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Capítulo 1: Invitación

Camina por el pasillo largo, ancho y alto de coloración casi dorada por la piedra con la cual está erigida el castillo principal en el cielo, seres de luz con alas a la vista, otros ocultas, algunos volando, pero todos abriendo paso a la joven con apariencia de veinticinco años, de cabello blanco, suelto y largo hasta la cadera, vestida con pantalones licrados que terminan dentro de botas debajo de la rodilla, camisa de lino por dentro de su saco con decorado de botones y orillas doradas, piel apiñonada y ojos azules con brillo como si las estrellas habitaran en ellas.
Va encaminada hacia la puerta ancha y larga de doble hoja con el gravado del árbol prohibido, dos guardias con quirones y lanzas permanecen firmes uno a cada lado, y sólo se movieron para hacer abrir las puertas dejando pasar a la chica.

La sala prestó la atención en cuento su figura se alzó ante ellos, pasó al lugar vacío entre los diez asientos que hay en esa mesa redonda. Los nueve que esperaban son los representantes de los grupos de cada jerarquía, todos con una apariencia que no pasa de los cuarenta y cinco ni es menor de treinta años.

Primer jerarquía

Representante de los Serafines: Seraphiel. Sus tres pares de alas permanecen encogidas y los ojos en ellas se hayan cerrados. Su cabello chocolate es corto hasta las orejas y ondulado, su piel morena es cubierta por una túnica larga de color azul llegando a los tobillos y con mangas hasta los codos.

Representante de los Querubines: Zaphiel. Sus dos pares de alas cortas de vez en cuando emiten un leve aleteo. Su cabello lacio es largo hasta la cintura y castaño, su piel canela se deja ver con la parte superior descubierta, y la inferior con una túnica.

Representante de los Tronos (Ophanim): Zabkiel. Su par de alas alargadas permanecen firmes con los colores del arcoiris. Su cabello rizado, corto y rubio claro llegando un poco arriba de las orejas. Su piel blanca es cubierta por una túnica larga color azul marino y sus ojos son completamente negros, a simple vista pareciera estar vacíos, pero de cerca puede apreciarse algunos destellos.

Segunda jerarquía

Representante de las Dominaciones: Jehudiel. Sus alas con el universo habitando en ellas se dejan ver como si estas constelaciones se movieran. Su cabello oscuro y corto, su piel tan blanca como la nieve se haya cubierta por un quiron.

Representante de los Virtudes: Peliel. De alas blancas con tono dorado en las puntas de sus plumas. Cabello largo y rubio hasta los hombros con perfilado, piel morena clara cubierta por una túnica larga hasta el suelo de color marrón, con mangas largas hasta las muñecas.

Representante de los Potestades: Camael. Sus alas llameantes permanecen ocultas al igual que la hoja de su espada por estar envainada y atada al cinto de su vestimenta de estilo romano, su casco con adorno de alas a los laterales yace apoyado en la mesa dejando ver su cabello castaño claro y corto casi al ras.

Tercera jerarquía

Representante de los Principados: Cerviel. Sus alas blancas con tono gris alrededor de las plumas permanecen recogidas. Su cabello es crespo y castaño oscuro, piel morena cubierta por una túnica romana parecida al de los Potestades, pero estos sin armadura ni casco.

Representante de los Arcángeles: Miguel. Sus alas doradas permanecen ocultas. Su cabello cenizo y ondulado llegando debajo de las orejas, piel caucásica, usando pantalones de vestir, camisa de mangas largas y saco blanco con decorado de botones plateados y orillas doradas.

Representante de los Ángeles: Araqiel. De alas blancas, cabello corto y castaño, piel poco morena usando pantalones y camisa blanca de lino sin mangas.

La joven de blanca cabellera reverenció a sus compañeros y pasó a su asiento sentándose recta, las puertas atrás fueron cerradas y la reunión empezó a ser llevada a cabo. Organización de las tropas angelicales en el cielo, la Tierra y en la frontera con el territorio del hijo del Diablo, administración de los ángeles, debate sobre la política humana y sus grupos, orden en el universo, todos esos temas eran hablados y tomando una decisión al respecto. La de ojos azules con destellos y cabello blanco espera paciente hasta que llegue la hora del asunto que tanta ansiedad le da y a la vez, pone mucha atención: el acuerdo de dar almas corrompidas al hijo de Lucifer.

—Esta es la lista de los pecadores de este mes —anunció el Ophanim de ojos completamente negros, rubio de rizos y alas de colibrí—. Ya avisé a Pedro para que los tenga preparados y sean entregados al guía del demonio —la joven asintió tomando en sus manos las cinco hojas con los nombres y acciones malas de esos humanos.

—Comprendo —musitó cerrando los ojos y suspirando resignada—. Gracias por mantenerme al tanto de cada paso aquí, aunque no sea parte del Consejo realmente.

El de cabello cenizo y ondulado se recostó en la mesa mirando fijamente a la joven con una sonrisa amable. —Eres la hija de nuestro Señor, por lo que es justo que seas parte de esto también, además, por ti es que tenemos este tratado en el que hemos conseguido mantener una relación estable con los demonios.

—Gracias por tus palabras, Miguel, pero de igual forma tenemos roces con ellos, yo especialmente tengo roces con él. Tenemos suerte de que su padre haya desaparecido y él se quedara encargado de todo.

El de cabello castaño y corto casi al ras y vestimenta romana con armadura, tomó la palabra cruzando los brazos. —Los dos son muy diferentes, pero es verdad que el acuerdo nos ha beneficiado a ambos. Ellos se encargan de los más impuros, dándonos la oportunidad de dirigir mejor nuestros dones a salvar y proteger a la humanidad de aquellos que no se unieron al tratado. Sin mencionar, que no hemos tenido una guerra desde que se pactó esta alianza.

—Pero sigue habiendo desconfianza entre nosotros, Camael. Saben lo mucho que me gustaría poder tener otra opción para no seguir conviniendo con los demonios —su hombro fue tocado por el arcángel Miguel a su lado.

—Lo sabemos, Laylah. Pero está bien, esa fue una buena oportunidad.

—Y hablando de oportunidades —el querubín Zaphiel, que juega con un mechón de su cabello lacio y castaño que caía por enfrente ocultando un poco su parte superior desnuda, expresó—: La fiesta del joven diablillo se acerca y sé que la ha invitado este año también. ¿Qué va a hacer?

—Lo mismo de todos los años, rechazar la invitación y quedarme en mi habitación o pasear por la Tierra —su boca esbozó su sonrisa divertida junto a una pequeña risa compartida entre los demás ángeles en la sala. El hombre de las tres pares de alas con ojos cerrados atrajo su atención.

—Es mera formalidad estas fiestas. Ellos lo hacen al comienzo del invierno, nosotros en la primavera.

—Lo sé, es para reforzar y hacer ver que nuestro acuerdo de paz se mantiene de cierta forma, pero no creo que sea necesario que yo vaya, como dijiste, es mera formalidad.

—¿Por qué no vas? Sólo esta vez, tal vez a tu padre le gustaría —impresión en los ojos de la chica que luego cambió por el ceño fruncido.

—Eso fue bajo —ella se levantó haciendo reverencia para luego retirarse caminando a paso firme hasta pasar una puerta de roble, después de todo, la junta ya había terminado.

La joven quitó su sacó y lo dejó colgando en el gancho de su habitación de paredes blancas en cuya base hay relieves de árboles, en el techo una cúpula de cristal permite la vista hacia afuera, pero no hacia adentro, se encuentra sobre una cama grande y redonda, sin base que cargue al colchón. Al lado, un escritorio incorporado con un librero en la pared, también hay un sofá largo color carmín y uno individual. La salida al balcón está separado por una puerta de vidrio deslizante con una mesa y dos sillas usadas para el té y la merienda. Laylah pasó a recostarse en su cama abrazando su almohada larga casi del mismo largo que su estatura, su mente divaga en esas últimas palabras que el representante de los serafines le profesó.

¿Por qué su padre jamás le ha hablado? Es su hija y aún así nunca ha visto o escuchado su voz, ha crecido sabiendo lo que los demás le dicen y cuentan de él, si quería algo en especial, tenía que ir con los serafines para preguntar sobre él, aunque no le daban respuestas claras más allá de que su luz podría lastimar a sus ojos si llegan a verlo directamente. La joven se sentía menos, aún lo siente. Podrá ser la hija de Dios, pero pareciese que eso no tiene importancia cuando su presencia es casi como cualquier ángel, aunque se esforzaran en aparentar otra cosa.

Un búho albino llegó a posarse en el balcón, la joven de ojos azules se reincorporó observando a esa ave que reconocía perfectamente a quién pertenece, pues no es la primera vez que la visita. Suspiró irritada levantándose para salir por la puerta de cristal y abrir la mochila que el animal trae en su lomo. Dos sobres negros estaban dentro, uno con el sello de lacre color rojo y el emblema de un lobo aullando dentro de una luna, el otro es algo sencillo y sin adornos excepto la letra cursiva hecha a mano.

Primero abrió la carta con sello sabiendo que dentro estaría la invitación oficial para la ceremonia de convivencia, hecha en papel grueso color rojo sangre y letras doradas gravadas en relieve. Laylah ignoró ese para dar paso a leer la carta informal, una simple hoja blanca rectangular que más que carta es un simple recado escrita a tinta negra. Soltó su suspiro molesto al leer las pocas palabras que hay e hizo aparecer sus impolutas alas, alzándose en vuelo y salir de su ciudad entre las nubes para bajar a la Tierra a una localización entre las montañas, una estructura yace ahí oculta a la vista, al menos hasta que algunas criaturas traspasen la barrera imposible de llegar para los humanos y los cuales, no saben que existe.

Rodeó las rocas sólidas para llegar al gran lago rodeado de vegetación verde y flores, el agua rebosante de brillo por el toque del sol, y el follaje de los árboles era mecido por el suave viento. La chica aterrizó cerca de la orilla y miró a los alrededores para encontrar al dueño del pequeño escrito. Sus ojos se posaron al lago donde el alzar de un cuerpo se avistó y quien emergió pasa su mano por la cara y cabello mientras el agua resbala por su piel. Él volteó sus ojos de lobo a ella y sonrió burlesco al verla fulminándolo con la mirada.

—Eso fue rápido —mencionó poniéndose de frente empezando a caminar para salir del agua.

La joven dio pasos hacia atrás cerrando los ojos, él soltó una pequeña risa sin abrir su boca por su actuar, después de todo, estaba desnudo por completo.

—¿Para qué me has llamado aquí?

—¿Vamos a mantener una conversación con tus ojos cerrados?

—Estás desnudo.

—¿Y? Yo no me avergüenzo de mi cuerpo.

—Qué indecente —espetó causando una sonrisa más burlesca en él, quien tomó sus prendas y se colocó su pantalón oscuro, camisa marrón de mangas, chaqueta de cuero y botas negras, se sentó cruzando los brazos recostado de las rocas.

—Ya —dijo sonriente aún viendo divertido a la joven que abrió sus ojos molestos—. Tranquila fiera, quiero que confirmes tu asistencia a la fiesta.

—No iré —la respuesta fue simple y cortante.

—Al menos podrías ser mas delicada en tu negación.

—Sabes que jamás he ido y no me apetece ir.

—Somos los que hicimos el acuerdo, mínimo un saludo de manos frente a nuestras razas debería de hacerse.

—No le veo caso hacer eso —bufó irritada preparando sus alas para alzarse de nuevo—. Se te enviará el informe de las almas como se tiene pactado.

—Gracias Lay, pero insisto, ven a la fiesta, podemos pasarla bien.

—No —cortó sus palabras antes de emprender su vuelo de regreso, mientras él la observa con una sonrisa perderse entre las nubes.

Ella volvió a la capital de altos edificios erigidos por piedras relucientes como si fueran porcelana, los techos resplandecen en colores marinos, tragaluz o simples cúpulas de cristal, otras secciones como si fueran pequeños pueblos se unen a la capital a través de puentes hechos de nubes sólidas y barandales con diseño de flores, hojas y ramas. Entró a su habitación en la que alguien le esperaba, un hombre de cabello oscuro, pantalón, zapatos y saco blanco con botones plateados y bordes dorados, sentado en el sofá individual leyendo uno de los libros que ella reconocía, estaba en el librero.

—¡Daniel! —el hombre se levantó mientras ella se acercó a tomar el libro, pero él lo alzó haciendo que ella tuviera que ponerse de puntas.

—Hola princesa —su leve sonrisa apareció por la ternura que le da ver que la joven no alcanzo su escrito.

—Ya basta, no soy una princesa.

—Tu padre es nuestro rey, por lo que tú como su hija eres nuestra princesa, al menos eres la mía —regresó el libro a las manos femeninas mientras ella se había sonrojado—. Tengo entendido que Seraphiel quiere que vayas a la gala de los demonios.

—Te envió a convencerme ¿verdad?

—Vine a pedir tener el honor de ser tu acompañante esa noche —los párpados de la joven se alzaron con impresión por la invitación servida con un gesto de caballerosidad.

—Ah… Qué ruines son —se encogió de hombros provocando reír al contrario.

—¿Qué dices? ¿Me darías el honor?

La mujer desviaba la mirada al paisaje de afuera, a su jardín de pasto verde y algunas aves y mariposas revoloteando a la vista del cuarto y último piso.

—Sí.






×~×~×~×~×

Un poco largo lo sé. XD ¿Qué les pareció?

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