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6. Trazando una meta...

Quizás aun no llego a mi meta,

pero hoy estoy más cerca de lo que estaba ayer...

***


Habían transcurrido cinco meses desde aquella tarde en la cual Alón realizo conmigo aquella intervención que abriría mis ojos, desde que decidí que lo sucedido no podía quedarse así y los responsables debían pagar por sus actos.

Cuando por fin me decidí a buscar mi revancha porque, hacer justicia no es algo que se pueda considerar venganza a mi parecer. El hecho es que por momentos el odio, ira y la rabia me segaron tanto que estaba dispuesta a abandonar la casa de reposo de una vez, buscar a esos miserables y de ser posible hacer justicia por mis propias manos. En ese momento pude ver como se aplicaba eso de,

Dos cabezas piensan mejor que una.

Alón me prometió ayudarme, se comprometió a buscar pruebas y a conseguir recursos con los cuales sacar a la luz la verdad de una manera en la cual yo no tuviera que ensuciar mis manos y según él, hacer algo de lo cual me arrepintiera toda mi vida, pero yo también debía hacer mi parte.

— Tienes que tratarte, lo primero es que inicies tu tratamiento en forma — ,  su voz daba a entender que no había replicas, que si deseaba que él me ayudara las cosas debían ser a su manera por lo cual guarde mis replicas y me mordí la lengua. — Iras a las terapias grupales y con la psicóloga y no. No cuenta eso de ir a sentarte esperando que Adelaida o alguna de las chicas diga algo, empezaras a hablar porque solamente así podrás empezar a sanar.

— Per...

— pero nada,  — interrumpirme ya se le había hecho una costumbre. — Una vez que inicies con tu parte del trato, yo empezare a cumplir la mía.

Dicho esto se dio la vuelta, ayudo a levantarse a la señora a la cual acompañaba, y se fue dejándome de pie sola en el parque con la palabra en la boca.

Así que hay estaba yo, frente a la puerta de la psicóloga al día siguiente. El reloj tras de mi marcaba las tres menos cinco de la tarde, indecisa de si entrar o no. Era consciente de que no había sido muy agradable que dijera con ella, por eso tenía serias dudas de que me atendiera además de la vergüenza que me embargaba.

—  Sigue, cariño — ,me alienta la recepcionista sacándome de mis cavilaciones y dedicándome una alentadora sonrisa. — Nadie te morderá ahí dentro.

Aquella amable señora la observaba en silencio desde que se planto en esa puerta hace cinco minutos, lo sabía porque había observado varias veces el reloj de pared en la entrada del consultorio. La chica parecía indecisa entre ingresar o salir corriendo, ella sabía que Teresa saldría adelante al igual que la habían hecho muchas chicas masque al igual a la que ahora observaba, había visto pararse en esa puerta con aire indeciso pero que al final habían tomado la decisión correcta. Solamente debía poner de su parte y dejarse ayudar.

Le devolví aquella sonrisa aunque la mía salió más bien algo temblorosa, la observe con duda y luego de que ella me indicara con un gesto que entrara, toque la puerta algo suave, cuando escuche el pase ingrese al consultorio.


Un salón pintado en tonos beige y café claro con un gran ventanal de fondo el cual ayudaba a que la habitación se viera con mas iluminación, me dio la bienvenida apenas ingrese en aquel recinto. El sonido de un arpa, violín y alguna cascada retumbaba por los parlantes. Había un escritorio de sillas blancas, unas repisas con libros en la pared del lado derecho. Una pared de madera, unos hermosos cuadros en la pared a su lado. Un sillón blanco orejero en el cual la terapeuta estaba sentada observándome frente al diván donde en unos momentos estaba totalmente que segura, me indicaría que me acomodara.

— Buenas tardes Teresa, — me saluda apenas fijo mi vista en ella. — Que alegría tenerte hoy por aquí.

Su voz suena por demás irónica a lo que hago una mueca.

Soy consciente que desde la evaluación, solamente me había presentado a consulta dos veces, y no había sido por cuenta propia. La psicóloga había enviado a dos enfermeras a por mí.

— Buenas tardes, señora Adelaida.

La saludo dejándola sorprendida pues, las palabras no eran algo que normalmente fluyera entre nosotras las pocas veces que me presente en este lugar. Nuestra rutina habitual consistía en yo entrando, sentándome en el diván hasta que se cumplía la hora y luego saliendo del lugar por donde había venido. Situación que venía dispuesta a cambiar.

— Le ofrezco una disculpa por no haber venido antes, de hecho venia a preguntar si aun soy bienvenida.

— ¿Y cómo porque no habrías de serlo? — , la miro confundida. —   Soy consciente de que estabas confundida y solamente necesitabas un tiempo para reflexionar sobre qué era lo correcto, por las faltas no te preocupes, — dijo recuperando la compostura. — Igual y tenía la leve impresión de que pronto te tendría de nuevo por estos lares ¿intuición tal vez? Pero bueno, no perdamos mas el tiempo deliberando cosas sin importancia, siéntate por favor.

Asentí hacia ella para luego tranquilamente recostarme en el diván doblando mis brazos al nivel de mi abdomen. Al principio todo resulto algo incomodo pero, poco a poco la charla fue fluyendo de manera amena. Ella me hacía preguntas a las cuales en su mayoría, yo respondía. Tal como dijo Alón, el hablar con alguien de lo sucedido no quita la pena de una, pero poco a poco la carga disminuye y eso fue algo que pude constatar a medida que las sesiones avanzaban. Recordar lo sucedido solía, habían ocasiones en las cuales, narrando aquellas escenas, me parecía estar ahí, como si fuera un fantasma, una espectadora invisible que quería detener tal atrocidad pero por más que gritara pidiendo ayuda o los intentara detener tal vejación. Nada de lo que hiciera cambiaba el rumbo de los hechos.


En esas ocasiones la psicóloga buscaba la manera de sacarme de aquel trance en el cual me introducía y cuando me veía libre, descubría que las lágrimas salían de mis mejillas copiosamente además de terminar con arañazos en mis brazos. Esa era la señal para terminar la sesión.

Y así el tiempo paso muy lentamente, sin que casi me diera cuenta. En las mañanas salía a correr junto a Alón quien llegaba muy temprano para acompañarme en aquel recorrido, al principio me costaba estar junto a él pues, la valentía del día que había denominado DIA D, se había esfumado por completo. De mi sistema. Me producía terror que él estuviera a mi alrededor pero eso fue algo a lo cual rápidamente me pude adaptar porque empecé a convivir mucho con él. A conocerlo, además de que descubrí que teníamos muchas cosas en común. Similitud de carrera, música favorita y gustos muy similares a la hora de ver cine.

Alón es un chico de 26 años, pelo castaño, ojos aparentemente negros, mandíbula cuadrada y piel clara. No es que me interese andarlo detallando.

Estudia psicología en la misma universidad que yo, Berkeley California. Alguna vez bromeo sobre que era muy extraño que nunca nos hubiéramos visto a lo que yo respondí diciendo que era porque la universidad era muy grande. De todas formas creo que la vida siempre nos tiene preparado el conocer a personas que de alguna u otra forma marcaran tu vida, y yo considero que Alón llego a la mía para impactarme de manera positiva, puede que no comenzáramos con el pie derecho pero poco a poco se va convirtiendo en alguien muy importante en mi vida.

Con Alón salíamos a correr, empecé a practicar boxeo y kick boxing en el pequeño gimnasio del centro, me dio clases de defensa personal y me animo a abrirme mas con las chicas de manera que ya me juntaba con varias que podía considerar mis amigas y con las cuales practicaba yoga y hacia algo de macramé.

Asistía a un grupo de apoyo para mujeres violentadas físicamente. En el grupo había una chica de aproximados 16 años la cual había sido violada por su padrastro desde los ocho años de edad sin que su madre aparentemente, se diera cuenta. Al final su padre la rescato denunciando al sujeto junto a la madre y poco a poco la chica ha ido saliendo adelante. Mujeres maltratadas por sus esposos, hermanos, novios y hasta por otras mujeres, en ese grupo había de todo pero entre todas compartíamos experiencias, recargando el peso de una en la otra y brindándonos apoyo mutuo.

— Teresa, tienes visita.

Llega corriendo agitada Daisy, una de nuestras compañeras irrumpiendo en mi concentración, o mejor dicho, sacando de la concentración a todo el grupo que en ese momento practicaba yoga.

La observo con sorpresa pues, en todos los meses que llevo recluida en este lugar, nadie había dado muestras de acordarse de mi existencia.

Le hago una seña a otra de las chicas para que continúen y me acerco a la chica que me espera de pie en la puerta.

— ¿Estás segura de lo que dices? – le pregunto indecisa.

Por un momento un brote de emoción quiso emerger de mí pero lo suprimo enseguida.

— Eso fue lo que me dijo la recepcionista, — murmura encogiéndose de hombros. — Que una visita muy especial te esperaba en el despacho de la directora.

No digo nada más y en su compañía me encamino a la casa grande, Daisy se despide dirigiéndose hacia las cocinas y yo me encamino en sentido contrario cruzándome con alguno que otro enfermero o paciente de recuperación más avanzada a los cuales saludo.

Llego a la dirección donde afuera se encuentra la psicóloga junto a la directora las cuales me regalan sonrisas algo tensas, cuando intento decir algo solamente me señalan la oficina indicándome que ingrese. Frunzo el seño extrañada porque, si es una visita normal

¿Por qué no la hicieron esperar en la sala que se utiliza para las visitas? O en el parque, eso habría estado mejor.

Inspiro hondamente y camino hasta plantarme frente a la puerta, tomo el manillar y giro el picaporte abriendo la puerta de golpe y cuando observo a la persona que se encuentra en la habitación, suelto un jadeo de impresión pues, sinceramente ella es a la última persona que esperaría tener frente a mí.

La mujer frente a mi luce nerviosa, lo sé por la manera en la cual se muerde su labio inferior el cual, ya luce algo inflamado. Parece feliz, y sin embargo también algo dudosa pues seguramente no sabe cómo proceder y debo reconocer, que las dos estamos igual en estos momentos.

— Hija, — decide que ella será quien rompa el silencio, da algunos pasos temblorosos hacia mí pero, al observar que yo instintivamente retrocedo se detiene y sus ojos pierden brillo.

— Madre.

***

Hola caracolas :) 

La imagen de arriba es  de como se ve mas o menos donde la psicóloga atiende a Teresa y la canción que me ayudo dandome un poco de inspiración

Sin agregar nada mas, me despido. Un abrazito para quien lea hasta aquí, y, ¿para quien no? ¿qué más da? También un abrazo.

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