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V

Ciel y Sebastian se quedaron viendo mientras sonreían como idiotas entonces una pequeña tos de su sirviente se oía, este presenciaba la tierna pero ridícula escena.

—Joven príncipe... ¿Le ofrecerá a la señorita una bebida? —Sugería llamando la atención de los dos.

—Si… Si claro… Disculpe mi descortesía señorita… —Sebastian dijo galante quedándose pensativo— No me ha dicho su nombre.

Ciel nervioso no sabía que responder sin que su respuesta no levantara sospechas sobre su nombre .

—Soy Cielo… —Murmuró titubeante y con algo de timidez.

—Pues ciertamente eres como un hermoso cielo que uno no se cansaría de mirar.

Le halagó muy coqueto el caballeroso príncipe llevándola de su brazo se dirigían a la mesa de bebidas ante la mirada de los que estaban a su alrededor.

—Usted no me ha dicho su nombre…

Dijo Ciel con una sonrisa sintiéndose halagado por la atención que recibía, el príncipe no sabía tampoco si decir su nombre, temía que descubriera que era el príncipe arruinando su velada juntos.

—Soy… Sebastiano…

Titubeó el príncipe maldiciendo su poca creatividad. El joven sin sospechar que era el príncipe que lo acompañaba esa noche, bebieron un poco mientras conversaban de cualquier tontería.

—¿Me concedes este baile? —El príncipe le cuestionaba emocionado.

—Pero no se bailar muy bien…

—¿Lo dices por modestia o de verdad no lo haces bien?

—De verdad no lo hago bien. —Apenado respondía Ciel.

—Eres tan hermosa como sincera. Qué te parece si bailamos a solas en el balcón del otro lado ahí nadie nos verá.

Ante su petición el joven se sonrojó, estar a solas con él lo ponía nervioso aunque en el fondo de su corazón anhelaba estar a su lado un rato más así que sin pensarlo mucho lo aceptó. Mientras cruzaban el salón de repente  Ciel escuchó una voz desagradable, la de su madrastra que parecía regañar a uno de sus hijos, nervioso trataba de pasar por su lado inadvertido.

—Que sucede querida, te has puesto algo nerviosa… ¿Ya estás dudando de acompañarme? —Cuestionó el principe al sentir como se aferraba a su brazo pareciendo esconderse.

—No es eso… Es que me abruma estar rodeada de tanta gente.

—Eres tan tímida y dulce…

Embelesado le halagó Sebastian entonces alguien tropezó con ellos, haciendo que al príncipe se le cayera el antifaz, todos alrededor comenzaron a llamarle por su título a la vez que hacían las reverencias respectivas incluidos Grell y sus hijos que estaban cerca.

Pero el más sorprendido fue Ciel que sentía la mirada de todos en él por su acompañante, Grell miró a la joven fijamente le parecía tan familiar que se disponía a acercarse solo para confirmar que no era quien pensaba. Sin embargo Sebastian tomándolo en sus brazos lo llevaba, saliendo de ahí corriendo con ayuda de su fiel sirviente que los seguía.

—Suéltame… Eres un mentiroso. —Le reprochó molesto aunque era algo irónico su reclamo ya que el también estaba ocultando su identidad.

—Nunca te mentí, solo oculté la verdad.

—Es lo mismo… Debías decirme quien eras en realidad… “Sebastiano”. —Le habló algo sarcástico.

Ambos llegaron al balcón en medio de una tensa conversación cerrando la puerta se escondían del alboroto de los invitados, Agni se quedó allí para resguardar la entrada. El príncipe se negó a soltar a su damita de adorable ceño fruncido.

—Si te decía quien era temía que no me apreciaras por quien soy, soy más que un título de príncipe, te lo iba a confesar después.

Ciel sonrojado al ver su actitud le pareció sincero, su motivo parecía razonable tal vez el único mentiroso ahí era el mismo al pretender ser alguien que no era. Apenado pedía que lo bajara para marcharse, no podía humillar a un príncipe con su engaño.

—No te dejaré ir… Estás enojada conmigo.

—No estoy enojada contigo, solo no creo estar a la altura de un príncipe.

—Oh querida… Que eso no te preocupe, yo no soy un presumido que desprecia personas.

Aclaró cariñoso acariciando su mejilla sonrojado quitándole el antifaz mirando su bellos rostro.

—¿Quién despreciaría tal belleza?

Al escuchar esa pregunta Ciel desvío la mirada, pensaba que si había quien lo despreciaba y humillaba de la peor manera.

—Si supieras quien soy en realidad lo harías seguramente. Solo déjame ir, es lo mejor para ti.

—¿Por qué dices tales cosas? Si no me dices que ocultas no te soltaré. —Le advertía con seriedad sin soltarlo a pesar de que este pataleaba.

—Si te digo me dejarás ir de todas formas.

El príncipe asentía, estando muy curioso por saber que era eso que tanto le inquietaba a su damita, quería saber que era lo que la agobiaba así que atento esperaba su confesión.

—Yo… yo… —Titubeó nervioso que difícil era decirlo— Soy un chico.

Con un fuerte sonrojo le confesó agachando la mirada por la vergüenza que sentía esperaba que lo soltara pero lo que sintió fue la mano de Sebastian levantando su rostro.

—Vaya… Eso si no lo esperaba entonces hay algo que tú tampoco sabes de mi.

Ciel estaba confundido al no verlo enojado, es mas su mirada y sonrisa parecía feliz, eso le parecía muy extraño.

—Prefiero los chicos que las chicas…
—Confesó coqueto el príncipe al oído, diciendo aquello lo bajaba de sus brazos dejándolo frente suyo de pie tomaba sus manos— ¿Me concedes este baile?

El joven no sabía que responder, ni siquiera que sentir, solo sentía su corazón latir con fuerza. Todo era tan inesperado, un príncipe con esas preferencias le parecía raro.

—Si —Aceptó su petición empezando a bailar al ritmo de la música que se escuchaba desde el salón.

—Quiero ver tu cabello corto. Quítate esa tonta peluca— Al decirlo se la quitaba mientras bailaban lentamente—Así te ves mejor y más hermoso.

—Claro que no…

—Siempre esperé a alguien como tu, me gustas mucho.

—¿Tus padres saben de tus preferencias? —Sonrojado trató de cambiar el tema.

—No… Sino no me anduvieran buscando esposa.

—Entonces buscarás una y tendrás a un chico de amante.

Con una extraña sonrisa le insinuó Ciel, ante eso el príncipe se quedó pensativo unos segundos, hasta que se decidió a responder.

—Si encuentro un chico perfecto como tú, dejaría todo para escaparnos e irnos lejos.

—Solo dices eso para ilusionarme tontamente— Diciéndolo se soltaba.

—No es cierto… Me gustaste desde que te vi en la puerta. Si yo no te gusto eres libre de irte.

Apenado un poco más no podía negar que le gustaba también así que arriesgándose asentía con la cabeza aceptando sus sentimientos. Eso bastó para que Sebastian sonriera acercándose se prestaba a besarlo pero entonces unas campanadas anunciaban la medianoche, asustado el joven palidecía al recordar la advertencia de su hada madrina pronto volvería a la ropa harapienta que tenía antes.

—Debo irme… —Dijo nervioso al salir corriendo por la puerta donde estaba Agni.

—No lo dejes ir Agni…

—Déjame ir por favor. —Le rogó a Agni mientras Sebastian se acercaba.

Entonces unos pequeños destellos envolvieron al joven que tristemente cerraba los ojos para no ver la decepción de su príncipe que sorprendido junto a su sirviente miraban esos brillos.

—Eres todo un caballerito… —Le halagó el príncipe tomando su mano.

—¿Qué? —Sorprendido le decía al no ver su decepción.

Mirándose a si mismo notaba que vestía ropa de caballero y no sus harapos de antes entonces le pareció escuchaba una risilla. ¿Era el ji ji ji de su hada madrina?

—Eres aún más bello de lo que pensé.

Tomando sus labios los besaba dulcemente, beso mágico que duró unos segundos y que los uniría, separando sus labios se abrazaron sin dejar de verse empezaron a bailar muy felices. A la mañana siguiente se escuchó a Grell gritar por toda la mansión el nombre de su Cieliciento, al no encontrarlo en la cocina fue a su habitación, pensaba que seguramente seguía resentido por lo de la noche anterior así que aprovecharía para burlarse pero al entrar solo encontró un hermoso vestido y zapatos en la cama.

—¡Eras tú… Maldito mocoso! —Decía en una rabieta al recordar a la joven que le parecía familiar y acompañó al príncipe toda la velada, buscándolo en su habitación se dio cuenta que había huido, empezó a reír por la loca idea que por su cabeza cruzó— Claro que no huyó con el príncipe, es un chico. Eso es muy loco… A menos que lo engañe diciendo que es chica.

Con esa idea en su cabeza fue al castillo para cerciorarse si él estaba ahí y si lo estaba lo haría quedar mal, sería tan divertido pensaba. Entonces un sirviente del rey le explicó que el príncipe había huido con el chico que ella buscaba. Nuevamente consumida por el enojo era echada del castillo por ese sirviente.

—Viajaremos por todo el mundo mi Cielo. —Cariñoso susurró el príncipe a su pequeño que sonreía emocionado cuando iban en un carruaje.

—Claro que si mi Sebastiano…

Dijo burlón con una sonrisa, uniendo sus labios a los suyos se besaban dentro de ese carruaje que era conducido por Agni y los ratoncitos junto a él le hacían compañía.

—Ji ji ji… Te dije que en el baile te esperaba algo importante y fue así que el Cieliciento vivió feliz para siempre con su príncipe gay. Ji ji ji

Dijo muy animado el hada madrina mientras veía alejarse el carruaje donde viajaba la linda pareja rumbo a su feliz destino.

¿El fin?

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Muchas gracias por haber seguido esta historia.

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