Capítulo 5
26 de marzo
Se acercaba su cumpleaños de Yaiza. No estaba seguro de si era el 3 o el 10 de abril, pero ahora contamos con ayuda de las redes sociales, así que me puse averiguar y resultó que era la segunda opción.
No sabía que regalarle. Hace tiempo que no hago un obsequio y quería que fuera algo sencillo, pero que la sorprendiera. Me considero poco hábil con las manualidades, pero como dicen, el que no arriesga no gana, aunque esto de arriesgarse resulta agobiador. Cuando por fin se me vino a la mente una idea, comencé a redactar una lista para comprar todo lo necesario.
Estaba algo cansado por los trabajos que me encargaban en el colegio y encima de todo, me llamaron para un torneo de pelea nuevamente. Qué estrés.
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Perdí la noción del tiempo. Al despertar, me di cuenta que era la una de la mañana. Normalmente salgo a entrenar a esta hora en la azotea. Duermo poco cuando estoy convaleciente debido a las heridas, pero como me convocaron para el torneo, no podía darme el lujo de confiarme. De por sí ya estoy en desventaja debido a los golpes, y quizá entren nuevos competidores con nuevas técnica de pelea. Necesito prepararme.
Hasta para pelear es necesario conocer los puntos vitales del cuerpo, así como las maniobras con las que podrías destrozar a tu enemigo. Una vez me enfrenté a un contrincante que prometía mucho, pero el exceso de confianza y la altivez deben salir a relucir hasta que el comentarista da por terminada la pelea, de otro modo, es un grave error que podría costarte la victoria, tal y como le sucedió a él.
No sé cómo me irá en la pelea, de lo que sí estoy seguro es de que mañana me dolerá todo el cuerpo.
30 de marzo
Ya pasaron varios días desde que planeé la sorpresa para Yaiza, sólo faltaba un pequeño detalle: los chocolates. Decidí comprarle un mix de estos, ya que ella es fanática de los dulces.
Salí de mi casa más temprano de lo normal porque quería conseguirlo antes de irme al colegio.
—Hola, hijito. Dime, ¿en qué te puedo ayudar? —preguntó la persona que atendía.
—Buenos días, señora. ¿Podría darme un mix de chocolates pequeños, por favor? —le pedí cordialmente, mientras observaba a los alrededores. Tenía que pasar inadvertido.
—Sí, ahora mismo te lo traigo. Dime, ¿para quién es? —me dirigió una mirada perspicaz que me pareció divertida—. Alguien especial para ti, de seguro. Aún recuerdo la última vez que compraste chocolates para alguien...
—Eso fue hace mucho tiempo. Pero no es para alguien especial, solamente una amiga.
La señora conoció a mi primer amor, cosa que no es relevante en este momento.
—Le agradezco, que tenga buen día. —Recibí el producto y volví a mi casa en seguida.
Agarré mi mochila y me apresuré para tomar el autobús.Ya se me estaba haciendo tarde para llegar al colegio, y lo peor era que hoydebía entregar la tarea. Si llegaba tarde, seguramente me pondrían cero decalificación. «Las desventajas de no ser la persona que controla el colegio»,pensé, mientras fijaba la vista en el cielo
10 de abril
Finalmente llegó el día de su cumpleaños. No pensaba saludarla porque quería dar la impresión de que no me había acordado, un plan simple, pero efectivo. La caja era más grande de lo que me hubiera imaginado, así que tuve que pedirle permiso al conductor para sentarme junto a él, ya que ese asiento era el más amplio del autobús. Para mi fortuna, él aceptó. La brisa acariciando mi rostro contribuyó a que me relajara, al punto de quedarme dormido por un instante, pero desperté justo antes de pasarme de paradero.
Conforme me aproximaba al colegio, noté que varias personas me miraban extrañadas. Digo, ¿Quién no lo haría? Un antisocial como yo que de repente carga con una caja así de grande, daba en qué pensar. Sólo había dos opciones: o era un cadáver o se trataba de un regalo. Tal vez se inclinaran por la primera, y eso era conveniente, ya que evitaría la propagación de estúpidos rumores.
Caminé a paso veloz para evitar encontrarme con Yaiza. Mi tutora ella estaba al tanto de la sorpresa y me apoyó en esconder el regalo. Ella era psicóloga, y cuando se percató de mi actitud al iniciar el colegio, se ofreció a ayudarme de para que dejara de cargar con mi pasado, lo cual no era para nada sencillo. Ella no me presionaba, pero sí pude darme cuenta de que su actitud era bastante amable, podría decir que es la única persona adulta del colegio en la que confío un poco.
Puede que Yaiza esté molesta conmigo por no haber ido a saludarla, pero cuando le dé el regalo, cambiará de parecer. Salí disparado del aula en cuanto sonó el timbre, no quería que nadie me viera con esta enorme caja que reduciría mi orgullo al nivel cero. «Maldición, he olvidado dónde vive... Así nunca llegaré.
Afortunadamente, su amiga me reconoció en el transporte.
—¿Daren? ¿Qué haces en este autobús? —preguntó asombrada.
—Ah... Hola... —tartamudeé. No sabía qué responderle, me encontraba más expuesto que nunca. —¿Sabes dónde vive Yaiza? Quiero darle este obsequio.
—Opté por ser honesto, ya que necesitaba su ayuda.
—¡Qué hermoso! ¿Qué es? —exclamó con entusiasmo.
Contemplé la posibilidad de que ella se lo entregara en mi nombre, pero tal vez no le agradaría del todo.
—Es una caja con diseño de Stich, un peluche de este mismo y de Angela, un par de libros y algunos chocolates —mencioné mientras me sacaba la polera. El clima estaba caluroso, pero no me la había quitado para evitar que se notaran las heridas de mis nudillos.
—Qué coincidencia, justo ahora me dirijo a su casa. Organizó una pequeña reunión con algunas amigas—anunció con voz alegre y una sonrisa de oreja a oreja.
—Oye, qué bien. ¿Puedo ir contigo?
No tenía muchas opciones, y tampoco estaba de ánimos para perderme como en el colegio.
—Claro. —Dicho esto, se sentó junto a mí para poder observar la caja de cerca.
El resto del trayecto me pareció agotador, hace tiempo que no hago este tipo de cosas.
Cuando llegamos, de inmediato reconocí la fachada de la casa.
—Me quedaré aquí hasta que llegue —dije mientras colocaba la caja en el suelo y bostecé.
—Claro. Te haré una señal en cuanto aparezca, así llegas y la sorprendes —me indicó, sin esforzarse por ocultar su entusiasmo, seguramente ya se había hecho una imagen mental en la que todo salía a la perfección.
»Qué estresante es todo esto.
Unos minutos después, finalmente apareció. Quedé atónito al observarla, pero no porque luciera mal, al contrario. Estaba hermosa. Esos shorts de jean hacían resaltar sus hermosas piernas, sus glúteos y sobre todo, sus caderas. Traía unas zapatillas blancas y un top negro que hacía notar claramente su busto y el collar dorado enfatizaba su cabellera castaña, sin mencionar las diversas pulsera que me había robado. Era un outfit bastante simple, pero por su figura, se le veía bastante bien. Para ser una chica de baja estatura, debo admitir que tiene un cuerpo espléndido.
—Buenas tardes, ¿se encuentra Yaiza? Quisiera dejarle este obsequio por su cumpleaños. —Toqué a la puerta y una mujer de pelo canoso que supuse era su abuela, me atendió.
—Acaba de salir para sus clases de inglés —comentó.
—Oh. Ya veo. En ese caso, ¿podría encargarle este obsequio para que se lo entregue, por favor?
No entendí por qué había dicho aquello. Supongo que se equivocó, pues recién la había visto entrar a su casa.
Podíamos elegir entre el Instituto Británico o el IPCNA. La mayoría se inclinaba por el primero, aunque en mi caso, nunca asistí a ninguno. Me parecía agobiante tener que ir todas las tardes a escuchar a los maestros, ya tenía suficiente con hacerlo durante toda la mañana.
—De acuerdo. —Me abrió la puerta y le entregué el obsequio.
—Muchas gracias. Felicite a Yaiza por su cumpleaños de mi parte.
Me sentía decepcionado hasta cierto punto. Me hubiera gustado entregárselo yo, pero, ¿qué se le puede hacer? Supongo que son cosas del destino... De todos modos, ya tiene su regalo. Tal vez mañana me busque y se le ocurra darme un abrazo, que probablemente esquivaré y terminará cayéndose, eso sería divertido.
Cuando llegué al paradero del autobús, mi teléfono comenzó a sonar.
—Hola, Daren —saludó con voz agitada.
—¿Sí? ¿Qué pasó? —Tomé asiento.
—¿Por qué no me dijiste que ibas a traerme un regalo? Te hubiera invitado a pasar a mi casa —increpó, enfadada.
—Tu abuela me dijo que estabas en clases de inglés, así que se lo entregué para que te lo diera cuando llegaras —respondí, cortante.
—Daren, gracias en verdad gracias por el regalo. ¡Ah! ¡Te detesto! ¿Sabes? Me hiciste llorar de la emoción por el regalo. En verdad me encantó —. Su felicidad era contagiosa.
—Sabía que te gustaría. Era de esperarse, fue un regalo hecho por mí.
—No seas tan arrogante... Pero sí. La verdad me encantó. Ahora mis amigas se están comiendo los chocolates, espero me dejen al menos unos cuantos.
—Mañana te compro más, en caso de que se los acaben —traté de animarla.
Hubo un silencio intermitente.
»Yaiza, tengo que irme. Nos vemos mañana, disfruta tu cumpleaños, tal vez esté presente en el que sigue.
—Sé que lo estarás, si no, te pego. —Fingió molestia.
—Como si fuera a dejarme —reí—. Disfruta tu cumpleaños. Nos vemos.
Guardé el teléfono y fui a buscar un taxi, ya que el autobús estaba demorando. Me topé con una chica que también llevaba un regalo.
—Hola, ¿eres amigo de Yaiza? —me interceptó.
—Sí, ¿por qué? —le dediqué una mirada inerte.
—Veo que ella no eligió a cualquiera. Tú eres el ex líder de Los Cabecillas,
¿cierto? —preguntó cómo si ya lo supiera de antemano.
—¿Cómo lo sabes? —Alcé una ceja.
—Porque yo estuve en ese colegio, y le conté a Yaiza. Cree que eres una persona interesante, por eso está tratando de enamorarte —comentó con sorna y esbozó una sonrisa altiva, como las que tanto odio.
—O sea que Yaiza ya sabía acerca de mí. Interesante... Si ella está planeando algo, creo que no es consciente de que es una mala idea utilizarme. Ambas saben de dónde vengo y las cosas que he hecho, será mejor que evitemos dañarnos mutuamente y que esto quede como una simple amistad —respondí acortando la distancia entre nosotros—. Si no tienes nada más que agregar, mejor vete. Sólo me haces perder el tiempo, niñita —ordené mientras detenía al taxi.
Aquella conversación resultó divertida. Esa chica sólo me estaba aburriendo. Yo estaba a cargo del registro de los alumnos, así que los conocía a todos, y jamás la había visto. No soy tan estúpido como para dejarme engañar por la simple declaración de una persona desconocida. Y por lo visto, Yaiza tampoco lo es.
Admito que logró sembrar la duda respecto a su conocimiento de Los Cabecillas, de otro modo, ¿por qué se interesaría en mí? Espero que sepa que jugar conmigo no le llevara a nada bueno, esto se pondrá interesante.
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