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🔥Feliz cumpleaños Thoma🔥

ResumenSobre el firmamento oscuro y nublado, se ilumina con fuegos artificiales tal cual un cielo estrellado.

¡Feliz cumpleaños a Thoma! atrasado, y por supuesto a Uhana, igual de atrasado que el del pixel pyro. Tengo memoria de pez, no se desde hace cuanto nos conocemos pero este ultimo año te he sentido muy cercana a mí, gracias por todo, por escuchar, por aconsejarme, por los regaños, por aguantarme con los hyperfocos, por que no puedas dejar de lado ciertas ships por que yo siempre vuelvo a ellas y por la ayuda en los jefes del genshin.

Gracias por estar aquí, enserio. 


I

Thoma no quería aceptar esos días libres.

No le gusta no estar haciendo cosas, limpiando, ordenando, recolectando información para el líder del clan Kamisato o cuidando a la señorita Ayaka.

Debe estar ocupado haciendo cosas, le gusta trabajar en la casa Kamisato, necesita mantener las manos ocupadas en algo y su mente corriendo entre ideas, conjeturas y planes que ayuden a la familia que lo salvó hace mucho tiempo.

Por eso puso una mueca cuando, de manos de la señorita Ayaka, recibió ese pequeño sobre con una nota formal del señor de la casa con un simple mensaje.

"Tienes tres días libres por tu cumpleaños, disfrútalos"

—¿Pasa algo Thoma?

—Eh...

—Tienes mala cara, ¿Te sientes enfermo? Puedo llamar al médico.

—No, no. Señorita Ayaka, estoy bien. —Le iba a explicar que no necesita días libres pero la sonrisa de alivio en su rostro le hizo guardar silencio.

Ella suspira feliz, y con ello Thoma siente que ha perdido ante un Kamisato.

De nuevo.

Cede para hacer feliz a la señorita Kamisato, el rostro amable de la casa, y por supuesto, pierde cada que los ojos celestes de Ayato se posan sobre él.

Desde que le ayudó a las orillas de la playa de Inazuma hace tantos años junto a su padre, le salvó la vida y desde ese momento Thoma tiene una deuda.

Una deuda con la familia Kamisato, claro.

Lo que siente por Ayato es aparte.

Es diferente al cariño que tiene por la señorita Ayaka, que es casi una hermanita menos a la que quiere cuidar, es diferente a la lealtad con el padre de ellos, el señor Kamisato, por salvarle la vida, Thoma sabe que la devoción a Ayato, la admiración y el que espera ansioso su vuelta a la casa para pasar una cena junto a él o jugar ajedrez, no son mero cariño o agradecimiento.

—Supongo que en estos días no es necesario que esté en la casa... —Se dice a sí mismo, está en la entrada de la misma, los guardias ya se despidieron de él y no tiene ni un sólo panorama.

Su vida se dedica a recolectar información, ayudar a la familia Kamisato y uno que otro hobby personal.

Eso implica ser el ama de llaves de la familia.

Un extranjero, de una ciudad lejana conocida por estar sin su arconte y abrazan la libertad, recibido por una familia de linaje largo, con una estrecha relación al servicio de su arconte quien vela por su ideal.

Más no por su gente.

—Basta, no es tu asunto.

Aunque esa arconte haya tratado de robarle su visión.

¡Pero eso ya pasó!

Thoma inhala aire hasta llenar sus pulmones de oxígeno y ese aroma a flores que rodea la casa del clan Kamisato que tanto lo calma cuando está contrariado.

"Mientras vivas, siempre podrán suceder cosas buenas "

Un día completo lo dedicó a limpiar su sitio, tomándose especial tiempo en ello para entretenerse, el segundo lo dedicó a pasear por Inazuma, conversando con la gente, alimentando a los animales de las calles, incluso les preparó alimentos y premios especiales, repartió entre algunos niños y logró formar una pequeña red de alimento para los animales silvestres cercanos a su ciudad.

Sin planearlo, pero los pequeños se vieron tan entusiasmados con saber preparar bocadillos y poder jugar con los perros y gatos que tenía que ayudarlos.

Incluso consiguió que los pescadores locales y comerciantes les dieran las sobras de sus alimentos a cambio de sacar la basura.

No podía tener un día donde no consiguiera contactos, su naturaleza le hacía tener esa facilidad de convencer a todos de tenderle una mano.

Eso y la reputación de la Comisión Yashiro le daba un plus a sus habilidades sociales.

El tercer día se dio cuenta que no puede estar simplemente relajado, cumplir con las vacaciones y no hacer nada.

Necesita estar trabajando u ocupado. Necesita sentirse útil.

Suerte que en esa misma tarde fue llamado de vuelta a la casa principal, por su señor. La razón: Una partida de ajedrez pendiente.

Comienzan una después de terminar la anterior, como esa promesa de volver a reunirse en el tiempo libre de alguno, no lo necesitan, viven en la misma casa y Ayato ya ha declarado que dentro de sus gustos culinarios exquisitos sólo Thoma, su amo de llaves, puede cumplirlos.

Así que la partida de ajedrez es eso, una excusa para estar frente al otro, en una habitación vacía y analizar los movimientos del otro.

Thoma se presentó ese día en la casa Kamisato, caminó como siempre por sus pasillos y saludó a algunos sirvientes que le desearon un feliz cumpleaños. Incluso le dieron la carta de su madre directo desde la capital de la libertad, junto a una botella de vino del "Viñedo Amanecer"

La habitación principal estaba vacía, con los muebles de costumbre, pero no el señor de la casa, que casi siempre es el primero en estar analizando las partidas en espera a que Thoma termine de trabajar.

Sin embargo, un par de mochis se presentan a un lado del tablero, regalo suyo, y de un sabor peculiar como se espera de su señor Kamisato.

Thoma se sienta en su sitio y le dedica unos minutos a analizar las jugadas junto a la libreta donde anotó las mismas con algunos movimientos pensando con cuales seguir.

Aunque todo depende de Ayato.

—Viniste pronto, Thoma.

—¡Mi señor!

Thoma se voltea hasta encontrarse con una botella de cristal llena de leche con un aroma peculiar.

Ah volvió con esos extraños regalos de nuevo.

—Feliz cumpleaños —. Kamisato Ayato endereza su espalda y acomoda su brazo a un lado de su cuerpo para regalarle una sonrisa.

Casi parece que los pensamientos problemáticos y cansados en la mente de Thoma se desvanecen frente al hombre que ha jurado ser leal.

—No tenía que traerme nada, mi señor — le sonríe y toma la botella de leche, de sus regalos peculiares favoritos — ¿Qué tiene este?

—Es una sorpresa.

Y detrás de sus palabras está aquella sonrisa tranquila y poco transparente con lo que está pensando. Claro, a Thoma se le hace divertido descifrar esa sonrisa con aires de nobleza.

—Como de costumbre eh... —Se le escapa una risa sin muchas ganas.

La curiosidad siempre le come en estos casos, Ayato jamás le obligó a comer esas cosas extrañas, es sólo que Thoma no puede decirle que no a su curiosidad por la comida y los ingredientes.

No así en el ajedrez.

Aquí tienen el trato implícito de tratar de derrotarse mutuamente, para equilibrar la balanza, a pesar de que claramente se inclina hacia su joven amo.

Por qué la forma en que Kamisato Ayato ve el tablero es simplemente maravillosa, amplia y absoluta comprensión de cada pieza y sus posibles movimientos, incluso leyendo al oponente.

Cosa que supera a la habilidad de Thoma de comprender las necesidades de las personas y ayudarles con favores.

—¿Quién inicia? —Ayato usa su tono más amable y suave dejando su mano estirada delante suyo cediendo el inicio de la partida.

Recuerda que quedaron en el turno de Thoma.

Le toma segundos tomar el caballo para moverlo despacio sobre el tablero hasta su nueva posición, amenazando al rey, obligando a Ayato a moverlo pronto.

—Encantadora jugada —sonríe Ayato y provoca escalofríos en Thoma.

Aunque aquella sonrisa en el rostro del señor de la casa Kamisato fuera preciosa indica un error de su parte, uno que puede costarle la partida y por más que Thoma mire el tablero no logra pensar en algún movimiento que supere el que Ayato está a punto de hacer.

Simplemente, su amo es un maestro en estrategias.

II

Yoimiya nunca fue de quedarse quieta, su trabajo tampoco le dejaba mucho margen para apreciar la inmensidad del cielo que cubre Inazuma o la naturaleza fluorescente que reina en sus islas, en cambio, fluye con las conversaciones y los pedidos, juega con los niños del pueblo y no se detiene en ningún momento.

Su trabajo es su hobby y su pasión, por algo es portadora de la bendición pyro: para quienes viven apasionadamente sus deseos.

Y el pedido de hoy era especialmente grande, casi como los festivales que volvieron a celebrarse en Inazuma, y hecho por la misma familia que los trae de vuelta: Los Kamisato.

Generalmente estos pedidos los recibía del mismísimo Thoma, sobre todo cuando era de boca de Ayato o Ayaka, pero ahora fue Ayaka quien venía en nombre de su hermano y la familia.

Y no era para menos.

—El cumpleaños de Thoma, y pensar que la familia Kamisato movería tanto por celebrarlo.

Después de una risa contenida la joven pirotécnica prepara todo el cargamento en una carreta que será escoltada por ella misma y algunos samuráis de la familia.

Yoimiya sonríe dulce al ver como hay otras carretas con cosas, juntando a la gente en la orilla de una de las playas de Inazuma, antes de entrar al Bosque Chinju.

Su parte favorita es saludar a los pequeños del pueblo con los que ha visto a Thoma jugar a veces, contándole historias de los fantasmas de la isla o hablando de alimentar a los pequeños animales.

Otras veces le preguntaba por información en forma de juegos y los niños en su inocencia escuchaban todo lo que los adultos decían a escondidas.

Thoma tiene esa facilidad con la gente, de darles suficiente confianza para que le cuenten cosas y usarla en favor de la familia Kamisato.

Nunca en favor personal.

Eso delataba el enorme corazón de Thoma.

—Será una bella fiesta ¡Oh, Ayaka! —Yoimiya le saluda apenas reconoce la silueta de la chica.

Rodeada de otras personas, envía indicaciones para acomodar las cosas a la orilla de la playa con sus adornos y mesas. La arquera bajó de un salto de la carreta y se acercó a la señorita de la familia Kamisato con una radiante sonrisa.

—¡El pedido está listo y a tiempo! —con la voz más alegre se anuncia a sí misma.

—Muchas gracias Yoimiya, con esto todo está listo para que comience.

Ayaka le indica al resto que acomoden las cosas en su sitio y ajusten los fuegos artificiales para la "gran entrada", Yoimiya puede ver la emoción en los ojos claros de la chica.

—Todo por celebrar el cumpleaños de nuestro querido Thoma.

III

—Jaque mate.

Thoma suspira derrotado, Ayato ha ganado, no había duda de ello pero esta vez trató de darle un mejor juego para entretener a su señor. El resultado no le sorprende.

—Es increíble mi señor, me tiene totalmente atrapado —Thoma levanta la mirada lentamente hasta encontrarse con los ojos claros de Ayato, admirando sus largas pestañas, y así, sosteniendo la mirada es que deja caer a su rey en la tabla de ajedrez.

El rey cae ante Ayato, así como Thoma cae ante él.

—Justo a tiempo, tenemos que ir a un lugar.

—¿Salir a esta hora?

Por la ventana ya se veía el cielo oscuro, teñido de rojo por algunas nubes lo que le daba la leve impresión de que no hacía frío. Thoma pensó en su debería ir por la bufanda para su señor, antes de poder ponerlo en palabras Ayato ya estaba de pie, caminando a la puerta.

—Claro que sí, tenemos que ir a un sitio —Ayato le sonríe con la mirada, espera unos segundos a que Thoma reaccione y le abra la puerta.

—¿Un sitio? —Thoma pausa, abre la puerta y arregla un poco su ropa volviendo a mirar la sonrisa de Ayato. Planea algo, ese tono de voz y esa sonrisa la conoce demasiado bien —Mi señor...

—Y sí, es necesario que vayas conmigo.

Con esas palabras Ayato le tomó de la muñeca y salió del cuarto.

La confusión en el rostro de Thoma es hasta encantadora, como si no quisiera procesar lo obvio, casi no habían sirvientes en la ascienda Kamisato, Ayaka no ha aparecido en todo el día y no usan tanto tiempo del día en una sola partida de ajedrez.

Para Ayato es claro. Pero Thoma, no le toma especial importancia a su propio cumpleaños.

—Thoma...

—¿Mi señor?

—¿Prefieres el día o la noche?

La pregunta venía de la nada para Thoma, mientras caminaban por los terrenos de la familia Kamisato, el cielo se volvía más oscuro a cada paso que daban.

—La noche... —su respuesta alegra a Ayato quién parece no necesitar más información.

Pero Thoma hubiera preferido que hiciera la pregunta, pues en la noche aparece la luna, astro que le recuerda demasiado a su señor, con el brillo plateado a su alrededor, rodeado de estrellas pero resaltando en el cielo oscuro, guiando el viaje de samuráis y ronin por igual.

La misma sensación que le dio cuando él y su padre le salvaron en las playas de Inazuma. Era de noche, estaba perdido, mareado y a punto de morir, sin embargo, lo primero que vio fue a un joven Ayato con la mirada llena de preocupación.

Y como la luna, le iluminó el camino para vivir.

Por eso le gusta la noche.

—Mira, menos mal que preparamos todo esto para esta noche —Ayato deja de caminar, están aún en la parte alta de la isla, pero ya en terreno del bosque cercano.

Iluminado por las plantas fluorescentes del lugar que guían el camino, bajando por la pendiente hay gente, mesas y comida. Thoma mira sorprendido el paisaje y reconoce a cada una de las personas en el lugar.

—¡Eh, Thoma, Ayato~!

La voz de Yoimiya es lo primero que los alcanza y todo el mundo gira para mirar al par. Las sonrisas son instantáneas, detrás aparece Ayaka y les mueve la mano para que se acerquen a tomar un par de bebidas.

—¿Qué es esto? —pregunta Thoma y hace más fuerte el agarre entre sus manos.

Ayato se gira a verle lento con una sonrisa pura en su usualmente enigmático rostro, esto podría contar como otro regalo para Thoma, las sonrisas sinceras de su señor.

—Feliz cumpleaños, ésta es tu fiesta.

Y con esa oración el señor de la casa Kamisato tira de él para bajar la colina, los gritos de sus amigos hacen coro comenzando a cantar el cumpleaños feliz.

Thoma no cabía en su asombro, a diferencia de las fiestas en Mondstad, aquí siempre fueron más reservados, todo solía ser en privado, esta es la primera vez que logra ver una fiesta así y para él.

¿Cómo es que habían conseguido hacer esto y mantenerlo en secreto?

Él es el de los mil contactos, el que reúne información de toda Inazuma para servir a la familia Kamisato y no se enteró de esto.

—¡Thoma! —Yoimiya se acerca a él y le ofrece una palmada en el hombro. —Felicidades hombre, bienvenido a tu fiesta especial.

—Como que fiesta, pero que locura hicieron.

—Teníamos que celebrar tu cumpleaños, y agradecerte por todo. —Yoimiya se integra rápidamente a la conversación. —¡Tienes que ir a ver la comida!

Los ojos de Thoma se iluminaron en ese segundo, comida es en definitiva su lenguaje del amor, y mejor si es en una fiesta tan alegre como esta, tiene recuerdos lindos de su tierra natal aflorando desde su corazón y no puede decir que no cuando es su querido señor quien lo arrastra por los puestos.

¿Está toda la ciudad aquí?

—Es que Thoma tiene muchos amigos... —Susurra Ayaka a un lado de Yoimiya.

La usuaria de pyro se ríe y asiente. A pesar de los años bajo el yugo de la Raiden, la separación y la caza de visiones por parte la guardia, le alegra ver que aún hay espacio para estas celebraciones, El mismo Thoma fue víctima de esta caza, ahora sonríe al lado de Ayato mientras charla con algunos samuráis de la isla.

—Toca el detalle final.

—Es algo que sólo tú puedes hacer Yoimiya.

Con un último intercambio de miradas, Yoimiya se escabulle entre la gente hasta el punto de su regalo.

IV

Thoma no cabe en sí mismo.

No puede procesar todas las emociones que le llenan el pecho. Toda la atención que esta recibiendo de cada compañero que ha conocido desde que pisó Inazuma. Cada sonrisa amable y cariñosa, cada abrazo y felicitaciones de parte de ellos, todo no deja que sus mejillas se calmen.

Thoma no puede dejar de sonreír.

Mucho menos con la mano de su señor Ayato llevándolo por toda la orilla de la playa para mostrarle las actividades que organizaron, las personas con sus regalos y sin soltar más de dos minutos.

Toda su atención estaba en su leal sirviente, su perro más fiel.

Y ese es el mejor regalo que puede tener, toda una tarde entreteniéndose juntos. Como en una cita. Sin importar que el día de mañana él vuelva a sus tareas como la cabeza de la familia y Thoma se quede en la hacienda Kamisato esperando a que regrese.

—Es hora.

Thoma se gira, mira a los profundos ojos de Ayato quienes aún guardan secretos para el resto, incluso de él, maravillándose por la forma en que sonríe con la mirada, cuando lo hace con él.

Todo el mundo puede verlos, pero esa mirada solo es suya. Por su cumpleaños.

—¿Hora de que? —reflexiona después de unos segundos.

Antes de responder, Ayato dirige su mirada al cielo nocturno, oscurecido por algunas nubes y con la luna en el firmamento iluminando todo. Thoma le sigue la mirada de la misma forma que persigue como un fiel perro cuando trabajan juntos hasta fijar sus ojos en la luna.

Tan brillante, blanca y pura, como toda la imagen que emite Kamisato Ayato al caminar entre los samuráis que trabajan para el clan. Perfecto, misterioso, bello.

Inalcanzable.

Como los fuegos artificiales que iluminan ahora el cielo nocturno, asustando a las nubes y transformando el firmamento en una escena maravillosa junto a la luna como la protagonista.

Un cielo estrellado. Aunque ninguna estrella esté ahora en el cielo, no hace falta, la luna no está sola, hay miles de luces que la acompañan en un espectáculo destellante, vibrante y encantador.

Thoma hace más fuerte su agarre en la mano de Ayato, sonriendo, mostrando toda la fila de dientes y con su mirada iluminada en tantos colores como la mezcla de los fuegos puede crear por sí misma.

Y Ayato no está mirando el cielo. Los ha visto antes, el trabajo de Yoimiya con los fuegos artificiales, lo que realmente quiere grabar en su memoria y celebrar otro año a su lado es todo aquello que desea ver está ahora en un sitio perfecto.

Los ojos de Thoma.

El reflejo del cielo estrellado está concentrado en sus pupilas y ve una genuina felicidad en su rostro.

A los ojos del mayor de los Kamisato, Thoma es un tesoro traído por el mar para su vida.

—Es... Es precioso — susurra pero pronto sus ojos dejan de ver el cielo para agradecerle a su señor el regalo.

Hoy no importa las apariencias, no importa nada más que ellos dos.

—Gracias por esto mi señor.

Quiere besarlo. Ayato quiere tomar su rostro entre sus manos y besarlo con tanta fuerza ahora mismo, que lo único que le detiene del arrebato de emociones para con Thoma es que sus amigos ahí presentes comienzan a cantar para él.

Itto ha iniciado la canción y tiene un pastel traído con ayuda de Kuki. Se pueden ver a niños ayudando a cantar, conocidos de Thoma y está seguro que hay un perro ahí acompañando a todos.

Ayato sabe que debe pasar a segundo plano, suelta lentamente la mano de Thoma y le empuja cariñoso hacia el frente.

Él es el protagonista, hoy es su día especial.

Ya cuando estén a solas nuevamente, le puede demostrar todo lo que está reprimiendo ahora.

Escucha la risa de Thoma, alegre, armoniosa y conmovida.

Perfecta.

V

Thoma y Ayaka iban delante de él, comentando cosas de la fiesta, de las personas que vinieron y enviaron lindos regalos que fueron llevados al cuarto del ama de casa de la familia. Objetos de limpieza, materiales para cuidar lanzas y espadas, además de algunas cosas de la mismísima capital de la libertad, como flores secas, vino del viñedo del amanecer y un libro de algunos cuentos locales.

Ahora que el bloqueo de Inazuma fue retirado, podían dar esos lujos de tan lejos y regalonear a Thoma que tan alejado está de su ciudad natal.

Por supuesto, todo esto fue organizado por Ayato. Con ayuda de Ayaka y los sirvientes pero el plan, claramente era de él, y sólo por ello pudo pasar todo desapercibido de Thoma.

Quién no hay forma de ocultarle las cosas del clan.

Trabajo que, por supuesto, sólo podía realizar Ayato, bajo su mano y su cerebro.

Es increíble que tuviera que usar su inteligencia para planear una fiesta de cumpleaños a escondidas de quién considera su perro más fiel. Y su compañero de juegos.

—Buenas noches Thoma, espero que hayas disfrutado de la fiesta.

—Claro que sí señorita, fue todo maravilloso.

Thoma le regala una sonrisa fraternal y Ayaka hace una reverencia para luego ir a su cuarto. Es tarde, muy tarde para ellos, mañana no es día libre y deben realizar sus tareas, además de las que dejaron pendientes del día de hoy por la fiesta.

En verdad, todos deberían ir a la cama.

—Realmente, agradezco todo esto mi señor —Thoma se para frente a él. Espalda recta, ojos brillantes y sonrisa eterna cada que puede verlo a solar —, no debió tomarse tantas molestias.

Pero Ayato no quería hablar.

Ya no, escuchó a todos hablar, conversó con varios hasta esta tarde. Ya no quiere.

Así que a tan solo medio paso de él logra hacer una de las cosas que ha deseado durante todo el día. Kamisato Ayato atrapa entre sus brazos el cuerpo de Thoma.

Se acomoda de forma que deja sus brazos alrededor de su cuello, por fin lo tiene sólo para él. Sin nadie alrededor que quiera robarle la mirada, ahora solo está para él.

Por un momento, la mente de Ayato se nublo pensando en que la fiel mirada de su Thoma no estaba concentrada en él como siempre, como acostumbra cuando vuelve a casa.

Quiere su mirada, le gusta como le mira cuando entra a la casa y le recibe después de tanto tiempo lejos. Esa adoración es solo suya.

Thoma es suyo.

—¿Mi señor?

Y su voz avergonzada y quebrada se oye tan linda cerca de su oído. Su cuerpo tenso que poco a poco se relaja, y sus manos se acomodan en su cintura pues Ayato no da señales de moverse de lugar, o soltarlo.

Demanda atención.

—Estoy cansado —Susurra suave, ajusta el agarre e inclina su cuerpo hacia adelante, está casi encima de Thoma.

—Lo llevaré a su cuarto.

La respuesta es igual de suave, cálida, amorosa y reconfortante que ese abrazo. Y es sólo en ese momento es que se separan, Thoma guía a su señor a su cuarto que conoce tan bien, para ayudarle a cambiarse, ponerse el pijama y cubrirlo con las mantas.

No les queda demasiado tiempo ya para ellos. Pero Thoma se queda a su lado hasta que su señor cierra los ojos, hasta que cae dormido a su lado.

Este es otro regalo especial, uno que no debe recibir solo en su cumpleaños, sino que cada regreso de su señor termina acompañando su sueño hasta que puede comprobar por sí mismo que está descansando.

—Gracias por todo, Ayato.

Y sólo cuando cae en el profundo sueño es que se siente con la libertad de pronunciar su nombre en la oscuridad de la habitación. Sólo ahí le deja a solas y se va a su cuarto a descansar. 

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