PRÓLOGO (editado)
Empezaré relatando uno de los peores días de mi vida.
Fue hace once años, cuando mis padres conducían nuestro viejo Volvo a la casa de mis abuelos, y hablábamos sobre los planes que tenían para mí.
—Lía, cariño, solo vamos a visitar a tus abuelos y tíos —recordó mi madre.
—Pero no quiero ir mamá: mis tíos no me quieren, me tratan mal y siempre buscan la manera de hacerme llorar —confesé.
—Pero tus abuelitos sí te quieren —intervino papá, quien hasta ahora había permanecido en silencio.
—Lo sé papi, pero ellos no están siempre conmigo.
—Prometo que no te dejarán sola, ¿está bien? —prometió mi madre tratando de convencerme.
—Si mami, solo no dejes que esté sola —pedí.
Ese día estaba inquieta por la idea de ir donde los abuelos, ya que días antes había escuchado a mamá hablar con papá sobre que les había surgido un viaje de improvisto.
—Cariño, mis padres aceptaron que la dejemos con ellos —comentó Elizabeth, mi madre.
—¿Les comentaste el tiempo que se quedarían con ella?
—Claro, incluso firmaron los papeles de la custodia temporal.
—No sé si es correcto irnos y dejarla, sabes que no soy de la idea de que esté sola durante un mes entero —notaba la angustia en la voz de mi padre, André.
—Lo sé, y créeme que tampoco me agrada la idea, pero debemos ir y arreglar los problemas de la empresa. El tiempo pasará muy rápido, lo prometo.
Ambos adultos asintieron para luego abrazarse.
No quería quedarme sola, quería estar con mis padres, sentía la necesidad de volver a casa y no salir por algunos días.
—Prometemos regresar lo antes posible cariño —sonrió mi madre tratando de tranquilizarme.
—Estaremos contigo para tu cumpleaños —afirmó papá.
Mi padre volteó un poco hacia mí, para acariciarme con una mirada y transmitirme la tranquilidad que estaba necesitando. Por eso fui la única que vio al camión acercarse a gran velocidad, pero cuando alcé la voz para advertirles ya era demasiado tarde. Había impactado con nosotros.
Días después de haberme despertado, me encontraba en el funeral de mis padres, no podía imaginar cómo sería mi vida desde ese momento, me tocaría vivir con mis tíos y eso era lo que más me asustaba. Mi abuelo me llevó junto al cura de la iglesia para dar unas palabras, y al terminar la ceremonia regresamos a donde seria mi nueva casa.
Siempre estuve consiente que mis tíos no tenían afecto hacia mí, pero nunca imaginé que me harían tanto daño a tal punto de hacerme sentir inservible, sin autoestima y culpable de la muerte de mis padres.
Cuando cumplí los quince años recibí una noticia que terminó por destruirme, la única persona que había estado para mí, que siempre me apoyó, que nunca dudó en defenderme había muerto a causa de un accidente de moto.
Desde ese día todo empeoró, mis abuelos empezaron a tratarme mal. Ya con nadie que me apoyara, empecé a sentirme inservible, la depresión me invadió y me aislé perdiendo amigos. Era un simple caparazón vacío, no sentía emociones por nada, dejó de gustarme la música, dejé de escribir y todo había empezado a ser monótono, pero a pesar de esto nunca tuve pensamientos suicidas.
Mi única opción para escapar de ese lugar era cumplir los diecisiete años, ya que a esa edad por fin podría irme a trabajar medio tiempo en una gasolinera a las afueras del pueblo y así por fin alejarme de todos los que me lastimaron.
Después de dos años me encontraba trabajando, aunque ya no en la gasolinera, todo gracias a una señora de aproximadamente 60 años, quien me había ofrecido un trabajo en una cafetería, y también un departamento cerca de ésta, sin duda, lo acepté, no podía dejar pasar aquella oportunidad.
Ahora por fin a mis diecisiete años, trabajaba, vivía sola y estudiaba, aunque no sabía qué haría cuando termine el colegio. Tenía un sueño de pequeña: ser cantante, pero ahora ya no me provocaba la misma emoción que antes.
A pesar de haberme alejado de mi familia me seguía sintiendo vacía, no encontraba un motivo para seguir adelante, no lograba socializar con las personas, en el trabajo me iba bien, no tenía problemas con los clientes, trataba de siempre hacerme notar como una persona alegre sin ningún tipo de problema, pero al llegar la noche y al estar sola en casa dejaba de fingir.
Lloraba hasta quedarme dormida, pensaba en mis padres y en mi primo, sin tan solo él siguiera vivo ya tendría los veintiún años y por fin nos hubiéramos ido lejos de aquellas personas, pero eso no fue lo que la vida quiso para mí, lo que me tenía preparado era puro sufrimiento.
¿Había ido al psicólogo?, Claro que lo había hecho, pero no lograban ayudarme, sentía que los psicólogos hacían bien su trabajo, pero era yo la que no ponía de mi parte, porque realmente lo que quería era sentirme amada, querida, valorada así sea por un amigo o por un amante, pero no obtenía nada de eso.
Dicen que es bueno estar solo porque tienes tiempo para ti, y es verdad, pero pasar mucho tiempo solo no es nada bueno, las personas necesitamos sentir a otras personas, relacionarnos con otros seres humanos y eso era lo que más quería, dejar de estar sola, aunque sea unos minutos.
¿Cómo era?, Pues fácil, en el colegio no me tomaban en cuenta, cosa que era normal porque la mayoría de los estudiantes pasaban desapercibidos.
En la cafetería hablaba rara vez de mis cosas personales con la señora Martha y con Patrick, su esposo. A pesar de lo poco que hablaba, cada vez que lo hacía me sentía más libre, tranquila, como que el desahogarme con ellos me hacía bien.
Físicamente era de estatura promedio 1,65 cm, castaña, mi piel no llegaba a ser blanca pero tampoco era morena, tenía un contraste único: ni muy blanca ni muy morena. El color de mis ojos era tan parecido a las avellanas, era delgada pero el haberme criado sola y a punto de golpes había ayudado a que fuera alguien fuerte.
A pesar de ser delgada, tenía un poco de curvas, pero mi estilo era diferente al de las chicas que iban a la escuela, me gustaba vestir ropa holgada ya que no me gustaba que la gente se acercara solo por mi cuerpo, además mi baja autoestima también influía.
La mayoría de las camisetas y sudaderas eran de mi primo, ya que desde que murió siempre he querido sentirlo a mi lado y era la única manera en la que podía hacerlo.
"Nunca juzgues un libro por su portada, ya que no sabes lo que tuvo que pasar para tener esa coraza que la protege de los problemas. Uno siempre se deja llevar por las apariencias. Si nos ponen a elegir entre dos personas para ser nuestro amigo: una de ellas es una persona con una sonrisa hermosa y vestida de acuerdo con los estándares creados por la sociedad, mientras que la otra no acota esos estándares y, en vez de una sonrisa, siempre pasa sin ningún tipo de expresión, vamos a escoger a la persona con la linda sonrisa porque nos va a imponer seguridad a diferencia de la otra; a quien tacharíamos de lo peor. Al final nos daremos cuenta de la mala decisión que hemos tomado, porque a veces, solo a veces, las personas frías tienen los sentimientos más hermosos".
A.J.N.C
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