Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 11

El sol comenzaba a ocultarse por el horizonte cuando el equipo regresó a la base. Emma los organizó, dio instrucciones claras sobre lo que tenían que hacer y qué buscar. La información recabada no era mucha, pero suficiente para tener donde comenzar.

—Nos espera una larga noche —comentó Xander—. Así que será mejor que nos pongamos a trabajar.

Milán se apoderó de la sala de juntas, intentando organizar las piezas del rompecabezas con la poca evidencia recolectada hasta el momento. Sin embargo, se sentía estancado en su investigación hasta que Wólfram interrumpió sus pensamientos al llegar con una caja llena de expedientes.

—Por favor, dime qué traes comida —dijo Milán, hambriento—. No puedo pensar con el estómago vacío.

—Lamento decepcionarte, pero lo que traje aquí no abrirá tu apetito —respondió Wólfram sacando los expedientes—. Y deberías buscar un pizarrón más grande.

—¿Qué tan desagradable es?

—Lo suficiente como para perder el apetito. Solo revisé los últimos diez años y encontré más de cuarenta casos similares.

Milán lo observó detenidamente.

—Gracias —pronunció, dejando a un lado el caso por un momento.

—¿Por qué? —preguntó Wólfram.

—Por lo que hiciste con Isaac. Lo apoyaste desde el minutó uno y no lo dejaste solo.

—Él me agrada, solo es eso.

—Mira esto —dijo Milán, ignorando el comentario y volviendo su atención a los expedientes—. La forma de tortura en estos casos es similar.

—¿Cuál crees que sea su motivo? ¿Será algún tipo de mensaje? —preguntó Wólfram.

—Podría ser que lo hagan por placer —respondió Milán—. Observa aquí: cuanto más antiguos son los casos, más erráticas son las heridas. Los cortes que vimos hoy fueron precisos entre la carne y los huesos. Parece que lo han perfeccionado.

Milán se sumergió en los documentos, ignorando todo a su alrededor.

Después de horas trabajando sin descanso, Xander finalmente logró obtener un nombre y una dirección a partir de la huella que los forenses pudieron recuperar. Con la satisfacción de un avance en la investigación, fue a compartir la noticia con Emma.

—Tenemos un nombre y la dirección de su trabajo —dijo Xander, lanzando el documento sobre el escritorio de Emma—. Isaac vendrá conmigo; creo que es hora de que aprenda ciertas cosas.

Emma, quien poseía habilidades informáticas singulares, no solía usarlas con frecuencia, prefiriendo evitar largas horas, encerrada en una habitación. La información que Xander había encontrado pertenecía a una mujer con una dirección y un número de teléfono que no se podía rastrear. Justo en ese momento, Wólfram entró en el laboratorio con dos tazas de café y, de manera despreocupada, dejó una cerca de Emma, quien, sin decir una palabra, la arrojó a la basura.

—Escucha —comentó Emma sin siquiera mirarlo—. Todo lo que ves aquí es extremadamente sensible, así que ten más cuidado con lo que traes y dónde lo dejas.

—Era solo un café, estaba siendo amable.

—Es impresionante verla trabajar —dijo Milán—. Yo tenía esa cara la primera vez que la vi frente a una computadora.

—¿Puede abrir documentos clasificados? —preguntó Wólfram.

—Puede abrir lo que sea, no importa si es clasificado. Ella es capaz de hackear cualquier base de datos. Aunque probablemente terminaríamos en prisión.

—Son delitos informáticos —aseguró Wólfram—. Podríamos pagar la fianza.

—¡Bingo! —exclamó Emma—. Miren esto, tiene un hermano y ambos fueron ingresados en servicios infantiles a los catorce años. Eran demasiado grandes para ser llevados a un hogar de acogida, pero lograron encontrarles un hogar. Esto se pone interesante: esa familia que los acogió la primera vez desapareció meses después sin dejar rastro. Lo mismo ocurrió con todas las familias que los recibieron, excepto una. Pero no tienen ni siquiera una infracción de tránsito, y no parecen delincuentes.

Emma les mostró las fotografías de sus licencias de conducir, y continuó tecleando mientras Milán y Wólfram leían la información.

—Esa familia que los adoptó, la última que mencionaste, heredó su propiedad —señaló Milán—. Y adivinen dónde está.

Los tres salieron y condujeron durante más de treinta minutos hasta llegar a un lugar apartado. La casa estaba en las afueras de la reserva. Wólfram llamó a Xander e Isaac para que se les unieran lo más rápido posible. Estacionaron fuera del perímetro y se dividieron en equipos. Emma revisaría el perímetro, Wólfram y Milán la casa, pero este prefirió entrar solo. Al entrar, el fuerte olor a putrefacción le obligó a taparse la nariz.

Milán caminó con cautela entre la suciedad. El lugar estaba lleno de basura en cualquier dirección que mirara. Después de revisar algunas habitaciones, regresó a la planta baja. El lugar estaba completamente vacío. No había pasado mucho tiempo cuando Isaac y Xander llegaron.

—Revisaremos el perímetro —dijo Xander.

Isaac se movió rápidamente, desenfundó su arma y giró para ver a Xander, quien parecía congelado en el tiempo. No solo él, el viento no soplaba ni las aves cantaban. Isaac sintió una presión en el pecho y no podía dejar de mirar la casa. El aire a su alrededor se sentía pesado, como si lo apresara. La tierra en sus pies se veía lejana y borrosa. Sus piernas se movieron velozmente y, al entrar a la casa, el olor a pestilencia y muerte inundó su nariz.

Milán lo escuchó entrar justo cuando una mujer delgada apareció frente a él. Su cuerpo mostraba signos de desnutrición extrema, con ojos demasiado abiertos y hundidos en las cuencas. Su largo cabello rubio emanaba un olor a suciedad y muerte. Vestía ropa vieja y sucia, demasiado grande para su cuerpo, y había rastros de sangre alrededor de su boca.

Milán se tensó, alerta, y sus manos se movieron de forma automática.

—No deberías estar aquí —gruñó la mujer, mirándolo fijamente a los ojos—. ¡Lárgate! No percibo maldad en ti y no quiero tener que matarte.

Milán le apuntó con su arma, dispuesto a disparar.

—¡Milán! —gritó Isaac—. Baja tu arma, por favor. Ella no quiere hacernos daño, no quiere lastimar a nadie, pero no puede controlarse.

—El homicidio es un delito —señaló Milán, con el dedo en el gatillo.

La mujer comenzó a emitir ruidos extraños; sus dientes crujían de manera aterradora mientras se acercaba a ellos.

—Espera —pidió Isaac, poniéndose frente a ella y mostrando sus ojos amarillos—. ¡Milán! Sé que no entiendes, solo hazme caso. Ella es una wendigo, una exterminadora. Baja el arma y déjame explicarte.

—No —se negó Milán—. No me importa lo que sea, no puedo dejarla ir, no puede seguir matando personas.

—¡Escúchame! —exclamó Isaac, colocándose frente al arma—. Ella... su papel en este mundo es exterminar a las personas que albergan maldad y que han lastimado a alguien. Sé que te parece extraño, pero no matan por capricho. Las leyendas hablan de ellos como criaturas que mantienen controladas las emociones negativas de los humanos por miedo a ser devorados. Esa ha sido siempre su razón de existir. Si le disparas solo conseguirás enfurecerla.

Milán se encontraba en una situación difícil. Dejar a una mujer que devoraba humanos suelta no era algo que le resultara fácil, pero tal vez de alguna manera eso podría facilitarle su trabajo.

—¿Estás seguro? No salen simplemente destrozando y mutilando personas al azar.

—Sí, estoy seguro. Si, si la matas, si esto se descubre, nuestros mundos nunca volverán a ser los mismos —advirtió Isaac, con una mezcla de determinación y tristeza en su voz—. Estás cruzando una línea peligrosa, y no quiero que seas tú quien pague el precio.

Milán mantuvo una expresión neutral y bajó su arma. Se había prometido a sí mismo, después de lo que le había sucedido a Xander, que no agacharía la cabeza frente a una criatura nuevamente, que no los dejaría ir si eran culpables de algo y que los mataría si era necesario. Pero en ese momento decidió confiar en Isaac.

—Está bien. Pero si intenta algo, no dudaré en disparar.

La mujer retrocedió un poco; sus movimientos eran espasmódicos y sus ojos seguían fijos en ellos. Isaac se acercó lentamente, con las manos en alto en señal de paz.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Isaac con voz suave.

—Lena —respondió la mujer con un gruñido, su voz rasgada y profunda.

—Lena, vamos a ayudarte, pero necesitas confiar en nosotros. No queremos hacerte daño.

Ella observó a Isaac, sus ojos amarillos, brillando con una intensidad que parecía calmarla. Después de unos momentos, asintió lentamente.

—No puedo controlarlo —dijo ella—. Mi hermano y yo hemos tratado de resistir, pero es demasiado fuerte. Él es peor, mucho peor.

—¿Dónde está tu hermano ahora? —preguntó Milán, todavía alerta.

—Cazando —respondió—. Salió anoche y no ha regresado. Sabe que vienen por nosotros, siempre lo sabe.

—Tenemos que encontrarlo antes de que vuelva a matar —dijo Milán—. ¿Cómo lo controlan?

—La única forma de calmarlo es... matando a quien despertó esto que vive dentro de nosotros —dijo Lena con furia en la voz—. No queremos matar, pero si no lo hacemos, perdemos el control y... es mucho peor.

—¿Cuántas víctimas? —preguntó Milán, su voz firme.

—Demasiadas —respondió ella, bajando la mirada—. Hemos intentado detenerlo, pero no hay salida.

El aire en el lugar se volvió espeso, cargado de humedad y el olor a sangre. La tensión era palpable.

—¡Ya está aquí! —exclamó ella.

Milán se levantó y le indicó a Isaac que estuviera alerta.

—Déjame hablar con él —susurró Isaac—. No sabemos cuán peligroso puede ser su hermano.

De repente, un rugido feroz rompió el silencio y el hermano de Lena se abalanzó sobre ellos. Era una figura imponente, con ojos brillando de locura salvaje. Sus piernas y brazos eran largos, con enormes garras saliendo de sus dedos. Su rostro deforme mostraba una estructura ósea y una especie de cornamenta en la cabeza, mientras sus dientes formaban filas de pequeños colmillos afilados. La criatura casi alcanza a Milán, pero Isaac fue más rápido y sus garras se impactaron en su espalda.

—¡No! —exclamó Milán furioso. Estaban tan cerca que pudo oler el aroma a café en su aliento—. ¿Qué demonios estás haciendo?

—¡Estoy bien! —exclamó Isaac con una sonrisa—. No queremos hacerte daño —dijo, girando para tratar de razonar con la criatura.

Pero el hermano de Lena no escuchaba. Sus movimientos eran erráticos, impulsados por una furia insaciable. Milán levantó su arma, pero sabía que disparar solo empeoraría las cosas.

Isaac dio un paso adelante, sus ojos amarillos encontrando los de la criatura.

—Soy como tú —dijo Isaac con firmeza—. Entiendo tu dolor, lo que duele luchar contra tu instinto, pero matar no es la solución. Déjame ayudarte.

Por un momento, la criatura pareció dudar. Sus ojos perdieron parte de su ferocidad y un atisbo de humanidad apareció en ellos. Pero entonces, un ruido desde afuera lo hizo girar y su furia volvió con fuerza renovada.

Milán apretó los dientes. Sabía lo que debía hacer, pero odiaba la idea.

—Hablar no va a funcionar —dijo—. Está demasiado lejos de su humanidad, demasiado perdido.

Antes de que Milán pudiera disparar, el hermano de Lena se lanzó hacia ellos con una velocidad sorprendente. Isaac se interpuso, tratando de detenerlo, pero la fuerza de la criatura era abrumadora. Milán tuvo que tomar una decisión en una fracción de segundo. El disparo resonó en la casa, pero quien cayó al suelo fue Isaac. La bala se incrustó en su hombro. Milán bajó su arma, sus manos temblaban y su corazón latía con fuerza.

Isaac le sonrió, se levantó rápidamente. Sin transformarse, esquivó el ataque y respondió con una velocidad feroz, con sus sentidos agudizados por el peligro.

—No voy a permitir que toques a los míos —murmuró, mientras sus ojos brillaban con la ferocidad de un lobo acorralado.

Se enfrentó al wendigo. Sus garras aparecieron y comenzó un ataque frontal. Sus golpes, patadas y arañazos parecían funcionar; el sujeto no era un buen rival. Sin embargo, eso no duró mucho tiempo. La herida en el hombro no sanaba y seguía sangrando. Lena se unió a su hermano; ahora eran tres criaturas poderosas luchando y estaba claro quiénes tenían la ventaja.


Milán sostenía su arma, pero sus manos temblaban. Si disparaba, podría lastimar a Isaac nuevamente. La impotencia y la furia se apoderaron de él al ver a Isaac siendo herido sin poder hacer nada para ayudarlo.

—Debes recobrar la calma. Si deseas ayudarlo, debes aprender a controlar tus emociones —dijo una voz en su interior—. Cuando lo logres, imponte sobre ellos.

Milán respiró profundamente, intentando tranquilizarse. Trataba de desvanecer el miedo que sentía al ver a Isaac sangrar. Poco a poco, recuperó la calma; fue difícil, especialmente cuando los golpes y los sonidos de huesos quebrándose resonaban a su alrededor.

Milán respiró profundamente, intentando tranquilizar su mente y su corazón. Trataba de desvanecer el miedo que sentía al ver a Isaac sangrar y ser lastimado. Poco a poco recuperó la calma, fue difícil, especialmente cuando los golpes y los sonidos de huesos quebrándose resonaban a su alrededor. Sin embargo, finalmente logró encontrar esa tranquilidad dentro de sí mismo.

—¡Basta! —ordenó con firmeza y sus ojos emanaron una especie de brillo.

Lena y su hermano se detuvieron, sus movimientos congelados en el aire. Incluso Isaac, sangrando y jadeando, levantó la mirada hacia Milán con asombro. La atmósfera en la habitación cambió, como si algo estuviera tomando el control.

—Retrocedan y escuchen —ordenó Milán, con su voz más firme que nunca—. Tienen que irse, ahora. Y tú... nunca vuelvas a hacer algo así. No te arriesgues por mí.

Milán sentía algo dentro de él. Era como si una energía naciera desde lo más profundo de su ser, algo que podía controlar. Lena, aun con la respiración agitada, miró a su hermano y luego a Isaac, quien se mantenía de pie con dificultad. Los wendigos vacilaron, pero huyeron.

—Tenía que hacerlo. Lo prometí y fallé, no volverá a pasar —declaró Isaac, con una sonrisa—. ¿Eso está mal?

—Sí, está mal —respondió Milán, intentando sonreír—. Tenemos que replantear esas promesas.

Ambos salieron de la casa. Todo a su alrededor era silencio. Era como si el tiempo se hubiera detenido. Isaac descendió los escalones, sintiendo cómo su cuerpo no se recuperaba de la herida. Su visión comenzó a distorsionarse y una neblina densa se formó en el suelo, revelando la figura de Verena.

—Prometí cuidar de ti hasta que estuvieras listo —dijo Verena, deslizando su mano sobre la herida de bala—. Él debe tomar sus propias decisiones y tú debes dejar de interferir.

—Nunca dijiste que no podía ayudarlo —respondió Isaac, frustrado.

—Lo sentiste. Suprimió tu maldición y la de ellos solo con palabras —dijo ella—. Debes ser honesto contigo mismo y con los demás. No has revelado la verdad sobre quién eres, por qué estás aquí, y qué has estado haciendo en estos últimos años.

—No hables de mí como si me conocieras —gruñó Isaac—. Le diré todo cuando sea el momento adecuado. Sé que él lo entenderá.

—Te conozco más de lo que crees. —Ella lo miró con intensidad—. Recuerda que, tu transformación será un proceso largo y posiblemente doloroso. Las cosas construidas sobre mentiras son tan frágiles como un castillo de naipes...

Las palabras de Verena resonaron en la mente de Isaac, tensando su cuerpo al recordar aquella noche. Sin embargo, la voz de Milán lo sacó de su ensimismamiento, devolviéndolo al presente.

—Hicimos un buen equipo —mencionó Milán.

—Sí. Aunque yo llevé la peor parte.

El equipo se reunió, como si nada hubiese pasado, sus recuerdos fueron reorganizados de forma que pensaban que nada había sucedido. Isaac supuso que Verena tenía algo que ver con el comportamiento extraño de todos, pero en ese momento no le importó. Recostó la cabeza sobre el cristal de la ventana y se quedó profundamente dormido sin darse cuenta.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro