Capitulo 14.
—Con su permiso, mi señora —anunció la asistente, siempre eficiente, mientras colocaba con delicadeza tres fotografías sobre el tocador, donde la señora Park cepillaba meticulosamente su largo y brillante cabello negro—. Como le prometí, he recaudado toda la información sobre este joven.
La mujer, de porte elegante y mirada inquisitiva, deslizó sus ojos hacia las imágenes. En ellas, se veía a un muchacho de aspecto llamativo: cabello negro desordenado, tatuajes visibles en los brazos, y un par de piercings en el rostro. En una de las fotos, estaba detrás del mostrador de una cafetería, en otra, paseaba a varios perros en un parque, y en la última, trabajaba como asistente en una tienda de discos.
—Ya veo... —murmuró, recogiendo una de las fotos para examinarla más de cerca—. Dime, ¿quién es este pelafustán que parece ser tan cercano a mi hijo? —su ceño se frunció levemente, reflejando un descontento apenas contenido.
—Su nombre es Jeon Jungkook. Tiene veintiséis años y nació en un pequeño pueblo llamado Gwanhwa, al sur de Corea. Se mudó a Seúl cuando tenía veinte años, buscando oportunidades. Sus estudios apenas alcanzan el nivel de educación media superior. Vive en Seocho-dong, en un pequeño y modesto apartamento. Tiene múltiples trabajos de medio tiempo, pero su empleo más estable es en la cafetería cerca del campus donde estudia el joven amo Jimin —explicó con precisión.
—Así que fue ahí donde esa fichita conoció a mi hijo —la señora Park esbozó una sonrisa helada—. No es más que un pobre diablo, un oportunista. Seguramente se ha acercado a mi hijo por su dinero —dijo, lanzando el cepillo con desdén sobre las fotos—. No puedo esperar menos de ese tipo de gentuza.
—Mi señora —continuó la asistente con cautela—, anoche el joven amo se escapó y no volvió hasta el día siguiente. La ropa que llevaba puesta olía a alcohol, parece ser que pasó la noche con este joven.
La señora Park se levantó de su asiento, su enfado aumentando con cada palabra.
—Ese muchacho es una mala influencia para mi hijo. Además, hoy que discutimos por defender a su amigo, lo hizo de una forma que nunca había visto. Siempre ha sido tan cuidadoso al hablar conmigo, pero esta vez... —dejó escapar una risa amarga—. Fue como si estuviera defendiendo a alguien más que a su simple amigo.
—¿Cree usted que al joven amo le gusta ese muchacho? —preguntó con cautela.
—Peor aún —respondió, apretando los dientes—. Está enamorado de él. Jamás había sido tan firme conmigo. Parece que su lealtad está con ese joven, no con nosotros. —su expresión se endureció—. Esto no puede continuar.
—¿Qué hará, mi señora? ¿Se encargará de ese muchacho para que ya no esté cerca del joven Jimin? —preguntó la asistente, inclinándose ligeramente hacia adelante, intrigada por la resolución.
La señora Park, con una calma calculada, se cruzó de brazos y esbozó una sonrisa que no alcanzó sus ojos, reflejando una mezcla de frialdad y astucia.
—No, haré algo que rara vez hago —respondió, sus palabras cargadas de intención—. Dejaré que esa relación fluya.
—¿Qué? —la asistente no pudo ocultar su sorpresa—. Mi señora, ¿por qué? No entiendo. Si permite que ese muchacho siga cerca del joven amo, podría inculcarle malos hábitos o hacer que adopte la misma mediocridad que él.
—Lo sé —afirmó, con una sonrisa que sugería que su plan ya estaba en marcha—. Pero escucha —comenzó a caminar lentamente por la habitación, su voz resonando con una mezcla de determinación y estrategia—. Dejaré que continúen, porque no quiero que Jimin nos vea como los villanos en ese cuento que se está inventando. Pero poco a poco, haré que ese muchacho se arrepienta de haber puesto los ojos en mi hijo, en alguien que siempre ha estado fuera de su alcance.
Hizo una pausa, girando sobre sus talones para mirar a la asistente directamente a los ojos.
—Y luego, cuando esté al borde, cuando haya perdido toda esperanza y se dé cuenta de que no pertenece a este mundo, finalmente lo alejare por completo de Jimin. Si... eso haré.
La asistente asintió lentamente, comprendiendo el alcance del plan de su señora. Aunque la estrategia era implacable, no podía negar que tenía una lógica perversa pero efectiva.
—Es un plan astuto, mi señora —admitió—. Haré todo lo que esté en mis manos para asegurarme de que se lleve a cabo a la perfección.
La noche brillaba con una magia especial, bañada por la luz tenue de los candelabros que colgaban con elegancia del techo del pabellón. El recinto, con sus paredes de cristal parecía un rincón sacado de un cuento, rodeado de jardines frondosos que susurraban con la brisa. A través de las amplias ventanas arqueadas, se podían ver los caminos de grava que serpenteaban entre flores y estatuas antiguas, guiando a los invitados hacia las distintas estaciones de degustación.
Mesas rústicas de madera, cubiertas con manteles de lino beige, exhibían las botellas de vino, cada una con una etiqueta que detallaba su origen y características. A un lado, tablas de quesos artesanales, frutas frescas y pequeños bocados salados invitaban a los invitados a deleitarse con combinaciones de sabores cuidadosamente seleccionadas. Meseros vestidos con uniformes impecables se movían con gracia por todo el salón, repartiendo copas de vino y asegurándose de que cada invitado disfrutara de la experiencia al máximo.
Entre los invitados, destacadas figuras del ámbito cultural y empresarial se movían con elegancia, sus conversaciones animadas fundiéndose con la música suave de un trío de cuerdas que complementaban la noche con refinamiento y sofisticación.
Jimin hizo su entrada por uno de los senderos, atrayendo miradas de admiración y curiosidad. Vestía un conjunto completamente negro: una camisa de seda con detalles de encaje en el pecho y mangas amplias que caían con elegancia, combinada con pantalones de sastre de corte recto. Un cinturón blanco ceñía su cintura, añadiendo un contraste que resaltaba su estilizada figura. Su cabello castaño, peinado de manera natural, caía suavemente sobre su frente.
—Buenas noches, buenas noches —saludaba a los conocidos con cortesía y se detenía de vez en cuando a conversar, sus ojos brillando con entusiasmo.
Se movía con seguridad, una sonrisa de orgullo y emoción en sus labios. Cada paso que daba en aquel salón le hacía sentir parte de algo grande, un mundo al que había aspirado pertenecer siempre.
Para él, aquella noche era especial, una celebración de todo lo que había alcanzado, un momento para saborear tanto el vino como el reconocimiento que ahora recibía con confianza.
—Simplemente fascinante —se escuchó una voz familiar detrás de él—. Ahora cada discusión y hora de estrés toma sentido.
—¡Hobi, Tae! Llegaron —Jimin se lanzó a abrazar a sus mejores amigos, lleno de felicidad—. ¿De verdad lo creen? Estoy tan nervioso, espero llenar las expectativas de mis padres y de todos esta noche —se mordió el labio inferior, inquieto.
—Hey, todo es perfecto —respondió Hobi, clavando su mirada cálida en él y dándole una sonrisa tranquilizadora—. Ellos estarán muy orgullosos, y si no es así, lo único que importa es que tú estés orgulloso de ti mismo. ¿Lo estás?
Jimin respiró profundo antes de asentir con determinación.
—Lo estoy, solo mira este lugar, es justo como lo imaginé —dijo mientras su sonrisa crecía, iluminando su rostro—. Y mírense a ustedes, jamás los había visto tan elegantes. —las risas llenaron el aire, destensando el momento.
—Una vez al año nunca hace daño —chistó Tae mientras modelaba con un gesto teatral su conjunto: un traje azul claro perfectamente confeccionado, que caía con suavidad sobre su figura.
—Se ven estupendos, pero, oigan... Todavía no les agradezco toda la ayuda que me dieron para que esta noche se hiciera realidad. Muchas gracias, chicos, de verdad.
Taehyung y Hoseok compartieron una mirada y sonrieron con complicidad antes de abrazarlo.
De pronto, la atención de todos se dirigió hacia las puertas que se acababan de abrir, revelando la llegada de las personas más importantes de la noche. El señor y la señora Park Fiore hicieron su entrada con una elegancia impecable y un porte que emanaba autoridad y respeto. La señora Park, vestida con un vestido de corte clásico en tonos suaves y joyas que brillaban bajo las luces del salón, caminaba del brazo de su esposo, quien lucía un esmoquin perfectamente ajustado. Ambos llevaban una sonrisa serena, con la barbilla en alto, mientras sus miradas recorrían el lugar con satisfacción.
El señor Fiore reconoció a algunos socios entre los invitados y, tras un intercambio de miradas con su esposa, se dirigieron a saludarlos con cortesía. La señora Park, por su parte, no dejó de irradiar una calma majestuosa, atenta a cada detalle mientras avanzaban.
—Los reyes han llegado —anunció Tae con una sonrisa divertida y un ligero toque de admiración en su tono—. Anda, ve a atenderlos. Suerte.
—Suerte, Minie —añadió Hobi, juntando las manos en un gesto dramático como si estuviera encomendándolo a los dioses—. Que todo salga perfecto.
Jimin respiró hondo, con el corazón acelerado, y asintió con una sonrisa de agradecimiento. —Gracias, disfruten de la noche —dijo antes de girarse con determinación. Con paso firme, se dirigió hacia sus padres, su porte seguro aunque una chispa de nerviosismo brillaba en su mirada.
Tae y Hobi lo observaron marcharse, compartiendo una sonrisa cómplice.
—Lo logrará —murmuró Hoseok, acomodándose el cabello con una mezcla de orgullo y tranquilidad.
—Por supuesto que lo hará —respondió Taehyung, fijando su atención en Jimin, mientras este se fundía en la multitud.
Mientras Jimin avanzaba por la sala, cada paso parecía sincronizarse con el murmullo de los invitados que comentaban la entrada de sus padres. Él sabía que todos los ojos estaban puestos en los Park Fiore, la familia cuya influencia y reputación eran imposibles de ignorar. A pesar del peso de las expectativas, Jimin mantuvo su sonrisa serena, proyectando la confianza que había practicado tantas veces frente al espejo.
Al llegar a ellos, su padre fue el primero en notarlo. Sus ojos severos pero cálidos se encontraron con los de su hijo.
—Ah, Jimin —dijo en un tono reflexivo—. Bene, hai fatto un buon lavoro, ma... manca ancora qualcosa, non credi? (Bien, has hecho un buen trabajo, pero... aún falta algo, ¿no crees?).
Jimin mantuvo la compostura, aunque el comentario hizo que su sonrisa vacilara por un instante.
—El lugar es bello —intervino la señora Park con una mirada evaluadora—, pero creo que pudiste haberte arriesgado un poco más en los detalles. No está mal, pero siempre puedes aspirar a más.
—Entiendo —respondió Jimin con una leve inclinación de cabeza, esforzándose por mantener su voz firme—. Trabajé mucho para que todo fuera perfecto, pero me aseguraré de mejorar en el futuro.
—Bravo. Questo è ciò che mi piace sentire. —(Bien. Eso es lo que me gusta escuchar) dijo su padre con una ligera sonrisa, que aunque breve, no pasó desapercibida por el menor—. Ma ricorda, Jimin: le piccole cose fanno la differenza. (Pero recuerda, Jimin: las pequeñas cosas marcan la diferencia).
Su madre le dio una palmada suave en el brazo y añadió: —. Estamos orgullos de ti. Pero siempre queremos que busques superarte.
El castaño asintió, sintiendo cómo el nudo en su estómago se aflojaba ligeramente.
—Gracias, significa mucho para mí escuchar eso —respondió con una sonrisa más relajada.
—Ahora deberías darles la bienvenida a todos e introducir el evento. Será bueno que lo hagas ahora, anda —lo animó su madre con un tono suave pero firme, como quien da un consejo que no admite discusión.
—Vai, mostrati sicuro. Noi osserviamo. (Ve, muéstrate seguro. Nosotros observaremos) —añadió su padre, inclinando ligeramente la cabeza en un gesto que mezclaba aprobación y expectativa.
Jimin asintió, tomando aire profundamente.
—Por supuesto.
Mientras sus padres se dirigían a otro grupo de invitados, Jimin se quedó unos segundos en su lugar, respirando profundamente para calmar su nerviosismo.
De pronto, Taehyung y Hoseok aparecieron a su lado. Tae le dio un ligero empujón en el brazo—. Eso no estuvo tan mal, ¿verdad?
—Dijeron que estaban orgullosos —añadió Hobi con una sonrisa amplia—. Y eso es algo enorme viniendo de ellos.
Jimin soltó una risa suave cargada de decepción y desilusión.
—Sí, pero siempre hay algo que mejorar, ¿no?
—Ellos nunca lo verán, Minie, pero nosotros sí. Esto es increíble, y tú también.
Taehyung asintió, mirándolo con sus ojos llenos de comprensión.
—Sabes que están equivocados, ¿verdad? Esta noche es tuya, no de ellos.
Jimin respiró profundamente, dejando que las palabras de sus amigos le devolvieran algo de la confianza que había perdido.
—Gracias, chicos. En serio. Ahora... a enfrentar a los dragones.
—Eso es, Minie —Hobi le dio ánimos junto con una sonrisa—. Si alguien puede hacerlo, eres tú.
Con una última mirada a sus amigos, Jimin se dirigió al centro del salón. A medida que avanzaba, las conversaciones comenzaron a apagarse, y las miradas de los invitados se fijaron en él. Subió los escalones del pequeño escenario que había sido dispuesto y tomó el micrófono, permitiéndose un breve momento para observar la elegante multitud reunida en el salón.
—Buenas noches a todos —comenzó con una sonrisa cálida, aunque ligeramente nerviosa. Su voz titubeó un poco, pero rápidamente se recompuso—. Antes que nada, quiero agradecerles por acompañarnos en esta noche tan especial. Este evento ha sido planeado con mucho esfuerzo y dedicación, con el único propósito de reunir a personas que, con su visión y compromiso, hacen que todo esto sea posible.
Los murmullos de aprobación y las sonrisas de los invitados lo alentaron a continuar.
—También quiero agradecer a mis padres, el señor y la señora Park Fiore —dijo, permitiéndose un breve vistazo hacia ellos. Su madre le devolvió una sonrisa contenida, mientras su padre mantenía su mirada fija y evaluadora. Por un segundo, Jimin dudó y sus palabras se ralentizaron, pero respiró profundamente y siguió adelante—, por su guía, su apoyo y... por enseñarme el valor del trabajo duro y la excelencia. Esta noche no sería posible sin ellos.
Hizo una ligera pausa para calmar su respiración antes de añadir con más seguridad:
—Por último, quiero destacar que cada detalle de esta velada ha sido pensado para brindarles una experiencia única. Desde la selección de la música hasta el cuidado en cada plato, y, por supuesto, los vinos. Espero que disfruten de la carta especialmente curada para esta noche, con opciones que buscan resaltar lo mejor de nuestra cocina y hospitalidad. Que disfruten de la velada.
Un aplauso resonó por el salón mientras Jimin bajaba del escenario. Su corazón seguía latiendo con fuerza, pero había cumplido con el momento. Desde la distancia, vio a Tae y Hobi levantando discretamente los pulgares en su dirección, haciéndolo sentir que no estaba solo en esta noche tan importante.
Aunque Jimin había asegurado que no le importaba lo que sus padres pensaran de su trabajo, no podía negar que sus comentarios lo habían dejado con un nudo en el estómago. Ahora, inseguro, lo único que quería era desaparecer, encerrarse en el baño y esperar a que todo pasara. Pero entonces, repentinamente una voz familiar lo sacó de sus pensamientos.
—Así que Fiore Park Jimin, hijo de los dueños más importantes de viñedos en toda Corea del Sur.
Jimin se congeló y palideció al escucharlo. Esa voz... no podía ser.
Al girarse, su corazón dio un vuelco. Allí estaba él, el chico que con tan solo una mirada o un par de palabras lograba hacerlo feliz.
—Ju-Jungkook... ¿qué estás...? —su mirada recorrió automáticamente al recién llegado, deteniéndose en su atuendo: una camisa negra con una corbata roja, un delantal negro ajustado a su cintura, y en su mano, una bandeja de metal con varias copas de vino perfectamente alineadas. La respuesta era obvia, pero Jimin aún no podía creerlo.
—Otro de mis tantos trabajos —respondió Jungkook con una sonrisa despreocupada, como si nada en el mundo pudiera perturbarlo.
El castaño sintió que el aire se le escapaba. ¿Qué hacía Jungkook allí, en medio de la velada que había organizado para impresionar a su familia? Y peor aún, ¿por qué estaba trabajando como mesero? Intentó decir algo, pero las palabras se le atoraron en la garganta.
—¿Por qué estás aquí? —logró articular finalmente, todavía incrédulo.
Jungkook alzó una ceja, manteniendo la sonrisa.
—Ya sabes, lo de siempre, necesitaba el dinero, y esta era una buena oportunidad. Además, ¿quién podría resistirse a un evento tan elegante? —le guiñó un ojo, como si estuviera tratando de aligerar la tensión.
Pero Jimin no podía relajarse. Sabía que la presencia de Jungkook podría complicar las cosas, especialmente con sus padres vigilando todo con ojo crítico. A pesar de ello, no podía evitar sentirse un poco aliviado. Jungkook siempre había tenido ese efecto en él: lo hacía sentir menos solo, incluso en los momentos más difíciles.
—Me alegra verlo aquí, señor anfitrión —murmuró el tatuado con voz baja y un tono que hizo que Jimin se estremeciera. Se inclinó ligeramente hacia él, mostrando una sonrisa traviesa que desarmaba cualquier intento de mantenerse serio—. ¿Podemos salir un rato? Es que... con tan solo mirarte me puse muy ansioso. Esta noche te ves hermoso, mejor dicho, hermosísimo.
Jimin sintió cómo el calor le subía al rostro mientras una sonrisa se formaba en sus labios, incapaz de ocultar la mezcla de timidez y alegría que el comentario le provocaba.
—Vamos —respondió, tratando de sonar casual, aunque su voz lo traicionaba con un leve temblor.
Comenzó a caminar hacia la puerta más cercana, sin mirar atrás. Jungkook, por su parte, dejó la bandeja sobre una de las mesas y lo siguió con pasos rápidos.
Sin embargo, lo que no notaron fue la mirada observadora que los siguió hasta desaparecer.
—Interesante... —murmuró para sí misma, mientras sus labios se curvaban en una ligera sonrisa calculadora.
[...]
En el rincón más alejado del salón, el jardín posterior ofrecía un refugio tranquilo. Una elegante fuente se alzaba en el centro, su caída de agua brillando bajo las suaves luces cálidas que colgaban entre los árboles. Rosales y lavandas bordeaban los senderos de piedra, impregnando el aire con un delicado aroma.
Sin perder tiempo, Jungkook tomó a Jimin por la cintura, atrayéndolo hacia él. Sus ojos oscuros se fijaron en los del castaño, y sin pensarlo más, comenzó a inclinarse con la clara intención de besarlo. Pero Jimin levantó las manos y las apoyó sobre su pecho, deteniéndolo de inmediato.
—Espera, ¿no vas a decirme nada? ¿Solo me besarás y ya? —preguntó, incrédulo, con las cejas ligeramente levantadas.
Jungkook parpadeó, claramente desconcertado—. Uhmm... ¿debería decir algo antes de hacerlo? ¿Algo como "puedo besarte", tal vez? —respondió con evidente confusión.
Jimin suspiró y negó con la cabeza—. No, no hablo de eso, bobo.
—¿Entonces qué? —frunció el ceño, mirándolo como si tratara de descifrar un acertijo. Después de unos segundos, algo pareció hacer clic en su mente, y sus ojos se iluminaron—. Ohhh, capisci. —hizo un gesto exagerado con la mano, tal como un italiano—. ¿Así es en italiano, verdad? Porque lo eres. La mitad o algo así, ¿no?.
—¡Jungkook! —exclamó el castaño, medio divertido, medio frustrado.
—¿Qué? Si ya, perdón —repuso, alzando las manos en un gesto de rendición—. Pero, en serio, ¿qué es lo que quieres que diga? ¿Quieres que hable sobre que eres un heredero multimillonario mitad italiano y mitad surcoreano?. ¿Eso era? —preguntó, como si eso no fuera nada.
—Sí... ¿no estás enojado? —insistió Jimin, mordiéndose ligeramente el labio inferior, inseguro, bajando la mirada.
—¿Por qué debería estarlo? —el tatuado frunció levemente el ceño, como si la pregunta fuera absurda—. Te confieso algo... ya lo sabía. O bueno, lo intuía. —agregó con una sonrisa traviesa, dejando al contrario boquiabierto.
—¿Qué? ¿Cómo? —exclamó, genuinamente sorprendido.
—Igual que como supe que eras inexperto en esto del amor —respondió, encogiéndose de hombros con aire casual—. Además, soy muy observador, ¿sabes? Si veo a alguien subirse a autos lujosos, hablar como personaje de época victoriana, vestir ropa de diseñador y usar una black card, no voy a pensar que es pobre o de clase media.
—¿Tan obvio fui? —preguntó, avergonzado.
—Un poco, sí —admitió, riéndose suavemente—. Pero lo de tu doble nacionalidad sí fue nuevo para mí. Tuve que googlear a tu familia para enterarme de eso.
—Lamento no habértelo dicho antes —dijo, con un tono sincero—. Todo este tiempo me la pasé preocupado, pensando en cómo iba a decírtelo. No sabía si era el momento adecuado o si sería algo negativo para... esto que tenemos.
Jungkook lo miró con una mezcla de ternura y asombro antes de suspirar, como si todo de repente tuviera sentido.
—¿Entonces eso era lo que te tenía tan inquieto estos días? —preguntó, arqueando una ceja—. Joder, pensé que era algo mucho peor. Como que tenías a alguien más o que no confiabas en mí.
—¿Qué? ¡No, claro que no! —se apresuró a responder, abriendo los ojos de par en par—. ¿Qué cosas dices? Yo confío en ti... y... solo te miro a ti, a nadie más.
Jungkook sonrió ampliamente, como si aquellas palabras fueran todo lo que necesitaba escuchar.
—Bueno, ahora estoy muy tranquilo, gracias. —se inclinó un poco, mirándolo directamente a los ojos—. Aunque, por cierto, ¿puedo besarte ahora o todavía no es el momento?
Jimin se rió suavemente, aliviado por cómo había terminado la conversación, y simplemente asintió, dejando que Jungkook lo acercara nuevamente.
—Hazlo ya, bobo.
Jungkook no perdió tiempo esta vez. Rodeó la cintura de Jimin con firmeza pero también con una ternura que hizo que el castaño sintiera que todo a su alrededor se desvanecía. Finalmente, sus labios se encontraron, y el beso fue lento, dulce, como si ambos quisieran saborear cada segundo del momento.
Jimin cerró los ojos y se permitió disfrutarlo, olvidándose por completo de la inseguridad que lo había perseguido toda la noche. En ese instante, no importaban el evento, las expectativas, ni siquiera las críticas de sus padres. Solo estaba Jungkook, el latido tranquilo de su corazón, y el calor que sus labios compartían.
Cuando el beso terminó, el más alto apoyó su frente contra la del castaño, mirándolo con una sonrisa.
—No vuelvas a hacerme eso, por favor. Estaba tan confundido, realmente pensé que...
—Está bien, lo siento. Es solo que... decirte que soy rico no es el problema real —Jimin levantó la mirada, sus ojos reflejando una mezcla de vulnerabilidad—. El verdadero problema son mis padres.
—¿Cómo el de todos? ¿Qué pasa? ¿Qué hay con ellos? —preguntó, inclinándose un poco hacia él, como si quisiera protegerlo con su sola presencia.
Jimin soltó un suspiro pesado antes de responder:
—Son personas horribles, Jungkook. Jamás van a aceptar esto que tenemos, solo porque tú no eres de la misma clase social. —sus palabras salieron en un murmullo quebrado, pero luego lo miró directamente a los ojos—. Y no quiero que pienses que yo soy igual que ellos, simplemente porque soy su hijo. Me gustas sin importar nada de eso.
El pelinegro lo miró en silencio durante un momento antes de alargar una mano y tomar su mejilla con suavidad.
—No te preocupes. Nada ni nadie puede cambiar lo que siento por ti, ni como te ven mis ojos.
La sinceridad en esas palabras hizo que Jimin riera suavemente, aún con las mejillas sonrojadas por la intensidad del momento.
—Gracias. De verdad... eso me tranquiliza. —se permitió una sonrisa más relajada, sintiendo cómo una parte del peso que cargaba sobre los hombros desaparecía.
—Oye... —dijo Jungkook, después de un momento, con la voz más suave, como si dudara—. ¿Puedo preguntarte algo?
—Sí, claro.
—Antes de que te hablara, parecías algo... no sé, triste. ¿Está todo bien? Odio verte así. Lo único que quiero es que estés bien. —la preocupación en su rostro era evidente, y Jimin sintió una punzada de ternura en el pecho.
—En realidad... ahora que sabes lo que me preocupa, puedo decírtelo. —suspiró otra vez, esta vez con un toque de frustración—. Mis padres me dejaron a cargo de este evento, como una especie de prueba para demostrar que puedo ser parte de la empresa y, algún día, tomar el lugar de mi padre. Pero ellos... no quedaron muy satisfechos. Criticaron todo, sin ningún tacto, y yo... no sé, me hizo sentir que no soy suficiente.
Jungkook alzó una ceja, incrédulo.
—¿En serio? Porque, para mí, todo es increíble. Es elegante, sofisticado... parece perfecto. —hizo una pausa, mirando a su alrededor como si evaluara el ambiente una vez más—. ¿Qué es lo que no les gustó? ¿Que no haya unicornios sirviendo vino?
El castaño soltó una risita, esa espontaneidad era una de las cosas que más le gustaban de Jungkook.
—¿Lo dices en serio?
—¿Y todavía lo dudas? —respondió con una mezcla de incredulidad y firmeza—. Jimin, eres genial e inteligente, y no hay absolutamente nada que no puedas hacer. Si a tus padres no les gusta, que se pudran. Si tú estás orgulloso de tu trabajo, manda a tomar por culo a los demás. Lo único que importa es cómo te sientas tú.
Las palabras de Jungkook fueron como un bálsamo para su alma. Jimin sintió que su pecho se expandía, como si pudiera respirar con más libertad.
—Gracias, Jungkook. De verdad, gracias. —esta vez no se molestó en ocultar la emoción en su voz—. No sé qué haría sin ti.
El tatuado sonrió, inclinándose un poco hacia él.
—No tienes que hacerlo solo, Jimin. Siempre voy a estar aquí, recordándote lo increíble que eres. —sus ojos brillaban con ternura, y Jimin supo en ese momento que no importaban los desafíos que vinieran; mientras Jungkook estuviera a su lado, él estaría bien—. Oye... ¿y si hacemos algo loco?
Jimin lo miró con curiosidad, ladeando ligeramente la cabeza.
—¿Algo loco?
—Sí. Escapémonos. —sugirió, tomando ambas manos del más bajo entre las suyas, entrelazando sus dedos con los de él—. Dejemos este evento, tus padres, y todo este peso por una noche. Solo tú y yo.
—Escaparnos? ¿Y qué hay de tu trabajo? —preguntó, mirándolo con un deje de incredulidad.
—¿Qué importa? —respondió con una mueca despreocupada y un guiño juguetón—. Siempre puedo conseguir otro. Soy un experto en eso, créeme. Pero si prefieres quedarte, me quedo contigo.
Jimin apretó los labios, tratando de contener una maraña de pensamientos que se atropellaban en su mente.
—¿Y a dónde se supone que iríamos?
—A cualquier lugar. —alzó los hombros con indiferencia, mientras sus ojos negros brillaban con emoción—. Podríamos caminar por la ciudad, buscar un lugar tranquilo donde podamos comer algo delicioso, o incluso simplemente dar vueltas en mi motocicleta. Lo que sea, mientras estemos juntos.
Jimin lo miró, sintiendo cómo su corazón se aceleraba ante la idea. Por un lado, abandonar el evento que había planeado con tanto esfuerzo y que significaba tanto para su futuro parecía una locura. Pero, por otro lado, la idea de escaparse con Jungkook, de alejarse de las críticas de sus padres y las expectativas que lo asfixiaban, era tentadora.
—No sé... —murmuró, mordiéndose ligeramente el labio inferior mientras desviaba la mirada hacia la fuente que burbujeaba suavemente detrás de ellos—. Si me voy, mis padres...
Jungkook apretó sus manos suavemente, llamando su atención de nuevo.
—Jimin, a veces tienes que elegir qué es lo que realmente importa. Y, sinceramente, creo que necesitas un descanso. Una noche para ti. —le sonrió con ternura—. Además, si tus padres no pudieron ver lo increíble que es este evento, entonces ese es su problema, no el tuyo.
Jimin se quedó en silencio por un momento, su mente dividida entre la responsabilidad y el deseo de seguir a Jungkook.
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