CAPITULO EXTRA
CLARA
Todo esto es mi maldita culpa, debí haber matado a esa estúpida niña mientras pude y otro hubiera sido mi final.
Ahora había perdido mi dinero, mis propiedades y mi libertad.
Llevo aquí dos putos años y ya estoy volviéndome loca, este no es mi lugar, debería estar liderando mi imperio.
- ¡Agh! ¡Maldita niña estúpida! -. Espeté molesta, el odio en mí crecía y crecía con cada segundo que pasaba aquí.
Escucho la puerta abrirse y dirijo mi mirada desesperada hacia ella, esperaba un policía diciéndome que me liberaría, pero no, eran otras reclusas, 3 para ser exactos.
-Vaya, vaya miren que tenemos aquí-. Habló Dart la líder del grupo.
-Salgan de mi celda ah-ahora mismo-. Quise sonar firme pero no pude.
-Miren la princesita está nerviosa o ¿tienes miedo? -. Preguntó otra.
-No les tengo miedo-.
-Eso ya lo veremos, cójanla-.
Las otras dos me tomaron de los brazos y las piernas y me llevaron a un tipo lavandería, las policías que veían lo que hacían y como lloraba no hacían nada, me ignoraban.
Me sentaron en una silla a la cual me amarraron, me quitaron la ropa dejándome en ropa interior.
- ¿Así que Clarita ya han pasado 2 años y aun nadie te a dado tu merecido por matar a mi hermana y a su esposo y dejar a mi pequeña sobrina en la calle? -. Preguntó Dart, por eso se me hacía conocida era hermana de la mujer de Thiago.
-Yo no maté a nadie-.
-Eso no fue lo que vi antes de que me encerraran en esta pocilga, tú mataste a mi hermana y nos arruinaste la vida a mí y a mi sobrina y por lo que he oído también mataste y lastimaste a más personas y es algo por lo cual voy a hacer que pagues de la forma más dolorosa, no mereces morir sin dolor-,
- ¿Qué vas a hacerme? -.
-Estás por averiguarlo-.
Se alejaron murmurando entre ellas, luego regresaron con unas bolsas.
-Supongo que no hay a quien enviarle esto, pero podemos dárselos a los buitres ellos son los únicos que se comerían esta mierda-. Me dijo J, la mano derecha de Dart y quien me había odiado desde que llegué.
-Tranquilízate, esto va a tomar mucho tiempo-. Acarició mi cara para luego jalar de mi cabello hacia atrás.
La latina que estaba frente a mí le tendió un cuchillo de carnicero a J.
- ¿Qué me van a hacer? -. Intentaba de todas las maneras posibles soltarme, pero no podía.
Se arrodilló a mi pierna derecha y pasó lentamente el cuchillo por mi pierna para que en su segunda vuelta hundir un poco más el cuchillo cortando una pequeña lámina de mi piel, grité lo más que pude.
-Déjame por favor, no hagas eso-. Rogué, pero esta solo se reía.
Fue a mi pierna derecha e hizo lo mismo, la sonrisa maniaca que tenía en el rostro me perturbaba.
-Probemos otra cosa-. Dijo estirando la mano para que las otras mujeres le pasen unas pinzas, las acercó a mis pies.
-No por favor, déjame, no hagas esto, por favor-. Lloraba sin parar.
-Que raro eso fue lo mismo que te dije mientras torturabas a mi hermana y ¿me hiciste caso?, no, no lo hiciste-.
Empezó con el dedo pequeño del pie, tomó con la pinza mi uña y poco a poco fue arrancándola, así siguió con todos mis dedos.
Sangraba incluso más de lo que había visto sangran a las personas que había asesinado, a J no le importaba, no me soltaba, en cualquier momento me desmayaría.
Sentí como me tiraban agua encima.
-Aún no te mueras, debes seguir sufriendo-.
Tomó de nuevo el cuchillo y empezó a quitar la piel de mis brazos, pechos y cara.
El recuerdo de Dereck e Iván vino a mí, lo sentía, sentía haber lastimado a mi familia, los extraño, pero sé que los perdí, los perdí por mi avaricia, por mi deseo de poder.
-Espero que sufras demasiado antes de morir-.
No entendí por qué lo decían, entonces las otras mujeres tomaron cada lado de la silla donde me encontraba y me llevaron a una especie de tina la cual tenía como unas paredes a su alrededor que se cerraba por fuera.
Me sentaron en el medio y cerraron las paredes, arriba había una especie de ducha.
Empezaron a reírse y entonces descubrí porque lo habían hecho, de la ducha salía algo parecido al agua, pero esta ardía, quemaba, penetraba en mi piel, era ácido me habían dejado bajo una ducha de ácido.
Grité y grité como una loca, pero estas solo salieron y cerraron las puertas riéndose.
Ese fue mi final, y a pesar de estar ahí no me arrepentí de lo que le hice a toda mi familia solo sentía pena por mi esposo e hijo, pero si tuviera la oportunidad de hacerlo de nuevo lo haría sin temores.
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