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Primer día

Dire Crowley sujetaba sutil el mentón de su nuevo estudiante que nervioso evitaba esa fija mirada que parecía titilear mientras escudriñaba el sello plasmado en su ojo, sello que lo unía a su desaparecido demonio, ese sello era lo único que le hacia guardar la leve esperanza de volverlo a ver, de regresar a su mundo, recuperar su vida que era más normal que esta.

—Un niño haciendo un pacto de este tipo, debiste estar muy desesperado para hacerlo. —Le habló con una sonrisa sin dejar de observar ese sello que ahora se mostraba opaco— Por lo pronto nadie necesita saber este detalle en ti, no sería conveniente que te ganes la mala fama de ser el niño del demonio ¿Verdad?

Con sutilidad le advertía mientras volvía a colocar el parche sobre su ojo, Grim a su lado le miraba atento un poco sorprendido, ser compañero de alguien con esta particularidad no era habitual.

—¿Sería malo si se enteran? —Ciel cuestionó.

—Tu pregunta se responde con este parche. Del mundo que vienes ¿Era bueno que lo supieran?

—Ya entendí. —Murmuró el joven al  acomodarse bien su parche.

—Te queda bien el uniforme joven Ciel pero date prisa que se te hace tarde.

—Pero dijo que perdonaría mi atraso.

—Yo si pero tu maestro no...

Con una maliciosa sonrisa le aclaró desapareciendo frente a sus ojos, Ciel  con molestia salió corriendo para buscar su salón de clases seguido de su extraño nuevo amigo. 

—Ciel... ¿Cómo son los demonios? ¿Son muy malos?

—¿Y tú no eres un demonio? Bueno no sé que eres.

—Soy un ser mágico.

—Hablemos de eso más tarde, guíame a mi clase por favor, voy atrasado y muero de hambre. Hoy no es mi día...

El joven corría siguiendo la extraña figura revoloteadora de su compañero mientras su estómago gruñía, su mayordomo no le hubiera permitido empezar sus actividades sin un buen desayuno. Era inevitable no pensarlo estaba tan acostumbrado a él, como un mal hábito del que no podría deshacerse jamás. ¿Lo extrañaba? Obviamente así era, no puedes olvidar a alguien que ha sido tu sombra por más de tres años. De qué forma lo extrañaba era un tema pendiente de pensar.

—Esta es tu clase, entra, saluda y siéntate donde sea posible.

Ciel escuchó su sugerencia, tomando un fuerte suspiro entraba, decidido a hacer su mejor esfuerzo en este nuevo mundo, debía cultivar y hacer florecer la magia que en su interior radicaba, la que suave se estremecía dentro suyo debía fortalecerse para volver a su mundo, con Sebastian. 

—Joven... No permito que lleguen tarde a mi clase. Retírese por favor.

Ese regaño fue suficiente para que todos sus ánimos se esfumaran al instante, irónicamente como arte de magia, en silencio salió como entró, como una brisa efímera aún en esa brevedad sintió la mirada de sus compañeros que no alcanzó a conocer por ahora. Al salir se sentía abochornado, fijó su mirada de odio a su revoloteador compañero que sonreía nervioso.

—Olvidé que tu primera clase era con Mozus Trein y a él no le gusta que lleguen tarde. Lo siento Cielito.

—Lo hiciste a propósito... ¿Cómo no ibas a saber? No me eres de ayuda.

—En serio lo olvidé pero ya que no tienes clases hasta más tarde podemos ir a desayunar. ¿No?

A regañadientes Ciel aceptó la sugerencia porque ciertamente moría de hambre.

—Grim ¿Al menos sabes dónde podemos desayunar?

—Dijiste que ayer conociste a Sam, podemos ir a su tienda y comprar unos bocadillos.

—¿Comprar? Yo no tengo dinero.

—Yo tampoco entonces tú lo distraes y yo los tomo.

—Eso es robar, yo quiero convertirme en mago no en ladrón. 

Ambos discutían animadamente mientras se dirigían hacia los exteriores de la escuela, donde se suponía estaba la tienda.

—Oye... ¿Qué haces paseando por aquí en horas de clase? Esa es una falta a las reglas ¿Sabes lo que les pasa a quienes rompen las reglas?

Ciel con una sonrisa nerviosa no sabía que responder ante este chico con mirada algo siniestra, a pesar de ser solo un poco más alto daba miedo.

—Todavía no estoy al tanto de todas las reglas de la escuela —Con un tono sumiso respondió al inesperado regaño, aunque no era de su agrado mostrarse así y menos hacer lo que haría ahora— Lo siento, no fue mi intención.  

—¿Eres nuevo? Que extraño que acepten estudiantes ya transcurridas las clases ¿En qué anda pensando el director?

—En efecto, hoy es mi primer día. Soy Ciel Phantomhive.

—Ummm diría que es un placer conocerte pero rompiste una regla y eso me altera un poco. —Dijo este chico pelirrojo pero tomando un gran respiro se calmaba— Pero es tu primer día y soy justo, sino sabes las reglas no puedes saber que hacer y que no ¿Verdad? Sería injusto que te cortara la cabeza por ser ignorante.

—¿Cortarme la cabeza?

—Es el castigo por romper las reglas. Así que para no volverme a ver en este dilema te dejo este folleto con las reglas. —En su mano le entregaba un folleto que apareció en medio de un destello— Y sabes que este lazo está mal atado así no se lo lleva aquí.

—Es que me vestí al apuro, lo siento... —Murmuró Ciel al sentir como este a pesar de su gesto malhumorado arreglaba su lazo. De reojo le miraba, de alguna forma este pelirrojo le recordaba mucho a si mismo, en su personalidad fría, soberbia y un poco gruñona. 

—Nos vemos después, lee las reglas no quisiera cortar tu cabeza.

Este chico con aparente seriedad habló sin decir más seguía su camino, dejando a los dos mirándose entre si.

—¿Por qué no me dijiste que andar por aquí era romper una regla? —Ciel con una forzada sonrisa le reprochaba, retomaban su camino  hacia el patio con prisa antes de ser visto por alguien más.

—Es que no me gusta seguir las reglas además no creí que justamente nos encontraríamos con el pesado de Riddle Rosehearts.

—¿Y ese chico es alguien importante aquí? Para hacer ese tipo de amenaza.

—Dirige uno de los principales dormitorios de la escuela,  HeartsLabyul, son muy estrictos ahí. Ese Riddle un día me puso un collar en mi cuello para que no usara mi magia. Es malo aunque creo que tú le gustaste hasta arregló tu lazo, a otro le hubiera enredado el lazo por el cuello.

—No digas tonterías... —Sonrojado aclaró Ciel sin hacer mucho caso— No estoy aquí para eso.

—¡Uhh... Ciel y Riddle se van a casar!

Canturreaba este ser mágico revoloteando a su alrededor con obvias intenciones de fastidiarlo, el joven comenzó a manotear el aire para callarlo entonces ya estando en el patio tropezó cayendo al piso sobre el césped. Avergonzado Ciel se disponía a levantarse cuando una risa se escuchó y no era la de su fastidioso amigo.

—Niño, eres la alfombra nueva de la escuela. —Se le burlaba alguien sin intención de ayudarlo a levantarse.

—Oye no te burles del niño... Su torpeza no debe ser objeto de burla.

Ciel se levantaba solo mientras escuchaba a este par de extraños discutir, se sacudía el uniforme lleno de hojitas verdes, no se había golpeado fuerte porque cayó sobre el césped.

—Oh el niño alfombra es lindo y tan pequeño. ¿Cuántos años tienes? — Cuestionó un chico de gran sonrisa, parecía de buen humor.

—Tengo trece años casi catorce. —A regañadientes respondió.

—¿Trece? —Cuestionó el otro con extrañeza— Que raro, no tienes la edad para estar aquí.

—¿Y que edad tienen ustedes? — Cuestionó Ciel con curiosidad.

—Tenemos dieciséis.

Respondieron al unisono los dos jóvenes.

—No respondas al mismo tiempo vamos a parecer gemelos o qué.

El otro joven más serio y de cabello oscuro le decía a su compañero, quien solo se reía.

—¿Viste a un joven con gesto serio y cabello rojo pasar por aquí? Venía delante de nosotros. —Preguntó el chico extrovertido.

—Si... Creo que si lo vio porque tiene el folleto de reglas en su mano— Dijo el otro sin dejar responder a Ciel.

—Seguro ya lo regañó... ¿Y cómo te llamas pequeño? Yo soy Ace Trappola y estoy en primer año.

—Soy Ciel Phantomhive también voy a primero y agradecería que no me llamaras pequeño.

—Vaya el "pequeño" tiene carácter. —Se le burlaba este— Y mi amigo aquí que no se presenta es Deuce Spade también de primero.

—No soy tu amigo... Me desagradas.

Ciel sonreía ante la mala relación de estos dos de alguna forma le recordaba su relación con su demonio ¿Dejaría de pensarlo en algún momento?

—Ciel... Nos vemos en clases la próxima hora —Se despedía Ace con una sonrisa siguiendo a su compañero que se alejaba sin decir nada. El joven hacía un ademán de mano en señal de despedida, al menos ya no se sentiría tan solitario en su próxima clase, al verlos marcharse ahora algo le extrañó ya que estaba su alrededor muy silencioso. 

—Grim ¿Dónde estás? —Murmuró caminando lo buscaba con la mirada— ¿Cómo pudo dejarme solo? Seguramente se fue a comer sin mi.

Enfuruñado el joven de mirada azulina seguía caminando mientras deseaba que no se le apareciera alguien extraño, se sentía inseguro a cada paso que daba aunque el lugar era agradable a la vista no dejaba de ser intimidante, todo era nuevo e inesperado. El estómago le rugía de hambre, pensaba en este primer día tan horrible y apenas empezaba.

—Sebastian... ¿Por qué me mandaste aquí? Cuando te vuelva a ver te voy a matar... —Susurraba con una mezcla de enojo y tristeza, su mirada cansina se dirigía al cielo, sabiendo bien que su demonio no estaría allí.

—¿Con quién hablas? ¿Sebastian? ¿Ese era tu demonio? —Le hablaba una voz conocida al oído, en un sobresalto Ciel se le apartó— Imaginé que estabas por aquí, tu estómago ruge, no has desayunado ¿Verdad? 

—Señor... No me asuste así... —El joven sonrojado le decía un poco agitado.

—Lo siento quise sorprenderte al verte tan concentrado, te invito a desayunar para que veas lo amable que soy además quiero comunicarte algo importante.

—Claro... Se lo agradezco.

Comenzaron a caminar para ingresar de nuevo a la escuela, se dirigían a su oficina. Ciel daba un último vistazo al patio para ver si hallaba a su desleal compañero.

—Me agradas porque eres muy educado, no muchos aquí lo son. Eras alguien de la nobleza ¿Verdad? Me dijeron que ayer no te fue muy bien con los platos y lo entiendo porque mira tus manitos. —Deteniendo sus pasos tomaba sus manos y las apretaba a las suyas— Son tan delicadas, tú no conoces el trabajo doméstico. ¿No?

—En mi mundo era alguien de la aristocracia inglesa, tenía el título de conde.

—Vaya, ya lo sospechaba entonces es una ofensa pornerte a lavar platos. —Ciel sonrojado trataba de apartar sutil sus manos, el otro sonreía al ver su reacción, soltándolo seguían su camino— Te asignaré otras labores menos humillantes para ti ¿Qué te parece?

—Si es posible... Pero no crea que no quiero cumplir nuestro trato haga lo que crea conveniente.

—Me resulta graciosa la manera en que te expresas, tan sumiso pero tu mirada refleja un sentir contrario. No finjas mucho tu manera de ser, la esencia de nuestra magia radica en la oscuridad de nuestros seres. Recuérdalo.

—Entiendo... —Susurró Ciel cuando llegaban a su oficina, al abrirse la puerta su mirada se iluminó un poco al ver una silueta que confundió con la de su demonio.

—¿Por qué me ves así? —Expresó con tedio este hombre ante la mirada fija del joven que por primera vez veía, suponía que era un estudiante nuevo bastante pequeño pensaba.

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