El gran sacerdote se encontraba consternado, lo único que se le vino a la mente fue pedir una explicación, dejando con palabras entrecortadas como respuesta.

Fue ahí donde el plan fracaso, la decisión volvió a la indecisión tartamudo en cada sílaba que lograba dejar salir y repetir con insistencia. Nunca fue correcto, aún así persistieron. Quería huir, algo no propio de caballeros. No fue justo para la dama dar la cara por ambos sabiendo que él insistió en un inicio. Le faltaba calor. El padre decía conocerles perfecto, o lo suficiente para reconocer la mentira

—¿Qué sucede con ustedes? —cuestiono, tratando de dar excusas en su mente— Esto no es justo, ambos recibieron la misma educación y privilegios como para pagar con esto.

—Fue inevitable, sólo sucedió — Marcarita que fue más valiente.

—Esta fue idea tuya, conociendo tus mañas, sé y estoy seguro que tu iniciaste esto —aseguraba que su propia hija había seducido a su hermano y él menos indicado a su criterio— ¿Cómo haz podido corromper a tu hermano?.

—Deje de vivir en otro tiempo. Todo  esto a sido mi culpa —se levantó de inmediato, poco a poco se acercó temeroso a su padre, pero tendría que armarse de valor para enfrentar las consecuencias— Yo inicié todo, si tiene que castigar a alguien, a mi debe ser.

— ¡ Castigueme a mi también ! — Grito Marcarita que igualmente se levantó —Yo fui quien permitió esto, ambos sabíamos que esto estaba prohibido, pero no quisimos detenernos, le pedimos que nos perdone — Tomó de nuevo la mano de su hermano quien la había soltado para hacerle frente a su padre.

—¿Cómo se han atrevido?. En algún momento mi mente me dio la mala jugada de pensárselo, pero no me imaginé que fueran tan estúpidos y caer. Son una deshonra.

—¡Lo sentimos! Si eso esperas —gritó Marcarita interrumpiendo a su padre—, no somos como usted y tampoco lo que creé, y me alegro. Es injusto igualar a un egocéntrico que no se interese en los demás incluyendo a sus hijos. No le importe ni siquiera sus sentimientos, sólo el que dirán.

—Te deberías tranquilizar.

—No — grito de nuevo— ya no cállare más. Alguien tiene que decirle sus errores, nadie es perfecto y el tiene que comprender. Es nuestro padre pero ni siquiera se a tomado la molestia de ir con cada uno de sus hijos y hablar para conocerlos.

Jamás ninguno de sus otros hijos ni ella le habían hablado de aquella manera, sabía que su hija tenía razón al decir que todos habían cometido un error en su vida. Era cierto, no se tomó la molestia creyendo que si el era inteligente y fuerte de emociones, sus hijos le superarían llegando a no necesitarlo. Les amaba tanto, tanto que dejaría caer y aguantar sus dolores si le fuera posible.

—Por esa razón estoy aquí. Espero no sea tarde para intentar. No pretendo seguir peleando —, al escuchar a su hija trato de tranquilizarse — ¿Podemos hablar ?, quizás encontremos una solución.

Marcarita sorprendida aceptó.

—Si quieren podemos ir a un lugar más privado, aquí todo se sabe —la mujer miraba desde un rincón, pero al escuchar las últimas palabras del ángel, huyó.

Los guió a una habitación donde no se escuchaba ningún sonido del exterior y menos afuera de ella se escuchaba lo que se hablaba dentro. Tomaron asiento. Se ofreció té y galletas, el gran sacerdote ya estaba fastidiado, pero lo acepto para no quedar mal. El silencio se mantuvo por algunos minutos.

—No me alegra en nada la noticia. Pero si son felices… ¿Qué puedo hacer?, son hermanos en un momento u otro se volverán a encontrar si los llegase a separar — Decía pensativo — sería extraño para los demás y las reglas aveces no sirven más que para mantener el orden, pero el rey de todo suele romperlas muy a menudo. Además, si algo le parece divertido y está prohibido, no importan.

—¿No está enojado?.

—No se que pensar o como actuar ante tal situación. Siento decepción y felicidad, extraño. Tampoco lo hubiese dicho sabiendo la clase de padre que soy —, con una sonrisa en su rostro trataba de sincerarse y dar confianza. Sus hijos no sabían si estar felices o preocuparse por que su padre no haya reaccionado como esperaban— Se que no puedo hacer nada. Pero, si podría hablar con ustedes para que eviten cometer errores que pueden dañar psicológicamente el uno al otro, tendré que explicarles algunos métodos de prevención entre otras cosas.

—No se refiere a esa platica ¿Verdad? —le preocupaba más cada palabra y el sermón a venir de su padre— ¡Fue horrible la primera vez!.

—No creo que sea necesario pasar por esto —, trato de cubrirse el rostro lleno de pena.

—¡Hay cosas que no mencione, eran muy chicos para entender!. Otras tendrán que descubrirlas ustedes mismos, yo sólo los informaré.

—No es necesario.

—Créanme que yo no me siento cómodo hablando de estas cosas  —admitio con seriedad— pero no tengo otra opción, es lo de menos y no quiero que me culpen y digan que por no hablar del tema, también sea un mal padre.

Salieron de la habitación después de una hora para luego dirigirse al Palacio.

—¿Tan pronto haz llegado? — pregunto uno de los Reyes que se percató de la presencia del gran sacerdote. Esperaban que tardará más de un día para hablar con cada uno de sus hijos. Le envío señas al otro para que guardará la armadura y espada que sacaron para su nuevo juego.

—Tengo algo importante que decirle. Dos angeles se han enamorado entre ellos —hizo que sus hijos estuvieran en frente de él para que el rey los viera con atención—, ya me asegure que hayan recibido un castigo de acuerdo al delito cometido. Por lo cual le pido que acepte su relación.

—Esta bien ¿Cuándo será la boda? —ya era mucho con saber de una relación, le daría un infarto una boda y tan precipitada.

—¿Cuál fue su castigo? —pregunto el otro rey—, espero que no haya sido tan cruel, cuenten cual fue su castigo .

—Con todo respeto, no quisiéramos recordar eso —muchos traumas para un día.

—Usted no quisiera escucharlo —el gran sacerdote reía y los Reyes sólo se mostraban confundidos.