Capitulo 6.
La rutina pronto se estableció de manera casi natural. Cada mañana, Jimin llegaba al campus antes de lo habitual, pero no para repasar apuntes ni estudiar en la biblioteca. Su destino era otro: la cafetería del campus, o más específicamente, el chico detrás del mostrador que conseguía arrancarle carcajadas con sus ocurrencias.
Por su parte, Jungkook también había adaptado su rutina. Aunque siempre había sido diligente en su trabajo, ahora parecía esmerarse el doble. Supervisaba que todo estuviera perfecto: las mesas limpias, los pedidos entregados a tiempo, y su delantal ajustado como debía ser. Todo esto, claro, para evitar cualquier regaño que pudiera interferir con su momento más esperado del día: cuando la puerta tintineaba y la figura de Jimin cruzaba la puerta.
La química entre ellos era innegable, Bastaba con observarlos charlando en la barra o cuando Jungkook llevaba su pedido a su mesa. Allí, entre risas y conversaciones llenas de ironía y humor, parecían dos personas que habían compartido una vida juntos. Sin embargo, la realidad era otra: apenas estaban conociéndose.
Jimin, con su gentileza encantadora y su evidente falta de experiencia en asuntos del corazón, contrastaba con el carácter sarcástico de Jungkook, quien, a pesar de su actitud enérgica, no podía evitar revelar un lado tímido y vulnerable cada vez que el castaño le sonreía. Era una dinámica extraña, pero funcionaba.
Durante esa semana, ninguno de los dos se desvió de la rutina. Era como si ambos estuvieran de acuerdo, sin decirlo en voz alta, en mantener ese pequeño ritual que los acercaba un poco más cada día, y sin necesidad de una promoción de Donas.
En cuestión de días, lograron lo que a otros les toma semanas o meses: conectar de manera natural y crear algo especial, aunque ninguno se atrevía a decirlo. No hacía falta. Las miradas, las risas y la comodidad que compartían hablaban por sí solas.
—No seas cobarde, tienes que hacerlo, Jeon. —Yoongi lo miraba fijamente. Ambos metidos, o más bien escondidos en el cuartito de limpieza, atendiendo una crisis adolescente.
—¡Carajo! Nunca he sido bueno en estas cosas. —Jungkook soltó un largo suspiro, como si el peso del mundo cayera sobre sus hombros—. ¿Cómo debería decírselo? ¿Solo voy, abro la boca y lo suelto así, sin más?
—Así de simple. —le respondió, como si estuviera hablando de algo tan mundano como pedir un café—. Solo sé tú mismo... aunque no sé si eso sea una buena estrategia —lo observó de arriba abajo—. En realidad no sé cuáles son tus encantos, pero seguro tienes algo.
—Wow, gracias por el apoyo emocional —replicó Jungkook, haciendo un puchero exagerado.
—Mira, el punto es que se han visto toda la semana. Ya es obvio que debes invitarlo a salir. No hay excusas.
—¿De verdad crees que debería hacerlo? —comenzó a juguetear con la perilla de la puerta, tratando de convencerse—. ¡Bien! Lo haré. —tomó aire y, decidido, giró el pomo. Pero antes de salir, giró sobre sus talones y miró a Yoongi con una expresión de pánico—. Espera... ¿y si me dice que no?
—Eso no va a pasar. —rodó los ojos, visiblemente fastidiado—. Se nota a kilómetros que también le gustas.
—¿Y si solo está siendo amable? A mucha gente le pasa que...
—¡Sal de aquí y mueve tu trasero de una vez! —lo empujó con fuerza fuera del cuarto, cerrando la puerta de golpe detrás de sus espaldas.
Jungkook, ahora en el pasillo, respiró profundamente. «Tú puedes, Jungkook. Solo es Jimin. Sólo tienes que hablar como un ser humano normal. Fácil, ¿no?» Se pasó la mano por el cabello, despeinándolo aún más, y avanzó con pasos vacilantes hacia la mesa donde Jimin estaba sentado.
Jimin, ajeno a la pequeña crisis existencial de Jungkook, hojeaba distraídamente un libro mientras mordisqueaba el borde de un panecillo. Al verlo acercarse, levantó la vista y sonrió con esa calidez que hacía que el corazón de Jungkook pareciera tambor.
—Hola, Jungkook. ¿Todo bien? —preguntó, ladeando la cabeza, inocente, como si no tuviera idea del caos que estaba desatando en el pobre chico.
—Ehh... sí, sí, todo bien. —se rascó la nuca, nervioso. Se sentó de golpe frente a él, casi tropezando con la silla, y soltó una risa nerviosa—. Bueno... o sea, más o menos bien, ya sabes nunca se está taan bien ¿no? ¿Y tú?
Jimin alzó una ceja, divertido por su torpeza.
—Yo estoy bien. —cerró el libro con calma, apoyando los codos en la mesa—. ¿Seguro que tú también? Pareces algo... ¿estresado?
—¿Yo? ¡Nah! Para nada. Estoy relajado. Súper tranquilo. —tragó saliva mientras tamborileaba con los dedos en la mesa—. En realidad, quería... ya sabes... decirte algo.
El castaño lo miró expectante, sus labios curvándose en una ligera sonrisa que no hacía más que ponerlo más nervioso.
—¿Decirme algo? ¿De qué se trata?.
—Sí, bueno, es más como una pregunta. O... no sé, tal vez una idea. Depende de cómo lo veas.
—Jungkook... —Jimin soltó una risita, apoyando la barbilla en su mano—. Si sigues dando vueltas, el café se me va a enfriar.
—¡Oh! Sí, claro. Ok. Eh... —cerró los ojos un segundo, intentando reunir valor. «Vamos. Es solo una invitación. No le estás pidiendo matrimonio... todavía» Abrió los ojos y se lanzó—. ¿Quieres salir conmigo este fin de semana?.
Jimin parpadeó, sorprendido por lo directo que había sido al final. Después, una sonrisa amplia iluminó su rostro.
—¿Salir? ¿Como una cita?
—Sí. No. Bueno, sí, pero... ¡solo si quieres! O sea, no tienes que sentirte obligado ni nada. Podemos llamarlo... algo casual, si eso ayuda. —hablaba tan rápido que parecía estar compitiendo con el viento.
El castaño soltó una carcajada genuina, esa que a Jungkook le encantaba sacarle.
—Tranquilo, Jungkook. Sí, me encantaría salir contigo.
—¿De verdad? —sus ojos se abrieron como platos.
—Sí, de verdad. Pero tienes que prometerme que no te vas a desmayar en el proceso.
Jungkook dejó escapar un suspiro dramático de alivio y luego le devolvió una sonrisa que parecía iluminar todo el lugar.
—Prometido.
Desde detrás de la barra, Yoongi espiaba a través de las cafeteras, con una sonrisa satisfecha.
—Bien hecho, Jeon. Aunque sigo sin saber cuáles son tus encantos...
A la mañana siguiente, Jimin caminaba hacia la cafetería con una sonrisa en el rostro, como si el día estuviera perfectamente alineado para regalarle una charla matutina con Jungkook. Pero a unos metros antes de llegar, se detuvo en seco, como si el universo hubiera decidido ponerle una trampa.
Allí estaba Jungkook, justo a unos metros de la cafetería, llegando en su motocicleta pero con... alguien más.
Jimin sintió una punzada extraña en el pecho cuando vio al chico que lo acompañaba: un joven de aspecto relajado y carismático. Estaba agarrado de la cintura de Jungkook, y aunque llevaba un casco, el gesto de apoyar la cabeza contra su espalda mientras la moto se detenía hizo que algo en Jimin chisporroteara. ¿Rabia? ¿Confusión? No estaba seguro, pero sí sabía que le estaba costando respirar con normalidad.
Cuando ambos se bajaron del vehículo, el desconocido le devolvió el casco extra a Jungkook, el mismo que este había mencionado casualmente el día anterior. La imagen fue como un golpe bajo: ese casco iba a ser para mí.
El extraño sonrió, y aunque su rostro era innegablemente atractivo, aquel chico parecía mayor que Jungkook, pero había una familiaridad en la forma en que se despedían: un apretón de hombro, una carcajada compartida, un leve toque en el brazo que, para Jimin, ya era demasiado.
—¿Quién demonios es este tipo? —susurró para sí mismo, sintiendo cómo el calor subía hasta sus mejillas y un leve temblor comenzaba en sus manos.
Sin darse cuenta, su puño se había cerrado con tanta fuerza que los nudillos se le habían puesto blancos. Fue entonces cuando lo admitió, aunque fuera solo para sí mismo: estaba celoso, rotundamente celoso.
El pecho le ardía y las preguntas se acumulaban en su mente: ¿Qué tipo de relación tienen? ¿Por qué parece tan cómodo con él? ¿Acaso Jungkook invita a pasear en moto a todo el mundo? ¿Es esto lo que hace cuando no estoy?. La bola de pensamientos lo superó, y sin pensarlo dos veces, dio media vuelta y decidió que, por primera vez, no entraría a la cafetería.
Se dirigió a la sombra de un árbol cercano en el campus, sacó sus notas para el evento de cata y trató de concentrarse. Pero era inútil. Cada vez que miraba la hoja, las palabras "cabernet sauvignon" se transformaban en "Jungkook y su nuevo mejor amigo".
—Soy tan patético —murmuró, dejando caer la cabeza contra la carpeta que tenía en las piernas—. No debería sentirme así, después de todo, no somos nada... aún.
La palabra "aún" le dio un pequeño rayo de esperanza, pero solo duró un segundo antes de que lo aplastara otra idea: ¿y si nunca llegamos a ser algo? ¿Y si ese tipo ya lo es todo para él?.
Jimin soltó un suspiro dramático, como si estuviera en medio de una telenovela, y alzó un puño al aire, decidido.
—¡Adiós, Jungkook! ¡No me volverás a ver jamás! —anunció, pero enseguida bajó el brazo y gimió—. Oh, Jungkook, ¿por qué me haces esto? ¿Qué hice para merecer esto?
Un estudiante que pasaba cerca lo miró con curiosidad, pero Jimin estaba demasiado ensimismado en su crisis como para notarlo.
—Esto no es justo. Yo soy el único que debería estar abrazándolo en esa moto. No ese modelo de revista con cara de "sé lo que hago con mi vida".
Cerró los ojos, tratando de borrar la imagen de su mente, pero fue inútil. Cada vez que lo intentaba, solo se hacía más vívida: Jungkook riendo con él, Jungkook recibiendo el casco de él, Jungkook diciendo algo divertido y él riéndose como si fuera lo más gracioso del mundo.
—¡Argh! —soltó, cubriéndose la cara con las manos—. Mi pobre corazoncito de pollo.
[...]
—Son las ocho y media, Jeon. Si sigues mirando esa puerta, vas a abrir un portal a otra dimensión. —Yoongi lo observaba desde la máquina de café, con su típico tono seco, mientras Jungkook seguía recargado en la barra, con la mirada fija en la entrada como Hachiko en la estación de tren esperando a su dueño.
—¿Y si algo malo le pasó? —respondió Jungkook sin moverse, su voz llena de una preocupación absurda.
—Claro, seguro lo secuestraron aliens en su camino al campus. Llámalo y salimos de dudas.
—No tengo su número. —Jungkook finalmente giró la cabeza hacia él, con una expresión de vergüenza.
Yoongi dejó de limpiar una taza y lo miró como si acabara de confesar que no sabía atarse los zapatos.
—¿Perdón? ¿Estás aquí haciendo un drama digno de un k-drama y ni siquiera tienes su número?
—Apenas logré invitarlo a salir ayer —admitió, volviendo a mirar la puerta como si de alguna forma pudiera invocar a Jimin.
El mayor soltó un resoplido entre divertido y exasperado.
—Ajá. Entonces, básicamente, tienes cero información de contacto, y estás aquí, actuando como si fueras su novio desde hace tres años.
—Es que... ¡debería estar aquí! —protestó, cruzándose de brazos con la frustración de un adolescente al que le acaban de cancelar su videojuego favorito.
Yoongi rodó los ojos.
—Tal vez solo huyó, y ya. Así son esos chicos jóvenes, les gusta algo, se divierten un rato y luego lo botan.
—Él no es así. —Jungkook lo miró ofendido—. Jimin no es como el resto. Él es especial.
Yoongi rodó los ojos, volviendo a limpiar la barra.
—Ajá, claro. Tan especial que, por lo visto, también tiene el súper poder de ignorarte por completo hoy. —objeto—. ¿Y tú que sabes de él? Apenas llevan unos días conociéndose.
—Bueno, me contó que estudia, su música favorita, su comida favorita, la fecha de su cumpleaños, algunas anécdotas con sus amigos...
—Ajá, ¿y qué tal el ámbito familiar? Bien dicen que los valores vienen desde casa. Seguramente no te contó nada sobre sus padres ni sobre el entorno en su casa.
—Agh, ya déjame en paz. No lograrás que cambie la imagen que tengo de Jimin. ¡Saldré a buscarlo! —declaró, girándose hacia la máquina de café.
Yoongi abrió los ojos como platos mientras lo veía preparar un Ice Americano.
—¿Qué demonios estás haciendo?
—Llevaré lo que siempre pide, por si tiene hambre. —metió un croissant en una bolsa de papel con una eficiencia sospechosa y se dispuso a salir.
—¡Oye! ¡Jeon! ¿Y quién va a pagar eso? —gritó, siguiéndolo con la mirada mientras el chico cruzaba la puerta—. ¡Te lo descontaré de tu sueldo, maldito romántico barato!
—Haz lo que quieras —respondió con una sonrisa de suficiencia, como si acabara de salvar el mundo.
Yoongi bufó, sacudiendo la cabeza mientras preparaba otro latte.
—Maldito amor adolescente... —gruñó para sí mismo, aunque no pudo evitar una sonrisa al imaginarse a Jungkook recorriendo el campus con un café en una mano y su dignidad en la otra.
[...]
Jungkook recorrió el campus con pasos apresurados, su mente dando vueltas con pensamientos de preocupación mezclados con leve irritación. ¿Por qué Jimin no había aparecido en la cafetería como todos los días? A pesar de no querer admitirlo, estaba al borde del nerviosismo.
Finalmente, después de doblar un camino flanqueado por los árboles anaranjados del otoño. Allí estaba Jimin, sentado bajo la sombra de un árbol, con la luz del sol filtrándose a través de las ramas y creando un resplandor dorado alrededor de él. Llevaba un abrigo largo y elegante, que era muy distintivo de su imagen sofisticada. Sostenía un libro entre sus manos, absorto en la lectura, mientras a su lado descansaban su mochila y un par de libros más.
Jungkook se detuvo en seco, su corazón latiendo más rápido al verlo así, tan tranquilo, tan perfecto, como si el mundo a su alrededor no existiera. Una sonrisa involuntaria se formó en sus labios, aunque no pudo evitar sentir un poco de frustración. ¿Cómo podía Jimin lucir tan sereno mientras él estaba al borde de un ataque de nervios?
—¡Ah, aquí estás! —exclamó, caminando hacia él, fingiendo estar molesto—. ¿Sabes cuánto he corrido buscándote por todo el campus?
Jimin levantó la mirada del libro que tenía en las manos, claramente sorprendido al principio. Sin embargo, su expresión se endureció casi de inmediato, como si le hubiera caído encima la peor de las tormentas: la imagen de Jungkook en su motocicleta con ese otro chico. Cerró el libro con un golpe más brusco de lo necesario y lo colocó sobre la pila de libros a su lado.
—Yo solo... necesitaba algo de aire, es todo —espetó, su tono tan frío que podría haber congelado a Jungkook en su lugar.
Jungkook arqueó una ceja, perplejo por la respuesta. No esperaba encontrarse con un Jimin tan distante.
—¿"Algo de aire"? —repitió, inclinándose hacia él con una mezcla de incredulidad y falsa indignación—. ¿Y tenías que desaparecer justo hoy, después de que planeamos salir? No sabes cuánto me costó hacerlo, sin duda el evento más difícil de mi vida.
Jimin desvió la mirada, tratando de parecer impasible, pero el rubor en sus mejillas lo traicionó. Era imposible esconder lo afectado que estaba.
—No pensé que te preocuparías tanto... —murmuró, casi como si quisiera retractarse al instante.
—¿Que si me preocuparía? —Jungkook soltó una risa sarcástica mientras se agachaba hasta ponerse de cuclillas frente a él—. Digamos que Yoongi casi me diagnostica con "drama romántico terminal".
Jimin dejó escapar una pequeña risa involuntaria ante el comentario, pero rápidamente regresó a su fachada seria, recordándose que estaba, o al menos debía, seguir molesto.
—Bueno, ya me encontraste. No estoy perdido ni nada... —respondió con un aire de indiferencia.
Jungkook sacó de su chaqueta una bolsa de papel marrón y la dejó frente a Jimin como si estuviera haciendo una ofrenda sagrada.
—Ice americano y croissant, cortesía del barista más preocupado del campus. No tienes excusa para no comer.
Jimin miró la bolsa, pero alzó la barbilla en un gesto de aparente desdén.
—No tengo hambre —respondió con seriedad, para sorpresa de Jungkook.
—¿No tienes hambre? —frunció el ceño, inclinándose un poco más hacia él—. Oye, ¿qué está pasando? ¿Te noto... un poco raro?
El castaño soltó un bufido, cruzándose de brazos con el drama digno de un actor premiado.
—¿Un poco raro? No sabes cuánto... ¡ash! —exclamó, frustrado consigo mismo y con el muchacho frente a él.
Jungkook lo observó con genuina preocupación y confusión. Algo estaba mal, y necesitaba averiguar qué.
—¿Es por mí? ¿Hice algo malo? Porque, sinceramente, estoy muy perdido. Ayúdame.
—No sabía que te gustaban los hombres mayores... —soltó de repente, con una mezcla de resignación y reproche, mientras lo miraba directamente.
Jungkook parpadeó varias veces, completamente desconcertado.
—¿Qué? —preguntó, tratando de hilar algo de lógica en esas palabras—. ¿Puedes darme un poco más de contexto, por favor?
—¡Te vi, Jungkook! —exclamó Jimin con una mezcla de indignación y nerviosismo, apuntándolo con un dedo acusador—. Te vi llegar en tu motocicleta con ese tipo guapo, que, por cierto, parece tu tío. ¿A cuántos más subes a tu motocicleta? ¿A cuántos más les das ese casco extra y les permites abrazarte por detrás? —Las palabras salieron atropelladas, acompañadas de un rubor tan intenso que apenas podía disimularlo.
Jungkook parpadeó, confundido.
—¿Hablas de... Jin hyung?
—¿Eeeh? ¿Hyung? —repitió Jimin, aún más desconcertado.
—Sí, si hablas del tipo que venía conmigo, es mi hyung, Seokjin. —respondió y sonrió, divertido por la reacción del castaño—. Es algo así como mi hermano, mi tío... incluso mi padre a veces, y, cuando se pone intenso, hasta mi abuelo. Es familia, ¿qué pensabas que era?
El enojo de Jimin se evaporó en un instante, reemplazado por una vergüenza aplastante.
—¿Eeeh? No, no pensaba nada raro. Yo solo... tenía curiosidad —respondió con una risa nerviosa, agitando las manos como si quisiera disipar el ambiente.
—¿Seguro? Hace un momento parecías bastante molesto. ¿Estás bien?
—Sí, claro, todo bien —balbuceó, dando un paso hacia atrás para alejarse. Sin embargo, en su torpeza, casi tropieza con un chico que pasaba en bicicleta a toda prisa.
Jungkook reaccionó de inmediato, tomándolo del brazo y jalándolo hacia él para evitar el accidente. El movimiento fue tan rápido que, antes de darse cuenta, Jimin estaba pegado al pecho de Jungkook. Su rostro, ahora completamente rojo, parecía a punto de explotar.
—Ten cuidado —dijo Jungkook, soltándolo al darse cuenta de la cercanía. Dio un paso atrás, igual de nervioso, y se rascó la nuca—. Sería muy tonto que te atropellara una bicicleta. Digo, un carro, bueno, eso tiene sentido, pero una bicicleta... aunque no es que esté mal... ¡ah, olvídalo! —murmuró, desviando la mirada mientras su propio rostro se teñía de rojo.
En ese momento, la campana que anunciaba la hora de entrada a la universidad resonó en el fondo, rompiendo la tensión.
—¡Ah, ya me tengo que ir! —dijo Jimin, recuperando la compostura y ajustando su mochila con rapidez.
—Sí, claro, ve. Que buen un tengas día... digo, ¡que tengas un buen día! —respondió Jungkook, haciendo un gesto torpe de despedida mientras se reprochaba en silencio por su nerviosismo.
Jimin le dedicó una última sonrisa antes de alejarse casi corriendo, sintiendo que su corazón seguía latiendo con fuerza, mientras Jungkook se quedó en su lugar, observándolo marcharse con una sonrisa nerviosa y un ligero sonrojo en las mejillas.
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