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Cicatrices de fuego - Parte 3

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La cabeza le duele horrible, para cuando alguien lo sacude del hombro.

—¡Oye! ¡Oye! ¡Cabello de mierda!

Todo está oscuro, y hay una extraña mancha luminosa en ese fondo negro, pero no puede abrir los ojos para ver mejor. No hasta que siente que lo abofetean en la cara.

—¡Kirishima!

—¡¿QUÉ?!

Kirishima abre los ojos y se levanta hacia adelante. Está sentado en el suelo de tierra y mira a todos lados confundido, y frente a él, agachado, esta Bakugou, mirándolo con la frente arrugada, con la mano derecha extendida sobre su cabeza con una llama encendida para iluminar el lugar desconocido donde están.

—Pero, ¿Dónde estamos?

—Activaste una trampa, estúpido —le espeta Bakugou sonando más enojado que de costumbre—. Y te golpeaste la cabeza mientras caíamos.

—Lo puedo notar... —dice Kirishima, sobándose un costado de la cabeza que le dolía y le palpitaba un poco—. ¿Y ahora qué?

—Pues obviamente debemos salir de este sitio para encontrar a los demás —dice Bakugou poniéndose de pie.

Kirishima se queda sentado un segundo más sacudiendo su cabeza para que se le pase el dolor, hasta que se da cuenta de que Bakugou lo está mirando desde arriba, arqueando una ceja.

—¿Te apuras? —le dice de forma insistente, ladeando la cabeza.

El golpe que se dio Kirishima seguramente aún le afecta, porque se tarda otros cinco segundos en darse cuenta de que Bakugou le está diciendo que haga lo mismo de hace rato para que encuentre un camino de salida.

—¡Oh! ¡Claro! —exclama poniéndose de pie rápidamente, con las mejillas ligeramente rosadas puesto que Bakugou lo mira con ojos cansados.

Seguro piensa que es más idiota que nunca, pero Kirishima debe olvidarse rápidamente de eso para hacer su trabajo. Pisa el suelo una vez más con los puños a sus costados como puede, porque el sitio donde están es demasiado estrecho y oscuro como para moverse a gusto, sin embargo, lo que ve cambia rápidamente su manera de pensar.

—También parece un laberinto, al menos es menos intercalado que el de arriba —le avisa a Bakugou.

El rubio inclina la cabeza a un lado.

—Este sitio antes era una ciudadela habitada por maestros tierra. Creo que por aquí se movilizaban de una ciudadela a otra —suelta, como si no fuera nada del otro mundo.

Sin embargo, Kirishima lo mira con cara sorprendida.

—¿Hay más ciudadelas? No sabía de eso.

—"V de viajes" tiene tres tomos.

Nuevamente, Kirishima se queda un poco boquiabierto.

—Oh, entonces, las leíste.

—Por si acaso —Bakugou se encoge de hombros—. Pero ahora solo nosotros dos sabemos algo de este sitio, así que los idiotas de arriba no tendrán idea de qué hacer.

—¿Todoroki no sabe?

—Ese bastardo tiene mejores cosas que hacer que ojear libros viejos. Así me deja trabajar a mí.

Kirishima arquea una ceja.

—¿Se supone que eras el guía de esta misión?

—¿Algo así? Como sea —Bakugou sacude la cabeza señalando un lado del camino—. ¿Por dónde?

—Oh, sí, por aquí.

Kirishima da media vuelta y comienza a caminar. Bakugou avanza hasta su lado y camina junto a él iluminando por donde van con el fuego de su mano. Caminan por el sendero estrecho hasta llegar a una intersección, que abre paso a un camino más alto y extenso, que va en ambas direcciones. Debido a la poca luz, el sitio se ve más tétrico de lo que parece.

—Hay que girar por aquí —dice Kirishima, yendo por la izquierda.

—Cuidado por donde pisas —le advierte Bakugou, tratando de sonar irónico.

Si Kirishima lo conociera mejor, quizás diría que está tratando de hacer una broma, pero eso no puede ser.

—Lo tengo —le responde.

Sin embargo, (puto sin embargo) ambos dan dos pasos más y sienten una presión contra sus cabezas. Kirishima mira hacia arriba, y gracias al fuego de Bakugou, puede ver como el hilo que está pegado de un lado a otro del camino a la altura de sus cabezas brilla y tiembla cuando se separan de él.

Kirishima entrecierra los ojos, y traga duro.

—¿Estás jodiendome?

Bakugou suelta eso, y al mismo tiempo Kirishima siente la piel ponérsele de gallina, porque siente algo salir disparado desde el fondo del túnel tras ellos, a toda velocidad.

—¡Cuidado!

Empuja a Bakugou a un lado, poniéndose al frente. Levanta los dos puños, llevándose consigo un montón de roca, lo suficientemente alto y grueso para cubrirlos a ambos. Bakugou no apaga la luz en ningún momento, por lo que, tras escuchar un sonido atravesador, Kirishima se asoma por un lado de la roca, y de ahí encuentra que se han clavado una decena de flecas de metal.

—Mierda... —susurra, asustado de repente. Luego se gira a ver a Bakugou—. ¿E-Estás bien?

—Agh, sí —responde a punto de decir algo más, pero se calla al ver algo más al fondo del túnel—. ¿Pero qué...

Kirishima se gira a mirar también, a la vez que escucha algo proveniente de la oscuridad, como una especie de aullido. Entonces lo ve, un pequeño destello verde, al que secundan muchos más. solo es gracias al fuego de Bakugou que puede ver lo que sigue. Unas sombras al final del túnel salen desde las paredes y el suelo, manifestándose a metros de distancia de ellos, tomando la forma de perros gigantes con fauces y colmillos incluidos. De un momento a otro, comenzaron a gruñirles, y Kirishima tiene que retroceder unos pasos por mero instinto.

—¿Qué demonios son esas cosas?

—Son guardianes —susurra Bakugou—. Espíritus. Lo que faltaba.

—¡¿Espíritus?! —suelta Kirishima, sin creérselo.

Había escuchado de esas cosas, pero no estaba seguro de que fueran reales. Pero lo que veía a unos metros más adelante cambiaba su mentalidad completamente.

—Son espíritus de sombra —agrega Bakugou—. Y si te tocan, pierdes.

—Oh, eso me tranquiliza tanto —dice Kirishima, pensando en correr inmediatamente.

Pero ve a Bakugou avanzar delante del pequeño muro de piedra, sacándose los guantes negros que lleva.

—¿Bakugou?

—Hazte a un lado —le ordena, tirando los guantes por ahí.

Escucha un chasquido proveniente de sus muñecas, donde hay dos pulseras extrañas, que gira una vez soltando un extraño polvo gris, y no le da tiempo de pensar en lo que es porque Bakugou mueve sus brazos y todo se ilumina de una vez.

—¡MUERAN!

Grita, y el fuego sale de sus manos y literalmente estalla, dándole apenas un milisegundo a Kirishima para refugiarse tras la roca, pero se asoma por un lado apenas, lo suficiente como para ver el fuego saliendo de las manos de Bakugou, mezclándose con el polvo gris generando llamaradas explosivas que se tragan a todos los espíritus que tenían al frente, desvaneciéndolos en un parpadeo. El sitio se llena de humo y escombros, y a Kirishima no le preocupa tanto que sean enterrados vivos ya que sabe que las paredes en ese sitio son bastante gruesas, y Bakugou quizás debe saberlo.

Kirishima tose cuando todo se oscurece, sacudiendo una mano para eludir el polvo que tiene alrededor de la cara. Bakugou, frente a él, vuelve a encender una pequeña llama en su mano, observando el sitio a ver si no queda nada más que hacer volar.

—¿Eso era... pólvora? —pregunta, mirando de reojo los brazaletes que tiene en las muñecas.

—Sino no funciona —responde Bakugou, tajante.

Kirishima está a punto de preguntarle a que se refiere cuando entonces, después de observar los extraños brazaletes, se fija en la mano de Katsuki, iluminada por el mismo fuego que produce. Son cicatrices, largas, blancas y otras marrones, superpuestas una sobre otra, y apenas se puede ver la piel blanca de Bakugou que no está lastimada. De repente, Kirishima instintivamente se lleva una mano al costado del torso, y el corazón se le revuelve. No entiende porque tan de repente se preocupa así.

—¡Tus manos...! —no puede evitar soltar eso tampoco.

—¡Cúbrete de nuevo! —Bakugou grita, nada más ver que otras sombras salen del suelo.

Nuevamente, todo el lugar se ilumina y resuena en un estallido potente, y Kirishima solo puede pensar en el daño que eso causa en el maestro que controla ese fuego.

—¡Dime a donde ir! —exclama Bakugou tras acabar con ese grupo de espíritus.

Kirishima se obliga a concentrarse, en medio del polvo y el humo.

—Sí, ya —dice, sacudiendo la cabeza—. ¡Por aquí!

Da media vuelta y siguen por el camino de al frente, esta vez corriendo, sin pensar en cuantas más trampas habrían más adelante. Con lo que sí se topaban era con más y más espíritus, pero Bakugou los mandaba a volar, literalmente. Y en cada uno de esos explosivos ataques Kirishima se sentía sorprendido y cautivado por el dominio de la técnica, sin embargo, en una parte de su interior, algo dolía. Algo le oprimía el pecho y no entendía por qué.

De repente, cuando van corriendo, Bakugou se detiene y retrocede tres pasos tras apagar su fuego, y todo queda a oscuras. Kirishima se gira a ver dónde su supuestamente debería estar, porque no ve prácticamente nada.

—¡Mierda! —escucha decir a Bakugou en la oscuridad.

Y Kirishima quiere preguntar qué pasa, pero entonces un olor apestoso llega a su nariz y tiene que cubrirse la cara con ambas manos.

—E-Este olor eso...

—Metano —masculla Bakugou—. Viene del subsuelo, del magma del volcán. Se debe filtrar por esta parte... joder.

Kirishima solo oye su voz, no lo ve a él. Pero al menos aún pueden salir de ese sitio.

—Entonces salgamos de aquí de una vez —le dice.

—¿Cómo?

Kirishima ríe bajo sus manos, bajito y quedo.

—De un tipo ciego en la colonia donde vivía aprendí un par de cosas. Mis ojos no pueden ver, pero puedo sentirlo todo —se explica, entusiasmado de repente.

Hace mucho tiempo que no le explicaba ese tipo de cosas a nadie.

—Ajá, ¿Y qué esperas? —dice Bakugou—. Ya huele a muerto aquí.

Kirishima ríe y asiente, aunque Bakugou no puede verlo.

—Ya. ¡Ven!

Entonces, sin pensarlo, sin tapujos ni incertidumbre, le toma la mano y echa a correr.

—Tú, idiota...

Susurra eso, y Kirishima piensa que va a soltarlo e ir por su cuenta, pero se queda ahí, sujetándole la mano.

Siente que está caliente, y que palpita. Siente hendiduras, que deben ser pequeñas cicatrices en sus dedos y la palma de su mano. Apenas conoció al sujeto hace tres días, pero de repente, siente la extraña necesidad de evitar que se haga daño. La necesidad de proteger.

Aunque no es momento de pensar en eso.

Kirishima se concentra en sus pies, y en el suelo, y hacia donde tienen que ir. Tercer camino a la derecha, nueve metros de frente, segundo camino a la izquierda, quince metros más. Es un laberinto, pero a él no le cuesta pasar por ahí.

Hasta que, por fin, luego de correr de un lado a otro sin parar, ambos ven una luz al final del túnel y apresuran el paso.

Bakugou le ha soltado la mano para cuando están fuera de la cueva.

Ambos están con la respiración dificultosa, y están mirando al frente, jadeantes y con los ojos como platos.

Kirishima sabía que el sitio era grande, pero no se imaginó que sería tan extenso, lleno de casas de piedra ordenadas en hileras que iban de un lado a otro en la enorme caverna. Y cualquiera pensaría que el sitio estaría en penumbras, pero ese sitio ardía y brillaba tanto como el mismísimo sol. Estaban en una especie de plataforma, al lado de una escalinata de piedra que bajaba a la ciudadela. Bakugou se adelantó hasta el borde y miró hacia abajo.

—¿...eso es lava?

Kirishima se asoma junto a él, y lo ve. Rodeando las casas, inundando los caminos, hay lava moviéndose por todo el sitio de un lado a otro, calentando y quemando el suelo, desde quien sabe hace cuánto tiempo. Solo puede soltar un sorprendido wow que ni se acerca a los que siente en ese instante. No hay palabra para describir esa ciudad volcánica tan brillante que se extiende frente a ellos.

Pero, ni tiempo hay de pensarlo, porque sienten el suelo temblar y se giran a ver. El corazón de Kirishima casi sale de su pecho por la boca, al ver lo que tenían al frente.

Parado sobre uno de los techos de las construcciones de piedra, irguiéndose lo suficientemente alto para mirarlos a la cara, hay una especie de golem de madera, gigante, con estructura humana pero cara desfigurada. Dos ranuras horizontales en su cara brillan en un color verdoso, y todo su cuerpo está rodeado de una energía negra. Kirishima solo puede pensar en los espíritus dentro de la cueva, que ahora han poseído a ese enorme pedazo de árbol que está levantando uno de sus gruesos brazos, dispuesto a hacerlo puré.

Bakugou es el primero en moverse, pensando seguro que si era simple madera podría quemarlo y ya, pero ni tiempo tiene de atacar puesto que, seguido de un estruendo letal, un relámpago azul golpea al guardián gigante en toda la cara, destruyendo la mitad de esta y apagando la luz y desvaneciendo la energía oscura que lo rodeaba. El golem se queda quieto un segundo antes de caer hacia adelante, hasta terminar en el pozo de lava y quemarse hasta quedar hecho cenizas.

Bakugou se queda petrificado donde está, con una expresión del tipo qué carajos acaba de pasar, pero Kirishima se gira y ve lo que hay más allá del sitio donde están.

—¡Kaminari!

—¡Kiri! —grita su amigo, a lo lejos.

Está corriendo por los techos de los edificios de la ciudadela, junto a los demás.

—¿Él puede lanzar rayos? —escucha a Bakugou decir.

Ashido está cortando manos y pies de los guardianes con el agua que trae en una cantimplora, que rápidamente se evapora segundos después de atacar. Sero los manda a volar cuando ella los ha desarmado, y Todoroki usa rayos y fuego para alejarlos. Saltan de sitio en sitio con ayuda del control de Sero, hasta que saltan sobre el poso de lava que Kirishima tiene al frente, y se reúnen nuevamente.

—¡Oh, amigo! ¡Qué bueno que estás bien! —dice Kaminari, feliz y apretando los brazos de Kirishima con una sonrisa en la cara.

Los demás van hacia Bakugou.

—¿Estás bien? —le pregunta Todoroki.

Katsuki solo puede bufar.

—Claro, es que para mí es normal que espíritus guardianes quieran matarme —le dice con ironía, si es que no tiene ganas de golpearlo en la cara, piensa Kirishima.

—Es bueno saber que tienes sentido del humor —comenta Sero.

Ashido se ríe, pero su risa se corta al ver que más golem están dirigiéndose hacia ellos. Kirishima teme preguntar de donde salieron tantos.

—Oye, Kirishima —le llama Kaminari, sonando extrañamente calmado en toda esa destrucción—. Está parece una perfecta situación de estrés, ¿No crees?

Los demás lo miran confundidos, pero Kirishima no hace más que mirarlo con ojos cansados, porque sabe a lo que se refiere, y detesta que tenga razón.

—No molestes —le advierte.

Entonces, sin previo aviso o algo parecido, mueve los brazos flexionados hacia atrás y pisa el suelo fuertemente, presionando la tierra bajo ellos, provocando que tiemble. Los demás se agrupan a su alrededor como pueden cuando se dan cuenta que el suelo se rompe, y se eleva.

De un momento a otro, están en una plataforma de tierra que se mueve hacia adelante, pasando por encima de la lava, la ciudadela, y los guardianes de madera.

—¡WOAH! —exclama Ashido, sosteniéndose de los brazos de Sero y Bakugou—. ¡Esto es sorprendente! ¡Ni Kendou-chan puede hacer esto!

—¡No sabía que traerías tanta gente increíble aquí! —le dice Sero a Todoroki, quien está a un lado de la roca manteniendo el equilibrio.

—Esto no es nada —dice Kirishima, moviendo los brazos y las piernas para avanzar y hacer que la plataforma avance—. Solo puedo usarlo como último recurso.

Por alguna razón, siente la mirada hastiada de Bakugou sobre él.

—¿Estás bromeando?

Kirishima no entiende su pregunta, y no tiene tiempo ni de preguntar.

—¡Cuidado! —grita Kaminari cuando ve que dos guardianes corren hacia ellos hacia toda velocidad.

Impactan deliberadamente contra la columna de roca, tan fuerte que se destruyen a sí mismos, pero también logran desarmar el sitio donde están, haciendo que caigan.

Solo se escuchan gritos de desesperación hasta que Sero, en medio de la caída libre, balancea sus brazos alrededor de su cabeza y crea un torbellino de aire, que segundos más tarde los rodea a todos y los mueve hasta un sitio lo suficientemente seguro donde dejarlos caer.

—¡Wow, gracias, Sero! —dice Kaminari, cayendo sobre las rodillas en un extremo del sitio a donde llegaron a parar.

—No es nada —responde el chico, agitando una mano y ayudando a Ashido a ponerse de pie—. Ahora a donde.

Todoroki se queda medio consternado un segundo, al ver que han recorrido toda la ciudadela en una plataforma de tierra andante.

—¿Kirishima? —pregunta, como si no fuera obvio a quien hay que pedirle indicaciones.

El chico asiente, apoyado en sus rodillas, respirando con dificultad.

—Ah, cuando hago eso —señala la gran línea de roca que acaba de marcar por todo el lugar—, tengo una vista más amplia del sitio así que —respira nuevamente—. Este es el santuario final.

Señala detrás de él con el pulgar, como si no fuera la gran cosa.

Todos parecen pensárselo un segundo, antes de seguir avanzando, porque acaban de pasar un susto de muerte y quizás el final del camino sea mucho peor. Nadie sabe decir.

Pero, Bakugou se mueve primero y todos lo siguen después, teniendo mucho cuidado de por dónde pisan, lo que haya al frente de sus cabezas. Es un camino un poco alto, redondeado, con una luz naranja al final del camino. En ningún momento deja de hacer calor.

—Ah —suelta Ashido cuando han llegado a la salida—, eso, es mucha lava.

Es una caverna igual o más grande que la anterior de la cual acaban de salir, pero esta está inundada de lava ardiente y roja, con estrechos caminos de piedra que llegan al otro lado, algunos conectados entre sí. Todos con un único destino, que es el otro lado de la cueva, donde hay una escalinata de piedra, que lleva a una plataforma de roca, con unas extrañas formas ubicadas ahí. En un costado de estás, a lo lejos se puede apreciar un brillo azul.

—Ahí está —dice Todoroki.

Entonces todos lo saben, que se trata de la joya del agua, prendida a uno de los costados de esa roca, a cuarenta metros de distancia, con una laguna de lava impidiéndoles el paso. Ya que, bueno, nadie tenía ganas de cruzar alguno de esos estrechos caminos de piedra que parecían tan solo flotar en ese sitio.

—Eh, Kirishima —dice Mina—, ¿crees que podrías hacer eso de nuevo?

Si se refería a levantarlos en un soporte de tierra que se moviera hasta el otro lado de la cueva, en realidad Kirishima no estaba muy seguro.

—Estamos rodeados de lava que calienta el suelo a la temperatura del sol —dice Bakugou mirando a Ashido—. No seas ridícula.

Sin embargo, el comentario de Bakugou lo hace cambiar de opinión.

—De hecho...

Entonces lo interrumpen, y no puede terminar lo que quiere decir. De hecho, lo que tenía en mente se desvanece y el temor lo invade, porque no lo invade ninguno de sus compañeros, sino es el suelo mismo, y las paredes y el techo lleno de estalagmitas que caen con el temblor ligero que los acaba de sacudir. Y, debido al lugar donde están, eso solo puede significar una cosa.

—Mierda —Kaminari es el primero en hablar—. ¡Oh, mierda!

—¡Este sitio va a estallar!

Todoroki chasque la lengua.

—Temía que esto pasara...

—Pero, pero la piedra —dice Kirishima, histérico—. ¡Se perderá!

—No lo hará, tiene un hechizo que la protege de cualquier mal natural que quiera afectarla —le responde Todoroki—, por eso está escondida en este volcán, porque sin importar cuantas veces haga erupción, podrá protegerse. Fácilmente podría crear una cueva subterránea alrededor de ella y resultar ilesa.

—Pero en ese caso, podríamos regresar por ella después ¿no? —pregunta Sero.

—Es la idea. Porque a menos que controlen la lava para llegar hasta allá ahora, ese es nuestro único plan de contingencia —declara Todoroki.

Entonces, Kirishima y Kaminari dan un respingo.

—Oh, en ese caso —dice Sero sonriendo, antes de que su cara se distorsione por el pánico—, ¡hay que salir de aquí!

—¿Tienen transporte?

—Por supuesto que sí —dice Mina, sacando un extraño silbato de su bolsillo de la falda—. ¿Pero cómo se supone que salgamos de aquí?

Entonces, todos miran al único que podría conocer la salida. Kirishima se siente un poco hastiado por las miradas, porque no le gusta ser observado así, y menos cuando en cualquier momento el sitio donde se encuentra podría volar en mil pedazos.

—Claro.

Entonces se gira a paso rápido hasta el costado de la cueva, al lado de la entrada por donde llegaron.

Esa definitivamente es una perfecta situación de estrés, donde podría usar todo su poder. Y lo sabe, que es perfectamente capaz de hacer algo ahora, pero no está solo en ese momento. Hay otras personas que lo acompañan, y no puede darse el lujo de arriesgarse a intentar algo si eso podría causar que alguien salga lastimado. No le gusta para nada la idea.

Así que, choca ambas palmas frente a su pecho y respira. Exhala largamente todo el aire que tiene en los pulmones, hasta quedarse sin aire. Entonces aspira, arqueando el cuerpo hacia atrás, junto con sus brazos, para luego girar sobre sí mismo y levantar la pierna derecha, para golpear el suelo con su pie con toda la fuerza posible, y al final, tras sentir cada centímetro de las rocas frente a él, levanta rápidamente los brazos hacia arriba, con los puños cerrados, levantando también un camino de piedra que asciende hasta el techo, y termina golpeándolo con tanta fuerza que crea un agujero deforme, dejando entrar la luz del día.

Vuelve a exhalar, apoyándose sobre sus rodillas. Siente que los pulmones quizás van a estallarle, pero sonríe, a pesar de todo.

—¡SUBAN! —les grita a todos.

Deja que todos pasen primero, sin darles tiempo a comentar nada. Kaminari sube junto a él, al final, y Kirishima siente que lo está mirando con insistencia. También siente que Bakugou y Todoroki lo miran por encima de sus hombros mientras corren hacia arriba, pero tanto da. Sin embargo, mira a Kaminari, bajando un poco la velocidad en sus pies.

—¿Tú crees que...?

—Yo sé que sí —responde Kaminari, sin esperar a que termine la pregunta—. Y si tú te animas y vas, yo iré también.

Ambos se detienen, y Kirishima solo puede mirar a su amigo, analizando la situación.

—Oigan, idiotas ¿Qué mierda están haciendo?

Kirishima ve que se ha detenido también, y los mira de una forma como si les dijera que se apuren de una vez, pero no puede hacerle caso, no está vez.

—Todoroki —llama al chico, que se ha detenido al mirarlos también—, más te vale duplicar nuestra parte.

La cara de Bakugou se distorsiona por la confusión, y Todoroki solo puede fruncir el ceño y parpadear.

—¿Qué?

Kirishima no los mira más, y junto a Kaminari, saltan a un lado del camino, hacia el poso de lava.

Escuchan el chillido de terror de Mina, mientras Kirishima usa sus brazos y jala un costado del muro para cortar el camino de los demás, y que no les ocurra seguirlos.

—¡CABELLO DE MIERDA ESTUPIDO!, ¡QUÉ ESTÁN HACIENDO!

Kirishima desde hace rato que se había cuestionado el por qué Bakugou lo empezaba a llamar así, pero ahora se concentra más en arrastrar un costado del muro nuevamente para crear un soporte donde él y Kaminari puedan aterrizar más o menos a salvo. Él cae apoyándose en las rodillas y un puño, mientras Kaminari desacelera su caída con fuego control bajo sus pies.

—¡Siendo más útil de lo que crees! —exclama Kirishima, en el momento en que ambos corren hacia adelante, tomando caminos separados para llegar al otro lado del lugar, el sitio comienza a temblar.

—¡Ustedes solo suban! —les grita Kaminari, justo cuando un pico de piedra cae detrás de él, rompiendo el camino de piedra y salpicando lava, haciéndolo chillar y corriendo más rápido.

Kirishima se gira apenas a ver a los demás, y ve que Todoroki apura a Bakugou a salir de ahí cuando estalagmitas comienzan a caer por donde ellos están. Katsuki parece resistirse un segundo, pero al final, corre hacia la salida junto a sus amigos. Kirishima está bien con eso.

Seguro piensa que somos unos suicidas piensa para sí, sonriendo a pesar del peligro. Pero para él, en el fondo está bien.

Porque ambos solo tienen que llegar al otro lado del sitio y aunque ese sitio podría estallar en cualquier momento, Kirishima tiene un plan, y confía perfectamente en que Kaminari lo sabe, y lo seguirá al pie de la letra.

Sin embargo, dentro de ese plan no se encuentra el hecho de que de la lava empiecen a salir salamandras de fuego gigantes que les impidan continuar.

Kirishima grita de la sorpresa, pero eso no impide que detenga con los puños un pico de tierra que está cayendo para golpear al enorme reptil en la cara. Kirishima salta a otro camino para seguir avanzando, pero más salamandras siguen apareciendo, y el empieza a lanzar picos de roca a diestra y siniestra. Se gira a ver a Kaminari cuando oye un estallido, y se encuentra con que, como esas cosas son a prueba de fuego, su amigo ha decidido lanzar rayos una y otra vez.

—¡Esta es-! —grita antes de lanzar a una salamandra de regreso a la lava con un rayo tan brillante que parece dorado— ¡-una maldita aventura! ¡Y tú que no querías venir!

—¡¿Te estás divirtiendo?!

Siguen así, hasta llegar casi al final del túnel, y para ser honestos, en algún momento Kirishima comienza a reír, cuando con la mente toma las piedras en sus manos y las lanza contra esas bestias. Cuando se impulsa con los pies y salta de un lado a otro, inclusive una vez llega a hacerlo contra el lomo de una salamandra, lanzando rocas con las piernas. En serio, que la adrenalina le recorre todo el cuerpo.

Pero eso no es nada, cuando llegan a la orilla de piedra al final del camino casi al mismo tiempo, y entonces el techo comienza a romperse. Y a abrirse.

No se cae, no se desprende como los picos que han estado cayendo los últimos cinco minutos, sino que se abre y se extiende hacia arriba, dejando entrar la luz del sol. Cientos y cientos de metros de metros de tierra se dividen hasta formar un enorme cañón, y ellos están en el fondo, en medio. El inicio de la cueva también se rompe, y se abre, dando pase libre a la lava a inundar toda la ciudadela contigua.

Lo más raro que es el sitio donde están ellos apenas y se mueve, y Kirishima, al girarse y mirar arriba, supone que debe tratarse de la joya del agua, que empieza a brillar con una intensidad que lo ciega. Entonces, Kaminari le da un codazo, y señala hacía el cielo.

Cuando mira hacia arriba, ve un punto blanco en medio de las paredes de roca, que es un enorme animal peludo con seis patas, con unas cuantas personas montadas sobre él.

—¡OHHH! ¡Es un bisonte! —exclama Kaminari, mientras Kirishima solo suelta un jadeo de asombro.

Debe pertenecerle a Sero, supone.

—¡IDIOTAS! —escuchan el eco de alguien gritándoles, y no hace falta adivinar de quien se trata—. ¡¿SE QUIEREN MORIR?!

Kirishima quiere gritarle que todo está bajo control, pero entonces-

El costado del volcán está tras ellos, se rompe, y la lava cae en forma de cascada sobre ellos.

Por un segundo, Kirishima solo ve el manto naranja y rojo caer sobre ellos, y piensa que en cualquier momento verá su vida pasar frente a sus ojos. Pero no sucede.

—Hoy no es ese día —susurra para sí.

Entonces respira una vez, arrastra uno de los dos pies y se concentra, levantando ambos puños desde el suelo hasta encima de su cabeza. Y al mismo tiempo, controla la lava que está cayendo sobre ellos. La mueve y la endurece, dejando formaciones rocosas y negras a su paso, para que luego la lava que se le escapa de las manos caiga a los costados del lugar donde están.

Siente que los brazos se le van a caer, que la cabeza va a explotarle, pero él sigue, sigue y sigue, concentrándose en la lava que tienen encima y dividirla para que vaya hacia otro lado. El corazón le late a mil y solo puede apretar los dientes y esperar a que la presión de la lava disminuya.

En eso, Kaminari corre hacia la extraña formación de rocas donde la joya está sujeta. Corre en vertical ayudándose de las llamas, y en un momento está parado contra la piedra, tomándola entre sus manos y cayendo hacia adelante, llevándose la piedra consigo.

—¡Woah, ha sido más fácil de tomar de lo que pensaba! —comenta, con la esfera brillante entre sus manos.

De repente, Kirishima siente que la presión sobre sus hombros disminuye, y efectivamente la lava ha comenzado a caer tras ellos, más no encima. Siente que puede soltarse ya, y respira normalmente a los segundos.

En el cielo, sobre el bisonte volador, el grupo de maestros mira el sitio con las bocas muy abiertas.

—Entonces, creo que eso de no preguntar qué clase de personas traes a las misiones no es tan mala idea —comenta Sero, mirando a Todoroki, tratando de sonar tranquilo.

El otro se limita a jadear.

Bakugou se queda tieso donde está, antes de que, lentamente, una sonrisa se vaya formando en su rostro.

—Increíble hijo de puta —susurra para sí mismo.

—¡La tienen! —exclama Mina, tras ver el destello azul en el fondo del cañon.

Todo sigue temblando y moviéndose, y se escucha un sonido rugiente provenir el interior del volcán. Kirishima solo piensa en salir de ahí.

—Oye —le llama Kaminari—, ¿Cómo a los 15 años?

Eijirou parpadea una vez, antes de sonreír ampliamente.

—Hermano, por supuesto que sí.

Porque, 10 años de amistad tenían que surtir efecto.

Ambos saltan de la plataforma hacia el suelo caliente, y Kirishima, golpea el piso con ambos pies y es impulsado hacia arriba por un montón de roca que lo lanza hacia el cielo. Kaminari se prende fuego a los pies y sale disparado por un torrente de fuego.

Es algo que lograron hacer, juntos, hace muchos años. La primera vez se lastimaron feo, pero con el paso del tiempo, saltar grandes alturas se volvió una de sus cosas favoritas, aunque hace tiempo que no lo hacían.

Tanto, que por un momento piensan que no van a alcanzar a los demás, pero el bisonte de Sero ha descendido lo suficiente para que ellos lleguen a su altura, pero están perdiendo velocidad para cuando rozan las patas del animal.

Kirishima estira las manos, esperando agarrarse de los cabellos blancos del bisonte, pero no lo consigue y por un momento piensa que va a volver a caer y tiene que idear un plan para evitar morirse, pero no es necesario, ya que en cuestión de un segundo otra mano toma la suya, y la aprieta y lo salva de una muerte segura.

Levanta la mirada, y ahí está la cara de Bakugou, con medio cuerpo fuera del asiento de montar del bisonte. El maestro fuego lo mira con una mueca en la cara que Kirishima podría ser capaz de tomar por una sonrisa. Asombrada, quizás. Kirishima se siente aliviado, de alguna forma. Entonces Bakugou lo jala al mismo tiempo que el lugar vuelve a retumbar y el volcán escupe torrentes de humo grueso, y piedras tan calientes como los rayos del sol.

—¡Sácanos de aquí! —exclama Todoroki, también agachado junto a Mina, tomando de los brazos a Kaminari.

Sero hace caso y mueve las riendas del bisonte, llevándolos hacia arriba para salir de ese lugar, mientras una nube de polvo y humo negro los alcanzan. El bisonte tiene que ir girando, para no chocar contra las piedras que están cayendo desde los costados del cañón.

En una de esas, Bakugou aprovecha el movimiento para tirar de Kirishima, pero es demasiado y la velocidad a la que van no ayuda a que Kirishima se estabilice por su cuenta.

Salen disparados del lugar lo más lejos posible de la bomba de humo, mientras el volcán grita y lanza lava y piedras por doquier.

Kirishima siente el viento rápido en la espalda y la nuca, y el cómo se está despeinando. También siente una extraña calidez contra la cara, que por un segundo quiere conservar un momento más porque le parece agradable, pero al segundo siguiente se da cuenta de que se trata del pecho de Bakugou, sobre el cual ha caído. Ha caído prácticamente contra todo el cuerpo de Bakugou, en realidad.

Se levanta a la velocidad de la luz, pero debido a la presión del aire solo logra quedarse a horcajadas, y en vez de fijarse en la situación, en el hecho de que está volando a miles de metros del suelo, se fija más en lo que ve. A Bakugou debajo de él, su cabeza entre sus manos. Los brazos de Bakugou extendidos a los costados, y su cara con una expresión que no es la ceñuda de siempre. Está sudado, con tierra en las mejillas y la frente, y el cabello rubio cenizo está manchado de tierra. Kirishima se extraña al ver todos esos detalles con tanto cuidado. Porque por un momento, Bakugou le parece tan...

—¡Ah, está fría!

La burbuja se rompe, cuando Kaminari grita.

Kirishima rebota hacia el lado contrario de la silla de montar donde están, girándose a ver a su amigo, que está dejando caer la joya en el asiento, con las manos petrificadas y un poco pálidas. Tal vez se están congelando.

Mina se acomoda y con agua control toma la esfera una una burbuja de agua, y la mueve hasta un cofre que saca Todoroki de un lado del sitio, guardando la joya en el interior acolchado.

Torodoki cierra el cofre y se permite suspirar de alivio. Luego enfoca la mirada sobre Kaminari y Kirishima.

—Ustedes dos...

—¡Son unos suicidas! —exclama Sero desde adelante—. ¡Pero suicidas increíbles!

—No es suicidio si sabes que no vas a morir —señala Kaminari, frotando sus manos en fuego para calentarlas—. Demonios esa cosa está helada.

—Me sorprende que no hayas llegado con las manos hechas un hielo —dice Mina—. ¿están heridos?

Kirishima niega la cabeza, antes de querer decir algo más, pero tampoco es como si pudiera hacerlo. Es como si, ese día, lo hubieran estado interrumpiendo cientos de veces a lo que quería decir. Pero esta vez es porque el bisonte se detiene repentinamente, y cuando ve lo que tienen al frente no sabe si relajarse o preocuparse, por alguna razón.

Lo que produce el sonido de turbinas moviéndose en forma circular es la aeronave que tienen al frente, que sobrevuela el cielo, cerrándoles el paso. Es la misma nave en la cual han estado durmiendo los últimos tres días.

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