Capítulo 2: Obsequio
Las cortinas impedían el paso de la luz a la habitación con acabado gris, posters de bandas de rock, una televisión casi del tamaño de una pantalla de cine y bocinas grandes a los laterales.
El hijo del Diablo es menester de cosas humanas que según él, son divertidos.
El mundo había cambiado tanto y con muchas cosas interesantes para no aburrirse como en antaño, películas y música es lo que más atesora en su actualidad, y mucho más que la luz que ahora le golpea en la cara luego de que las telas de la ventana fueran abiertas abruptamente.
—¡Maldita sea! ¡Déjame dormir! —replica bramando teniendo que cubrir sus ojos con su mano, mientras algunas criaturas peludas suben a su cama y se acurrucan en él— Oigan, abajo —esos cuerpos peludos empezaron a retirarse uno a uno haciendo sonar sus collares y rodear la cama.
—Arriba imbécil —la voz femenina se hacía escuchar junto al caminar de sus tacones.
—¿Por qué me despiertas?
—Porque tú me pediste hacerlo, así que levanta el culo y lárgate a dónde sea que querías ir —el hombre gruñó observando salir del cuarto a la espalda de la chica de cabello pelirrojo, largo y ondulado, usando un vestido atrevido pegado al cuerpo.
Él se reincorporó rascando su cabeza a la vez que esboza y mira a sus cinco perros, los cuales son dos dálmatas, un Husky siberiano, un San Bernardo y un pitbull; dos gatos negros y a sus tres lobos, uno blanco, otro negro y su cría de pelaje gris; al pie de la cama, la mayoría acostados y los otros solo sentados. Su búho albino estaba dentro de su casa personal.
El demonio se levantó estirando sus brazos, acarició a cada animal para luego meterse a la ducha. Su cuerpo posee las marcas de su vida, cicatrices que en su mayoría se debió al entrenamiento que obtuvo desde pequeño para convertirse en el fiero guerrero que masacró a legiones enteras de enemigos, que en las sombras es temido, pero que ningún humano ha sabido su nombre, pero entre las razas demoníacas y angelicales, es bien conocido.
Una vez salió del baño, se colocó el mismo atuendo que generalmente suele usar: jeans oscuro, una camisa de mangas y su chaqueta de cuero negra, y botas. Se despidió de cada mascota para salir de su habitación y bajar las escaleras ordenando a su sirviente que diera de comer a los animales en su cuarto, para por fin salir de la enorme mansión en su auto deportivo. El camino marcado por la vereda hecha de asfalto está oculta por un hechizo, llegó a la carretera y tomó rumbo a la cuidad humana en donde se adentro a un edificio de apartamentos tocando la puerta de a quien fue a ver.
—Hola —mencionó burlón teniendo el brazo recostado del marco de la puerta.
La chica de diecinueve años de cabello oscuro y ropa similar a la de él mantiene una cara aburrida al verle, sin embargo lo dejó pasar donde ambos se sentaron uno frente al otro en los sofás. —¿Y qué te trae aquí, Lykos?
—Vine a visitar a una amiga.
—Ja, ja, qué risa —dijo con sarcasmo rodando los ojos—. Se honesto demonio estúpido.
—Hey, ¿y esa falta de respeto hacia tu amigo?
—No estoy de humor ¿sabes?
—Nunca estás de humor —estaba a punto de tomar la lata de cerveza empezada que la muchacha arrebato.
—Es porque tú me pones de mal humor —señala acusadora frunciendo el ceño—. Así que habla.
—Mi fiesta está próxima a celebrarse, vine a invitarte como mi acompañante.
—¿Y por qué voy a ir yo? —levantó una ceja contrariada— Tienes a montones de tus putas con las que puedes ir y sentirte acompañado.
—Pero te estoy invitando a ti, Aline —él rodó sus ojos obteniendo una mirada mal de la joven—. Además será bueno para que te relaciones con otros ¿no lo crees?
—Oye, tu fuiste el que me maldijo sin mi permiso. Así que dime la razón por la que quieres que te acompañe allá, tú no me invitarías a no ser que tengas una intención detrás de eso.
—Si te digo "por favor", ¿lo harás? —la joven alzó una ceja y el hombre sonrió— Por favor.
—Eres muy molesto.
—Pero así me amas —se levantó y sentó a su lado rodeándole con su brazo los hombros por detrás, haciendo que ella rodara sus ojos mientras sus brazos estaban cruzados.
—¿Me dirás la razón? —él negó burlesco con la cabeza, de cualquier forma ya era un hecho que vendría a buscarla esa noche de gala— Bien, pero más te vale no meterme en problemas.
—¿Cuándo lo he hecho, cariño? —besó su mejilla levantándose antes de que lograra darle un puñetazo— Te traeré el atuendo que usarás.
—Sí, sí, lárgate de una vez.
El demonio guiñó un ojo y lanzó un beso para así retirarse burlesco del apartamento, regresando a su auto para continuar el recorrido hacia una tienda en donde se estacionó, entró observando cada prenda que se avistaba en maniquíes. La dama que le atendió en el establecimiento fue cordial en ofrecer su atención al hombre que compró dos vestidos. Uno de ellos de un color negro y con el largo de la falda hasta los tobillos y poco voluptuoso, tirantes anchos y un pequeño escote por enfrente, también compró un par de tacones del mismo color para hacer juego.
El segundo vestido pidió que fuera envuelto en una caja negra con listón blanco, además de que en el interior también iban un par de zapatos y otro regalo que prefirió añadir.
—Aquí tiene señor Hell, vuelva pronto —mencionó la mujer entregando las compras y la tarjeta de crédito del hombre.
—Gracias —se despidió con reverencia y regresó a su deportivo dejando las cosas en el copiloto, empezando a conducir de nuevo al apartamento de la misma chica que hace minutos había visto—. Tu uniforme —dijo burlón haciendo una reverencia exagerada, la joven rodó sus órbitas y arrancó la bolsa que la mano masculina extendía.
Triunfante y con portazo en la cara se retiró de nuevo a su mansión oculta entre las montañas, donde volvió a su habitación a ser rodeado por sus animales que le esperaban moviendo sus colas felices al verlo. Tomó entre sus brazos al cachorro de lobo y se sentó en su cama mientras lo acariciaba y veía como el pequeño trataba de atrapar su mano a mordidas, el hombre sonrió observando sus ojos azules los cuales heredó de su madre albina, a ella especialmente la cuidó cuando la adoptó.
—Vaya, ya volviste —la misma mujer que le despertó se avistó por la puerta, él la miró recibiendo una mordida del can que lo obligó a chasquear la lengua.
—¿Qué pasa Marlon?
—Solo vine a molestarte. Si sigues trayendo a más animales vamos a tener que desalojar a los residentes o ampliar la casa.
—Tú serás la primera en irte.
—Te creo capaz —y sí lo cree. Él llevó su mano al pecho dramatizando las palabras de la fémina ocasionando una sonrisa divertida en ambos.
—¿Para quién el regalo?
—¿Para ti? —pronunció burlón, la contraria carcajeó adentrándose a sentarse a su lado y acariciando al cachorro.
—Es para tu angelita ¿no es así? —el hombre la mira burlesco acostándose a dejar a la cría de lobo sobre su pecho— ¿Para qué la molestas tanto? En el pasado comprendo que era porque no la soportabas, pero han pasado milenios en los que te obligaste a tratarla.
—Es divertido verla conteniéndose por no soltarme alguna mala palabra.
—¿Solo quieres sacarla de sus casillas o buscas sacarle otra cosa? —usó una cara y voz pícara acostándose a su lado.
Él no contestó, se limitó a dejar al cachorro a un lado y besar a la súcubo antes de ordenar a sus animales que salieran de la habitación, y quedarse con ella disfrutando de un ocasional encuentro antes de mandar a su búho mensajero a que entregara el paquete por la noche.
Laylah dejó su lectura mirando por la puerta del balcón como esa ave albina posaba el obsequio en la mesita de té y de esa manera emprendiera el vuelo una vez lo entregó. Ella abrió el regalo junto a una nota como es usual que deje el hombre diablo.
Espero verte con eso puesto, tardé mucho imaginando cuál te quedaría mejor.
Ella suspiró mirando su regalo mientras fruncía el ceño y se preguntaba la razón exacta por tales prendas, aunque en el fondo ella misma se respondía al mirar el conjunto que metió junto a ese vestido y zapatos y el cual le avergüenza.
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