Capitulo 13.
—¿Entonces piensas que te está ocultando algo? —preguntó Jin, recargado contra la pared mientras llevaba una lata de cerveza a los labios, observando a Jungkook con curiosidad.
El tatuado exhaló una bocanada de humo, el cigarrillo entre sus dedos temblorosos por la incertidumbre.
—No exactamente. Solo siento que hay cosas que no quiere que sepa, aunque no entiendo por qué —respondió, llevándose el cigarrillo de nuevo a la boca, sus pensamientos nublados por la confusión.
Seokjin se encogió de hombros, relamiéndose los labios antes de hablar.
—Mientras no sea otro chico, todo está bien. Al final, todos tenemos secretos, grandes o pequeños, y es válido, supongo —dijo con despreocupación, y una mezcla de comprensión y pragmatismo.
Jungkook suspiró profundamente, el estrés reflejado en cada calada que daba.
—Tal vez piense que reaccionaré mal o que aún no somos lo suficientemente cercanos como para contarme lo que pasa —supuso, sus palabras cargadas de autocrítica.
Jin se apartó de la pared, acercándose a él con una expresión seria.
—No lo creo. Dos personas que no son cercanas no se besan en la boca, no se confiesan sus sentimientos ni salen en citas. Es más creíble la primera opción. Jimin está un poco inseguro.
El pelinegro frunció el ceño, masticando la idea.
—¿Pero por qué? ¿Acaso no soy alguien en quien las personas puedan confiar? —se preguntó en voz alta, su tono teñido de inseguridad.
—Todos somos diferentes, Kook. Dale tiempo —respondió el mayor con un toque de paciencia en su voz—. Y ya deja de fumar —le arrebató el cigarrillo de los dedos y lo arrojó al suelo, aplastándolo con la punta de su zapato—. O acabarás con la poca condición que te queda.
Jungkook sonrió de lado, tomando la lata de cerveza de las manos de Jin y lanzándola lejos.
—Y tú deja de beber. O ya no tendrás hígado antes de que me convierta en una estrella del boxeo.
Seokjin soltó una carcajada sarcástica.
—Ja ja, muy gracioso —chistó con una sonrisa irónica—. Ahora entra, que hoy voy a manoplearte.
—¡Por fin, joder! —exclamó Jeon, dejando atrás la tensión mientras entraban al gimnasio para la sesión de entrenamiento.
Jungkook se colocó el vendaje con precisión, apretando cada vuelta alrededor de sus nudillos hasta que estuvieron firmes. Luego, se ajustó los guantes, asegurándose de que quedaran perfectamente ajustados. Jin, por su parte, se puso las manoplas, flexionando los dedos y preparándose para la sesión de entrenamiento. Ambos estaban en silencio, concentrados en sus propios pensamientos mientras el ambiente se llenaba del suave crujido del cuero y el roce de las vendas.
Jungkook comenzó a calentar, lanzando golpes al aire, su postura firme y su movimiento fluido. El mayor observaba con atención, impresionado por la técnica impecable del chico. Cada jab, cross y hook parecía ejecutado con una precisión casi perfecta. El chico era talentoso, su destreza en el boxeo evidente en cada movimiento.
—Listo, Kook. Vamos —exclamó Jin, levantando las manoplas.
Jungkook comenzó a golpear, sus puños conectando con las manoplas de Seokjin con fuerza y control. Al principio, el ritmo era constante, casi medido, pero poco a poco, los golpes se hicieron más fuertes, más intensos. La sala resonaba con el sonido de los impactos, y Jin, aunque acostumbrado a entrenar con él, comenzó a notar la fuerza inusitada detrás de cada golpe.
—Oye, mocoso —lo miró sorprendido por la potencia—. ¿De dónde sacaste tanta fuerza? Podrías lanzarme contra la pared si te esfuerzas un poco más. Tranquilo.
Jungkook se detuvo un instante, su respiración agitada, pero sus ojos reflejaban una tormenta interna.
—Lo siento, es solo que... todo esto me tiene muy estresado —confesó, retomando el manopleo, sus golpes aún cargados de frustración—. Quiero que Jimin se sienta seguro de decirme cualquier cosa. Quiero hacerle sentir bien, pero no entiendo por qué estoy causando el efecto contrario.
Jin asintió, moviendo sus manos en diferentes posiciones para recibir los golpes.
—Debes tener paciencia —sugirió, mientras el menor lanzaba un uppercut seguido de un hook—. Como sabes, Jimin es inexperto. Te lo dijo, eres su primer romance. Y aunque es lindo, especial y todas esas cursilerías, ser el primero en todo conlleva muchas cosas, como la inseguridad.
Jungkook lanzó un jab rápido, seguido de un cross, sus golpes rápidos y precisos, pero cargados de emoción.
—Mierda, es tan frustrante. ¡¿Por qué tiene que ser así, joder?! —exclamó, golpeando con más fuerza, casi como si estuviera descargando todo su estrés en las manoplas.
Jin retrocedió un paso para estabilizarse, asintiendo con comprensión.
—Lo sé, Kook. Pero tienes que recordar que esto es nuevo para él. Dale tiempo, y sobre todo, asegúrate de que sepa que estás ahí para él, sin presiones.
Jungkook asintió, bajando lentamente las manos, mientras trataba de recuperar el control de sus emociones.
—Si, tendré más paciencia.
Los días siguientes transcurrieron con una naturalidad inesperada. La tensión que había atormentado las mentes de Jungkook y Jimin parecía haberse disipado, reemplazada por un entendimiento tácito. Ambos decidieron priorizar fortalecer su relación, permitiendo que la confianza creciera de manera natural. Aunque no habían tenido una nueva cita desde la última, Jungkook siempre buscaba cualquier oportunidad para ver a Jimin, mientras que este, a su vez, aprovechaba cada momento para hablar con él, sus conversaciones cargadas de una calidez creciente.
—¿Comeremos en la cafetería o prefieren salir a comer algo? Por lo que veo hoy no está muy bueno el menú —comentó Jimin, echando un vistazo a las bandejas de sus compañeros, con una mueca de desagrado.
—Jimin, creo que ya estás ocupado... —mencionó Hoseok, una sonrisa traviesa curvando sus labios.
—¿Qué? No, claro que no. Podemos ir por bibimbap o tteokbokki —respondió, frunciendo el ceño al ver la mirada extraña de sus amigos, que observaban algo detrás de él—. ¿Qué están mirando...? —se giró, y su corazón se aceleró al instante. Allí estaba el chico de ojos lindos y tatuajes, sosteniendo un pequeño ramo de flores y luciendo una sonrisa que hacía que el mundo de Jimin se tambaleara—. Jungkook.
—Esta vez tengo una hora. ¿Quieres ir a otro lugar? Aquí hay mucha gente que me mira extraño —dijo, lanzando una mirada incómoda a los estudiantes que lo observaban como si fuera un bicho raro.
—Claro. Yo solo tengo treinta minutos, pero eso bastará —respondió Jimin, sonriendo de manera que reflejaba la misma emoción que Jungkook—. Vamos —añadió, tomando su mano con naturalidad, mientras ambos salían juntos de la cafetería.
—Ahhh, el amor —suspiró Hobi con ilusión—. Son tan lindos. Me gusta la dinámica que llevan de polos opuestos. Me imagino que Jungkook lo respeta mucho, ya que Jimin debe ser muy tímido.
—Sí, lo creo —asintió Tae, observando a sus amigos con una sonrisa de complicidad.
[...]
Sus cuerpos ansiosos se presionaban con fervor contra el estante de libros, haciendo temblar algunas de las obras que amenazaban con caer. Cuando finalmente separaron sus labios, sus respiraciones eran erráticas, y sus ojos se encontraron, brillando con deseo y complicidad.
—Por poco y se nos cae encima una avalancha de... —Jungkook echó un vistazo al nombre en el estante donde tenía acorralado a Jimin—. ¿Romance y... anatomía humana?
El castaño soltó una risa suave, sus ojos centelleando de diversión y deseo.
—Escogiste el mejor pasillo —murmuró, deslizando sus manos lentamente por el cuello de Jungkook hasta llegar a su nuca—. Nosotros tenemos romance y... aprendemos a diario sobre la anatomía humana. De hecho, ahora estamos en una lección —añadió con una sonrisa pícaramente seductora, sus dedos jugando con los mechones de cabello oscuro que caían sobre la nuca del tatuado.
—Así es —respondió él con una voz grave, cargada de deseo. Sus ojos se clavaron en los labios rosados y carnosos de Jimin, acercándose lentamente hasta que sus respiraciones entrecortadas se mezclaron en el aire cargado de tensión—. ¿Qué te parece si seguimos? —susurró, justo antes de que sus labios volvieran a encontrarse con urgencia.
El beso fue vehemente, una explosión de pasión contenida que ambos desataron con fervor. Los labios de Jungkook se movían con destreza sobre los de Jimin, explorando cada rincón, mordiendo suavemente, luego suavizando el contacto con caricias lentas y profundas. Jimin respondió con igual intensidad, sus labios entreabiertos permitiendo que sus lenguas se encontraran en una danza íntima y arrebatadora.
Sus cuerpos se apretaban con fuerza, sus torsos chocando mientras las manos de Jungkook se deslizaron por la cintura de Jimin, atrayéndolo aún más cerca. Jimin se aferró a los hombros de Jungkook, sus dedos curvándose en la tela de su camisa, como si temiera que el contacto pudiera romperse. Las respiraciones de ambos se volvieron cada vez más erráticas, entrecortadas por el fervor del momento, y sus corazones latían al unísono, acelerados, sincronizados en ese instante perfecto de conexión.
Desde hace algunos días, aquella rutina se había vuelto una constante en sus vidas. Entre clases, o cuando se diera la oportunidad, siempre encontraban un momento para escaparse y perderse en los brazos del otro. Era como si sus cuerpos actuaran por instinto, guiados por un deseo incontrolable que no podían, ni querían, reprimir. Lo que inicialmente habían sido besos inexpertos y llenos de timidez, ahora era un frenesí de caricias y besos ardientes, como si quisieran devorarse mutuamente.
Lo mejor de todo era que estos momentos de intimidad estaban tejiendo algo más sólido entre ellos, algo que iba creciendo con cada día que pasaban juntos. La conexión que estaban construyendo no solo los hacía sentir vivos, sino también completos, como si finalmente hubieran encontrado una parte de sí mismos en el otro.
Jungkook dejó un rastro de besos por la mandíbula de Jimin, ascendiendo lentamente hasta su oreja, donde depositó pequeños mordiscos que arrancaron un suave gemido del castaño, un sonido que resonó en el aire, cargado de deseo y entrega.
—Jungkook... —murmuró, su voz temblorosa, un susurro íntimo mientras su cuerpo se arqueaba hacia el del pelinegro, buscando más de ese contacto electrizante que lo hacía sentir tan vivo.
—Te estás volviendo un experto en esto de besar —mencionó con una sonrisa, sus ojos brillando de diversión y deseo mientras se encontraban con los de Jimin, ambos con las respiraciones entrecortadas.
—Tengo al mejor maestro —respondió, su sonrisa tímida reflejando una mezcla de orgullo y vergüenza.
—Ya lo sé —replicó con orgullo, su sonrisa ensanchándose con satisfacción. Levantó una mano y, con un gesto delicado, colocó un mechón del cabello castaño de Jimin detrás de su oreja, su mirada llena de devoción mientras estudiaba cada detalle de su rostro—. Eres tan hermoso.
Jimin dejó escapar una risa suave, tímida, sus mejillas tornándose de un delicado color rosado.
—¿Por qué dices algo así de repente? Siento que mis mejillas están ardiendo ahora mismo.
—Lo están —afirmó, llevando su mano a la mejilla del más bajo, rozándola suavemente con los nudillos, disfrutando de la calidez y la suavidad de su piel—. Es lindo, cada parte de ti es hermosa, más que eso... eres perfecto.
—Gracias, tú también eres muy guapo —murmuró Jimin, su sonrisa apenada irradiando dulzura, mientras sus ojos se entrecerraban, reflejando el cariño que sentía por él.
Jungkook no pudo resistir más y volvió a capturar los labios de Jimin en un beso profundo, esta vez más lento, como si quisiera grabar cada sensación, cada sabor en su memoria. Sus labios se movían en perfecta sincronía, un lenguaje silencioso que hablaba de deseo, cariño y algo más profundo que ambos aún estaban descubriendo.
Las manos de Jimin se deslizaron suavemente por el pecho de Jungkook, sintiendo los botones de su camisa y sus pectorales. Jungkook, en respuesta, rodeó la cintura del castaño con sus brazos, acercándolo aún más, como si quisiera fundirse con él en ese abrazo.
—Jungkook... —Jimin se separó apenas unos centímetros, sus ojos buscando los del pelinegro, sus pupilas dilatadas por la emoción—. Esto... me haces sentir cosas que nunca antes había sentido.
El tatuado sonrió, acariciando con su pulgar la mejilla del contrario, su mirada suavizándose.
—Eso es bueno, ¿no? Porque tú también me haces sentir de una forma que nadie más lo ha hecho.
Jimin asintió, su corazón latiendo con fuerza contra su pecho. Sus manos se aferraron al pecho de Jungkook mientras volvía a acercarse, sus labios encontrándose de nuevo en un beso que era tanto una promesa como una afirmación de lo que estaban construyendo juntos.
El sonido del timbre anunciando el fin del receso los hizo separarse de inmediato, un suspiro pesado escapando de sus labios mientras trataban de recuperar la compostura. Jimin se apresuró a arreglarse el cabello desordenado, mientras Jungkook se limpió los labios, los cuales estaban cubierto de saliva ajena.
—Parece que nuestra lección de anatomía tendrá que esperar —mencionó el tatuado con una sonrisa traviesa, lanzando una mirada cómplice al contrario.
—Sí... ¿me vas a llamar después? Si no puedes, yo puedo hacerlo —respondió Jimin, recogiendo el pequeño ramo de flores que había caído al suelo, recordatorio de la intensidad de su encuentro.
—Pero claro que sí voy a llamarte, no te preocupes. Escuchar tu voz es mi música preferida —respondió, tomándolo suavemente de la cintura antes de agregar—. Que te vaya bien en las clases, no te sobre exijas, ¿entendido?
Jimin asintió, una sonrisa radiante iluminando su rostro, la felicidad evidente en sus ojos.
—No lo haré. Tú tampoco te estreses demasiado, ¿eh? Que tengas un buen día en el trabajo.
—Adiós, Minie —dijo Jungkook, sus ojos brillando con cariño.
—Adiós, Kook —respondió Jimin con ternura, antes de que se acercaran nuevamente para un rápido beso.
Finalmente, ambos tomaron sus caminos por separado, cada uno sintiendo el latido acelerado de su corazón mientras se alejaban. La conexión que compartían, aunque nacida en un breve instante, se sentía más profunda con cada despedida.
[...]
—See you tomorrow, Jimin, and don't forget to study. Have a nice day! —se despidió el hombre, un rubio de ojos azules, su voz cálida y amigable. Era un americano muy agradable que le daba lecciones de inglés a Jimin.
—Have a nice day too, teacher. Thank you for everything. Return safely —respondió Jimin, inclinándose con respeto mientras observaba al mayor salir por la puerta. Con un suspiro cansado, dejó que su mente se relajara, regresando a la comodidad de su idioma nativo—. Bien, ahora iré a...
—Joven amo —interrumpió su asistente, apareciendo de manera casi imperceptible, como si estuviera esperando el momento exacto para hacerlo—. ¿Ha finalizado sus lecciones de inglés? —preguntó con su habitual tono respetuoso.
—Así es. El maestro acaba de irse, y yo voy a mi habitación para descansar un poco, si me disculpas —respondió mientras se daba la vuelta, pero fue detenido antes de avanzar.
—¿Ya ha terminado ese trabajo tan importante que tenía esta mañana? —inquirió la mujer, su mirada seria y firme, las manos cruzadas detrás de su espalda—. Si es tan crucial como dijo, debería darle atención antes de la cena.
—Ya está terminado. Ahora ya no tengo más deberes, así que iré a mi habitación.
—En ese caso, joven amo, sus padres solicitan su presencia en la biblioteca. Lo están esperando en este momento —anunció con una sonrisa sutil, como si ya supiera la respuesta de Jimin—. Permítame escoltarlo hasta allí. Después de usted —dijo, haciéndose a un lado para señalarle el camino.
—¿Ahora mismo? —Jimin parpadeó, la sorpresa mezclándose con una pizca de temor en su rostro. Su corazón comenzó a latir más rápido, anticipando la reunión inesperada.
Después de una tarde agitada en la que habían revisado las cajas de vinos junto a sus amigos, y luego atendiendo sus deberes diarios, la tarde había transcurrido relativamente más tranquila. Su padre, como era su costumbre, se encerró en su despacho para atender asuntos de la empresa, sus enérgicas protestas en italiano resonaban por toda la mansión, lo que instaba a todos a mantenerse alejados para no interrumpirlo.
Por otro lado, su madre se había retirado a su habitación, acompañada por la asistente de Jimin. Con la excusa de recibir un masaje relajante antes de su siesta, se había encerrado tras las puertas de madera tallada. Sin embargo, lo que se filtraba a través de las puertas no eran los murmullos de gratitud típicos de un buen masaje, sino conversaciones en voz baja, cargadas de un tono sospechoso, que sin duda despertaban la curiosidad e inquietud.
—¿Padres? —llamó Jimin, mientras avanzaba hacia la terraza posterior de la mansión.
El lugar irradiaba una elegancia clásica con su arquitectura de columnas de mármol y arcos altos. Los muebles de hierro forjado estaban adornados con cojines de tonalidades claras que invitaban al descanso, mientras una lámpara colgante proporcionaba una luz suave. La vista al jardín, impecablemente cuidado, enmarcado por setos cuidadosamente recortados y flores de temporada que añadían un toque de color al entorno sereno. Era un rincón ideal para relajarse, un refugio donde sus padres solían disfrutar de una copa de vino o un cigarrillo, acompañados por música suave y el brillo de las estrellas.
—Hijo, adelante —lo invitó su madre, llevando a sus labios un cigarrillo sostenido en una elegante boquilla, manteniendo su porte sofisticado incluso en los momentos más relajados.
—Ciao, padre —saludó Jimin, haciendo una ligera reverencia antes de acomodarse en uno de los sofás mullidos.
—Ciao, figliolo —respondió él, levantando ligeramente su copa de vino, un gesto de reconocimiento mientras se reclinaba cómodamente en otro de los sofás.
—¿Hay algo de lo que quieran hablar conmigo? Me dijeron que...
—Pasado mañana es el evento de cata del que te dejamos a cargo. ¿Está todo listo? —preguntó su madre, exhalando una fina línea de humo.
—Lo está, madre. Solo faltan algunos detalles, nada importante en realidad —contestó, sintiendo un nudo de nerviosismo en la garganta.
—Ah, ah. Todo es importante, nunca debes dejar nada fuera, por más trivial que parezca. Recuerda que el diablo está en los detalles —le advirtió, con un tono suave pero firme, mientras daba una nueva calada a su cigarrillo.
—Lo siento, madre. Pondré más atención de ahora en adelante —afirmó, bajando la cabeza en señal de humildad.
—Eso espero. Recuerda que estás demostrando tu valía para ser el sucesor de esta empresa. No quiero errores. ¿Has entendido?
—Sí, madre.
—Bien... —la mujer apagó su cigarrillo en el cenicero de cristal con un movimiento elegante y se acomodó en el sofá, junto al de Jimin. Su mirada, intensa y calculadora, se posó en su hijo—. Cariño, el próximo año finalmente te gradúas, ¿no es así?
—Sí, madre. Así es. Por eso estoy dedicando tanto esfuerzo a esta tarea. Mi objetivo es unirme a nuestras empresas tan pronto como termine la carrera. —habló con una firmeza controlada, sus ojos reflejaban la determinación que sentía.
—Eso ya lo veremos. Todo dependerá de cómo manejes este evento. Solo entonces decidiremos si eres apto para formar parte del equipo ejecutivo. —la mujer cruzó las piernas con elegancia y dirigió una mirada inquisitiva a su esposo—. ¿Tú qué piensas, cariño?
—Devi impegnarti molto in tutto, Jimin, non solo in questo evento. Vogliamo vedere quanto desideri veramente diventare il capo di questa organizzazione, e non solo accontentarti di una posizione esecutiva. —el hombre habló con un tono grave pero expectante. (Tienes que esforzarte mucho en todo, Jimin, no solo en este evento. Queremos ver cuánto deseas realmente convertirte en el líder de esta organización, no solo conformarte con un puesto ejecutivo).
—Sí, entiendo, padre. —respondió Jimin, con una inclinación de cabeza, aunque el peso de sus expectativas comenzaba a presionarlo, como era costumbre ya.
—Permíteme hacerte una pregunta, Jimin. —su madre lo miró directamente a los ojos, su voz suave pero cargada de intención—. ¿Has estado en una relación amorosa antes?
—¿Qué? —el menor se tensó de inmediato, su rostro palideció ante la inesperada pregunta. Aunque la conversación parecía haber dado un giro abrupto, en su mente surgió la imagen de Jungkook—. ¿Por qué preguntas eso de repente, madre? —intentó aclararse la garganta, que de pronto se había secado.
—Lo pregunto porque... no estarás pensando en dejarnos sin un heredero, ¿cierto? —replicó ella con una sonrisa enigmática—. Tienes veintitrés años, Jimin, y estás a punto de graduarte. Es momento de considerar tu futuro con más profundidad.
—N-no, madre. Lo siento, pero aún no he pensado en eso. Tengo otros objetivos por ahora, sin embargo, tener hijos si está en mis planes futuros, no tienen que preocuparse por eso. —replicó, tratando de mantener la calma.
—Todavía no has respondido mi pregunta. —la voz de la mujer era suave pero insistente.
Jimin tragó saliva, sus pensamientos se entrelazaban con recuerdos recientes. Técnicamente, aún no estaba en una relación con Jungkook, aunque sentía que era cuestión de tiempo antes de que evolucionara.
—No, no he estado en una relación. —admitió finalmente, bajando la mirada por un instante.
—Sorprendente. Casto y puro como un pétalo de rosa. —esbozó una sonrisa complacida—. Con ese hermoso rostro que heredaste de mí, tu gran inteligencia y, por supuesto, tu puro linaje y posición social, debes ser alguien muy codiciado, ¿no es así?
—Uhm, no creo que lo sea. Pero si es lo que piensas, entonces supongo que no me he dado cuenta. —forzó una sonrisa, sintiéndose cada vez más incómodo con la dirección que estaba tomando la conversación.
La mirada de su madre se suavizó un poco, pero la intensidad de sus expectativas seguía presente.
—Si aún nadie digno de ti ha cautivado tu corazón, tu padre y yo hemos estado conversando sobre ello, y tenemos un socio muy importante que tiene un hijo...
—¿Qué? —Jimin abrió los ojos un poco de más, sorprendido. Ahora entendía claramente hacia dónde se dirigía la conversación.
—Este joven proviene del mismo linaje y posición social que tú. —continuó ella, con una sonrisa medida—. Actualmente está estudiando en los Estados Unidos, pero regresará cuando...
—No. —Jimin la interrumpió con firmeza, su rostro tenso—. Cualquier cosa menos eso, madre. No voy a estar con alguien que no amo solo por su estatus social.
—Jimin, sé que es un tema incómodo, pero debes entender que nuestro legado no solo se construye con éxito empresarial. —se inclinó hacia él, su mirada se suavizó ligeramente, pero no cedió en su postura—. Queremos asegurarnos de que tengas a alguien a tu lado que pueda apoyarte, alguien digno de esta familia.
—Lo siento, padres, pero me niego a eso. Pídanme cualquier cosa, pero no estaré con alguien que no amo. —Jimin, se mantuvo firme, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho.
—¿Y qué sabes tú sobre el amor, Jimin? —la voz y el rostro de su madre se endureció ligeramente—. Solo eres un jovencito inexperto apenas saliendo del cascarón.
—Aunque no lo creas, madre, sé lo que es el amor. —objeto el castaño, y sostuvo su mirada, sus manos temblando ligeramente.
—¿Ah, sí? —ella entornó los ojos, con una mezcla de escepticismo y curiosidad—. Creí que no habías estado en una relación todavía. Espero que no me estés mintiendo.
En ese momento, el celular de Jimin vibró en su bolsillo, el sonido rompió la tensión del momento. Al sacarlo, vio el nombre de Jungkook en la pantalla. Su corazón se aceleró, y un torbellino de emociones lo invadió. Sus dedos temblaban mientras sostenía el dispositivo.
—¿No vas a contestar, Jimin? —la voz de su madre estaba cargada de sospecha, sus ojos fijos en él como si pudiera leer sus pensamientos.
Jimin miró el teléfono, luego a su madre. Sabía que, al contestar, abriría una puerta que no podría cerrar fácilmente. Pero, al mismo tiempo, no podía ignorar lo que sentía por Jungkook.
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