Capitulo 9.
—No lo llenes hasta el borde, podría desbordarse cuando coloques la tapa —indicó Yoongi con su tono habitual de calma impaciente, mientras revisaba unas cuentas desde su puesto favorito, ese que parecía hecho a la medida de su personalidad: práctico, cómodo y a salvo del caos, simplemente, la caja registradora.
Mientras tanto, Jungkook, que apenas comenzaba su segunda semana, se enfrentaba a su primer día en la barra, tras una semana de capacitación que, según Yoongi, parecía haber sido más un desafío de paciencia que un entrenamiento.
—Así está bien ya —advirtió el de cabello color menta, sin dejar de observarlo de reojo. Pero Jungkook no parecía escucharlo.
Así que alzó la mirada justo a tiempo para notar que el chico tatuado estaba completamente desconectado, con los ojos clavados en algún rincón inexistente mientras seguía presionando la palanca de la máquina de café. El líquido oscuro seguía fluyendo sin control.
—¡Jungkook, es suficiente! ¡Se va a derramar! ¡JEON! ¡Hey! ¡IDIOTA! ¡IMBÉCIL! ¡¡JUNGKOOK!! —estalló, elevando la voz gradualmente hasta un grito que hizo girar la cabeza de un par de clientes curiosos.
Finalmente, como si alguien hubiera pulsado el interruptor, Jungkook volvió a la realidad, parpadeando con confusión. Bajó la vista justo a tiempo para ver cómo el café desbordado se había apoderado de su mano y de la barra.
—Mierda, lo siento. Estaba un poco distraído —murmuró mientras se sacudía la mano con torpeza, tratando de ignorar la mirada furiosa de su compañero.
—¿"Un poco"? —repitió Yoongi, arqueando una ceja en un gesto que contenía más sarcasmo que palabras—. Haz uno nuevo, de inmediato. El cliente sigue esperando, y créeme, no quiere un café con dedo tatuado incluido.
—Claro, ya mismo —respondió el menor, poniéndose en marcha con la velocidad de un principiante al borde de la desesperación, como si enmendar el desastre pudiera borrar el hecho de que había ocurrido.
El mayor suspiró profundamente, volviendo a su lugar con resignación. En voz baja, murmuró:
—¿Por qué contratamos a humanos y no a robots? Ah, cierto, porque los robots no sonríen bonito ni hacen que las clientas vuelvan... Oh —se interrumpió de golpe, como si algo acabara de cruzar su mente—. Hablando de eso... oye, Jeon.
—Aquí tiene, disfrútelo —con una sonrisa, el chico entregó un café al cliente, para luego girarse hacia su compañero—. ¿Qué pasa? ¿Hice algo mal?
—Eso es justo lo que quiero saber —respondió, apoyándose en la barra con una sonrisa traviesa—. ¿Cómo te fue en tu cita con el tal Jimin? ¿Se logró o la cagaste?
Jungkook soltó una leve sonrisa, que rápidamente trató de disimular limpiando la barra con un trapo.
—¿Tú qué crees? —murmuró, algo tímido, sonriendo mientras los recuerdos de aquella tarde invadían su mente. Aún seguían muy frescos ¿y como no? Si había sido la mejor tarde de su existencia.
Yoongi lo observó con curiosidad, evaluando cada gesto.
—A juzgar por esa sonrisa y esa repentina timidez, diría que todo fue más que bien —dedujo, arqueando una ceja. El chico simplemente asintió con la cabeza, aún sonriendo como si ocultara un secreto que lo hacía feliz—. Pues qué bueno, ahora entiendo por qué estás tan distraído. ¿Tan bueno fue?
Jungkook volvió a asentir, pero esta vez con un toque de vergüenza que no pasó desapercibido. Yoongi lo miró de reojo y decidió no insistir, tal vez no quería hablar de eso con él, después de todo, apenas se conocían, y no era como si fueran mejores amigos.
—Bien, pues limpia la cafetera para que...
—Nos besamos —confesó de repente, interrumpiéndolo.
El pálido se detuvo, parpadeando lentamente, sorprendido por la inesperada sinceridad.
—Oh. Bueno, eso es... bueno ¿no? —aventuró con algo de torpeza, claramente no preparado para ese giro en la conversación.
—Fue muy lindo, en realidad —admitió Jungkook, sonrojándose hasta las orejas. Entonces, como si no pudiera contenerse más, comenzó a contarle todo a Yoongi, quien, sorprendentemente, lo escuchó con atención—. Me sorprendió lo mucho que valora las cosas simples, ¿sabes? Como un dulce callejero, comida regalada o incluso un par de chistes malos. Es único, sin dudas. Aunque... es un poco inexperto, claro, pero no importa. Yo puedo enseñarle lo que haga falta —insinuó en un tono pícaro.
Yoongi lo miró con una mezcla de incredulidad y asco fingido.
—Asqueroso. No hables de eso aquí, ¿quieres? —gruñó mientras fingía taparse los oídos con las manos.
Jungkook lo notó y, lejos de ofenderse, decidió seguir fastidiándolo.
—¿Qué? ¿Te da envidia, sunbae? ¿Hace cuánto no tienes una cita? —preguntó, apoyándose en la barra con una sonrisa provocadora.
El mayor alzó una ceja, claramente poco impresionado.
—Primero, no me llames sunmbae si vas a usarlo para insultarme. Segundo, ¿qué te hace pensar que no tengo citas?
El tatuado se encogió de hombros, tratando de contener la risa.
—No sé... tu vibra de "abuelo cascarrabias" no grita precisamente "romántico".
—Ah, claro, porque tú, con tu cara de cachorro perdido y tus movimientos torpes, seguro eres Casanova, ¿no? —replicó, sacudiendo la cabeza mientras volvía a revisar las cuentas—. Y por cierto, si sigues distrayéndote, el cliente de la mesa tres va a demandarnos por esperar más de lo necesario.
Jungkook miró hacia la mesa y rápidamente se puso en marcha, agarrando una bandeja. Pero antes de irse, se detuvo, girándose hacia el pelimenta con una sonrisa juguetona.
—Solo digo... si alguna vez necesitas consejos para ligar, ya sabes dónde encontrarme.
Yoongi dejó escapar un resoplido, pero no se molestó en levantar la vista.
—Gracias, Romeo. Ahora cállate y lleva esos pedidos antes de que otro cliente decida irse.
Jungkook desapareció tras la barra, y Yoongi, finalmente, disfrutó de un momento de paz. O al menos eso pensaba, hasta que uno de los clientes comenzó a llamar su atención.
—¡Disculpe! Creo que este café tiene... un poco de café en el agua.
Yoongi suspiró, levantándose lentamente mientras murmuraba para sí mismo:
—¿Por qué no me hice escritor como quería mi madre? Ah, cierto, porque los escritores no ganan propinas...
—Este lugar, por ejemplo, es mucho más espacioso y además tiene unos jardines hermosos. Me agrada este —comentó Taehyung mientras deslizaba su dedo por la pantalla de la iPad, mostrándoles a sus amigos las fotos del recinto.
—Pienso lo mismo —acotó Hoseok, inclinándose para echar un vistazo más de cerca—. Los otros eran solo salones aburridos. Este tiene estilo, es perfecto para este tipo de eventos. ¿Tú qué opinas, Jimin?
Silencio.
Cuando ambos levantaron la vista, se encontraron con Jimin recargado en la mesa, la mejilla apoyada en una mano y los ojos perdidos en el techo de la cafetería de la universidad. Su expresión era un poema: suspiraba como si estuviera protagonizando un drama romántico de horario estelar.
Taehyung y Hoseok intercambiaron miradas, confundidos al principio, hasta que un largo suspiro escapó de los labios del castaño. No necesitaban más pistas. Esa expresión soñadora tenía claramente nombre, apellido, piercings y tatuajes.
—Desde esta mañana está así —murmuró Hoseok, inclinándose hacia Taehyung como si estuviera revelando un secreto confidencial—. Creo que su cita fue un éxito rotundo.
—Se nota —respondió, ambos se echaron a reír en voz baja, tratando de no interrumpir al protagonista de su propio drama interno—. Oye, enamorado, ¿estás con nosotros o estás planeando tu boda imaginaria?
Jimin parpadeó, saliendo lentamente de su ensoñación. Se enderezó en su asiento, pero su sonrisa delataba que todavía no había regresado del todo a la realidad.
—¿Eh? ¿Qué? Ah, sí... jardines... perfectos... lo que sea que dijeron... —balbuceó, claramente más interesado en su mundo paralelo que en el tema en cuestión.
—Definitivamente alguien aquí tiene tatuajes en la cabeza y no son los suyos —bromeó Hoseok, cruzándose de brazos.
—¿Qué? Pero si yo no tengo... aish, tonto —sonrió, y escondió la sonrisa cómplice tras su mano.
Tae, con un brillo malicioso en los ojos, no pudo resistirse a insistir.
—A ver, cuéntanos. ¿Qué tan bien salió la cita? ¿Te besó, te cargó en brazos, o qué? Porque con esa cara, algo de eso pasó.
—No es el momento de hablar de eso, tenemos que terminar esto... —murmuró, pero el rubor en sus mejillas hablaba por él.
—Eso es un sí —declararon Tae y Hobi al unísono, chocando los puños mientras estallaban en risas.
—A ver, Jiminie, deja de hacernos sufrir. Solo dinos una cosa: ¿es tan bueno en persona como parece? Porque el chico da vibras de "rompecorazones con final feliz".
—O de "novio tatuado con moto y playlist emocional" —añadió Hoseok, con una sonrisa burlona.
Jimin rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír.
—No sé por qué les interesa tanto eso... pero sí, es incluso mejor.
Ambos lo miraron, incrédulos y emocionados al mismo tiempo.
—¿"Mejor"? —repitió Hoseok, como si no pudiera creerlo—. ¿Cómo puedes mejorar eso? Es tatuado, musculoso y hace café, Jimin. Ya estaba en el límite de la perfección.
El castaño rió entre dientes, su sonrisa ampliándose mientras jugaba con la manga de su suéter.
—Es... no sé, simplemente es diferente. Es genuino, tiene un carisma increíble, algo que no sé cómo explicar. Además, tiene un lado sensible y tierno que realmente me encanta. Me gusta cómo es, sin pretensiones, solo él mismo. Cuando estoy con él, todo se siente más tranquilo, como si el mundo dejara de ser tan complicado por un rato. Y nadie me ha hecho reír como él... hacía tanto que no reía de verdad, con genuinidad, que había olvidado cómo se sentía.
Taehyung y Hoseok intercambiaron una mirada de asombro fingido, llevando las manos al pecho como si las palabras de Jimin los hubieran conmovido profundamente.
—¡Oh, no! ¡Jimin está enamorado! —exclamó Tae con dramatismo.
—Tráiganle un anillo, alguien —añadió Hobi, riendo mientras le daba un leve golpe en el brazo.
Jimin negó con la cabeza, divertido.
—Ustedes son imposibles —respondió entre risas, aunque no podía ocultar la felicidad que se reflejaba en sus ojos.
Taehyung se inclinó hacia él, bajando la voz como si estuviera a punto de contarle un secreto.
—Pero hablando más en serio, ¿ya le contaste sobre tu familia? Porque, si me preguntas, suena como algo que merece saber —preguntó, mirándolo con seriedad.
Jimin parpadeó, sorprendido por la pregunta, antes de bajar la mirada con un suspiro.
—No, claro que no. Apenas estamos conociéndonos. No quiero asustarlo...
—¿Asustarlo? —interrumpió, riendo mientras cruzaba los brazos—. Jimin, eres un heredero multimillonario. Creo que más bien sería lo contrario, ¿no?.
El castaño negó con la cabeza, tratando de no sonreír, aunque la preocupación seguía en su rostro.
—Eso funcionaría para alguien interesado solo en el dinero, pero para Jungkook no lo creo. Él es... diferente. Es sincero, y sé que sus sentimientos también lo son. Si le cuento tan pronto sobre mis padres y todo lo que implica mi familia, podría alejarse de mí.
Taehyung y Hoseok se quedaron en silencio por un momento, asimilando sus palabras. Finalmente, Hobi habló, con un tono más suave.
—¿Por qué pensarías eso? Nosotros sabemos perfectamente quiénes son tus padres y cómo es toda esa locura de tu mundo, y aun así estamos aquí. Te apoyamos siempre porque vemos lo mismo que ese chico seguramente ve en ti: un chico hermoso, inteligente y gentil. —le dio una suave palmada en el brazo, sonriendo con cariño.
Jimin levantó la vista, su expresión relajándose un poco.
—Gracias, chicos —dijo con una sonrisa sincera—. Pero es que Jungkook realmente me gusta, y quiero que nos acerquemos un poco más antes de decirle quién soy en realidad.
Taehyung alzó una ceja, su expresión cambiando de dulce a maliciosa en cuestión de segundos.
—¿"Acercarse un poco más"? —repitió con tono insinuante—. ¿Eso quiere decir que no se metieron la lengua hasta la campanilla en la cita?
—¡Taehyung! —le regañaron al unísono Hoseok y Jimin, mientras este último se ponía rojo como un tomate.
—¿Qué? —respondió Tae, encogiéndose de hombros con una expresión inocente—. Es algo muy común, solo preguntaba...
—Cállate, asqueroso —espetó Jimin, lanzándole una servilleta hecha bolita, mientras Hoseok se reía entre dientes—. Mejor sigamos con esto, el evento es este fin de semana y todavía falta confirmar a los invitados que les enviamos la invitación, y también verificar si mañana llegan los vinos.
—Sí, sí, lo que sea —respondió Taehyung con una sonrisa pícara mientras miraba de reojo a Jimin—. Pero aún esperamos los detalles de esa cita.
—Ajá, como quieran, ahora pongan la cabeza en esto porque después tenemos clase —advirtió.
[...]
—¿Qué dices? Pero si ni siquiera ha terminado tu turno y las clases están a punto de terminar. ¿Tienes idea de cuántos clientes vendrán? Estás loco, Jeon, mi respuesta es no, ahora fuera de mi vista. —espetó Yoongi, cruzándose de brazos.
—Te lo prometo, sunbae, solo treinta... no, veinte minutos, y estaré de vuelta como un rayo. ¡Ni te darás cuenta de que me fui! —rogó Jungkook, poniendo sus bien conocidos ojos de cachorro mientras se inclinaba ligeramente hacia él.
El mayor lo miró con una ceja arqueada, claramente poco impresionado.
—Quiénes sí se darán cuenta de que te fuiste serán los clientes, y la caja registradora, que no tendrá ni un maldito won al final del día —bufó, agotado de tanta insistencia—. Aish, este niño de verdad... joder está bien, solo veinte minutos y ni un minuto más ¿entendiste?.
—¡Gracias, sunbae! —respondió el menor casi dando un brinco de emoción.
—¡Espera! —gruñó Yoongi, alzando una mano para detenerlo—. Hay una condición: si regresas tarde, te quedas limpiando los baños hasta que brillen como diamantes. ¿Entendido?
Jungkook tragó saliva, pero su entusiasmo no disminuyó.
—¡Como tú digas, sunbae! —asintió vigorosamente, mostrando una sonrisa tan brillante que casi cegaba—. Entonces ya me fui. ¡Cúbreme! —y salió disparado por la puerta como un rayo.
Yoongi lo observó marcharse, negando con la cabeza y soltando un largo suspiro.
—¿Y cuándo no lo he hecho? —murmuró para sí mismo—. Malditos adolescentes enamorados... deberíamos poner un letrero en la entrada que diga: "No se aceptan empleados enamorados. Requisito indispensable: estabilidad emocional".
Justo cuando Jungkook cruzó precipitadamente las puertas de la escuela, el timbre marcó el final de las clases. El sonido fue seguido por una avalancha de estudiantes universitarios que parecían correr hacia la salida como si se estuvieran escapando de un incendio.
Jungkook, atrapado en medio del caos, fue empujado, pisoteado y casi arrastrado por la multitud. Entre tropiezos, intentó mantener el foco en su misión.
—Disculpen, ¿alguien sabe dónde está la facultad de administración? —gritó por encima del ruido, pero lo único que consiguió fue un empujón que casi lo hizo perder el equilibrio—. ¡Oye, idiota, fíjate por dónde caminas!
Siguió avanzando, abriéndose paso como podía.
—¡La facultad de administración! ¿Alguien sabe cómo encontrarla? ¡Maldita sea! —se quejó, apretando los dientes mientras el reloj en su cabeza marcaba cada segundo como una alarma de pánico.
Por un momento pensó que estaba perdido. ¿Por qué demonios no había buscado un mapa antes, o al menos investigado donde se encontraba su objetivo? Pero, justo cuando la desesperación empezaba a consumirlo, alguien se apiadó de su alma.
—Para llegar a la facultad de administración —le explicó una voz entre la multitud—, sigue este pasillo hasta el fondo, gira a la derecha, sal por la segunda puerta y cruza al edificio posterior. Allí hay un enorme letrero que dice "Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales".
El pelinegro giró en dirección a quien lo había ayudado, pero apenas logró distinguir un rostro entre la marabunta.
—¡Gracias, muchas gracias! ¡Te debo una, quien seas! —respondió apresuradamente, antes de echar a correr como si su vida dependiera de ello.
Atravesó pasillos, empujó puertas y casi tropezó con su propia sombra hasta que finalmente vio el letrero que buscaba. Entró al edificio jadeando, solo para encontrarse con más estudiantes igual de amontonados y distraídos.
Sin tiempo que perder, volvió a preguntar en voz alta:
—¿Alguien sabe dónde está Park Jimin? ¡Hola! ¡Estoy buscando a Park Jimin! ¿Lo conocen? ¿Saben en qué salón está?
Las miradas que recibió no fueron precisamente cálidas ni amigables. Entre su tono desesperado y su aspecto rebelde; camiseta ligeramente arrugada, tatuajes visibles asomándose por las mangas, piercings brillando bajo la luz y ese delantal de su trabajo que no hacía nada por disimularlo, destacaba como un faro de luz en medio del desfile de estudiantes de administración, todos perfectamente pulcros y vestidos como si acabaran de salir de una sesión de fotos para una revista de moda corporativa.
Cuando su paciencia y su tiempo estaban por agotarse, lo vio. Esa cabellera castaña, esos ojos marrones claros y esa sonrisa que podía distinguir en cualquier lugar.
Jimin estaba de pie con un grupo de compañeros, hablando con su voz melodiosa:
—No olviden enviarme las diapositivas. Tenemos que revisar la tarea antes de...
—¡Jimin! —la voz de Jungkook resonó.
El castaño se giró, sorprendido. Jungkook estaba frente a él, con la respiración agitada y una gota de sudor recorriéndole la sien.
—Te encontré —dijo, sonriendo con alivio antes de tomar la mano del chico sin previo aviso—. Ven conmigo, lo siento, lo tomaré prestado un momento —le dijo a los amigos de Jimin, que solo lo miraban con una mezcla de confusión y curiosidad.
Y antes de que alguien pudiera decir algo, Jungkook ya estaba llevándose a Jimin del brazo, mientras este intentaba entender qué estaba ocurriendo.
Después de alejarse lo suficiente del bullicio y la estampida de universitarios, Jungkook se detuvo. Ahora estaban detrás del edificio, en un jardín tranquilo que parecía un oasis en medio del caos. Solo el susurro del viento y el canto de algunos pájaros rompían el silencio.
Jimin, todavía tratando de recuperar el aliento y de entender lo que estaba pasando, lo miró con el ceño ligeramente fruncido.
—¿Qué está pasando? ¿Por qué tanto apuro para buscarme? ¿Estás bien, Jungkook? —preguntó, con un toque de preocupación en su voz.
El tatuado soltó un largo suspiro y bajó los hombros como si se quitara un peso de encima.
—Yo solo... quería verte —confesó al fin, dejando escapar una sonrisa suave.
Jimin parpadeó sorprendido.
—¿Qué? ¿En serio? —su rostro se encendió como un semáforo en rojo, y rápidamente llevó una mano a su boca, tratando (sin éxito) de ocultar la sonrisa que le brotaba.
—Sí, hablo en serio. Después de nuestra cita, tú... bueno, ahora vives en mi cabeza. Sin pagar renta, por cierto. Así que eres afortunado. —añadió Jungkook, con un tono juguetón, lo que provocó una risita nerviosa en el castaño.
—¿Qué tonterías dices? —rió Jimin, mordiéndose el labio para no reír más.
—No, ya en serio. Tenía muchas ganas de verte. Es una tortura esperar hasta la próxima vez, y más teniéndote así de cerca, así que aquí estoy —admitió, mirándolo con una honestidad que hizo que el castaño bajara la mirada al suelo, jugando con sus dedos.
—Eso es... lindo de tu parte —murmuró Jimin, todavía mirando sus zapatos. Después de una breve pausa, añadió tímidamente—. Yo... yo también estuve pensando en nuestra cita. En ti.
Jungkook sintió como si le hubieran dado un premio.
—¿Hablas en serio? —preguntó emocionado, con los ojos brillando como los de un niño en Navidad.
El castaño asintió en silencio, sin levantar la mirada.
—Eso me hace muy feliz —expreso—. Quería traerte algo, flores, tal vez un ice americano, algo de ese estilo, pero apenas logré convencer a Yoongi sunbae de que me diera veinte minutos para venir a verte.
—¿De verdad hiciste eso por mí? —preguntó en voz baja, como si aún no pudiera creerlo.
—Claro que sí. —Jungkook lo miró con intensidad y luego añadió, inclinado un poco la cabeza—. Pero oye... ¿por qué no me miras? Con lo mucho que me gusta ver tu rostro...
Con suavidad, Jungkook levantó la barbilla de Jimin con sus dedos, obligándolo a mirarlo directamente a los ojos.
—Así está mejor —le dijo con una sonrisa tan cálida que Jimin sintió que sus rodillas temblaban.
El castaño trató de mantener la compostura, pero terminó desviando la mirada de nuevo, demasiado tímido para sostenerla.
—¿Querías verme también? —insistió Jungkook, inclinando un poco la cabeza, divertido por el nerviosismo del contrario.
Después de unos segundos, Jimin finalmente murmuró:
—Sí... —admitió, aún avergonzado.
Jungkook soltó una carcajada ligera, pero su tono se suavizó al responder:
—Entonces creo que estamos en problemas, porque yo no quiero dejar de verte nunca...
Dejó que las palabras flotaran entre ellos mientras se inclinaba lentamente hacia los labios de Jimin, su mirada fija y segura. Pero justo antes de que sus labios se encontraran, Jimin reaccionó rápidamente, colocando ambas manos sobre la boca del tatuado.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, con los ojos muy abiertos y un leve temblor en la voz.
—¿Qué parece? —masculló Jungkook detrás de las manos de Jimin, su voz amortiguada pero claramente divertida—. Estoy intentando besarte. ¿Puedo?
El castaño no pudo evitar reírse, su vergüenza mezclada con ternura. Miró al azabache, que lo observaba con una expresión tan inocente y honesta que le hacía imposible resistirse.
—Aquí no, podría vernos un profesor o alguien más. —murmuró, tratando de recuperar algo de compostura.
Antes de que Jungkook pudiera protestar, Jimin tomó su mano y tiró de él con decisión. Lo guió hasta un rincón más apartado, entre las paredes del edificio y el cuarto de servicio. Había un árbol frondoso cerca, cuyas hojas otoñales caían suavemente al suelo, creando un rincón que se sentía casi mágico, como si el mundo entero los estuviera protegiendo.
—Aquí está mejor —dijo Jimin, con una sonrisa tímida pero llena de complicidad.
—¿Un rincón secreto para nosotros? Me gusta cómo piensas, Jimin —respondió Jungkook, apoyando sus manos contra la pared, acorralándolo sin dejar de mirarlo.
—¿Vas a hablar todo el día o...?
Jungkook no esperó una segunda invitación. Se inclinó con cuidado, dejando que la distancia entre ellos se desvaneciera lentamente. Esta vez, Jimin no lo detuvo. Cerró los ojos y dejó que los labios de Jungkook se encontraran con los suyos en un beso suave, tímido y lleno de una calidez que hacía que ambos olvidaran el mundo a su alrededor.
Mientras el beso fluía, Jungkook descansó sus manos firmemente en la cintura del castaño, como si quisiera anclarse en la realidad del instante. Y Jimin, todavía con un ligero rubor en sus mejillas, alzó una mano temblorosa para tomar suavemente el cuello del pelinegro, buscando un equilibrio entre el nerviosismo y la emoción que lo invadían.
El beso fue dulce, con la perfecta mezcla de inexperiencia y valentía. Los rayos del sol se filtraban apenas entre las anaranjadas hojas caídas, iluminándolos tenuemente, mientras el aire del otoño los envolvía.
De pronto, el castaño soltó una pequeña risita contra los labios de Jungkook, haciendo que el beso se detuviera. El tatuado lo miró con una mezcla de intriga y preocupación.
—¿Por qué te ríes? ¿Tan malo soy? —preguntó, arqueando una ceja.
—No, no es eso —negó con la cabeza, todavía sonriendo—. Es que... esto se siente raro. —con el dedo, apuntó la pieza de metal que brillaba en el labio inferior del contrario.
—¡Oh! ¿Mi piercing? —repitió el pelinegro, tocándolo con su lengua—. Bueno, acostúmbrate, porque creo que me he vuelto adicto a estos labios rechonchos, y no pienso dejar de besarlos. —le dedicó una sonrisa traviesa, haciendo que el castaño riera aún más.
—Eres un loco —murmuró, dándole un suave golpe en el pecho con la mano, aunque su propio rubor lo delataba.
—Lo sé. Pero soy un loco que te tiene a ti, así que técnicamente, estoy en la cima del mundo.
—Tonto... —susurró, pero no pudo evitar morderse el labio para contener una sonrisa enorme mientras lo miraba con ternura.
Jungkook, notando la mirada, no resistió la tentación y volvió a inclinarse hacia él.
—¿Otra vez? —preguntó Jimin, entre risas, retrocediendo apenas un poco.
—Te lo advertí, ¿no? Esto es tu culpa por tener unos labios tan irresistibles. —le guiñó un ojo antes de volver a robarle un beso, breve pero lleno de afecto, mientras ambos reían entre caricias y susurros.
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