Capitulo 16.
La brisa invernal arrastró consigo las últimas hojas anaranjadas del otoño, tiñendo de blanco la ciudad con una fina capa de nieve que crujía bajo los pies. El invierno, aunque breve, trajo consigo el inicio de algo nuevo para Jungkook y Jimin. Esa etapa mágica y perfecta del inicio de su relación. Esa etapa donde el amor se siente eterno, donde cada mirada brillaba, cada risa se siente más cálida, y los problemas quedan suspendidos en el aire, como copos de nieve que nunca llegan al suelo.
—Lo estás haciendo muy bien, sigue así —le animó Jungkook con una sonrisa, sosteniendo firmemente las manos del chico mientras lo guiaba con cuidado sobre el hielo.
—¡Cielos! Siento que me voy a caer —contestó Jimin entre risas nerviosas y divertidas, concentrando toda su atención en sus pies sobre la resbaladiza superficie. Sus mejillas y nariz estaban ligeramente sonrojadas, no solo por el frío, sino por la vergüenza de sus torpes movimientos.
Aquella tarde decidieron ir a patinar a la pista de hielo que cada año montaban en el centro comercial. El plan parecía romántico y sencillo, pero para Jimin, que jamás lo había intentado antes, resultaba un verdadero desafío. Por más que se esforzaba, se tambaleaba de un lado a otro, como si el hielo se empeñara en poner a prueba su equilibrio. Cada pequeño resbalón desataba carcajadas entre los dos, convirtiendo los tropiezos y la risas divertidas en parte del encanto de la tarde.
—No temas, yo te sostengo. Estoy aquí contigo. —Jungkook apretó sus manos con más fuerza, transmitiéndole seguridad.
—¿Cómo puedes hacerlo ver tan fácil? ¿Acaso eres un patinador profesional o trabajaste en una pista de hielo? —preguntó, divertido pero ligeramente incrédulo, observando cómo su novio se movía con una habilidad que contrastaba completamente con su torpeza. Incluso era capaz de patinar de espaldas mientras lo guiaba con sorprendente facilidad, como si lo hubiera hecho toda su vida.
—Cuando era más joven venía con Jin hyung, y hacíamos competencias. Al principio, él siempre ganaba, y como odiaba que lo hiciera, practiqué hasta que me hice bueno y le gané —explicó con una sonrisa triunfante, aunque luego soltó una risa—. Claro, después de eso, dejó de patinar conmigo porque, según él, "ya estaba viejo para patinar sobre hielo".
Jimin no pudo evitar reír ante la anécdota.
—Te creo. Pero espera, creo que ya puedo hacerlo solo, déjame intentarlo —pidió, lleno de entusiasmo.
Jungkook lo miró con una mezcla de escepticismo y preocupación.
—¿Estás seguro? Mejor sigamos practicando un poco más. No quiero que te lastimes.
—Tranquilo, aprendo rápido. Déjame intentarlo, por favor.
—Bueno... —cedió haciéndose hacia atrás, aunque todavía parecía listo para atraparlo en caso de que algo saliera mal.
Se soltaron de las manos, y Jimin tomó una profunda bocanada de aire antes de dar su primer paso por sí solo. Moviéndose con cuidado, trató de imitar los movimientos fluidos de su novio. Sus primeros deslizamientos fueron torpes pero exitosos, y una sonrisa amplia se dibujó en su rostro.
—¡Muy bien, hazlo otra vez! —lo animó Jungkook, observándolo con una sonrisa orgullosa—. Ven aquí —dijo, extendiendo los brazos como si estuviera esperando que un bebé diera sus primeros pasos.
Con confianza renovada, Jimin volvió a deslizarse, esta vez un poco más seguro. Los movimientos eran más firmes, más fluidos, y su emoción crecía con cada avance. Sin embargo, cuando ya casi estaba a punto de llegar a Jungkook, un pequeño desequilibrio lo traicionó.
—¡Ah! —exclamó mientras tambaleaba, tratando inútilmente de recuperar el control.
Antes de darse cuenta, terminó resbalando directamente hacia el pelinegro, quien apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que ambos cayeran al suelo en una mezcla de risas y un golpe sordo.
—Bueno, eso cuenta como llegar hasta mí... más o menos —bromeó Jungkook, riendo mientras se acomodaba en el hielo, con su chico aún sobre él.
—Lo siento, lo siento —se disculpó entre carcajadas, apoyando una mano en el hielo para incorporarse—. Me tuve mucha fe, pero solo logré tirarnos frente a todas estas personas.
—No te preocupes. Al menos ahora aprendimos que los dos podemos caer con estilo —respondió, y ambos soltaron una melodiosa carcajada importándoles muy poco que todas las personas en la pista de hielo los estuvieran mirando.
Desde aquel día en la playa que marcó un antes y un después en su relación, cada día parecía mejor que el anterior. El invierno, que solía sentirse implacable y frío, ahora estaba lleno de calidez. Cada cita, cada beso y cada palabra de amor eran como pequeñas huellas que narraban la historia de un amor juvenil que apenas comenzaba a florecer.
La vida de Jimin había dado un giro completo. Lo que antes era una rutina solitaria y monótona ahora estaba lleno de color y significado. Aunque ya tenía personas que alegraban sus días, la llegada de Jungkook multiplicó esa felicidad de maneras que nunca imaginó. Nada de lo malo, ni los problemas familiares, ni las sombras que lo perseguían desde casa, lograba afectarlo como antes. Jungkook era su refugio, la cura para cada herida que cargaba en el alma. Cada ocurrencia, cada nueva experiencia con él, era un bálsamo que lo hacía sentir vivo, pleno, feliz.
Para Jungkook, Jimin representaba exactamente lo mismo. Su vida no había sido fácil; marcada por desafíos y momentos de incertidumbre, se había acostumbrado a luchar día a día por sobrevivir. Pero desde que Jimin apareció, todo cambió. Jimin era su motor, su fuerza para cumplir sus sueños. Adoraba su compañía, su risa contagiosa, esa luz que parecía emanar de él y que iluminaba incluso los rincones más oscuros de su alma.
Después de años de sentirse perdido y desgastado por la vida, Jungkook finalmente tenía algo que lo hacía sentirse completo. Más allá del apoyo de Jin, estaba Jimin. Ese chico que, desde el primer momento, había iluminado su camino, como un faro en medio de la oscuridad.
Juntos, habían encontrado en el otro no solo un refugio, sino una razón para avanzar, un amor que llenaba cada espacio vacío que el tiempo y las dificultades habían dejado atrás.
—¿Quieres ir a comer algo delicioso? Me dijeron que hay un restaurante genial de jajangmyeon aquí cerca —preguntó Jungkook mientras caminaban por la calle, con sus manos cubiertas por guantes, entrelazadas.
—Suena bien, vamos —respondió Jimin, con una sonrisa que apenas se asomaba detrás de su bufanda. Mientras hablaba, sus ojos se posaron en el rostro de su novio, notando de nuevo algo que había pasado por alto antes: un pequeño moretón en su cien—. Koo, ¿por qué tienes un moretón?
—¿Qué? —se llevó la mano al lugar señalado, aunque sabía perfectamente a qué se refería. No le sorprendía tenerlo, pero sí que Jimin lo hubiera notado y le preguntara por ello—. Es que...
—No me digas que te metiste en una pelea. Te he dicho que no pelees en la calle, es peligroso —increpó con un tono lleno de reproche y ansiedad.
—No, no fue eso.
—¿Entonces qué fue? No me digas que te caíste de la moto —frunció el ceño, su expresión ahora era de preocupación.
—Tampoco, es que... —Jungkook divisó a lo lejos el restaurante que mencionó antes. Aquello fue el escape perfecto para desviar la conversación—. ¡Mira! Ahí está el restaurante del que te hablé. Vamos —dijo apresurando el paso mientras tiraba suavemente de la mano del castaño.
Aunque Jimin había compartido con Jungkook sus propias inseguridades y preocupaciones, este último todavía guardaba secretos que no se sentía listo para revelar. Para él, el inicio de su relación no era el momento adecuado para hablar de temas complicados o deprimentes. Lo último que quería era cargar a Jimin con problemas que podrían preocuparlo o entristecerlo. Por eso, decidió no mencionar la verdad: las peleas clandestinas en las que había estado involucrado desde muy joven. Aunque al parecer eso causó el efecto contrario.
El boxeo era su pasión, y su gran sueño era convertirse en un boxeador profesional y reconocido, pero alcanzar esa meta no era sencillo. Más allá del entrenamiento constante, había barreras económicas que se interponían. Necesitaba dinero para cubrir cosas esenciales: la licencia, el equipo de trabajo adecuado, guantes profesionales, ropa especializada, y el acceso a entrenadores de calidad. Sin importar cuántos trabajos asumiera, simplemente todo parecía fuera de su alcance.
Por eso, se mantenía en las peleas clandestinas. Pues no solo le permitían ganar algo de dinero, sino que también servían como una especie de entrenamiento. Aunque eran peligrosas y poco éticas, para Jungkook representaban un medio temporal para avanzar hacia su objetivo.
Sin en cambio, el boxeo no era el único secreto que guardaba. Había otra parte de su vida que lo perseguía, algo mucho más oscuro: su pasado y cómo terminó viviendo en la miseria. Ese era un tema que todavía no podía compartir por completo, demasiado complejo y doloroso como para enfrentarlo en este momento. Aunque, Jimin ya había tenido un atisbo de esa historia cuando lo llevó a conocer a la señora Baek. Ella, junto con Mingyu y Seokjin, habían sido parte fundamental de esa terrible etapa de su vida.
—Eso es todo, gracias —agradeció el tatuado al mesero después de pedir, y luego se retiró con una reverencia—. Este lugar tiene excelentes reseñas. Nunca había venido, pero...
—Jungkook —lo interrumpió Jimin, con una expresión seria que contrastaba con su tono habitual—. ¿Vas a decirme por qué tienes ese moretón?
—Jimin, bebé, no es para tanto. Es solo un moretón, olvídalo.
—¿Cómo que no es para tanto? —increpó, frunciendo ligeramente el ceño—. Si fuera yo quien lo tuviera, ¿no querrías saber qué pasó? Aunque fuera algo sin importancia, te preocuparías ¿o no?.
Jungkook soltó un suspiro, intentando evitar el tema, pero sabía que Jimin no iba a dejarlo pasar.
—¿Y si te dijera que me lo hice trabajando?
—No te creería, porque desde el principio te has negado a responder. Eso solo significa que estás ocultando algo. —cruzó los brazos, manteniendo la mirada fija en él.
Jungkook sabía que no tenía escapatoria. Resignado, suspiró profundamente.
—Está bien, te lo diré... pero prométeme que no me regañarás.
—No puedo prometerte nada. Si digo algo es porque me preocupo por mi novio.
—Joder, bien bien, te lo diré —el tatuado se aclaró la garganta y, después de un momento de vacilación, confesó—. No te lo dije antes pero, mi sueño más grande es ser boxeador profesional.
Jimin abrió los ojos con sorpresa y emoción.
—¿De verdad? ¡Koo, eso es increíble! —sonrió, genuinamente emocionado.
—Sí, pero hay algo más... —la sonrisa del Jimin se desvaneció mientras Jungkook continuaba—. Desde hace unos años he estado participando en peleas clandestinas. Esas en las que la gente apuesta dinero.
—¿Qué? —el entusiasmo de Jimin desapareció, dando paso a una mezcla de preocupación y desconcierto.
—Sé que está mal, y sé que no debería hacerlo, pero no tengo otra opción —comenzó a justificarse rápidamente—. Trabajo en varios empleos y, aun así, apenas puedo pagar la renta, la comida, el transporte... mi motocicleta es de segunda mano, y me costó muchísimo ahorrar para tenerla. Con el boxeo es igual, ni siquiera puedo permitirme guantes decentes, equipo o entrenadores. Jin hyung es quien ahora me entrena.
—Jungkook... cariño, ¿por qué nunca me hablaste de esto? Yo pude haberte...
—¿Ayudado? —lo interrumpió con un suspiro—. Sabía que dirías eso, pero no puedo aceptarlo, Jimin.
—¿Por qué no? —le preguntó, tomando la mano de su novio y dándole una sonrisa suave—. Nada me haría más feliz que apoyarte a cumplir tus sueños.
—Porque me sentiría mal. Yo no puedo hacer lo mismo por ti, Jimin. —levantó la mirada y encontró los ojos del castaño, llenos de comprensión—. Lamento que tengas que estar con alguien que no tiene dinero, pero te prometo que haré todo lo posible para que eso cambie pronto.
—Koo, espera. —Jimin apretó suavemente su mano, interrumpiéndolo—. A mí no me importa si tienes dinero o no. Yo te amo tal y como eres. Y sí, claro que me ayudas. Con el simple hecho de hacerme feliz y liberarme de las cargas que llevo, me das más fuerza de la que imaginas. Contigo a mi lado, siento que puedo lograr cualquier cosa.
—Pero no es suficiente...
—Para mí sí lo es. —insistió.
—Pero no puedo aceptar tu ayuda. Sé que puedo lograrlo por mí mismo, solo necesito tiempo y paciencia. ¿Crees que puedas hacer eso por mí?. —lo miro con ojos socorros.
Jimin suspiró, bajando la mirada un momento, pensativo. Luego asintió lentamente.
—Está bien. —levantó la vista y añadió—. No quiero hacerte sentir inútil, sé lo que se siente cuando otros intentan hacer todo por ti, como si no fueras capaz de hacerlo solo. Así que... si es lo que necesitas, seguiré apoyándote desde donde me permitas. —hizo una pausa, mirándolo a los ojos con seriedad—. Pero no quiero que te expongas demasiado, Koo.
—¿Entonces... me dejas continuar peleando? —preguntó Jungkook con algo de incredulidad.
—Solo hasta que logres juntar lo necesario para salir de ahí. —replicó—. Pero quiero que prometas algo, Jungkook: cuando tengas tu licencia y lo básico que necesitas, dejarás esas peleas. Después de eso, nada más, ¿de acuerdo? Es peligroso, Jungkook.
—Si bebe, te lo prometo.
Jimin dejó escapar una leve sonrisa, aunque sus ojos aún reflejaban algo de preocupación. Alzó una mano y acarició el moretón en la piel de su novio con delicadeza
—Al llegar a casa, pondremos hielo y un ungüento en esto.
—Con un beso basta —dijo Jungkook con una sonrisa traviesa, acercándose lentamente a los labios de su chico.
Ambos sonrieron y, finalmente, se dieron un dulce beso, como si ese gesto sellara un pacto silencioso entre los dos.
—Lamento no habértelo dicho antes —murmuró Jeon cuando se separaron.
—No te preocupes, te entiendo —respondió el otro, mirándolo con cariño.
—Disculpen, aquí está su orden —el mesero llegó con los dos platos de jajangmyeon y se los colocó en la mesa junto a sus palillos—. Provecho.
Ambos desentrelazaron sus manos, pero solo para disfrutar tranquilamente de la cena, compartiendo sonrisas y risas discretas entre bocado y bocado. Después de terminar, se dirigieron a la casa de Jimin, siguiendo aquella rutina secreta que habían perfeccionado en el último mes.
Habían aprendido a burlar la seguridad de la mansión con una precisión casi profesional. Jimin entraba por la puerta principal como si nada, saludando al personal con la misma sonrisa despreocupada de siempre, mientras Jungkook, ágil como un gato, trepaba por la enredadera que cubría buena parte de la fachada. Ese toque arquitectónico, con aire italiano, resultaba ser su mejor aliado.
Jungkook llegaba al balcón de la habitación de Jimin sin hacer ruido, asegurándose de que ninguna luz traicionera lo delatara. Una vez dentro, cerraba con cuidado la puerta, y ambos soltaban risas contenidas, disfrutando de la emoción de su pequeño secreto.
—¿Crees que algún día nos descubran? —preguntó Jungkook, lanzando su abrigo a un lado antes de tumbarse en la grande y suave cama, observando el techo con una leve sonrisa.
—No si seguimos haciéndolo así de bien —respondió Jimin con un guiño, sentándose a su lado—. Aunque no sé cómo reaccionarían si lo supieran...
Lo que Jimin no sabía era que la verdad ya se sabía desde el principio. Sus padres, aunque casi siempre ausentes debido a sus viajes interminables, no eran ajenos a los movimientos de su hijo. Tenían ojos y oídos por toda la casa, y, por supuesto, estaban enterados de su relación con Jungkook y de las noches que pasaba con él en su habitación.
Sin embargo, no habían intervenido. Quizás porque querían darle un pequeño respiro de libertad, o tal vez porque estaban esperando el momento adecuado para enfrentarlo. Mientras tanto, Jimin vivía convencido de que su pequeño secreto estaba a salvo.
—¿Te duele? —preguntó Jimin con suavidad, mientras deslizaba los dedos con cuidado sobre el moretón antes de aplicar la pomada.
—Nada nadita, soy todo un macho —respondió Jungkook con una sonrisa traviesa, inflando el pecho en un gesto exagerado.
Jimin lo miró con una ceja arqueada, sin dejarse impresionar—. Claro, el "gran macho" que se queja cuando el agua está muy fría. —rió ligeramente y terminó de aplicar el ungüento antes de tomar una pequeña curita y colocarla sobre el moretón con delicadeza—. Listo. Pronto desaparecerá.
—Gracias, bebé. Eres el mejor —susurró, inclinándose para dejar un beso dulce en la mejilla de su chico, con una expresión genuina de gratitud—. ¿Tú no tienes ningún moretón por la caída en la pista? Perdóname, solo intentaba tener uno de esos momentos románticos en la pista de hielo.
—No te preocupes —negó con la cabeza—. No me duele nada, aunque... —se subió un poco el pantalón, dejando a la vista un pequeño rasguño en la piel clara de sus piernas, casi imperceptible—. Ouch, creo que sí. No lo había notado hasta ahora.
—Lo sabía. Tu piel es tan delicada y perfecta, cualquier cosa deja huella. Déjame curarte, ahora me toca a mí. —Jungkook tomó el botiquín con seriedad, limpiando con cuidado el rasguño con un hisopo empapado en agua oxigenada. Soplando suavemente para aliviar el escozor, aplicó el ungüento con la misma dedicación antes de colocar una curita.
—Listo. —sonrió, satisfecho con su trabajo—. Mañana estará como nuevo.
—Gracias, cariño. Eres mi héroe —susurró el castaño con ternura, tomando el rostro de su novio entre sus manos, sus dedos acariciando la línea de su mandíbula. Lentamente, acercó sus labios para besarlo. Lo que empezó como un roce suave se transformó rápidamente en algo más apasionado.
Jungkook lo atrajo hacia sí, sus brazos fuertes envolviendo la cintura del castaño mientras el beso se volvía más profundo e intenso. Sus labios se movían en perfecta sintonía, mientras sus lenguas jugaban entre sí, explorándose con una mezcla de pasión y delicadeza. En medio de ese torbellino de emociones, sin darse cuenta, terminaron recostados sobre la cama.
Jimin quedó debajo de Jungkook, sus respiraciones entrecortadas chocando en el aire cálido de la habitación. Las manos de ambos buscaban puntos de contacto, desesperadas por memorizar cada centímetro de piel que pudieran alcanzar. Sin embargo, justo cuando Jungkook deslizó sus manos por debajo de la camiseta de Jimin, dispuesto a seguir el deseo que los envolvía, el castaño separó sus labios de los de Jungkook. Y con un movimiento rápido, llevó sus manos a la boca del otro, cubriéndola con suavidad pero con firmeza, deteniéndolo en seco.
—Espera... —susurró, su voz apenas un suspiro. Sus ojos, muy abiertos, reflejaban una mezcla de nervios y timidez.
Jungkook se detuvo al instante. Su mirada, que momentos antes estaba cargada de pasión, se suavizó al captar la inquietud en el rostro de su novio. Ladeó ligeramente la cabeza, estudiando cada detalle de su expresión, y luego apoyó un brazo junto al rostro de Jimin para sostenerse mejor, mientras su otra mano acariciaba con ternura su costado, intentando calmarlo.
—¿Qué pasa? —preguntó en un murmullo, su tono lleno de preocupación y paciencia, una invitación a que el chico se sintiera seguro para hablar.
Jimin desvió la mirada por un instante, como si buscara las palabras adecuadas. Sus mejillas estaban teñidas de un rubor intenso, no solo por la cercanía, sino también por la vulnerabilidad que sentía en ese momento. Finalmente, volvió a mirarlo y, con un susurro cargado de sinceridad, dijo:
—No quiero ir tan rápido... no todavía.
Jungkook sonrió con ternura.
—Está bien, bebé. —respondió con suavidad mientras tomaba la mano de su chico entre las suyas y la besaba con delicadeza—. Todo a tu ritmo, ¿de acuerdo? No haré nada que tú no quieras hacer.
Jimin sonrió, relajándose entre los brazos de Jungkook. Se acurrucaron juntos, escuchando el ritmo pausado de sus respiraciones, disfrutando del amor tranquilo que compartían, sin necesidad de palabras ni acciones apresuradas. Y todo continuó, hasta que la primavera llegó.
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