Capitulo 21.
—¡Literalmente nos abandonaste, Park Jimin! —protestó Taehyung, apuntando acusadoramente con su dedo índice a su mejor amigo. Sin embargo, él seguía caminando con una sonrisa tranquila y despreocupada.
—Estás exagerando, eso no pasó así —replicó encogiéndose de hombros—. Simplemente te dejé donde querías estar, y no te hagas el loco porque te vi mirando a los boxeadores con la baba casi cayéndote.
—¡Sí, pero... pero... pero eso no tiene nada que ver! —bufó, frunciendo el ceño y apretando los labios hasta formar una delgada línea.
Jimin soltó una carcajada divertida.
—Hobi no piensa lo mismo, ¿verdad? —comentó, lanzándole una mirada cómplice a Hoseok.
—Ambos sabemos que Tae es el rey del drama, así que aquí estoy yo para desmentirlo —respondió, con una sonrisa.
Taehyung soltó un bufido exagerado y cruzó los brazos, claramente ofendido.
—De todas formas, nos la pasamos genial después de que te fuiste. De hecho, nos llevamos muy bien con Seokjin. —continuó.
—¿En serio? —preguntó Jimin, sorprendido.
Hoseok asintió con entusiasmo.
—Sí, después de todo el evento fuimos a un karaoke, tomamos un par de tragos... aunque debo confesar que me emborraché más rápido de lo esperado —dijo rascándose la nuca, visiblemente avergonzado.
—Qué bueno que pudieron divertirse después de todo —comentó Jimin con una sonrisa cálida, pero había algo en su expresión que llamó la atención de sus amigos. Era una mezcla de felicidad y algo más, algo que parecía no querer compartir.
—¿Y tú, Minie? —preguntó Taehyung, entornando los ojos como un detective experimentado—. ¿Qué hiciste con Jungkook cuando nos abandonaste?
—Cosas... —replicó en un murmuró, jugando nerviosamente con sus dedos.
—Ajá, ¿qué tipo de cosas, pequeño diablillo? —intervino Hoseok, arqueando una ceja con curiosidad.
—Ustedes saben... cosas que hacen los novios. —la última parte salió apenas audible.
Los tres entraron al aula, buscando sus asientos rápidamente para continuar con la conversación antes de que el profesor llegara.
—¡¿Le diste tu...?! —exclamó, pero Hoseok reaccionó a tiempo para cubrirle la boca.
—Gracias, Hobi —susurró Jimin, suspirando aliviado—. Y, respondiendo a tu pregunta, no, no fue eso. Fue algo... raro en realidad.
—Cuéntanos, cuéntanos —pidieron, inclinándose hacia adelante con interés.
—Bueno... primero fuimos a su casa. Allí le curé las heridas, charlamos un poco y... luego empezamos a besarnos. —hizo una pausa, sus mejillas se tornaron de un rojo intenso—. Todo se volvió muy apasionado, y... no sé, mi cuerpo simplemente actuó por sí solo. Me senté encima de él y de repente mis caderas comenzaron a moverse.
—¡Por el amor al cielo! —chilló Taehyung, llevándose las manos al rostro.
—Shhh, Taehyung, cierra el pico —ordenó Hoseok con un chasquido de lengua.
—No hubo contacto directo ni nada... simplemente... nos frotamos. Y, bueno, me sentí increíble. Quiero decir, tanto que creo que tuve mi primer orgasmo —confesó en un susurro, avergonzado.
—¡Ah, mi bebé ya está creciendo! —festejó Tae, lanzándose sobre él para abrazarlo—. Así se hace, Minie. Poco a poco, pero estás muy cerca de tu primera vez.
—Sí, pero... cuando todo terminó, me sentí raro. No sabía qué pensar. Me preocupaba que Jungkook creyera que estaba arrepentido o que no me había gustado... —admitió, bajando la mirada.
Taehyung posó una mano sobre su hombro, con una expresión sabia.
—Eso que sentiste, querido amigo, es algo llamado inseguridad emocional post-orgasmo. —hizo un gesto exagerado como si estuviera pronunciando un diagnóstico importante—. Totalmente normal, especialmente en tu caso, siendo la primera vez que experimentas algo así.
—¿Inseguridad emocional post-orgasmo? —repitió, confundido—. ¿Eso es... algo real?
—Bueno, no sé si sea un término médico —se encogió de hombros—, pero suena lo suficientemente convincente, ¿no crees?
Hoseok rodó los ojos.
—No le hagas caso, Minie. Lo que sentiste es completamente normal. Cuando pasas por algo tan íntimo por primera vez, es natural que te sientas un poco abrumado. Es algo nuevo, y probablemente te estabas preguntando si lo habías hecho bien, si él lo disfrutó, o si eso cambia algo entre ustedes.
—Sí, eso es justo lo que pensé... —Jimin murmuró mientras miraba hacia la ventana, su mente reviviendo el momento—. Pero Jungkook fue tan dulce. Me abrazó después y me dijo que no tenía que preocuparme por nada, que todo estaba bien... pero no pude evitar pensar demasiado en ello.
—Eso demuestra que a él le importa cómo te sientes —dijo con una sonrisa tranquilizadora—. Si fuera alguien egoísta, no se habría molestado en asegurarte nada. Pero se preocupó por ti.
—Es cierto, Jungkook es un buen chico, lo admito. ¡Aunque no me gusta que no me cuentes todos los detalles jugosos! —Taehyung lo miró con fingida indignación, pero luego sonrió ampliamente—. En serio, Minie, lo estás haciendo bien. Es tu ritmo, tu manera, y si él es el indicado, todo fluirá naturalmente.
El castaño sonrió tímidamente, sintiendo que el peso de la inseguridad disminuía un poco.
—Gracias, chicos. En serio, no sé qué haría sin ustedes.
—Probablemente entrarías en pánico solo y cometerías alguna tontería —bromeó Hoseok, ganándose una risita de Jimin.
En ese momento, el profesor entró al aula, y los tres amigos se enderezaron en sus asientos, intentando aparentar seriedad. Sin embargo, algo inusual llamó la atención de todos: faltaba aquel chico que siempre destacaba por ser "el nuevo". Do-Hwan no había llegado a clase, y la ausencia no pasó desapercibida.
—Si no llega pronto, el profesor va a ponerle una falta, y eso sería fatal a solo un mes del examen final y el cierre de año. —murmuró Hoseok en voz baja, con una mezcla de preocupación y curiosidad.
—¿Dónde podría estar? —se preguntó Taehyung en voz baja, para luego girarse hacia Jimin con una mirada inquisitiva—. Jimin, tú eres cercano a él, ¿no? ¿Sabes dónde puede...?
—No soy cercano a él —espeto—, y no tengo idea de dónde está. Tampoco me importa. —su respuesta fue cortante, casi demasiado rápida, como si estuviera intentando convencerse a sí mismo más que a su amigo. No quería que nadie notara el torbellino de emociones que lo había atormentado desde aquel día bajo la lluvia que causó un gran impacto en su relación.
Sin embargo, unos murmullos provenientes de otra mesa lograron captar su atención.
—Creo que se quedó dormido otra vez en la biblioteca —murmuró uno de los chicos, como si estuviera compartiendo un secreto.
—Tiene sentido, ha estado esforzándose mucho para el examen final. Aunque rechazó la ayuda de todos, quiere hacerlo solo —comentó una chica con un encogimiento de hombros.
—En fin, mejor prestemos atención —cortó otro compañero, intentando silenciar las especulaciones.
Jimin desvió la mirada hacia el pizarrón, fingiendo desinterés. «No es mi problema», se repetía en su mente. Pero por más que lo intentara, no podía concentrarse en la clase. La culpa comenzaba a arrastrarlo, lenta pero implacable, recordándole la última vez que había interactuado con Do-Hwan. Había sido frío y cortante, lo había alejado con palabras que incluso ahora le pesaban. Sabía que había sido injusto, pero también estaba convencido de que alejarse era lo correcto.
«No tiene por qué importarte. Mantente lejos de él» La frase se repetía como un mantra en su cabeza, aunque su corazón parecía no querer obedecer.
Y entonces, antes de poder detenerse, Jimin se levantó de su asiento.
—¿Minie? ¿A dónde vas? —preguntó Tae en voz baja, sorprendido por su repentina acción, pues él no era de salirse a mitad de la clase.
—Voy al baño —murmuró sin voltear, saliendo rápidamente del aula antes de que nadie pudiera cuestionarlo más.
Su corazón latía con fuerza mientras recorría los pasillos. Antes de darse cuenta, sus pies lo habían llevado directamente a la biblioteca. No podía ignorar la sensación de inquietud que lo carcomía.
Caminó entre las mesas y estanterías, buscando a Do-Hwan con la mirada. Su corazón dio un vuelco al encontrarlo al fondo de la sala, dormido sobre una pila de libros y apuntes desordenados. A su alrededor, había varios vasos vacíos de café, y las profundas ojeras bajo sus ojos dejaban claro que había estado trabajando hasta el agotamiento.
—Por el cielo... ¿Do-Hwan? —susurró, acercándose lentamente, intentando no sobresaltarlo.
El chico se removió al escuchar su voz, parpadeando lentamente mientras levantaba la cabeza. Sus ojos, todavía medio cerrados, se posaron en la figura del castaño frente a él.
—¿Jimin? —murmuró con voz ronca, como si no estuviera seguro de que lo que veía fuera real.
Jimin asintió, sus emociones encontradas reflejadas en su mirada. No sabía qué decir. Había venido con la intención de disculparse, pero ahora, al verlo en ese estado, las palabras se le atoraban en la garganta.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Do-Hwan, incorporándose lentamente y frotándose los ojos. Su voz era débil, pero sus palabras estaban cargadas de sorpresa y, tal vez, algo de esperanza.
Jimin tomó aire, tratando de reunir el valor para responder.
—Vine porque... escuché que estabas aquí. Y, bueno, quería saber si estabas bien, el profesor va a ponerte una falta —dijo finalmente, su tono más suave de lo habitual.
Do-Hwan lo observó en silencio, como si estuviera intentando descifrar el verdadero motivo detrás de su presencia.
—Estoy bien —respondió después de unos segundos, aunque su aspecto decía lo contrario.
—No, no lo estás —replicó Jimin, más firme esta vez. Señaló los libros, los vasos de café, y el agotamiento que era imposible de ignorar—. Te estás forzando demasiado, Do-Hwan. No puedes seguir así.
El chico dejó escapar una risa seca, bajando la mirada hacia sus apuntes.
—¿Por qué te importa, Jimin? Pensé que querías mantenerte lejos de mí. Por eso ahora estoy haciendo esto solo.
Esa pregunta lo tomó por sorpresa, y durante unos segundos, Jimin no supo qué responder. Pero entonces, mirando a Do-Hwan y recordando todo lo que había intentado reprimir, supo que ya no podía seguir huyendo.
—Quiero explicarte. Lo que pasó... cómo me comporté... no fue justo contigo —dijo finalmente, su voz cargada de sinceridad.
Do-Hwan alzó la mirada, sus ojos oscuros reflejando una mezcla de confusión y una herida que aún no sanaba del todo.
—Sí, tal vez lo fuiste un poco... —admitió, dejando escapar una leve sonrisa amarga—. Pero solo olvídalo. Te dije que lo entendía. Tu novio es más importante que un chico nuevo.
Esas palabras hicieron que Jimin bajara la mirada, sintiendo una punzada de culpa.
—Aunque fuera así, no debí decirte entrometido ni hablarte de esa forma. Fui demasiado duro, y yo... nunca he sido así. No sé qué me pasó. —sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su suéter mientras hablaba, avergonzado.
Do-Hwan lo miró con calma, dejando escapar un suspiro antes de responder.
—Lo que te pasó fue que estabas preocupado por lo que tu novio pudiera pensar de nosotros. Y, pensándolo mejor, quizá nosotros también tuvimos algo de culpa. Lo del paraguas... fue demasiado, viéndolo ahora.
El castaño asintió lentamente, los recuerdos de aquel día bajo la lluvia pasando por su mente como una película en cámara lenta.
—Sí... no nos dimos cuenta de nuestras acciones y estuvimos a punto de herir a Jungkook. Pero ya está resuelto. Él confía en mí, y yo jamás sería capaz de fallarle. Lo amo. —sus labios se curvaron en una sonrisa dulce al pronunciar aquellas palabras, dejando claro cuánto significaba Jungkook para él.
Do-Hwan lo observó en silencio por un momento, recordando la intensidad con la que Jimin había defendido a Jungkook en aquella pelea, sin importarle el riesgo.
—Sí, lo sé bien, Jimin. —la voz de rizado era suave, cargada de una aceptación genuina—. Se nota en tu rostro, en cómo hablas de él. Me alegra mucho por ti, en serio. Se nota que se aman.
—Así es... —Jimin sostuvo su mirada con determinación, sintiendo que un peso comenzaba a levantarse de sus hombros—. Pero a pesar de eso, quiero ayudarte, porque sé que lo necesitas. Y si yo estuviera en tu lugar, me gustaría que alguien también me echara la mano.
Do-Hwan alzó una ceja, sorprendido, aunque una pequeña chispa de esperanza iluminó sus ojos.
—¿Entonces vas a ayudarme?
Sin responder de inmediato, Jimin tomó una de las sillas junto a la mesa y la arrastró para sentarse frente a él. Su expresión había cambiado, ahora era decidida y llena de convicción.
—Así es. Voy a ayudarte.
[...]
Desde aquel día, Jimin dedicó un par de horas después de clases a ser el tutor de Do-Hwan. Se reunían en la biblioteca, repasaban temas, resolvían ejercicios y, de vez en cuando, dejaban los libros de lado para entablar conversaciones más relajadas. Entre concepto y apuntes, comenzaron a conocerse mejor, compartiendo detalles de sus vidas que iban más allá de la academia.
Mientras tanto, en esa misma semana Jimin no había visto tanto a Jungkook, como le hubiera gustado. Después del trabajo, su novio se sumergía en sus entrenamientos, preparándose para su primera pelea a nivel amateur. Sus horarios no coincidían, pero se mantenían en contacto al final del día, intercambiando mensajes y llamadas donde solo había espacio para el amor que se tenían y lo mucho que se extrañaban. Jungkook siempre encontraba el tiempo para contarle con entusiasmo cómo avanzaban sus entrenamientos, mientras que Jimin lo escuchaba con una sonrisa en los labios. Y sin darse cuenta, nunca mencionó las tutorías con Do-Hwan.
Y no era que quisiera ocultarlo, simplemente no lo consideraba relevante. Para él, aquellas horas solo significaban ayudar a alguien que lo necesitaba, nada más. En cambio, escuchar a Jungkook hablar, y compartir esos momentos con él, aunque fuera por teléfono, parecía mucho más importante.
Te extraño demasiado... siento que nos hemos separado por una eternidad —murmuró Jungkook, su voz ronca y cargada de nostalgia.
Al otro lado de la línea, Jimin sonrió suavemente antes de soltar una risita baja.
Solo ha sido una semana, pero te entiendo... yo también lo siento así —suspiró—. Lo bueno es que la próxima semana termino los exámenes, y por fin habré acabado el año.
Estoy tan orgulloso de ti, bebé. Sé que lo harás increíble, porque eres brillante.
Gracias, cariño. Lo haré bien, así podré estar contigo sin preocupaciones. Mis vacaciones serán solo para ti... ¿y sabes qué es lo mejor?
¿Hay algo mejor que estar contigo? —Jungkook rió con ternura.
Sí, lo hay. Es verano, y quiero que vayamos a la playa... o a algún lugar lejos de Seúl. Solo tú y yo.
¿De verdad quieres eso?
Por supuesto.
Entonces hagámoslo, vayamos a donde tú quieras. Mandemos todo a la mierda este verano. ¿Te parece?
Me parece perfecto. Pero creo que extrañaré los cerezos de la primavera...
Jungkook sonrió ante la dulzura de su voz.
Haré que crezca uno en verano solo para ti —prometió con firmeza.
Jimin rió con suavidad, encantado.
Eso es imposible.
Créeme, bebé... cuando hay amor de por medio, todo es posible.
Se hizo un breve silencio, uno de esos que no incomodan, sino que envuelven el aire con la calidez de los sentimientos que no necesitan ser pronunciados.
Oye... —susurró Jimin.
Dime.
Te amo.
Su voz sonó increíblemente suave, pero cargada de una emoción tan pura que logró estremecer a Jungkook.
Él cerró los ojos y dejó escapar un suspiro conmovido.
Y yo te amo a ti.
Para ellos, todo parecía estar en orden. Su relación estaba en su mejor momento y, aunque la intensidad de los primeros tres meses de "La etapa del enamoramiento" había pasado, su amor seguía viéndose igual de radiante, dulce y puro.
Sin embargo Do-Hwan, o mejor dicho, los padres de Jimin tenían otros planes para ellos...
—Entonces, según esto, el pensamiento de Nietzsche se basa en la idea del superhombre y la transvaloración de los valores —comentó Do-Hwan, alzando la vista hacia Jimin.
—Exacto. Básicamente, plantea que los valores tradicionales han perdido su significado y que el ser humano debe trascenderlos para encontrar su propio propósito —explicó, con su característico tono paciente.
El rizado esbozó una sonrisa torcida.
—Es curioso, ¿no? Cómo nos pasamos la vida tratando de encajar en lo que la sociedad nos dice que es correcto... en lugar de crear nuestro propio camino.
Jimin dejó el bolígrafo sobre la mesa y lo miró con interés.
—Supongo que es más fácil seguir reglas preestablecidas que enfrentarse a la incertidumbre de lo desconocido.
Do-Hwan lo observó con intensidad, como si tratara de descifrar algo en sus palabras.
—¿Tú crees que seguimos reglas porque queremos... o porque tenemos miedo de lo que pasaría si las rompemos?
El castaño frunció ligeramente el ceño ante la profundidad de la pregunta.
—Tal vez un poco de ambas —respondió tras una breve pausa—. Depende de lo que esté en juego.
Do-Hwan apoyó un codo en la mesa y ladeó la cabeza, sin apartar la mirada de Jimin.
—¿Y si hay algo que quieres con todas tus fuerzas, pero sabes que no deberías?
El tono con el que lo dijo hizo que Jimin sintiera un ligero escalofrío, aunque no entendía exactamente por qué.
—Supongo que... si realmente no deberías, lo correcto sería contenerte.
El rizado soltó una risa baja, pero su expresión se tornó sombría.
—Lástima que algunas cosas no se pueden contener...
Antes de que Jimin pudiera reaccionar, Do-Hwan se inclinó sobre la mesa, acercándose peligrosamente. Su mirada se suavizó por un instante, pero luego se llenó de una resolución inquebrantable.
—Perdóname por esto, Jimin —murmuró.
Y sin darle oportunidad de retroceder, Do-Hwan cerró la distancia y lo besó.
[...]
—¡Por fin! Terminé. Toda la alacena está en orden, hyung —anunció Jungkook con un suspiro pesado, dejando caer los hombros por el cansancio acumulado.
Yoongi, que limpiaba distraídamente la barra, asintió con aprobación sin apartar la vista de su tarea.
—Bien hecho —dijo con tono neutral. Luego, como si recordara algo de repente, sacó una pequeña nota adhesiva del bolsillo de su delantal y la deslizó hacia Jungkook—. Ah, por cierto, esta mañana cuando llegué, encontré esto en la puerta. Creo que es de Jimin.
Jungkook tomó la nota con curiosidad y leyó el mensaje escrito:
"Nos vemos en la biblioteca a las 2."
Apenas terminó de leer, una sonrisa radiante iluminó su rostro, reemplazando por completo cualquier rastro de fatiga.
—¿Qué hora es? —preguntó con urgencia, sintiendo un ligero cosquilleo de emoción en el pecho.
Yoongi echó un vistazo rápido a su reloj.
—Una cincuenta —respondió con su característico tono tranquilo.
Los ojos de Jungkook se abrieron con sorpresa.
—¡Mierda! Hyung, regreso en un momento —exclamó, ya quitándose el delantal a toda prisa.
Yoongi soltó una breve risa nasal, negando con la cabeza.
—Ya me lo imaginaba... regresa rápido y no te tardes.
—¡Nada, nadita! —respondió con energía antes de salir disparado de la cafetería como un rayo.
Yoongi lo vio desaparecer por la puerta y suspiró con resignación.
—Jodidos enamorados... —murmuró para sí mismo, antes de volver a lo suyo.
En el trayecto, Jungkook pasó junto a un pequeño jardín lleno de flores silvestres, entonces frenó la carrera para recoger algunas de las flores más bonitas. No era un ramo grande, solo un pequeño detalle, pero sabía que a Jimin le encantaría.
Con las flores en una mano y su corazón latiendo con fuerza, retomó su carrera con más entusiasmo.
Finalmente llegó a la biblioteca casi sin aliento, con el corazón latiéndole con fuerza tanto por todo lo que había corrido como por la emoción de ver a su chico. Se detuvo unos segundos en la entrada, alisándose la ropa y pasando una mano por su cabello para no parecer tan agitado.
Escaneó rápidamente la sala con la mirada hasta que lo encontró.
Pero lo que vio le robó el aliento.
Jimin estaba allí, pero no solo.
Frente a él, demasiado cerca, estaba Do-Hwan. Y antes de que Jungkook pudiera reaccionar, lo vio inclinarse sobre Jimin y... besarlo.
Fue solo un instante. Un par de segundos que se sintieron como una eternidad, que los vio suceder como en cámara lenta.
Jungkook sintió su cuerpo congelarse. Su mente intentó procesar lo que veía, pero sus manos se aflojaron sin que pudiera evitarlo.
Las flores cayeron al suelo.
No emitió ningún sonido, pero el leve ruido de los pétalos tocando el piso pareció hacer eco en la inmensidad de la biblioteca.
Jimin se apartó de inmediato del chico, los ojos abiertos de par en par, reflejando un claro desconcierto. Su respiración estaba entrecortada, como si también estuviera procesando lo que acababa de ocurrir.
Do-Hwan, en cambio, mantenía una expresión indescifrable.
El corazón de Jungkook latía con fuerza, pero ya no era por la emoción de antes. Era un peso denso, una sensación fría en el pecho que lo dejó sin aire.
Jimin alzó la vista y, cuando sus ojos se encontraron con los de Jungkook, todo su mundo pareció desmoronarse.
—Jungkook... —murmuró, su voz apenas un susurro.
Pero Jungkook ya no podía escuchar nada.
Dio un paso atrás, y luego otro. Hasta que sin decir una palabra, sin siquiera intentar recoger las flores del suelo, giró sobre sus talones y salió, mejor dicho huyó.
La emoción con la que había llegado se había desvanecido por completo, dejando solo un vacío insoportable.
Jimin sintió su pecho apretarse con una angustia sofocante.
—¡Jungkook, espera...!
—¡Jimin, espera, no te vayas! —Do-Hwan lo sujetó del brazo con desesperación, pero Jimin lo apartó bruscamente.
—¡Suéltame! —espetó con furia, sus ojos brillando por las lágrimas contenidas—. ¡¿Por qué lo hiciste?! ¡No debiste hacerlo! ¡Acabas de arruinarlo todo!
Su voz resonó con un dolor palpable, y sin esperar respuesta, salió corriendo tras Jungkook, su corazón latiendo con angustia.
Cuando abrió las puertas, la tormenta lo recibió con un rugido ensordecedor. La lluvia caía con fuerza, empapando el campus en segundos, el cielo gris iluminado por los relámpagos estruendosos.
Y ahí, en medio de la lluvia, estaba Jungkook.
De pie, inmóvil, con los puños apretados a los costados. Su cabello negro goteaba, sus ropas se pegaban a su piel, pero no parecía importarle. Tal vez porque la lluvia camuflaba las lágrimas que desbordaban sus ojos.
Jimin sintió un nudo asfixiante en la garganta.
—¡Jungkook! —gritó corriendo hacia él, sin importarle tampoco que la tormenta lo empapara por completo—. Déjame explicarte, no es lo que tú crees, yo...
Jungkook cerró los ojos con fuerza, como si quisiera contener la tormenta que también rugía dentro de él.
—Te lo advertí, Jimin... —su voz era apenas un murmullo, pero cargado de dolor. Luego, giró bruscamente hacia él, y su mirada oscura reflejaba toda su melancolía—. ¡Te dije que estar cerca de él era un error! ¡Confié en ti! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué lo besaste?!
—¡No lo hice! ¡No quise! —negó desesperado—. Estábamos estudiando y de pronto él me besó. Tienes que creerme...
—¿Y por qué estudiabas con él en primer lugar? ¿Por qué nunca me lo dijiste?
Jimin abrió la boca, pero no encontró respuesta.
Jungkook asintió lentamente, su expresión endureciéndose aún más.
—¿Y así quieres que crean en tus palabras?
—Jungkook, por favor... —susurró, sintiendo cómo su mundo se tambaleaba—. Me equivoqué... lo lamento. Hablemos, solucionemos esto como siempre lo hacemos.
Trató de tomar su mano, pero Jungkook retrocedió un paso, alejándola sin darle oportunidad.
—Cruzaste la línea, Jimin... —su voz se quebró—. Lo del paraguas lo entendí. Pero esto... —apretó la mandíbula—. ¡Ese malnacido te estaba besando! ¡A ti, a mi novio, a la persona que se supone que me ama!
—¡Te amo! —exclamó Jimin desesperado, con lágrimas rodando por sus mejillas.
—Eso no fue lo que vi allí adentro... —dijo mirándolo fijamente, con una tristeza infinita reflejada en sus ojos oscuros.
El silencio que siguió fue breve, pero desgarrador.
Jungkook inspiró hondo, y cuando volvió a hablar, su tono era pausado, pero cargado de un dolor tan profundo que heló la sangre de Jimin.
—Yo sí te amo. Te he amado cada día desde que te conocí. Eres mi primer y último pensamiento del día... pero tal vez... simplemente no soy suficiente.
—No... no digas eso —suplicó Park, sintiendo cómo el pánico se apoderaba de él.
Jungkook bajó la mirada.
—Es todo.
—¿Qué...?
—Tengo que irme —dijo con voz apenas audible—.Yo no... no soy tan fuerte como para soportar esto.
—No... Jungkook, por favor... —Jimin sintió su respiración entrecortarse. Lo vio girarse, alejándose bajo la lluvia, su figura desdibujándose con cada paso—. No te vayas... —susurró, su voz quebrándose. Extendió una mano, como si quisiera alcanzarlo, pero sus pies no se movieron—. Jungkook... mi amor, por favor...
Pero él nunca se detuvo.
Y entonces, sus piernas flaquearon, su cuerpo se sintió débil, y finalmente cayó de rodillas en el suelo mojado.
La tormenta rugía a su alrededor, pero el único sonido que Jimin podía escuchar era el latido doloroso de su propio corazón rompiéndose en mil pedazos y su llanto desgarrador.
Escritora no sentirse bien después
de escribir esto 🗿😿
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