VACÍO SIN FONDO
"Mi nombre es Ozymandias, rey de reyes: ¡Contemplad mis obras, poderosos y deseperad!" Nada queda a su lado. Alrrededor de la decadencia de estas colosales ruinas, infinitas y desnudas se extendienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas. Percy Bysshe Shelley.
- Cómo de afilada es la verdad cuando no hace más que cortar alas... ¿No es así, Harold? –Sophia Engel estaba allí de pie, completamente estoica, observando las ruinas del colosal naufragio-. Por fin el caso está resuelto. Enhorabuena.
Hart/Murray visibilizó en su rostro las cinco fases de la depresión en apenas un minuto. Quedó mirando a la que había sido su "jefa" y juntando las piezas en su cabeza pudo descubrir quién se escondía tras ese nombre supuestamente inofensivo, aceptándolo sin querer en realidad:
- Sophia Engel... Engel Sophi... Ángel Sofi.
- Encantado de verle al fin, señor Murray –Sofi asintió con la cabeza, reconociéndole el mérito-. Siempre quise tener delante a la persona que empezó todo esto y me hizo convertirme... en esto. Y al fin puedo tener el dudoso honor de conocerle.
- ¿Crees que porque te presentas donde quieres y comiste la cabeza de unas cuantas personas locas vas a comerme la mía? –Él luchaba con todas sus fuerzas por tratar de derrotarla, negando con la cabeza y desafiando a Sofi, pero no quería reconocer que libraba una batalla ya perdida.
- Si me saliesen dos alas de la espalda y tuviese un arpa entre las manos, ¿me creerías? –Sofi bajó la cabeza y entornó los ojos con expresión amenazadora.
Hart/Murray miró a los lados, queriendo defenderse, pero sin nada que defender.
- Estás completamente loca.
- ¿Yo? Yo no soy la persona que se fija en menores de edad y va por ahí matando a sus propios amigos que lo ayudaron a escapar. Yo no fui la persona que robó el dinero de mi padre después de matarle. Yo no he cometido ninguno de los crímenes que tú has cometido en tu diabólica vida.
- Eso es mentira, yo soy Ryan Hart. Soy un ex policía...
- Y además, Harold Murray –le interrumpió Sofi.
- ¡Soy Ryan Hart! ¡NO SOY HAROLD MURRAY!
- ¿Quién crees que mató a toda esa gente? ¿Cómo explicas tus tiempos muertos? ¿Esos desvanecimientos? ¿Esas taquicardias? ¿Esos gruñidos? Cuando os conviene a uno de los dos, uno u otro tomáis el control para cubriros. Y he de reconocer que durante los últimos 12 años os ha ido de perlas...
Sofi disfrutaba de forma contenida observando a ese pobre diablo ser congelado poco a poco, acorralado en un rincón y temeroso. Despojado de la grandeza inmerecida e inmoral que un día retuvo. Hart/Murray se derrumbó, rompiendo a llorar de rodillas, clamando clemencia a Sofi.
- Pero hice ruido –continuó ella-. Hice mucho ruido. El caballero blanco –señalando al cielo- no quiso meterse. Quiso hacerme feliz, estar cómoda allí, aceptar mi destino y cuidar de los míos. Pero yo no tenía allí a los míos. Mi padre no estaba por ningún lado. Mi madre aún estaba viva... Ni siquiera Claire rondaba por allí. Estaba completamente sola. Estaba en el paraíso por alguna extraña razón y me hallaba perdiendo la cabeza allí. Entonces, bajé al piso de abajo –señaló lentamente hacia abajo- sin que nadie me echase de menos, sin despertar sospechas, sin caer en ninguna de las tentaciones que se me presentaron en el reino de Lucifer. Hasta que le vi. No es mentira reconocer que admiró mi determinación. Admiró que reconociese que hasta los ángeles más jóvenes y bellos tenían esa ansia que no tenía por qué ser blanco o negro. Que simplemente era gris. Admiró mi forma de ver las cosas. Así, hicimos un pacto. Me devolvería las almas de mi padre y de Claire a cambio de un encargo por cada alma. Debía cometer un pecado que me sería perdonado y también debía encontrar a un alma que se le llevaba resistiendo mucho tiempo. Que sabía que estaba allí, en alguna parte, pero que por algún motivo no alcanzaba a ver. Odiaba ser burlado. Entonces, sellamos el pacto, me devolvió a una apariencia terrenal con la condición de que él vendría conmigo y me vigilaría para asegurar el cumplimiento del trato. Una vez hice lo que debía hacer entonces, fui capaz de verlo todo. Todos los espíritus, todas las almas perdidas que no son capaces de recordar quiénes son, dónde están o por qué están allí. Aquellas que se pierden de forma justa o injusta –como en el caso de los míos-, que de forma arbitraria se salvan o se queman en el olvido y la miseria. Toda esa gente que ni siquiera saben que han muerto, que aún prosiguen con su misión personal, sin ni siquiera poder recordar qué le llevo a esa misión primero de todo. Esos purgatorios terrenales, que nos rodean y nos oprimen pero que somos incapaces de ver o reconocer. Fui recuperando la noción de mi vida pasada, poco a poco. Fui buscándote, siguiéndote. Hasta que te di la mano dos veces en nuestro primer encuentro. Y lo supe. Supe que ya tenía el alma que me faltaba de vuelta.
- Pero... ¿y el pecado? –preguntó Hart/Murray, casi ronco y completamente debilitado.
- Ese curiosamente fue el primero que cometí, antes incluso de volver a lo terrenal. Desobedecer al más grande y no quedarme allí en primer lugar.
Sofi sonrió satisfecha. Se acercó aún más a Hart/Murray, quien ya ni podía gemir.
- Dos encargos, dos almas de vuelta. Trato hecho. Así se hacen las cosas, Harold. Dando la cara y siendo fiel a tu palabra. Siendo fiel a tus principios. Siendo fiel a hacer sacrificios. Siendo consciente de que lo que uno hace, tendrá repercusiones. Que sean buenas o malas... En fin, eso dependerá del trato.
Hart/Murray comenzó a gatear, tratando de esquivar a Sofi.
- Oye... La motorista... -Sofi no pudo evitar soltar una carcajada: "Aún sigue con lo de la motorista... Es más estúpido de lo que creía", pensó- Sawyer... ¿Qué pasa con Sawyer? ¿A él también lo engañaste?
- ¿Sawyer? Míralo ahí.
Sofi señaló a la puerta de la salita donde se hallaban. Sawyer estaba ahí parado, sonriente.
- Espera, que te lo acerco –de un chasquido de dedos de Sofi, Sawyer se teletransportó justo delante de Hart/Murray, sobresaltándolo-. No, ahí el pobre apenas tiene espacio... Mejor al techo –otro chasquido y Sawyer se había convertido en una suerte de lámpara colgante del techo-. Ah... Y esa motorista con la que te has obsesionado... ¿Por casualidad lleva esta moto? -Justo delante de Hart/Murray, la moto negra que había visto tantas veces se materializó de forma imposible ante sus ojos, para volver a desmaterializarse como quien sopla polvo.
Hart/Murray se llevó las manos a la cabeza, mientras volvía a orinarse otra vez.
- ¿Ahora entiendes por qué sólo tú lo veías? –Mientras Sofi le hacía la preguntaba, Hart/Murray recordó cuando el gorila de Ellen creyó que le vacilaba o cuando aquel transeúnte no vio ninguna moto salir de los bosques... Porque no había ninguna moto allí- Has visto lo que yo quería que vieses y sabías lo que yo quería supieses. Nada más. Bueno... Tengo gente esperándome allí arriba. Es agradable saber que alguien depende de ti. Que no estás sola en el mundo, que tienes una función, un propósito. Y ahora es hora de devolverte a tu sitio, sintiéndolo mucho y de corazón por ese tal Ryan Hart... Seguro que esa Melodía aún sueña con él por las noches. Contigo no, claro. Con el verdadero, Harold. Con el que rajaste, quemaste y descuartizaste esa noche tras matarme a mí y a los míos. Aquel al que robaste su vida, sus recuerdos y su alma, con tal de escapar de forma cobarde de tu propia palabra.
- Por favor... Por favor... Por favor, para.
- "¿Por favor?" "¿Para?" ¿Tienes la más remota idea de cuántas veces supliqué que parasen a esos hombres? ¿Cómo les pedí por favor que no me matasen? ¿Cómo les juré que haría lo que fuese, que no me resistiría, con tal de que no pusiesen esa soga al cuello? ¿Que por favor me dejasen vivir hasta que volviese a ver a mi padre otra vez? ¿Tienes idea de cuántos "por favores" y cuántos "paras" dije? ¿Para qué? Para que los hijos de puta apretasen más fuerte.
- Yo no te maté...
- Tus hombres, tu traición, tu plan... Tú estarías en la sala de interrogatorios, pero son tus manos las que están manchadas de sangre.
Hart/Murray izó la cabeza y soltó un grito ahogado. Todos sus poderes se habían quemado hacía tiempo. Su suerte estaba sentenciada. Si de verdad había espacio para el arrepentimiento, era ya demasiado tarde.
- Antes de irme... ¿Te he contado la historia del perro Luci? Era un perro negro –en ese instante, Hart/Murray abrió los ojos como platos-, el cual había protagonizado una serie de... ¿Cómo decirlo?... incidentes. Arrojó a uno de sus amos ciegos a las vías del metro, tiró a otra de sus amas por las escaleras, devoró al hijo de su tercer hogar de convivencia en la cuna... Parecía que el sino del perro estaba maldito. Así que, un día acabó en la protectora. Una de las cuidadoras lo tenía especial estima por su belleza y su triste historia. "¡Qué mala fortuna tuvo este pobre perrito!", decía. Pero un día, echándole de comer, el crucifijo que tenía colgando del cuello se le deslizó por encima de la camiseta. Esto hizo que Luci se alborotase, ladrase, lanzase gruñidos y se pusiera agresivo. La cuidadora quedó mirándolo pasmada, alejada de él, hasta que al ver que había una distancia entre ella y él, el animal se relajó y comenzó a comer. La cuidadora jura al día de hoy que tenía la terrorífica sensación de que el perro no dejaba de mirarla con sus ojos oscuros e imponentes mientras devoraba la comida. Y que, al tiempo que comía y la miraba, la sonreía de forma imposible para un can.
Sofi acercó su cara a la de Hart/Murray, quien había comenzado a ponerse de pie:
- Dime, Harold... ¿Tú conoces a Luci?
Hart/Murray ya había tenido bastante. Reunió fuerzas de flaqueza y se puso de pie por fin. Se lanzó hacia atrás, clavándose cristales y pedazos de piezas rotas en la espalda. Apretando los dientes y aguantando el dolor, escapó de esa sala. Miró atrás para corroborar que Sofi no le seguía, sólo para comprobar que ella ya no estaba allí. Al salir al exterior, la lluvia torrencial había vuelto. El viento, el agua, los charcos, los resbalones... Todo le impedía moverse. Todo le jugaba una mala pasada a la hora de tratar de escapar. Buscó su coche de alquiler. Lo encontró y se montó en él. Pero ya no arrancaba. Maldiciendo y restregándose por el fango, salió de allí a gatas y volvió a correr como pudo hacia la calle.
Claire contempló una estela de luz, antes de volver a verse en un lugar conocido para ella: su apartamento. Se la veía calmada, feliz. Se dio la vuelta y contempló un bulto en su cama.
- ¿Matt?
Allí estaba Matt, siendo despertado por ella y desperezándose con un gran bostezo de oso antes de acariciarla el rostro y besarla como siempre hacía cuando dormían juntos. Ni Claire, ni Matt eran capaces de saber cuánto tiempo había pasado o qué hacían allí. Sólo sabían que ya no tenían dolor alguno y que se habían echado extraordinariamente de menos. De pronto, alguien llamó la puerta del apartamento. Ambos lo oyeron, pero fue Claire especialmente quien sintió la necesidad imperiosa de abrir.
- Tranquila, no me moveré de aquí –le aseguró Matt.
Claire fue hasta la puerta, la abrió y se encontró a Sofi. La cara de ambas era un poema. Claire se tiró a abrazarla. Sofi la correspondió con un cariño inmenso.
- Te dije que no te dejaría.
Claire dejó brotar dos lágrimas mientras besaba la mejilla de Sofi. Después, ambas se miraron por unos segundos.
- Sofi... Ahora, que sabemos quiénes somos... Ahora, con tu padre... Lo que pasó...
- Lo que pasó era algo que yo sentí que tenía que hacer tras conocerte allí, algo que yo necesitaba hacer y que te quería hacer para que dejases ese purgatorio de la forma que te fue negada en vida. Si quería absorber todo lo malo que tenías dentro, tenía que estar contigo de una manera muy profunda para poder entrar en tu corazón y tu mente. Nada más. No le des más vueltas. Eso quedará entre tú y yo.
Claire asintió y volvió a abrazarla.
- Pasa, ve a ver a tu padre.
- No puedo, aún...
Claire se sorprendió ante la voz y la mirada cargada de nostalgia de Sofi:
- ¿Qué dices?
- Como te dije allí abajo, si aún lo recuerdas, todo lo que pasó lo decidí yo. Pero supuso un sacrificio. Hay un pequeño castigo y de he pagarlo.
- No... -Claire la tomó de la mano- No nos dejes, estemos juntos.
- Vamos a estar juntos, en menos tiempo del que crees... Sólo deja que al gran jefe se le pase el cabreo por haberla liado a sus espaldas y ya está. En un momento, papá y tú abriréis los ojos, miraréis a un lado y allí estaré de nuevo con mis alas.
Las dos rieron emocionadas.
- Cuando me enteré de lo vuestro, no me gustó por mamá. No me pareció justo. Pero vi lo feliz que le hacías... Y luego te conocí a ti. Te vi en tus peores momentos, a punto de romperte por completo. Y entonces lo entendí. Es imposible no quererte. Cuídale hasta que vuelva, que será muy pronto. Pero cuídale, Claire.
Claire asintió mientras la acarició la mano una vez más, antes de que Sofi se diese la vuelta y se fuese pero con una sonrisa más brillante que nunca.
Hart/Murray había llegado corriendo al centro de la ciudad. Estaba tan asustado y exhausto que no se fijó en la gran cantidad de gente que lo miraba mientras pasaba por la calle. Tampoco se fijó en los televisores de los centros comerciales ni de los comercios o bares, los cuales portaban su foto junto con un rótulo de "asesinato". Iba sin rumbo fijo hasta que una pareja de policías con mascarilla y guantes le dieron el alto.
- Queda usted detenido –le espetaban mientras le echaban contra el suelo.
En cuanto Hart/Murray reclamó saber por qué le detenían, flashes nuevos le vinieron a la cabeza a la par que uno de los policías le explicaba que era el principal sospechoso del asesinato de Soovin Rengel, una menor de edad encontrada muerta en el motel Soullost y con quien había sido vista en actitud íntima en una cafetería cercana. Hart/Murray se vio violándola contra su voluntad en el momento que le empezó a decir que no la tocase cuando la empotró contra la pared, se vio golpeándola contra el cabezal de la cama y se vio asfixiándola y volviendo a tener sexo con ella una vez muerta. Cuando despertó a la mañana siguiente y dejó el motel, ella no estaba dormida sino muerta.
Hart/Murray miró al frente mientras le levantaban para meterlo en el coche de patrulla y volvió a ver al perro negro, en la esquina, parado y mirándolo fijamente. Hart/Murray comenzó a reír de forma nerviosa. Al principio, tratando de aguantarse. Después, dando rienda suelta a su incipiente locura.
- Luci... ¡Luci! –Comenzó a llamar al perro delante de los policías, intentando retrasar su entrada en el coche- ¡LUCIFER! ¡MIRAD! ¡ESE PERRO ES LUCIFER! ¡VA A QUEMARME EN EL INFIERNO! –Mientras vociferaba, reía hasta provocarse el llanto- ¡MIRADLO BIEN! ¡ESE PERRO NEGRO ES EL MALDITO LUCIFER!
Hart/Murray fue empujado al coche patrulla y esposado también de los pies –a la par que aporreado- al tratar de dar golpes con ellos, mientras reía como un desquiciado y gritaba a pleno pulmón pese a su voz completamente fracturada. El perro negro siguió allí parado, viéndolo todo sin perturbarse lo más mínimo. Hart/Murray seguía gritándolo y riéndose mientras lo miraba de vuelta desde la ventanilla del coche patrulla. Antes justo de que el coche arrancase, el perro sonrió.
FIN
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