá hoy nuestra princesa? —rió soltando una carcajada, moviendo una escalera con ruedas y así escalar hasta una de las repisas.

Laylah rió bajo alzándose en vuelo a su lado mirando como su amiga revisaba los lomos. —Hoy me apetece algo para reír, pero también que tenga romance.

—Uhm, quizás con un hombre que te irrite —carcajeó recibiendo un reproche silencioso con mejilla inflada de su amiga voladora al lado—. Síp, este será bueno.

—¿Cuándo se publicó?

—No la ha hecho, sigue en proceso.

—¿Y por qué está aquí incompleta? —tomó el libro que su amiga le extendió leyendo el título y mirando curiosa por lo raro que se le hacía— Ésta autora no la conozco. ¿Es nueva?

—Algo así. Cuando hay una parte nueva yo misma tomo tinta y papel, copio las palabras y coso las nuevas páginas para añadirlo al libro —rió—. Sabes que gusto de leer cosas nuevas, entre ellas está ese lugar del dispositivo que me regaló Sasha.

—¿Un celular? —miró sorprendida a la morena que sonríe animada— ¿Cuándo te dio uno?

—La última vez que me llevaste al visitarlo. Me enseñó a usarlo y me creó una cuenta como él dice. Así puedo leer muchas historias nuevas de escritores pequeños con mucho talento que deberían ser leídos.

—¿Los jefes saben que tienes eso?

—¿Deberían? —fingió asombro para echarse a reír de nuevo—. Léelo, me lo agradecerás luego.

—Te lo agradezco ya.

—Sí, sí, iré a tu habitación luego de que acabe mi trabajo, veo que quieres desahogarte de algo —la contraria asintió con una leve sonrisa—. Y sospecho que ese algo es en realidad un alguien, y que ese alguien debe ser el diablillo ¿verdad?

—No puedo con él, siempre es molesto —espetó cruzando los brazos.

—Y guapo —mueve las cejas con ritmo.

—¿Qué dices? Siempre busca una manera de molestarme, si no es con alguna broma tonta es con algún chiste de mal gusto. Sin mencionar de que es el hijo de nuestro enemigo.

—Enemigo que ha desaparecido y cuyo hijo ha tomado el trono. No ha habido guerras desde hace milenios, también se ha declarado que no hay crimen en una relación entre nuestras especies —mencionó haciendo bailar sus cejas nuevamente.

—No puede ser —su boca se abrió en una casi perfecta O mientras su amiga asentía la cabeza con lentitud de forma orgullosa—. ¡¿Has iniciado algo con Dorian?!

—¡Oh sí!

—¡¿Cómo fue?! —su alegría se dejaba notar abrazando el libro entre sus brazos— ¡Cuéntame todo! ¡¿Cómo se te declaró?!

—En realidad… yo fui quién lo besó y luego se declaró —tomó su propio rostro sonrojado con ambas manos.

—Nunca dejas de sorprenderme Lira —una campanada resonó en el ambiente proviniendo del exterior—. Es tu cambio de turno. Bien, me iré retirando, pero vas a tener que contarme todo cuando vengas a mi habitación ¿eh?

—¡Por supuesto! —bajó las escaleras para continuar corriendo a salir del espacio de lectura moviendo la mano en despedida.

La joven peliblanca suspiró divertida para así ir a su habitación y sentarse en su cama con las piernas cruzadas leyendo ese libro nuevo.
Su amiga no le mintió, se irritaba con el protagonista, pero también se reía de lo que leía, por no decir que no podía tomar un vaso con agua sin que se ahogara por reír. Su mente estaba tan sumergida en el mundo de tinta que no se dio cuenta que al haber dado la espalda a su balcón abierto, otorgó una oportunidad a quien entró por ahí, aunque bueno, no es usual tampoco que él no la visite cuando sabe que no es grato su presencia ante ella.

—¿Interesante la lectura? —la joven no alcanzó a emitir su grito del susto por la mano que cubrió su boca junto al abrazo por detrás— Hola Lay —retiró su mano dándole la oportunidad de que ella le recriminara en voz baja.

—¡¿Qué haces aquí?! ¡¿Por qué entras sin permiso?!

—Porque tengo que venir a escondidas ya que cierta niña prohibió mi presencia aquí.

—No soy una niña y quítate de mi cama —el pelirrojo se acomodó a acostarse con las manos bajo su cabeza—. Vete.

—No hasta que aceptes ir a mi fiesta.

—Iré.

—Que vayas… ¿Irás? —se reincorporó a quedar sentado con los brazos apoyados— Pensé que sería más difícil convencerte.

—Iré con Daniel —el contrario frunció el ceño confundiendo a la mujer—. ¿Qué?

—Nada, princesa —se levantó de la cama manteniendo su cara molesta. Sacó del bolsillo interior de su chaqueta un collar grueso con una campanilla que arrojó a la cama—. Para tu gato.

—¿Para Simba? ¿Por qué?

—Porque sí —contestó seco saliendo sin más de la habitación alzando el vuelo.

Laylah tomó entre sus manos ese objeto teniendo la confusión del obsequio y esa actitud que cambió tan repentinamente, a la vez que se preguntaba si Lykos se había presentado sólo a eso.









×~×~×~×~×

Hola, wenas tardes. ( ╹▽╹ ) ¿Qué tal el capítulo?

1. Laylah no tiene imaginación para los nombres. XD jajaja

2. El libro del que se habla es Puedo ser tu Pepsi cola de lissyescribe
Vayan, lean y disfruten, está buena, sus demás historias también. Pero no coman ni beban nada porque se pueden morir mientras leen (◕ᴗ◕✿)

3. Así que sí, nuestra Lira y Sasha leen en Wattpad.

4. Esto es un dato mío: Siempre he soñado hacer mi propia colección de libros que leo en la plataforma. XD jeje

Nos leemos luego. (。•̀ᴗ-)✧

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