CAPÍTULO 6 (editado)
Me había despertado triste y sin ánimos de hacer algo, era el día en el que se cumplían 11 años de la muerte de mis padres.
Las primeras horas de clases antes de la hora del almuerzo habían pasado normales y agradecía que fueran así, no quería tener que lidiar con Kasandra y su grupo. Tomé mi comida y busqué una mesa donde sentarme.
A los minutos me llegó un mensaje de un número desconocido, tuve miedo de que sea otra de esas malditas amenazas así que eliminé la notificación del mensaje sin haberlo abierto y seguí comiendo.
Las clases habían pasado normales, me encontraba en mi casillero guardando algunos libros antes de ir al trabajo, estaba tan concentrada en mis pensamientos que no me percaté en que alguien se había parado a mi lado. Me giré y me sorprendí al ver a Camile, mi ex mejor amiga, con una sonrisa en su rostro.
—Hola Amelia —saludó emocionada como si mi presencia ahí fuera de su agrado.
—Camile —le devolví el saludo y terminé de guardar mis cosas.
—Tiempo sin verte.
—Si, 2 años.
—Me has hecho falta —soltó de golpe haciéndome sorprender aún más.
—No parece —dije distante.
—Sé que no lo demuestro, pero es la verdad, te extrañé.
No estaba segura de si podía volver a confía en ella, me abandonó portándose de una manera desagradable cuando más la necesitaba y ahora de la nada viene a decirme que me extraña.
—Entiendo que no me creas por cómo me porté contigo en el pasado, pero en verdad quiero arreglar las cosas.
—Está bien, ahora tengo que dejarte, iré a trabajar.
—Oh, cierto ¿será que puedes acompañarme a casa? me volví a mudar y quería mostrarte a ti primero mi casa por los años que teníamos de amistad —pidió.
No vi motivo para negarme, antes confiaba en ella y tal vez podríamos volver a ser amigas, aunque no muy unidas como antes, pero algo es mejor que nada.
—Está bien, solo déjame avisarle a mi jefa que demoraré un poco.
—Claro, te espero afuera, ya sabes cuál es mi auto, te espero ahí.
Asentí y marqué el número de Martha, mientras Camile se alejaba.
(...)
—Listo, ya pedí permiso —dije mientras entraba a la parte de atrás del auto de Camile porque adelante iba un chico, supuse que era su novio, ya que estaban con las manos entrelazadas.
—Ok, igual solo vamos, conoces un poco y luego te voy a dejar donde trabajas.
Asentí y empezó a conducir saliendo de la escuela.
Habíamos estado media hora desde que salimos de la escuela, no reconocía por donde íbamos, Camile trataba de hablar conmigo, pero luego de tres o cuatro palabras que compartíamos se sentía muy incómodo, así que preferimos dejar de hablar.
Luego de otra media hora más andando decidí preguntar hacia dónde estábamos yendo.
—Camile, ¿a dónde se supone que vamos? llevamos ya una hora y empiezo a dudar que vivas por aquí. Aquí no hay muchas casas.
—Ya nos falta poco, es que mi papá quiso mudarse donde no lo molesten.
Desconfié de su respuesta, pero decidí seguir tal vez estaba siendo un poco paranoica.
Luego de una hora, llegamos a una pequeña casa donde a lo lejos divisé el auto de Kasandra y fue ahí donde me di cuenta: Camile nunca estuvo arrepentida, de hecho estaba con Kasandra. No sabía qué pensaban hacer conmigo aquí, empecé a temblar y a negar levemente con la cabeza.
—No hagas esto por favor, no te he hecho nada —dije nerviosa.
—Lo siento, cariño, pero deben darte tu merecido, por tu culpa golpearon a Max y sabes cómo es Kasandra cuando se meten de esa forma con ellos.
—¿Qué me van a hacer? —pregunté con miedo.
—No lo sé, solo me pidió traerte, sabía que confiarías en mí.
—Déjame bajar, por favor —pedí sollozando.
Me ignoró y aparcó a lado del auto de Kasandra, Max abrió mi puerta e intentó sacarme del auto, pero salí por la otra puerta, corrí sin saber a dónde ir, Max me jaló de la cintura cargándome y llevándome con Kasandra la cual tenía unas sogas en sus manos, al verme sonrió con odio.
—No hagas esto, esto es muy cruel incluso para ti —pedí empezando a llorar.
—Cállate de una vez —dijo exasperada.
Max empezó a amarrarme las manos y los pies mientras que Kasandra abría un candado que estaba en la puerta de la pequeña casa.
—Por favor, no hagas esto —le rogué a Max, pero me ignoró—. Hazlo
por mi primo, si en verdad fuiste amigo de él no hagas esto, a él no le gustaría—traté
de persuadirlo, pero no cedió.
—No lo metas aquí, él está muerto así que no tengo motivos para soltarte —contestó sin mirarme.
—Max, por favor—sollocé varias veces.
—Cállate—dijo con tono duro.
—Max.
—¡Dije que te callaras! —gritó molesto mientras me ponía un trapo en la boca para que no pueda hablar.
Me cargó entrando en aquella casa, me soltó en un pequeño cuarto vacío y cerraron las puertas dejándome ahí dentro, minutos después escuché los autos yéndose. Me habían dejado sola, grité varias veces, pero luego me di cuenta de que seguir haciéndolo iba a ser en vano porque nadie iba a escucharme.
Pasé dos o tres horas llorando, el calor era insoportable y en esta habitación no había ni una sola ventana.
Pensé varios minutos después de haberme calmado un poco en qué podía hacer, recordé que mi mochila se había quedado en el auto de Camile, pero mi teléfono lo había guardado en mi cintura dentro del pantalón antes de salir corriendo.
Intenté sacar el teléfono para poder llamar a alguien, la primera notificación que recibí al momento de desbloquear el teléfono era que tenía 15 por ciento de batería, cualquier cosa que quisiera hacer debía hacerlo rápido antes de quedarme sin opciones.
Marqué como pude a Anthony.
Uno...
—Contesta por favor —susurré, pero no contestaba, intenté varias veces y nada.
"—Hola soy Anthony, ahora no puedo contestar deja tu mensaje y cuando pueda te responderé".
Colgué. Pensé en llamar a Martha, pero ella estaba con Patrick no iba a poder venir por mí, no quería meter a la policía, aunque sabía que debía hacerlo. Pero si la policía se involucraba iban a descubrir que soy menor de edad, que no tenía un tutor y me mandarían a un orfanato hasta cumplir la mayoría de edad, cosa que no quería.
Revisé varios números a los que podía llamar, pero todos eran de mi familia que obviamente no iban a venir y otros eran de personas con las que ya no hablo. En eso me llega un mensaje del mismo número de esta mañana.
Sin importarme si es o no una amenaza abro el mensaje y mi cuerpo se relaja cuando veo el nombre de Jayden. Supuse era el número del él así que lo llamé, sabía que luego de esto tendría que explicarle lo que pasó, pero por ahora solo me importaba salir de aquí ya que hacía demasiado calor y empezaba a oler raro.
— ¿Amelia? —preguntó algo dudoso del otro lado de la llamada.
—Jayden ayúdame, por favor —pedí con la voz rota.
—Claro, dime qué puedo hacer, ¿en qué puedo ayudarte?
—No sé dónde estoy, está haciendo mucho calor y empieza a oler raro.
—¿Qué pasó? —preguntó preocupado.
—No sé, acompañé a alguien que era mi amiga, pero era una trampa, no sé dónde estoy, tengo miedo, solo... solo ven por favor, estoy a punto de tener un ataque.
—Está bien trata de calmarte, respira vamos te necesito calmada.
Hice lo que me dijo y cuando estaba un poco mejor hablé de nuevo.
—No sé dónde estoy, solo sé que es una casa bien alejada del pueblo, pequeña y color rojo. —Las lágrimas volvieron a salir sin parar.
—Amelia, necesito saber algo más, ¿recuerdas por donde fueron?
—Por la calle del hospital seguimos recto, pero de ahí ya no me ubico, viajamos por 2 horas y dimos una que otras vueltas.
—Ok, mira, voy por ti pero necesito que te quedes conmigo —pidió, pero negué llorando.
—Mi teléfono se apagará si lo sigo usando.
Suspiró frustrado.
—Está bien, tengo una manera de encontrar tu ubicación.
Se quedó unos minutos en silencio y volvió a hablar.
—Dame tu correo, ya con eso puedo buscar tu ubicación, mantén tu teléfono encendido hasta que te encuentre.
—Está bien, te mando un mensaje.
Le envié el mensaje y un momento después me dijo que ya tenía la ubicación, que ya estaba en camino, le colgué nerviosa y llorando.
Empecé a escuchar unos ruidos fuera de la casa, estaba asustándome cada vez más, el olor se hacía más fuerte, empezaba a marearme, las manos me temblaban más, estaba sudando y el tamaño del cuarto no ayudaba, estaba todo oscuro.
Desde que murieron mis padres nunca me había gustado estar sola en la oscuridad, cuando eso pasaba, empezaba a temblar y a darme ataques de pánico.
Después de un rato me estaban empezando a pesar los parpados, era obvio que estaba por desmayarme, Jayden no venía y el pánico estaba ganando, ya no estaba en mis cinco sentidos.
Lloraba todo lo que podía, estaba ya afónica de gritar, me había lastimado las muñecas de lo que trataba de soltarme.
Me estaba durmiendo cuando escucho gritar mi nombre.
—¡Amelia! ¿estás aquí?
Era la voz de Jayden, tomé fuerza y grité lo más duro que pude.
—¡Estoy aquí! ¡Jayden, aquí! —pateé la puerta esperando verlo rápido.
Tocaron la puerta y grité.
—Apártate de la puerta —ordenó.
Lo siguiente que vi fue a Jayden con una linterna.
Empecé a quejarme, se acercó a desatarme las manos y los pies, temblaba cada vez más, me faltaba la respiración, empezaba a ahogarme.
—No... pue... do respirar —dije casi sin aire.
—Amelia, mírame: cálmate, estas sufriendo un ataque de pánico, debes calmarte, sé que no es fácil pero trata de hacerlo. Vamos, cuenta conmigo —dijo tomando mi cara entre sus manos.
—No puedo, no funciona —dije llorando y temblando, seguía ahogándome, no lograba respirar bien.
—Amelia, mírame, linda, céntrate en mí, escucha mi voz.
Lo miré a los ojos, noté cómo iba acercándose, nuestras respiraciones se mezclaban, rozó sus labios con los míos hasta que los juntó, besándome. Se alejó fijando su vista en mí, sonrió cuando vio que dejé de temblar, ya podía respirar mejor.
—Gracias Jayden, en serio te agradezco mucho esto —respondí acariciando su mano con mi pulgar y sonriendo levemente.
—Tranquila, mejor vámonos de aquí, te llevaré a casa.
Se sacó la chaqueta que tenía y me la dio, me la puse porque a pesar de que tenía calor estaba helada.
Tomó mis muñecas revisando que las heridas que tenía no sean grabes, cuando terminó de revisarlas me tomó en brazos para empezar a caminar hacia su auto, me aferré a su cuello y puse mi rostro en su pecho.
Llegamos al auto y me dejó en el asiento del copiloto, me dio un beso en la frente y cerró la puerta. Se subió en el asiento del piloto, me dio una botella de agua que me la terminé de un solo sorbo, y empezó a conducir.
Solo recuerdo que mis ojos se cerraron lentamente hasta quedarme dormida.
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