Capitulo 19.
A pesar de la emoción que lo embargaba, no podía ignorar ese nudo de temor y preocupación que se enroscaba en su estómago al pensar en la primera pelea que presenciaría de su novio, Jungkook, en tan solo unas horas. Era un torbellino de sentimientos: la admiración y el miedo chocaban como olas en su interior. Sin embargo, entendió que si realmente quería formar parte del gran sueño de Jungkook, debía adaptarse. Tenía que aprender a aceptar los golpes, tanto los físicos como los emocionales, y sumergirse en ese ambiente electrizante que le resultaba tan ajeno. Se prometió a sí mismo esforzarse, acostumbrarse y, sobre todo, concentrarse en lo más importante que es; estar allí para el chico que ama.
—No te preocupes, me llevaré al chofer —indicó Jimin mientras tecleaba en su celular y avanzaba hacia la puerta con decisión.
—Joven amo, necesito saber a dónde se dirige. Insisto en llevarlo yo misma —replicó su asistente, intentando detenerlo.
—No, no necesitas saberlo, ni tampoco con quién estaré, antes de que lo preguntes. —espetó el menor con frialdad, deteniéndose solo para clavarle una mirada seria y autoritaria—. Te quedarás aquí. Yo iré con el chofer. Es mi última palabra. ¿Entendido?
—Sí... joven amo —murmuró la mujer a regañadientes, visiblemente frustrada por la respuesta.
—Perfecto. Me voy entonces. Es probable que no regrese hasta mañana, así que no preparen la cena para mí —añadió sin mirarla, mientras abría la puerta con determinación.
—¿Ni siquiera me dará una excusa si sus padres preguntan dónde está? —se atrevió a insistir la asistente, logrando que el chico se detuviera en seco.
Jimin giró la cabeza lentamente, una sonrisa cargada de sarcasmo dibujándose en sus labios.
—¿Sabes? Lo extraño de tu pregunta no es que me pidas una excusa. Todos sabemos qué decir en esos casos —dijo con voz calmada pero afilada—. Lo raro es que, de pronto, mis padres se interesen en lo que hago fuera de mis "deberes como hijo perfecto".
—Aunque crea que no es verdad, sus padres realmente se preocupan por usted —replicó la mujer con tono serio, tratando de apelar.
Jimin rió, un sonido seco y cargado de escepticismo.
—¿De verdad? Jamás lo he notado. Tal vez deberían esforzarse un poco más, llevan años sin lograrlo. —con esa última frase, finalmente cruzó la puerta sin mirar atrás, su silueta desapareciendo con un dejo de desafío.
La asistente permaneció inmóvil junto a la puerta, observando cómo el chico se marchaba una vez más, siguiendo una rutina que se había vuelto constante desde que aquel chico llamado Jeon Jungkook había entrado en su vida. Una rutina que a ella le resultaba tan frustrante como predecible.
Desde el principio, tanto ella como los señores Park habían estado trazando planes para separar a Jimin de ese muchacho. Sin embargo, el progreso era exasperantemente lento, tanto que comenzaban a notar algo que no habían previsto: la relación entre Jimin y Jungkook parecía fortalecerse con cada obstáculo, en lugar de debilitarse. Esa conexión creciente era una amenaza que no podían ignorar, un contratiempo que los obligaba a redoblar esfuerzos.
A pesar de la urgencia, sabían que precipitarse podría arruinarlo todo. Debían seguir con el mismo ritmo calculado, paso a paso, asegurándose de no cometer errores. La paciencia era clave para garantizar que el plan siguiera en marcha sin contratiempos.
O al menos, eso era lo que creían tanto los señores Park como ella.
—Vaya, vaya, vaya... este chico sí que tiene estilo —murmuró Seokjin al ver cómo un elegante Rolls Royce gris se detenía frente a él. Era un auto tan lujoso que, ni vendiendo su riñón o su alma, podría comprar.
La ventanilla trasera del vehículo se bajó lentamente, revelando el rostro sonriente de Jimin. Detrás de él, se veían a Taehyung y Hoseok, con expresiones igualmente animadas.
—Hola, Seokjin. Llegamos. —Jimin le dedicó una sonrisa cálida, de esas que lograban iluminar cualquier ambiente.
—Y con mucho lujo y estilo, diría yo. —el mayor se acercó con curiosidad, apoyándose en el borde de la ventanilla mientras lanzaba una mirada apreciativa al interior del coche—. ¿Me lo prestarás después? Pero con todo y chofer, por favor.
Jimin dejó escapar una risita ligera, divertida.
—No te preocupes, seguramente Jungkook podrá comprarte uno cuando sea un gran boxeador. Solo hay que tener paciencia.
Seokjin soltó un suspiro teatral, llevándose una mano al pecho.
—¿Acaso sabes cuántos años tengo? Soy guapo, lo sé, pero un par de arrugas no combinan con este tipo de autos —respondió, arrancando otra carcajada del castaño—. Bien, bajen de una vez. Dile a Alfred que se dé una vuelta lejos de aquí, no vaya a ser que este auto desaparezca pieza por pieza.
—Está bien, está bien. —asintió divertido y giró la cabeza hacia sus amigos—. Chicos, andando.
El chofer, con una elegancia impecable, bajó del auto y abrió la puerta para ellos. Jimin y sus amigos descendieron, mientras Taehyung y Hoseok dejaban escapar expresiones de admiración apenas contenida.
—Regrese a casa, lo llamaré cuando necesitemos que venga a recogernos, por favor —pidió Jimin con cortesía.
—Como usted ordene, joven amo. —el hombre hizo una leve reverencia antes de subirse al auto y marcharse.
Seokjin alzó una ceja con picardía al escuchar el intercambio.
—¿Ahora debería llamarte "joven amo"? Porque Jungkook me dijo que podía llamarte Jimin, pero si prefieres, puedo ser más formal.
—¡Cielos, no digas eso! —exclamó Jimin, riendo mientras le daba un suave golpe en el brazo.
—La gente rica realmente es sorprendente, ¿no es cierto?
—¡Ya sé! —intervino Taehyung, colocando un brazo alrededor de los hombros de Jimin—. Pero Jimin es diferente. Él es un buen chico, ¿cierto, Hoba?
—Totalmente de acuerdo. —Hoseok asintió, sonriendo con calidez—. Jimin es gentil, sencillo... simplemente es el mejor.
—Si ustedes lo dicen... —murmuró el castaño, algo tímido por los halagos.
Seokjin los observó con una mezcla de diversión y genuino aprecio.
—Y yo les creo. Jungkook puede ser bastante quisquilloso a veces, ¿saben? Si te escogió a ti, Jimin, como el destinatario de su "florecita" —bromeó, usando un tono deliberadamente dramático—, entonces me queda claro que eres especial.
Las risas estallaron entre todos, disipando cualquier nerviosismo.
—Bueno, vamos. Está a punto de empezar la pelea. Es por esa puerta. —Jin señaló hacia una entrada cercana.
Hoseok y Taehyung caminaron rápidamente hacia la puerta, emocionados, pero Jimin se quedó atrás, inmóvil por un momento.
—Seokjin —lo llamó, su voz baja pero cargada de preocupación.
El mayor se detuvo y lo miró. El rostro del castaño había cambiado; sus ojos reflejaban inquietud.
—Prométeme que, si las cosas se ponen difíciles, detendrás la pelea.
Seokjin le dedicó una sonrisa cálida, de esas que transmiten seguridad.
—No te preocupes, Jimin. Jungkook es fuerte, y todos aquí lo respetan por lo increíble boxeador que es. Sabe lo que hace, te lo aseguro. Pero si te da tranquilidad, te lo prometo.
Jimin asintió, un poco más relajado.
—Gracias...
—Ahora ven conmigo. Jungkook quiere verte antes de subir al ring.
Con un último suspiro, Jimin siguió a Seokjin, esforzándose por calmar los frenéticos latidos de su corazón. Entraron por una entrada lateral que los llevó directamente hacia la parte trasera del recinto, un pasillo estrecho con paredes grises y el eco de voces lejanas. Finalmente, llegaron frente a una puerta marcada con un cartel sencillo: "Vestidores – Peleadores".
Seokjin tocó suavemente antes de abrirla, y el sonido resonó como un golpe en el silencio tenso del pasillo.
Dentro, Jungkook estaba sentado en un banco de madera, inclinado hacia adelante con los codos apoyados en las rodillas. Una toalla colgaba despreocupadamente de su cuello, y su mirada estaba fija en el suelo, perdida en una concentración casi palpable. Sus dedos hábiles ajustaban las vendas de sus puños, y el aire en la habitación parecía cargado de su determinación.
—Mira quién está aquí —anunció Seokjin con una sonrisa confiada al entrar.
Jungkook levantó la vista, y al reconocer a Jimin, una sonrisa ligera y cálida se dibujó en su rostro, iluminando la tensión de sus facciones.
—Bebé, llegaste. —su voz era suave, pero llevaba un tono de alivio que Jimin percibió de inmediato.
—Aquí estoy. —le dedicó una sonrisa tímida, y su mirada recorrió involuntariamente el cuerpo de Jungkook. Lo había visto en boxers antes, pero esta vez era diferente. Su piel brillaba con una ligera capa de sudor, resaltando los músculos tensos y definidos que parecían más marcados que nunca, al igual que las venas de sus brazos que se notaban prominentes. Vestía un short deportivo negro y zapatillas a juego, además de las vendas que envolvían sus manos. No podía negar lo sexy que se veía, y el calor subió a sus mejillas—. ¿Cómo te sientes?
—Muy feliz ahora que estás aquí. —respondió con una sonrisa juguetona—. ¿Trajiste un cartel con mi nombre cubierto de corazones?
—¿Qué? ¿Yo debía...? —Jimin parpadeó, confundido.
Jungkook soltó una risa ligera, sacudiendo la cabeza.
—Claro que no, bebé. Aquí no se usan carteles, a menos que digan cuánto estás dispuesto a apostar.
El castaño rodó los ojos, pero no pudo evitar reír.
—Hablando en serio, por favor no te lastimes. Estaré pendiente de ti todo el tiempo. —le acarició la mejilla con ternura, su pulgar trazando un suave círculo sobre su piel—. Cuida de ti... y también de mis nervios.
—Por supuesto que sí, bebé. —Jungkook tomó su mano y depositó un beso delicado en su palma—. Gracias por venir. ¿Trajiste a tus amigos?
—Sí, ellos...
—Ellos ya están en las gradas, y tú deberías ir con ellos porque la pelea está por comenzar. —interrumpió Seokjin, cruzándose de brazos con una mirada de urgencia—. Ya es hora. El ring te espera, Koo.
—Bien. —Jungkook extendió sus puños hacia el mayor—. Ayúdame con esto.
Jin ajustó las vendas con precisión y le dio un par de palmaditas en el hombro antes de entregarle los guantes.
—Recuerda la estrategia. Mantén la guardia alta y mide tus golpes. Tienes esto bajo control.
Jungkook asintió con firmeza, pero antes de salir, se giró hacia Jimin.
—Estaré bien. Prometo regresar con una victoria. Te amo.
Jimin lo miró en silencio, el corazón apretado por una mezcla de orgullo y preocupación. Después de unos segundos, asintió y susurró:
—Y yo a ti.
Se inclinó para dejar un beso breve pero lleno de sentimientos sobre los labios de Jungkook, quien sonrió contra su boca antes de separarse.
—Eso me da toda la fuerza que necesito. —dijo con un guiño antes de dirigirse hacia la puerta.
Jimin y Seokjin lo siguieron hasta la entrada del área principal, donde el rugido de la multitud se hacía cada vez más fuerte. El recinto estaba lleno de gradas abarrotadas, hombres y mujeres gritando apuestas y levantando billetes al aire. En el centro, bajo las luces intensas, estaba el ring: grande, imponente, con un aura casi intimidante que hizo que Jimin sintiera un escalofrío recorrer su espalda.
El sonido de los altavoces anunció la entrada de los peleadores, y la atmósfera vibró con la emoción colectiva.
Jimin se despidió de Jungkook con una última mirada antes de dirigirse a las gradas, donde Taehyung y Hoseok lo esperaban. Se sentó junto a ellos, en un lugar cercano al ring que ofrecía una vista perfecta. Mientras tanto, Jin permaneció junto a Jungkook, ofreciéndole las últimas indicaciones antes de subir.
—Escucha, Koo, el tipo es grande, pero tienes velocidad y estrategia. Si lo haces bien, esta será tu última pelea antes de el nivel amateur. Da el ciento diez por ciento, ¿entendido?
—No te preocupes, hyung. Lo tengo bajo control, además.. —Jungkook miró hacia el público hasta encontrar a Jimin, que lo observaba con los labios entreabiertos y las manos entrelazadas en su regazo—. Él está aquí. Nadie me da más fuerza y valor que él.
Seokjin sonrió, dándole una palmada en la espalda.
—Bien, ahora dalo todo.
Finalmente, Jungkook subió al ring, y el público estalló en aplausos. Desde su lugar, Jimin no apartaba la mirada de él, su corazón latiendo con fuerza, dividido entre el orgullo y el nerviosismo.
La campana sonó, y la tensión en el aire se volvió casi tangible. El contrincante de Jungkook era, como había dicho Seokjin, un hombre de mayor tamaño, con una musculatura robusta y una mirada intimidante. Pero Jungkook no se inmutó. Su postura era firme, su concentración absoluta, y su determinación irradiaba desde cada fibra de su cuerpo.
Desde las gradas, Jimin se mordía el labio inferior, incapaz de contener el nerviosismo. A su lado, Taehyung y Hoseok trataban de calmar la tensión con comentarios emocionados.
—¡Mira cómo se mueve, Jimin! ¡Ese tipo no tiene nada contra él! —exclamó Taehyung, aunque incluso él parecía estar conteniendo la respiración.
—¡Vamos, Jungkook! ¡Tú puedes! —gritó Hoseok, levantando los brazos en el aire.
El primer intercambio de golpes fue rápido, casi demasiado para seguirlo con la mirada. Jungkook esquivó un derechazo con agilidad felina, contraatacando con un gancho directo al abdomen de su oponente. El impacto resonó en el recinto, arrancando un grito de aprobación de la multitud.
—Eso, Koo. Mantén el ritmo. —murmuró Seokjin desde su lugar, observando cada movimiento con ojo crítico.
El primer asalto avanzó con Jungkook demostrando su destreza. Su velocidad y estrategia eran impecables, pero su oponente no era fácil de doblegar. Cada golpe era respondido con otro, cada movimiento analizado y contrarrestado.
En las gradas, Jimin apenas podía respirar. Su corazón latía desbocado, y sus manos temblaban ligeramente mientras observaba a Jungkook moverse como un bailarín en el ring.
—Está haciendo un trabajo increíble, ¿no? —murmuró Hobi, inclinándose hacia él.
—Sí, pero... —Jimin se interrumpió al ver cómo el contrincante lanzaba un fuerte golpe directo al rostro de Jungkook, quien apenas logró esquivarlo. El movimiento fue tan ajustado que el guante rozó su mejilla, dejando una línea roja en la piel.
—¡Oh, Dios! —jadeó, llevándose una mano a la boca.
—Tranquilo, Jimin. Él sabe lo que hace. —trató de consolarlo, aunque sus propios nervios eran evidentes.
El segundo asalto comenzó, y el ambiente en el recinto se tornó aún más tenso. Jungkook se movía rápido, siguiendo las estrategias de Seokjin, pero su contrincante, un hombre más alto y musculoso, parecía ganar terreno. Cada golpe resonaba como un trueno, y aunque Jungkook mantenía su guardia alta, los embates constantes comenzaban a desgastarlo.
El público rugía con cada intercambio, pero los movimientos de Jungkook se volvían más lentos. Un derechazo del contrincante logró pasar su defensa, impactándole en la cien con fuerza. La sangre comenzó a correr por una pequeña herida en su ceja izquierda.
Jimin observaba desde las gradas, su corazón latiendo frenéticamente. Cada golpe que su novio recibía era como si lo sintiera él mismo. Hoseok y Taehyung intentaban tranquilizarlo, pero sus palabras apenas eran un eco en el tumulto.
—Vamos, cariño... —murmuró Jimin para sí mismo, entrelazando sus manos con fuerza.
Otro golpe directo al mentón hizo que Jungkook tambaleara, y aunque intentó recomponerse, su respiración era pesada, y su energía estaba visiblemente disminuida. Su rival, notando su ventaja, lanzó un gancho que Jungkook intentó esquivar, pero en su esfuerzo perdió el equilibrio y cayó al suelo.
—Vamos Koo, levántate —murmuro Jin, apretando los puños en una mezcla de nerviosismo y preocupación.
La multitud estalló en un griterío ensordecedor. Jimin se levantó de un salto, su corazón en un puño. Desde su posición, podía ver a Jungkook en el suelo, jadeando, con el rostro ensangrentado. El árbitro comenzó a contar, pero Jimin no pudo contenerse más.
Sin pensarlo, corrió hacia el ring, ignorando los gritos de sus amigos y el desconcierto del público. Subió ágilmente y se interpuso entre Jungkook y su oponente, extendiendo los brazos protectores frente a su novio caído.
—¡Basta! ¡No lo lastimes, por favor! —gritó con todas sus fuerzas, sus ojos brillando de desesperación.
El recinto entero quedó en silencio, atónito ante la escena.
El fornido contrincante frunció el ceño, claramente molesto, y gruñó con desdén:
—¿Qué haces, mocoso? ¡Hazte a un lado, voy a patear el trasero de ese idiota!
—No, por favor. Es suficiente. No sigan. —pidió con voz temblorosa pero decidida, manteniendo su posición.
El hombre bufó con irritación, señalando a Jimin con un dedo.
—¡Maldita sea! ¡Quiten a este idiota de aquí o lo haré yo mismo!
El público comenzó a murmurar, y el árbitro intentó intervenir, pero el contrincante, con una mirada furiosa y llena de orgullo herido, levantó su brazo, decidido a apartar al chico por su cuenta.
—¡Imbécil, quítate de mi camino! —gruñó, alzando el puño como advertencia.
El corazón de Jimin latía desbocado, pero no retrocedió.
El fornido hombre alzó su puño para golpearlo, y el tiempo pareció detenerse. Fue en ese instante que Jungkook, con una velocidad impresionante y un grito de determinación, se levantó del suelo. En un movimiento rápido, lanzó un uppercut directo a la barbilla del hombre.
El impacto resonó con un eco seco, y el contrincante cayó de espaldas al suelo, completamente noqueado. El silencio que siguió duró apenas un parpadeo antes de que la multitud estallara en vítores ensordecedores, gritos de asombro y emoción llenando el recinto.
Jungkook, con el rostro ensangrentado y los músculos tensos, se giró hacia el hombre inconsciente. Con la respiración agitada, escupió un poco de sangre al suelo y alzó la voz, clara y firme:
—¡No te atrevas a tocar a mi novio, hijo de perra!
La multitud rugió aún más fuerte, Jimin se quedó inmóvil, mirando a Jungkook desde el suelo, con una mezcla de alivio, admiración y preocupación.
—¡Jungkook! —gritó antes de levantarse y lanzarse a sus brazos, rodeándolo con fuerza.
Jungkook tambaleó ligeramente, pero lo sostuvo con la misma intensidad, apretando su cuerpo contra el suyo como si quisiera asegurarse de que ambos estaban bien.
—Por el cielo, creí que ese hombre te iba a matar —susurró, su voz temblorosa mientras enterraba su rostro en el pecho de su novio—. Me asusté mucho.
Jungkook apoyó su barbilla en su cabeza, sus manos acariciando su espalda para calmarlo.
—Tranquilo, bebé. Ya todo terminó. Estoy bien —respondió con voz suave, aunque el cansancio era evidente.
Jimin se separó un poco, solo para mirarlo a los ojos.
—¿"Bien"? Jungkook, estás lleno de heridas, ¡mira tu cara! —protestó mientras acariciaba suavemente una de las marcas en su mejilla.
—Son solo rasguños. Pero lo que hiciste... —Jungkook tomó el rostro de Jimin entre sus guantes, obligándolo a mirarlo—. Fue muy valiente, pero no vuelvas a hacerlo. No quiero que te pongas en peligro por mí.
—No podía quedarme quieto. No después de verte en el suelo. Preferiría recibir los golpes yo mismo antes que verte sufrir de esa manera —admitió, con lágrimas en los ojos.
Jeon lo miró fijamente, su expresión suavizándose.
—Eres increíble, ¿lo sabías? Pero necesito que confíes en mí. Esto es algo que puedo manejar. Prometo que siempre saldré de pie, por ti.
—Por mí, pero también por ti. —respondió con un puchero, secándose las lágrimas—. No quiero perderte, Koo.
Jungkook sonrió, ignorando el dolor en su rostro.
—No me perderás. Jamás, me quedarás siempre a tu lado.
Mientras ambos compartían ese momento, Seokjin apareció en el ring, apurado y con las manos en la cabeza.
—¡Maldita sea, Jungkook! ¿Quieres matarme del susto también? ¡Por poco nos descalifican por esto! —bufó, aunque la sonrisa de orgullo en su rostro delataba lo contrario.
—Lo siento, hyung. Pero tenía que proteger lo más importante para mí.
Jin rodó los ojos antes de extenderle una toalla para limpiarse el rostro.
—Solo tú podrías convertir esto en una escena de película. Pero bien hecho. Ese uppercut fue brutal.
El árbitro finalmente alzó la mano de Jungkook, declarando su victoria. El público volvió a estallar en aplausos y vítores, coreando su nombre. Pero para Jungkook, todo lo que importaba era la persona que seguía en sus brazos.
—Vamos a casa, bebé —murmuró, inclinándose para besar la frente de Jimin—. Esto ya terminó.
Y juntos, bajaron del ring, dejando atrás la pelea pero llevándose consigo una nueva promesa: protegerse mutuamente, sin importar las circunstancias.
[...]
—Estuve allí, ¿entienden? Seguí a Jimin hasta ese lugar de apuestas y vi con mis propios ojos lo que hizo por ese chico —protestó el joven de cabellera rizada, su voz temblando de indignación.— Ellos realmente se aman, no es algo pasajero.
La mujer elegante, sentada en el lujoso sillón, frunció el ceño con desprecio, como si sus palabras fueran un veneno que le disgustaba escuchar.
—No es así. Eso es solo una aventura de juventud, algo que con el tiempo se llevará el viento —respondió con voz fría, tajante.
El joven no se dejó amedrentar y dio un paso adelante, decidido a hacerle ver la verdad, aunque sabía que estaba luchando contra una pared de hielo.
—No, no es una simple aventura. Es algo más profundo que eso. Si tan solo lo hubieran visto... Jimin se subió a ese ring, se puso frente a ese hombre, tan aterrador, solo para proteger a Jungkook. —trató de explicar—. Si dar tu propia vida por tu pareja no es amor, entonces no sé qué es —dijo, el tono de su voz dejando claro que estaba convencido de lo que había presenciado.
La mujer soltó una risa despectiva, su rostro tenso y arrugado por el enojo. Se puso de pie, dando un paso hacia él como si su simple presencia fuera suficiente para aplastarlo.
—¡Son estupideces! —vociferó, su voz retumbando en las paredes de la habitación—. ¿Lo ves? ¡Mi hijo se está poniendo en peligro por esa basura! Ya no lo soporto más.
La tensión en la habitación aumentó al instante. El hombre en el escritorio, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, levantó la mirada desde sus papeles con una calma inquietante. En su rostro no había ni asomo de sorpresa, solo una expresión calculadora.
—Il piano deve seguire —dijo, con una voz profunda y resonante. (El plan debe seguir).
La mujer volvió a mirarlo, esperando una confirmación, y él asintió, sus ojos fríos como el hielo.
—No importa lo que hayas visto, tú debes separarlos, a como dé lugar. Te estamos pagando por eso, y lo vas a hacer. Me importa muy poco que se amen —su mirada se endureció aún más, llena de furia contenida—. Mi hijo no puede estar con alguien como él.
El joven, sintió una presión creciente en su pecho, su moral chocando con las órdenes que le daban.
—Pero señora... —intentó protestar una vez más, pero la mujer lo interrumpió con una voz más baja, pero igual de cortante.
—¡Es una orden! Tú aquí eres el empleado, yo soy la que toma las decisiones y da las órdenes —increpó, su tono implacable—. Desde el lunes, volverás a intentar acercarte a Jimin. Los vas a separar. No me importa lo que hagas o cómo lo hagas. ¿Entendido, Woo Do-Hwan?
El joven, con la mirada vacía y el corazón pesado, solo pudo responder con una voz somnolienta y sumisa.
—Sí, señora Park.
Y con esas palabras, selló el destino de Jimin y Jungkook.
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