
Capítulo 3
23 de febrero
Faltaba poco para que comenzaran las clases en colegio, el tiempo necesario para poder recuperarme de aquella herida. Aunque Yaiza ya no trató de averiguar cómo me había hecho aquella cicatriz, sí le preocupaba el hecho de que escupiera sangre.
Tenía restricción de movimientos, así que me veía en la necesidad de salir temprano de mi casa. Tomé el primer autobús que llegó, y cuando me fijé, ella ya se encontraba en nuestro asiento. Todos ya sabían que esos eran nuestros asientos, asumían que éramos pareja, pero no era así. A veces la gente tiende a especular cosas sin sentido. Si supieran que lo que menos me interesa es ganar relevancia.
—Hasta que al fin llegas —dijo justo antes de que me sentara a su lado.
—Lo siento. No pensé que se me haría tan tarde. De todos modos, la que llega tarde siempre eres tú, yo soy primerizo.
—Chistoso. Por cierto, ¿Qué plan tienes para hoy? —Apoyó su espalda contra la pared y colocó su pierna encima de la mía.
—¡Me estás ensuciando! Eres molesta, ¿lo sabías? —repliqué enfadado—. La verdad, no tengo mucho que hacer, sólo ir al parque de siempre y leer otro libro que me acabo de comprar. Prefiero leer a sentarme en una sala y tener que soportar tu lloriqueo.
—Cállate si no quieres que te golpee ahora mismo —ordenó—. Quería ir al cine y también a un nuevo juego que recién instalaron en el centro comercial. Se llama Happyland. —Estaba entusiasmada con la idea del juego, pero no sabía si era buena idea, ella era demasiada miedosa.
—Espero que no te pongas en modo fastidioso, si no, me iré en pleno juego. Pero está bien, acepto —suspiré.
Fuimos al mismo cine. Compramos las entradas y esta vez, no fueron para una película de terror, sino de dibujos animados. Una vez dentro, tuve que soportar sus chillidos de alegría, así que decidí comprarle de un dibujo de Cómo entrenar a tu dragón 3, junto con canchita y gaseosa. Para mi desgracia, la fila estaba enorme, odiaba esperar.
El ambiente dentro de la sala se caracteriza por lo fresco, y en ocasiones provoca sueño. Esta vez, le afectó a ella. Casi a mitad de película, se quedó dormida en mi hombro. Contemplé la posibilidad de retirarla de inmediato, pero la vi tan cansada, que decidí permitírselo.
Al despertarse, se dio cuenta de que había babeado en mi polo, lo cual me resultaba asqueroso. Nos dirigimos a la sala de juegos, aunque ya era de noche. Nos estábamos divirtiendo tanto, que perdimos la noción del tiempo. Sabía que ya era hora de llevarla a tomar el autobús que la dejaría en su casa.
—Creo que ya es momento de irme —me despedí.
—Sí, ya es bastante tarde. Por cierto, muchas gracias. Me he divertido bastante en todas y cada una de las salidas que hemos tenido. Nos veremos en el colegio, espero que nos toque en el mismo salón —masculló.
—Yo también lo espero, así podré burlarme de ti cuando llegues tarde —comenté con voz juguetona.
—Ja, ja. Qué gracioso eres. —Se inclinó para darme un beso en el cachete. Acto seguido, me lanzó una de sus tiernas sonrisas, y yo me quedé ahí sin saber qué decirle—. Cuídate mucho, nos vemos.
—Te duermes temprano, no quiero que llegues tarde mañana —le dije mientras me alejaba para tomar un taxi.
Ella no dejaba de seguirme con la mirada. Esa mezcla de amabilidad y ternura en sus ojos me tiene desconcertado. Me da la impresión de que es una de esas personas que les hacía falta pisar tierra. Puede que me equivoque, puede que esté en lo cierto, aún me falta descubrir que es lo que la envuelve en un aura de misterio.
Creo que comienzo a sentir aquello que tanto temía. Yaiza me interesa un poco, pero tengo mis reservas en algunos aspectos. He observado a mis compañeros del salón, sus historias, las heridas provocadas por la persona a quien amaban. Quería asegurarme que ella es quien dice ser, y sólo podría lograrlo con el paso del tiempo. Tengo que comprobar por mi cuenta si Yaiza es sincera, ya pasé por un desengaño amoroso y no puedo darme el lujo de vivir uno más.
3 de marzo
Cuando llegué al colegio, me di cuenta de que era enorme. Busqué mi salón por todas partes, y como era de esperarse, me perdí. De repente, sentí que alguien que se aproximaba hacia mí, y al girar el cuello, noté que se trataba de Yaiza, quien estaba a punto de empujarme. Afortunadamente, alcancé a esquivarla, y la sujeté por la cadera justo antes de caerse. Le clavé la mirada.
—Perdón, pensé que era otra persona —me disculpé ofreciéndole la mano.
—Tienes buenos reflejos, ¿Quién te enseñó? —preguntó con un atisbo de curiosidad mientras caminábamos rumbo al salón.
—Un gran maestro.
—Vaya... Son tantas las cosas que mantienes ocultas. Creo que me gustará conocerte mejor. —Me dedicó una mirada inquisitiva.
—Ya veremos si logras que te lo cuente todo. Por cierto, ¿me ayudarías a encontrar mi salón? Creo que estoy perdido —suspiré, resignado.
—Claro, sólo dame oportunidad de dejar mi mochila. —Fue corriendo a su asiento y regresó en seguida.
Cuando lo encontramos, me despedí de ella. Puesto que era el primer día, no conversé con nadie, no me hacían falta nuevas amistades. Todo el mundo finge y a la larga te puedes considerar afortunado si logras conservar uno o dos, el reto simplemente te abandonará.
»Maldición. ¿Acaso este colegio no tiene algún mapa o algo para guiarme?«, pensé. Resulta que me perdí nuevamente cuando me dirigía a su salón.
—¿A quién buscas, Daren? —me interceptó una voz conocida.
Me sorprendí al no sentir su presencia, es como si la conociera de tiempo. Es la única forma en que puedo asegurarme que no se acerca con malas intenciones.
—Iba rumbo a la salida, pero este maldito colegio es enorme. Aparte ¿a quién tendría que buscar?
—No lo sé, tal vez a tu amiguita, alguna chica especial para ti. Quién sabe, con eso de que eres todo un misterio —se burló.
—No tendría por qué buscar a "amiguitas". Las chicas de mi salón son simplemente aburridas, no tienen nada de especial, y en tal caso, mi búsqueda estaría inconclusa —contesté, sin pensarlo dos veces. Es normal que pronuncie este tipo de oraciones, directas y frías.
Ella se mantuvo en silencio durante unos minutos.
»Creo que mejor te acompaño a tomar el autobús. Se te hace tarde para llegar a casa —retomé la conversación.
—Claro, vamos —respondió avergonzada.
Detesto lo testaduras y necias que pueden llegar a ser algunas personas, aunque ella era un caso aparte. No es porque me sienta atraído hacia ella, sino porque tiene aquella chispa que le da una sensación de misterio. Ojalá que nunca compruebe en mí mismo la veracidad del dicho que reza "La curiosidad mató al gato".
En este tiempo, he observado que se siente insegura respecto de las personas que la rodean. Sé que muchas se la pasan fingiendo ser alguien que no son. A veces es sencillo darse cuenta de esto, y aguardo la esperanza de que ella no sea lo que tengo en mente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro