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Capítulo 20.



—Camina con cuidado, ¿te duele mucho? —con preocupación evidente en su voz, Jimin preguntó. Su atención estaba completamente en su novio mientras lo trataba de ayudar a dirigirse hacia el auto. A pesar de sus intentos por asistirlo, Jungkook caminaba con una naturalidad desconcertante, como si la pelea de hacía unos minutos no hubiera sucedido.

—Bebé, estoy bien. Puedo caminar solo, de verdad. No te preocupes demasiado —respondió él con suavidad, dedicándole una mirada tranquilizadora—. No me gusta verte tan nervioso.

—¿Cómo puedes decir que estás bien después de esa pelea tan terrible? —insistió Jimin, frunciendo el ceño, su angustia cada vez más evidente—. Jungkook, estabas en el suelo, y tu cara es un desastre.

Jungkook se detuvo de repente, tomó el rostro de Jimin entre sus manos y lo obligó a mirarlo directamente a los ojos.

—Escúchame, tranquilo. Estoy acostumbrado. No caí al suelo porque me golpearan, fue mientras esquivaba un golpe. Es diferente. —hizo una pausa breve, intentando calmar a su novio—. Llevo mucho tiempo practicando este deporte. Sé lo que es recibir un golpe, pero te prometo que estaré bien en cuanto lleguemos a casa y limpie estas heridas.

—Y tomes algo para el dolor —añadió con un tono que no lograba disimular su preocupación.

Jungkook soltó una risita ligera, lo suficiente para aliviar un poco la tensión.

—Sí, tomaré lo que necesite, lo prometo. Pero vámonos ya, no estoy adolorido, aunque sí agotado. —suspiró, dejando caer los hombros con cansancio.

—No te preocupes por eso. Traje a mi chofer —mencionó, señalando con un gesto el lujoso auto estacionado al frente, con el conductor esperando pacientemente a un lado—. Pensé que después de la pelea estarías agotado, así que quise evitarte la molestia de buscar un taxi.

El tatuado parpadeó, sorprendido, y luego dejó escapar una carcajada suave.

—¿En serio? Estas cosas me hacen recordar que estoy saliendo con un chico rico, casi lo olvido. —bromeó, dibujando una sonrisa en su rostro a pesar de los golpes recientes.

Jimin rio también, contagiado por la ligereza del momento.

—Anda, subamos.

—Joven amo, adelante —dijo el chofer con voz formal mientras abría la puerta y hacía  una reverencia de 90 grados.

Jimin asintió con un leve movimiento de cabeza, agradeciendo el gesto, mientras ayudaba a Jungkook a entrar primero. Una vez dentro, el auto se llenó de un silencio cómodo, interrumpido solo por el tenue sonido del motor al encenderse.

El tatuado, agotado, apoyó la cabeza contra el respaldo del asiento y cerró los ojos por un instante. Su rostro mostraba rastros evidentes de la pelea: moretones que comenzaban a oscurecerse y una ligera hinchazón en la mejilla. A pesar de ello, su expresión parecía tranquila, como si nada lo perturbara.

Jimin, sentado a su lado, no podía dejar de mirarlo de reojo. Aunque sabía que él era fuerte, no podía evitar preocuparse cada vez que lo veía así.

—Vayamos a mi casa —habló Jungkook de repente, rompiendo el silencio sin siquiera abrir los ojos.

Jimin parpadeó, sorprendido.

—¿A tu casa? Nunca hemos ido.

—Por eso mismo. ¿No tienes curiosidad? —embozó una sonrisa perezosa—. Siempre terminamos yendo a otro lado o a tu casa. Ya es hora de que conozcas la caja de cartón donde vivo.

El castaño lo miró con desaprobación, aunque una sonrisa divertida se asomó en sus labios.

—No digas eso. Está bien, vayamos allá. Estaremos más tranquilos. ¿Dónde queda?

—En Seocho-dong.

—Perfecto —sonrió, se inclinó hacia el chofer y, con una voz clara, indicó—: Iremos a Seocho-dong, por favor.

El hombre asintió inmediatamente y ajustó la ruta con precisión. Mientras tanto, Jimin regresó su atención a Jungkook, quien mantenía los ojos cerrados, con una expresión que mezclaba cansancio y paz.

—¿Seguro que no quieres que te lleve al hospital primero? —le preguntó, su tono teñido de preocupación.

—No hace falta, bebé. En casa estaré bien —respondió, esta vez abriendo los ojos lo suficiente para regalarle una pequeña sonrisa que intentaba tranquilizarlo.

Jimin dejó escapar un suspiro y cruzó los brazos, aún sin apartar la mirada de él.

—No sé cómo puedes actuar como si nada. Cada vez que boxeas, siento que envejezco diez años.

Jeon giró la cabeza hacia él y lo observó con una mezcla de ternura y diversión.

—Es porque sé que puedo manejarlo. Además, siempre estás tú para cuidarme después. Eso lo hace todo más fácil.

Jimin lo miró con incredulidad, aunque en el fondo las palabras de su chico le ablandaron el corazón. No podía evitar preocuparse, pero tampoco podía negar cuánto significaba para él esa confianza que Jungkook depositaba en su amor y cuidado.

—Algún día vas a hacer que me dé un infarto con esa confianza tuya —murmuró, rodando los ojos.

—Si eso pasa, seré el primero en cuidarte, bebé. —replicó y rio suavemente, aunque su risa terminó con un leve quejido al sentir el tirón de uno de los golpes recibidos.

Jimin suspiró una vez más, sacando un pañuelo del bolsillo de su chaqueta para limpiar con cuidado una pequeña mancha de sangre seca en el labio del pelinegro.

—A veces desearía que no te gustara tanto el box. Pero no puedo hacer nada, es tu sueño y dije que iba a apoyarte —su voz sonó casi como un reproche, pero el amor y la preocupación detrás de sus palabras eran innegables.

Jungkook se incorporó ligeramente, mirándolo con seriedad.

—Sé que te preocupas, incluso más de lo que deberías, pero esto es parte de quién soy. Cada pelea que gano, es como una forma de demostrarme a mí mismo que puedo superar mis límites, que puedo ser más fuerte.

—Y más terco, aparentemente. —Jimin no pudo evitar rodar los ojos, aunque una sonrisa pequeña asomaba en su rostro.

Jeon rió suavemente, inclinándose para tomar la mano del castaño entre las suyas.

—Soy terco, sí, pero también soy alguien que no podría imaginar su vida sin ti. Por eso siempre trato de asegurarme de volver a salvo contigo, pase lo que pase.

Las palabras de Jungkook hicieron que Jimin sintiera un nudo en la garganta. Aunque no siempre estaba de acuerdo con sus decisiones, no podía negar que el amor por él era inquebrantable.

—A veces haces que sea difícil estar enojado contigo, ¿sabes? —murmuró, apretando ligeramente la mano de su novio.

—Esa es mi intención. —sonrió ampliamente, aunque el gesto le dolió un poco debido a los moretones en su rostro.

El auto se detuvo, finalmente había llegado a su destino. El chofer salió rápidamente para abrir la puerta.

—Vamos, bebé. Es hora de que el mejor enfermero del mundo me cure —dijo Jungkook, intentando aligerar el momento mientras bajaban del auto.

—No me adules demasiado, porque el desinfectante te va a doler. —Jimin fingió una expresión seria, pero sus ojos brillaban con cariño—. Regresa a casa, volveré hasta mañana. —ordenó al chofer.

—Entendido joven amo, con su permiso —tras una reverencia el hombre subió al auto y se marchó.

Ambos entraron a la edificación, un edificio modesto en una calle angosta. La fachada gris y sin adornos mostraba un diseño práctico y funcional, típico de las viviendas de bajo costo. La entrada, apenas iluminada por luces verdes desgastadas, dejaba entrever un lugar que había visto mejores días. Las ventanas pequeñas y uniformes de los pisos superiores, junto con el revestimiento exterior marcado por el tiempo. Aunque sencillo y carente de cualquier lujo, el edificio cumplía su propósito: ofrecer un techo y poco más.

—Vayamos por el ascensor —sugirió Jungkook, tirando suavemente de la mano de su novio, que mantenía entrelazada con la suya.

—¿Tienen... ascensor? —Jimin arqueó una ceja, escéptico. El estado del edificio apenas daba la impresión de que servicios básicos como la luz o el agua funcionaran correctamente.

—Al parecer, ya no.

Frente a ellos, el ascensor tenía pegada una hoja medio arrugada con el aviso: "Ascensor en reparación". Jungkook dejó escapar un suspiro exasperado, rascándose la nuca.

—Joder, tenía que ser hoy, justo cuando acabo de patear un trasero. Vamos por las escaleras.

—B-Bueno...

Subieron los cinco pisos por las estrechas escaleras, el cansancio haciéndose evidente con cada tramo. El silencio del edificio era interrumpido únicamente por el sonido de sus pasos y el eco metálico de las barandillas. Al llegar al pasillo, una tenue luz parpadeante iluminaba apenas el camino, proyectando sombras inquietantes en las paredes desnudas. Finalmente, llegaron a la puerta con el número 97. Jungkook sacó una llave del bolsillo, girándola con cuidado.

La cerradura emitió un clic, y la puerta se abrió lentamente, revelando un departamento pequeño, desordenado, pero extrañamente acogedor. Jimin recorrió el lugar con la mirada, notando de inmediato los detalles que hablaban del dueño.

—Bienvenido a mi caja de cartón... joder, qué vergüenza. Bebé, disculpa el desorden —dijo Jungkook, pasando una mano por su cabello despeinado mientras cerraba la puerta tras ellos—. Es que no he tenido mucho tiempo para recoger. Haré algo en este instante...

—No, no te preocupes —respondió con una sonrisa tranquila, recorriendo el lugar con la mirada—. Tienes que descansar, mejor ve por las cosas para curarte.

—Claro, sí... tengo un botiquín por aquí. Jin hyung siempre dice que un boxeador debe tener uno a la mano. Ahora vuelvo. —sin esperar respuesta, desapareció tras la pequeña puerta que llevaba al baño.

El espacio abierto conectaba la sala con un pequeño comedor. La luz tenue proveniente de una lámpara tenue al fondo iluminaba un saco de boxeo colgado cerca de la ventana, marcando el centro del apartamento. Frente a un sofá marrón desgastado, un par de guantes descansaban sobre los cojines desordenados. La alfombra mostraba restos de vida cotidiana: revistas abiertas, vendas de manos enrolladas a medias y un par de zapatillas deportivas gastadas.

En el rincón, una estantería abarrotada ocupaba una esquina, mezclando vinilos, un par de libros y un pequeño rincón con medallas, fotos de peleas y algunas junto a Seokjin. Sobre la mesa de centro, entre restos de ramen y bolsas de papas, estaba el delantal que Jungkook siempre usaba en la cafetería y otras prendas pequeñas.

La cocina compacta, visible desde la sala, mostraba platos sin lavar y un refrigerador repleto de imanes y stickers. Una planta marchita sobre la encimera que pedía a gritos un poco de agua, víctima de la rutina acelerada de Jungkook.

Más al fondo, la única habitación tenía una cama a medio hacer y un escritorio desordenado, con discos, cómics y una camiseta sudada tirada en la silla. Las paredes estaban decoradas con frases motivadoras y pósters de ídolos del boxeo.

El lugar era un caos, sí, pero de alguna manera, era tan Jungkook: sencillo, real y lleno de vida. Cada objeto parecía contar una historia de esfuerzo, sacrificio y sueños de grandeza.

—Es lindo... es como él —murmuró Jimin para sí, dejando que una sonrisa de ternura se dibujara en sus labios.

—¡Bebé, ya tengo el botiquín! —exclamó Jungkook al aparecer de nuevo, con una pequeña caja blanca en las manos—. ¿Lo hacemos en el sofá?

Jimin dejó escapar una risa suave, observándolo con ojos llenos de cariño.

—Claro, ven aquí, campeón.

—¡Ouch! Estás siendo algo brusco, ¿no lo crees? Me duele —protestó Jungkook, frunciendo el ceño mientras Jimin limpiaba la herida sobre su ceja con un algodón empapado en desinfectante.

—Para alguien que acaba de subir a un ring a enfrentar a un gigante, estás siendo algo cobarde, ¿no lo crees? —replicó, con una sonrisa divertida pero sin dejar de concentrarse.

—¡Oye! ¿Qué se supone que debería hacer si de verdad duele? —se quejó más, encogiéndose ligeramente ante el escozor.

—Aguanta, ya casi termino —respondió con calma, inclinándose un poco más para asegurarse de que la herida quedara limpia. Tomó una curita y la colocó con suavidad sobre la ceja de su novio antes de examinarlo con una mirada satisfecha.

Jungkook tenía pequeñas banditas cubriendo su ceja, mejilla, frente y hasta el cuello, pero aun así, Jimin no pudo evitar pensar en lo guapo que se veía, incluso con el rostro marcado por el esfuerzo.

—Listo, terminé —anunció con una sonrisa triunfante.

—Gracias, bebé. Eres mi héroe... y el mejor enfermero que podría pedir —le dijo, devolviéndole la sonrisa con esa expresión cálida que hacía que el corazón de Jimin latiera más rápido.

El castaño se inclinó hacia atrás, dejando el botiquín a un lado mientras miraba a Jungkook con los brazos cruzados, fingiendo una expresión seria.

—Bueno, señor héroe de ring cobarde, ¿qué aprendiste hoy? —bromeó, alzando una ceja.

El tatuado rió entre dientes, dejando caer la cabeza contra el respaldo del sofá, exhalando un suspiro.

—Que duele más una curita mal colocada que un puñetazo en la cara.

Jimin rodó los ojos, pero su sonrisa lo delató. Se acercó y le dio un suave golpe en el brazo.

—Duele más escuchar tus excusas tontas. Ahora, en serio, deberías descansar. Mañana tienes que trabajar, ¿no? Está confirmando que Yoongi no te dejará faltar.

—Así es, pero... —giró la cabeza para mirarlo, sus ojos oscuros brillando con una mezcla de cansancio y ternura—. Quiero pasar más tiempo contigo. Me siento mejor cuando estás aquí.

La sinceridad en su voz desarmó a Jimin, quien intentó ocultar su sonrojo bajando la mirada.

—Bueno... está bien, conversemos un rato más y luego vamos a la cama. —respondió sonriendo—. ¿Sabías que tienes toda la cara llena de banditas? Pareces una momia.

El pelinegro soltó una carcajada, el sonido profundo llenando el pequeño departamento.

—Sabes que soy irresistible incluso con estas banditas, ¿cierto?

—Claro, claro, señor irresistible —bromeó, aunque no pudo evitar sonreír. Finalmente, apoyó la cabeza en el hombro del tatuado mientras ambos se sumían en un cómodo silencio.

Jungkook dejó escapar un suspiro mientras bajaba la cabeza ligeramente para mirarlo. Su sonrisa se suavizó al notar cómo Jimin descansaba contra su hombro.

—Hablando sobre lo que pasó en la pelea... sé que te pusiste en peligro, pero... aún no te he agradecido por ser tan valiente al protegerme. —murmuró, su voz baja y sincera.

Jimin levantó la cabeza, sorprendido por el cambio en el tono de Jungkook. Lo miró a los ojos, esos grandes y brillantes ojos oscuros que parecían decir más de lo que las palabras podían expresar.

—No tienes porque agradecerme, lo hice porque me preocupo por ti, no quiero que te suceda nada, porque si algún día llegas a faltarme yo... no se que es lo que haría —respondió, su voz apenas un susurro.

—Aquí estaré hasta que tú quieras, siempre quiero estar a tu lado porque... cuando estás a mi lado, todo parece más fácil —confesó, su mirada fija en él, tan honesta que hizo que el corazón de Jimin diera un vuelco.

—A veces eres demasiado cursi ¿sabías eso? —murmuró, sonriendo suavemente conmovido, aunque su voz temblaba un poco.

—Tal vez —admitió Jeon, inclinándose apenas unos centímetros hacia él—, pero tú me haces querer serlo.

La distancia entre ellos se redujo casi sin darse cuenta. Jimin no sabía quién se había movido primero, si había sido él o Jungkook, pero en ese instante no importaba. Cerró los ojos cuando sintió el roce cálido y suave de los labios de Jungkook sobre los suyos, un beso que empezó tímido, pero que pronto se volvió más profundo y seguro.

Sus labios se movieron al compás de sus corazones desbocados, y sus lenguas se encontraron en un baile apasionado que parecía no tener fin. Jimin dejó escapar un jadeo contra la boca de Jungkook mientras su mano se movía instintivamente, trazando el contorno de su pecho, subiendo por su cuello hasta enredarse en su nuca, sujetándolo con fuerza, como si temiera que el momento apasionado terminara.

Jungkook, por su parte, deslizó sus manos con firmeza pero cuidado por la cintura de su chico, marcando cada curva con sus dedos antes de afianzarse en ella. Y en un movimiento, lo levantó con facilidad, colocándolo en su regazo, con sus piernas rodeándolo. Ahora estaban más cerca, tan cerca que apenas quedaba espacio entre ellos.

—Jimin... —murmuró Jungkook contra sus labios, su voz grave, cargada de deseo y ternura, mientras sus manos descansaban en las caderas del castaño, como si el calor de su piel fuera lo único que necesitara en ese momento.

Jimin no respondió con palabras. En su lugar, volvió a buscar sus labios, esta vez con más pasión, más entrega. Sus dedos se enredaron en el cabello de Jungkook, tirando ligeramente mientras inclinaba su cabeza para profundizar el beso. Podía sentir el calor de su cuerpo contra el suyo, la firmeza de sus brazos sosteniéndolo, y eso lo hacía perderse más en la intensidad del momento.

Mientras las manos de Jungkook exploraban cada rincón del cuerpo de su novio, deslizando sus dedos desde los firmes muslos hasta delinear con precisión la curva de su cintura, el calor en el cuerpo del castaño comenzó a intensificarse. Los suaves trazos sobre su piel parecían encender una chispa que pronto se transformó en un fuego arrollador, invadiendo cada fibra de su ser.

La calidez y la presión de las manos tatuadas recorriendo su espalda con un toque que oscilaba entre la necesidad y la devoción, lo sumieron en un estado donde el deseo se apoderó de él por completo. Incapaz de contener la creciente necesidad que lo consumía, Jimin comenzó a mover sus caderas en un intento involuntario de responder al fuego que sentía en su interior por el contacto.

Ante los movimientos rítmicos de Jimin, los cuerpos de ambos respondieron de manera inevitable; Una erección comenzó a formarse en sus pantalones, impulsados por la necesidad creciente, que ninguno de los dos pudo contener

Jimin continuó meciéndose lentamente, sus movimientos llenos de intención y urgencia, mientras los beso se volvían cada vez más salvajes, como si quisieran comerse a besos. El placer fue escalando en oleadas, haciendo al castaño jadear suavemente hasta que un gemido escapó de sus labios y terminó dentro de la boca de Jungkook, provocando que lo estrechara más contra sí, como si en ese instante no existiera nada más en el mundo que el cuerpo y el alma del otro.

A pesar de la tela que los separaba, la fricción entre ambos era suficiente para encender cada rincón de sus cuerpos. Sus respiraciones eran erráticas, mezclándose en el aire denso de la habitación mientras sus movimientos se volvían cada vez más frenéticos. Jimin jadeaba contra los labios de Jungkook, sus manos aferrándose a sus hombros en un intento desesperado de encontrar algo de estabilidad.

—E-Espera... —murmuró con la voz entrecortada, apretando los ojos—. Hay una sensación... extraña en mi estómago... —su confesión salió como un susurro tembloroso, seguido de un suave gemido que lo traicionó.

Jungkook sonrió contra la piel de su cuello, sus manos firmes en sus caderas, guiándolo a un ritmo más intenso.

—No te detengas, bebé... —su voz era grave, casi ronca, llena de deseo—. Estás apunto de correrte... sigue.

Sus palabras parecieron encender algo en Jimin, quien, sin pensarlo, dejó que sus movimientos se volvieran más erráticos, buscando ese alivio que se acumulaba con fuerza en su interior. Su cuerpo se arqueó ligeramente mientras una oleada de calor lo envolvía, creciendo hasta estallar en una sensación abrumadora que recorrió cada fibra de su ser.

Un jadeo ahogado escapó de sus labios, y con la última oleada de placer, Jimin se dejó caer sobre el hombro de Jungkook, sus piernas temblando y su pecho subiendo y bajando rápidamente. La respiración agitada de ambos llenó el espacio, un contraste entre el agotamiento y la satisfacción.

—¿Qué... qué acaba de pasar? —preguntó en un susurro, sin fuerzas para moverse.

Jeon lo abrazó con fuerza, sus dedos rozando suavemente la piel de su cuello, como si intentara brindarle consuelo y tranquilidad. La cercanía de su cuerpo parecía disipar cualquier resto de inseguridad.

—Tranquilo, lo único que importa es que lo disfrutaste, al igual que yo —susurró, su voz cálida, reconociendo la fragilidad del momento.

Jimin, sintiendo la suavidad del abrazo, se ocultó entre su hombro y su cuello, respirando profundo antes de murmurar tímidamente.

—Siento mi entrepierna pegajosa... mis pantalones están arruinados.

—Ve y date un baño —respondió Jungkook con una sonrisa reconfortante—. Yo lavaré tu ropa mientras tanto. Anda, ve tranquilo.

Jimin, aún sintiendo una mezcla de emociones, vaciló antes de susurrar con una timidez palpable:

—Jungkook... lo siento.

—¿Por qué estás diciendo eso? —lo miró con preocupación, intentando captar el origen de su incomodidad. —Dime qué te pasa, mírame.

El castaño bajó la mirada, incapaz de enfrentar la intensidad de esos ojos llenos de comprensión. Finalmente, confesó en un hilo de voz, lleno de vulnerabilidad:

—Estoy muy avergonzado...

Jungkook, sin apartar la vista de él, se acercó más, tomándolo suavemente de las manos.

—Bebé, no tienes que sentirte así. Mírame, por favor —insistió con suavidad, y lentamente, Jimin levantó la cabeza, evitando su mirada, pero Jungkook, con ternura, lo llevó a mirar directamente sus ojos—. No tienes que sentirte avergonzado de lo que acaba de pasar. Es natural. Sentir deseo es normal, especialmente entre dos personas que se aman como nosotros.

Park, con la respiración algo acelerada, dudó un momento antes de continuar.

—Pero... jamás había hecho algo así antes. Se sintió bien, pero... hay algo extraño, una sensación que no entiendo.

Jungkook lo miró con comprensión, su voz tranquila y llena de cariño.

—Lo que estás sintiendo es parte del proceso, cariño. Solo no estás acostumbrado, pero está bien. No te preocupes. Lo importante es que estamos aquí, juntos, y para mí esto fue increíble. No hay nada extraño en eso.

Jimin, algo inseguro, no pudo evitar compararse.

—Pero... seguro que tú ya has hecho otras cosas antes, y esto debe parecerte... algo tonto, ¿verdad?

Jungkook se acercó un poco más, buscando capturar su atención. Quería que entendiera que no había nada de lo que avergonzarse.

—Quiero que me mires a los ojos —dijo con firmeza, pero con dulzura. Jimin, aún reacio, negó con la cabeza, y Jungkook, con suavidad, levantó su rostro tomándolo de las mejillas, obligándolo a mirarlo—. Nada de lo que haya hecho antes se compara con esto, ¿sabes por qué? Porque incluso las cosas más simples, las más insignificantes, son especiales para mí... porque te amo y eres lo más especial para mí.

—¿Lo dices en serio? —lo miró, sorprendido, buscando sinceridad en esos ojos que siempre le habían transmitido seguridad.

Jungkook sonrió suavemente, una sonrisa llena de afecto y certeza.

—¿Lo dudas? —enarcó una ceja con ternura. —Qué importa si solo nos rozamos a través de la ropa, lo importante es que ambos nos sentimos bien. Y lo que más me importa es que dimos un paso más en esta relación, que estoy aprendiendo a amar cada día más.

Jimin, con una sonrisa tímida, asintió, y sus palabras salieron con una dulzura renovada:

—Yo también te amo cada día más. —y en ese instante, sus labios se unieron en un beso suave y dulce, cargado de ternura.

[...]

Mientras Jimin tomaba una ducha, Jungkook aprovechó para preparar todo. Dejó ropa lista para que su novio pudiera vestirse después, y luego comenzó a lavar la ropa que ambos habían usado. También, se dedicó a limpiar un poco el apartamento, asegurándose de que todo estuviera en orden, mientras esperaba pacientemente a que Jimin terminara y estuviera listo para ir a la cama.

Mientras tanto, las aguas tibias caían sobre la piel de Jimin, su mente no dejaba de repasar lo sucedido. No sentía arrepentimiento, no era eso. Había algo más profundo, un sentimiento de frustración consigo mismo, por no poder entender completamente lo que había experimentado. Se odiaba por no saber cómo debería sentirse después de un momento tan íntimo, pues nadie nunca le había enseñado como. Aunque amaba a Jungkook, temía que su inexperiencia lo hiciera parecer distante o confundido, y no quería que él pensara que no había disfrutado o que no había sido especial. Porque, en realidad, había sido todo lo contrario.

Finalmente, terminó su ducha, y al salir, notó que Jungkook había dejado la ropa preparada para él: una camiseta estampada y unos pantalones de chándal que, aunque le quedaban grandes, le daban una sensación de calidez y seguridad. Se los puso, disfrutando del aroma a él que permanecía en la tela, un consuelo en medio de su agitación interna.

Salió de la habitación y se sorprendió al ver el apartamento limpio y ordenado, con Jungkook tendiendo la ropa que acababan de lavar.

—¿Terminaste? —preguntó, notando cómo su novio parecía haber hecho todo sin que él se lo pidiera—. Vi que limpiaste un poco, te dije que fueras a descansar.

Jungkook sonrió con suavidad, sin apartar la mirada de las prendas.

—No podía descansar sin ti —respondió devolviéndole la sonrisa—. Quería esperar, pero ya terminé, así que vamos a la cama ahora.

—Vamos —extendió su mano hacia él, para guiarlo hacia la habitación. Una vez allí, ambos se acomodaron en la cama, cubriéndose con las cobijas, abrazados como una cuchara. Jungkook lo rodeó con sus brazos, entrelazando sus manos alrededor de su cintura y apoyando su rostro en su cuello, sintiendo su calor y aroma.

Jimin se acurrucó aún más, aferrándose a las manos de él, disfrutando de la proximidad y el consuelo que su presencia le brindaba.

—Cariño —susurro suave.

—¿Qué pasa? —respondió él, notando la seriedad en su tono.

Jimin respiró hondo antes de hablar, sintiendo que, a pesar de la incomodidad que le había causado todo lo sucedido, era importante expresarse.

—Quiero que sepas que... para mí también fue especial lo que pasó hace un rato. Jamás pienses que fue diferente. Te amo —sus palabras fueron sinceras, con una vulnerabilidad que solo podía mostrarle a él.

Jungkook lo abrazó con más fuerza, su voz tranquila y reconfortante.

—No te preocupes, yo también te amo. Todo lo que compartimos es especial, cada momento contigo lo es.

Ambos sonrieron y se quedaron en silencio, el calor de su abrazo llenando la habitación, mientras se dejaban envolver por la paz que solo la presencia del otro podía ofrecer.

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