24. Cuando un cristal se rompe...
La confianza es como un cristal,
si la rompes aunque lo pegues, nunca va a quedar igual...
***
- Mamá, ya llegue. – le hablo a mi madre apenas cruzó el umbral de la puerta pero sin obtener respuesta alguna.
Dejó las llaves de la entrada colgadas en donde corresponde y camino extrañada hacia la cocina que es donde mi madre mantiene la mayoría del tiempo pero la encuentro vacía. Una pequeña nota pegada al refrigerador llama mi atención y al revisar, encontré una nota de mi madre informando acerca de una salida con sus amigas por lo cual llegará tarde y que la cena de mi hermano y mía se encuentra en el horno microondas.
Una sonrisa involuntaria se forma en mi rostro ante ese hecho pues, desde que tengo uso de razón han sido pocas las ocasiones en las cuales ella saliera a disfrutar con sus amistades, siempre era metida en casa porque a papá nunca le gusto que intimara con sus amigas de secundaria. Decía que eran mala influencia para ella.
Depósito el bolso en la encimera de la cocina y busco en el mi teléfono celular, cuando lo encuentro le testeó a ella que ya llegue y con el estómago hecho nudo sin razón aparente, respondo un mensaje de Alón preguntando acerca de cómo fue mi día.
Le devuelvo la pregunta y después de esperar por su respuesta alrededor de dos minutos, entiendo que debe estar ocupado en algo y busco un jugo de naranja en la nevera. Subo a mi cuarto para cambiar mi ropa por una más cómoda y mientras lo hago recuerdo parte de la conversación que tuve con Madison en la tarde y algo hace clic en mi cabeza.
Termino de cambiarme y busco en los nocheros una pequeña libreta con números telefónicos, cuando la encuentro, extraigo de ella el número del señor Patrick Marshall, padre de Madison. Tomó el teléfono inalámbrico y marcó el número extraído de la libreta, marco en tres ocasiones y en todas se marca la contestadora sin embargo, por ahí dicen que la última siempre es la vencida y cuando estaba a punto de caer por cuarta vez, contestaron al otro lado.
- hola, ¿buenas noches? - saludo una voz masculina del otro lado de la línea
- Buenas noches. - conteste - ¿se encuentra el señor Marshall?
- No, señorita – respondió la voz de quien supuse, era el mayordomo - en este momento el no se encuentra, ¿gusta dejarle algún recado?
Bufo decepcionada por no poder hablar con él en estos momentos, pero ni modos, me toca ser paciente.
- Sí señor, por favor dígale que lo llamo Teresa O'Brien. Que por favor me devuelva la llamada a este número o a mi teléfono móvil - le dicte el número luego de un momento en el que me pidió tiempo para buscar en donde anotar. - muchas gracias, señor.
Luego de eso y una breve despedida me colgó.
Dos días después el señor Marshall no me había devuelto la llamada, de todas formas, ¿Qué esperaba?, no podía esperar que apenas llegara fuera corriendo a devolver el llamado de la hija del hombre que amenaza con destruir la tranquilidad de su familia pero de todas formas,
¿tener que demorarse dos días?
Mi padre se ha ganado muchos enemigos.
Cuatro días después, mientras me encontraba en la cafetería departiendo y ultimando detalles para una presentación la semana próxima con unas compañeras de clases las cuales me había hecho cercana, escuche que me llamaban ocasionando que todas volteáramos a ver el recién llegado. Oh sorpresa al darme vuelta y encontrarme a Madison, quien se encontraba tras de mí mirándome expectante.
Me levante bajo la atenta mirada de mis compañeras.
- Ahora vuelvo, - le comunique nadie en particular.
Dicho esto camine unos pasos hasta donde una ceñuda rubia me esperaba.
- Hola Madison. - la salude despreocupada cuando ya me encontraba frente a ella.
- Teresa – contesto algo seca.
En su manera de hablarme dejaba ver que aún se encontraba disgustada por lo ocurrido el día que nos encontrábamos. Ella deseaba iniciar nuestra amistad de nuevo, como si nada hubiera ocurrido pero el hecho de que ella también fuera víctima de las circunstancias y la hubiera perdonado, no quería decir que iba a lanzarme a la deriva y con ojos cerrados de nuevo hacia ella.
cuando un cristal se rompe, ni aunque lo pegues vuelve a ser el mismo y eso mismo había ocurrido con nuestra amistad.
Si deseaba que volviéramos a ser amigas debía tener paciencia y aprender a caminar al ritmo que yo impusiera.
- ¿me necesitabas? - me quise dar un tope con la mano en la frente, lógicamente si me llamo es porque me necesita.
Pero yo estoy apurada y ella nada mas permanece hay de pie, mirando de mi hacia atrás donde se encuentran mis compañeras, como si no le gustara lo que ve y yo la verdad no entiendo su manera de actuar. Toda mi vida no podía estar detrás de ella como su cachorra. Ella avanzo y conoció más personas,
¿Por qué no habría yo de hacer lo mismo?
- Toma - me dice sacándome de mis pensamientos, al tiempo estira su mano extendiéndome una hoja, la tomo y en ella se encuentra escrita una dirección, - dentro de dos días a las cuatro de la tarde, - habla antes de que yo formule cualquier pregunta. - se puntual, por favor.
Dicho esto se da media vuelta perdiéndose en la marea de estudiantes que a esta hora caminan por el parque y cafetería.
Su padre había aceptado reunirse conmigo.
El jueves a las cuatro, pensé.
Doble el papel y volví a mi mesa donde mis compañeras, conocedoras de lo popular que era Madison en la facultad, me esperaban curiosas por saber de dónde conocía y para que me había solicitado ignoré sus preguntas y me concentré en el trabajo que teníamos entre manos, luego de unos minutos y al entender que no les diría nada, ellas también volvieron a lo suyo.
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