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CAPÍTULO 1 (editado)

Nuevamente es lunes, lo que significa otro día de clases. Esperaba con ansias que los meses que faltan para poder terminar la escuela pasen rápidos, no solo porque odio levantarme a las seis de la mañana sino también porque detesto ir a clases.

Detesto al grupo de Kassandra, la popular del colegio, no siempre me molestan pero cuando lo hacen es un verdadero calvario. Por eso siempre trato de ignorarlas, por más difícil que sea, aunque cuando no se les hace caso insisten aún más hasta terminar agobiándome.

Al terminar de arreglarme fui a la cocina para prepararme algo de comer, mientras lo hacía pensaba en qué haría después de clases, ya que hoy es mi día libre del trabajo.

A pesar de haberle pedido a Martha que no me diera días libres se negaba, ya que decía que no podía pasar tanto tiempo encerrada en la cafetería, que debía salir y disfrutar mi juventud, lo que no sabía es que no tenía nada más que hacer después de clases.

Mi vida consistía en ir del colegio al trabajo, y del trabajo al departamento.

Me encontraba caminando en dirección al colegio, a la misma hora de siempre. Sentí que varias gotas salpicaron sobre mis pantalones y, de inmediato, volteé en su dirección solo para descubrir que provenían de una bebida que acababan de tirar. 

El auto de Kassandra se detuvo junto a mí, y supe que habían sido ellas quienes me habían tirado aquella bebida por la forma en la que se burlaban de mí. Maldije por lo bajo cuando se alejaron tocando bocina, saqué unas toallitas de mi mochila y traté de limpiar la mancha de mi pantalón.

Ya me encontraba en el colegio diez minutos antes de que sonara la campana, cosa de la que me arrepentí porque debí haberme regresado a casa cuando pasó lo de la bebida.

 —¡Hey! huérfana, ¿Qué haces ahí parada? —preguntó Kassandra, como siempre, liderando su grupo de estúpidas.

No respondí, porque por más que en mi cabeza tenía todos los insultos y las palabras indicadas, de mi boca no salía nada. Odiaba a mi familia por hacerme así, no me gustaba ser el punto de atención, además de que mis inseguridades no me lo permitían.

 —¿Acaso tus padres te comieron la lengua? —dijo Lexie, la hermana de Kasandra.

Bajé la mirada y seguí caminando como si eso no hubiera pasado, me molestaba que se metieran en mi vida, que hablaran de mis padres como si no fueran nada.

Estaba por abrir mi casillero cuando un empujón hizo que me golpeara la cabeza con éste. Me giré enfada porque ya no iba a permitir que me golpearan, iba a encararla, pero el valor abandonó mi cuerpo cuando escuché lo que Max, el novio de Kasandra dijo.

 —¿Cómo se siente ser una maldita huérfana, a quien su familia maltrataba? Eres una rara, por eso nadie habla contigo y tus amigos te dejaron, se cansaron de estar a tu lado y ahora están mejor sin ti, incluyendo a Iván. Creo que haber muerto lo salvo de vivir el resto de su vida con alguien como tú—.

No aguanté las lágrimas cuando pronunció el nombre de mi primo, escuchar hablar de él aún se me hacía difícil, aún dolía, a pesar de que ya habían pasado dos años. No había podido aceptarlo y tampoco evitar que duela.

Tomé los libros que había dejado caer cuando me golpeé y corrí al baño, no lloraría frente a ellos, no les daría lo que quieren.

Me sentía sola, necesitaba a alguien que estuviera a mi lado en esas situaciones, necesitaba poder llamar a alguien y contarle todo lo que me estaba pasando.

 —Mierda, te extraño tanto —sollocé por lo bajo para que nadie me escuchara

 —¿Por qué te fuiste y me dejaste aquí? ¿por qué no me llevaste contigo? Debí haber estado allí ese día, hubiera sido mejor haber muerto contigo que vivir por ti. Te extraño Iv. —Me aferré a las mangas de la sudadera que tenía esperando sentirme cerca de mi primo.

Más tarde salí del baño, iba retrasada unos quince minutos a la primera clase, tal vez recibiría un sermón pero no me importaba en lo absoluto.

Tal y como lo había pensado, al momento de abrir la puerta del salón la señorita Grimes me dio el mismo sermón que da cuando alguien llega tarde a sus clases.

Las siguientes clases pasaron normales, me preocupó que nadie me hubiera dirigido la palabra para molestarme, eso siempre me hacía sentir más intranquila ya que no sabía qué trampa podrían tenderme, pero por desgracia no tardé en descubrir que mis sospechas eran ciertas: habían preparado algo para mí, y sería muy fuerte.

Lo que vi al momento de entrar fue suficiente para coger mis cosas y salir corriendo a casa sin importarme perder las siguientes cuatro clases. Los odiaba más y me odiaba a mí por ser tan débil, por no haberlos puestos en su lugar.

En ese mismo momento debía acercarme a esa perra y quitarle una a una sus malditas extensiones, no sé cómo habían conseguido aquel video, pero lo que hicieron fue de lo peor.

(...)

 —Tenemos una sorpresa para ti, huérfana —habló Lexie.

Solo la miré sin intención de responder, iba a buscar una mesa donde sentarme cuando volvió a hablar.

 —Ahora.

No entendí por qué había dicho eso, pero luego de unos segundos se empezó a reproducir un video en una proyección que habían puesto en una de las paredes de aquella sala.

Era el video del accidente de mi primo, lo supe porque reconocí su moto y la chaqueta que siempre usaba cuando conducía, aunque nunca se veía su rostro, se veía lo que había pasado; cómo mi primo salía disparado a la calle por culpa de un maldito auto, que lo abandonó sin siquiera ayudarlo. Todos miraban y unos susurraban entre ellos, cuando terminó el video pasó otro donde hablaba alguien, no salía su rostro y su voz se escuchaba alterada.

 —Como pudieron ver en el video anterior, ese día murió Iván, el primo de la huérfana de la escuela. Se rumorea que aquel muchacho ya estaba cansado de soportar a su prima, ya que siempre trataba de llamar su atención. Se dice que ella estaba enamorada de él y por eso tomó la decisión de suicidarse. Si esto es verdad, Amelia Evans es la culpable de la muerte de su primo, no le bastó con haber asesinado a sus padres, lo señores Evans, que también asesinó a su primo, la persona que dice ser importante para ella.

Todos me miraron con disgusto hasta que salí de aquella sala.

(...)

Me encontraba en una esquina de mi habitación llorando, pensando en el video que mostraron, y no entendía de donde lo habían sacado. A nosotros, su familia, nunca nos mostraron nada y era más que extraño que ellos tuvieran eso; además todo lo que habían dicho era mentira, yo nunca estuve enamorada de mi primo.

Ese día había sido una completa mierda, quería terminar con el sufrimiento, pero como lo había prometido: iba a vivir por mí y por él para cumplir nuestros sueños, para visitar los lugares que siempre quisimos conocer. La única razón por la cual seguía con vida era por esa promesa, porque si fuera por mi hace rato hubiera dejado de sufrir.

Pasé toda la tarde llorando, hasta que mi teléfono sonó. Era Martha.

 —Hola —dije con la voz ronca por el llanto.

 —¿Haz estado llorando cariño? —preguntó con tono preocupado.

 —No es importante, mejor cuéntame que sucede —intenté desviar el tema y sonreí cuando Martha no insistió.

 —Te llamaba porque necesito que mañana abras la cafetería, Patrick se lastimó la espalda al caerse mientras limpiaba unas mesas y ahora ya no puede hacer fuerza, me tocará quedarme a cuidarlo, te prometo que mañana mismo pondré un cartel de que hay una vacante —suspiró con pesadez.

 —No te preocupes, estaré ahí a primera hora.

 —¿No habrá problema con que faltes a clases?

 —No creo, tengo buenos promedios, un día que falte no me afectará.

 —Gracias cariño, te espero mañana.

 —Está bien, hasta mañana Martha, salúdame a Patrick.

 —Descansa.

Colgué el teléfono y fui a asearme para acostarme a dormir, no tenía ánimos de nada, ni siquiera había comido y no me importaba en lo absoluto, solo quería sentir alivio y olvidarme unas horas de todo esto.

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