Capitulo 12.
La luz se filtró a través de sus párpados, intensa y molesta como nunca antes. La brisa fría acarició su piel, erizándola, y ese contraste entre la luz brillante y el aire fresco fue lo que finalmente lo hizo despertar. Abrió los ojos lentamente, pestañeando contra el resplandor del cielo despejado, donde las nubes apenas lograban atenuar los rayos del sol que descendían desde el oeste. Un dolor punzante le recorrió el cuello y la espalda, consecuencia de la incómoda posición en la que había dormido. Sus manos estaban cubiertas de tierra, y a lo lejos, el canto de los pájaros le hizo tomar conciencia de su entorno. No estaba en su cómoda y costosa cama King size, sino en el suelo rocoso de una montaña, a la intemperie.
—¿Qué... qué hago aquí? —murmuró, confundido, mientras giraba la cabeza.
Al lado suyo, Jungkook yacía aún dormido, su respiración pausada y tranquila. Sin embargo, algo llamó la atención de Jimin. Sus ojos se abrieron de par en par al notar una pequeña figura reptiliana sobre el rostro del tatuado.
—¡Jungkook, despierta! —gritó, sentándose de golpe—. ¡Tienes una lagartija en la cara!
El sobresalto de Jimin sacudió a Jungkook de su sueño.
—¿Eh? ¿por qué hay gritos tan temprano...? —balbuceó, y aún medio dormido se llevó las manos a la cara para frotarse los ojos. Pero al tocar, sintió algo extraño. Tanteado con una mano, tocó lo que parecía ser una criatura escamosa—. ¡Ahhh! ¿Qué demonios es esto? —exclamó, golpeándose la cara para quitarse la lagartija mientras se incorporaba apresuradamente.
Las carcajadas resonaron por todo el lugar, rebotando entre los árboles y las rocas. Jungkook, con la respiración aún acelerada por el sobresalto, no pudo evitar unirse a las risas de Jimin.
—Mierda... —dijo, apenado y con una sonrisa traviesa—. Nunca imaginé que la primera vez que despertáramos juntos sería de esta manera.
Jimin, todavía riendo, le lanzó una mirada llena de complicidad.
—Pero es muy tú, y eso me gusta —respondió, divertido, con una chispa de ternura en su voz.
—Buenos días, Jimin.
—Buenos días, Jungkook.
Se dedicaron una sonrisa que parecía iluminar todo a su alrededor, cargada de una calidez sincera.
—Creo que nos pasamos de la mano con ese pequeño trago. Cuando desperté, ni siquiera sabía dónde estaba —confesó el castaño, con un gesto de confusión todavía en su rostro—. No pensé que esa cosa nos fuera a afectar tanto, apenas tomamos una botella. —desvió la mirada hacia una botella de soju tirada entre ellos.
—Créeme, esa cosa puede hacer esto y más —contestó el tatuado, encogiéndose de hombros con una sonrisa cómplice.
Jimin se pasó una mano por el cabello desordenado, dejando escapar un suspiro.
—¿Así de ebrio estuve? Por el cielo, espero no haber dicho o hecho ninguna tontería. —se cubrió el rostro con ambas manos, avergonzado ante la idea.
Jungkook se rio suavemente, un sonido cálido que alivió la tensión en el aire.
—No lo creo, o al menos no que yo recuerde. —le lanzó una mirada de soslayo, pensativo—. Aunque tal vez fui yo. Normalmente no me pongo tan ebrio, pero... me sentía muy relajado. Espero no haber dicho alguna estupidez tampoco. —suspiró, rascándose la nuca mientras intentaba hacer memoria de la noche anterior.
Excavando entre los recuerdos nublosos de la noche anterior, Jungkook, para su desgracia, encontró una escena que hizo que su rostro se coloreara al instante, como un jitomate maduro. En medio de su borrachera, recordaba haberle dicho a Jimin, con una voz pastosa y arrastrada:
«—Jimin... —había susurrado, acercándose peligrosamente a su rostro—. ¿Sabías que... pareces un mochi? Si, un mochi de chocolate —rio—. ¿Y sabías que a mí me encanta el mochi de chocolate?»
El recuerdo lo hizo estremecerse de vergüenza. ¿Cómo había podido decir algo tan cursi y ridículo? Prefirió ignorarlo y lo metió en el baúl de cosas vergonzosas al fondo de su mente, cerrándolo con candado para no pensar más en ello.
—¡No puede ser! ¡Van a matarme! —se escuchó a Jimin, quien de repente se levantó rápidamente, la preocupación evidente en su voz—. La universidad, ella le dirá a mis padres, y ellos van a... —su respiración se agitó, entrando en pánico.
—Jimin, espera. Tranquilo, está bien. ¿De quién estás hablando? ¿Quién le dirá a tus padres? —preguntó Jungkook, confundido, tratando de entender qué estaba ocurriendo.
—Uhm, no, no es nada. Tenemos que irnos ahora —respondió apresuradamente, dándose la vuelta listo para irse. Pero en ese momento, Jungkook sujetó su mano, deteniéndolo suavemente.
—Espera... antes, ¿qué te parece un Americano y ramen? —le ofreció con una sonrisa, intentando calmarlo—. Todo va por mi cuenta.
Jimin titubeó un momento antes de responder, sus ojos mostrando aún algo de preocupación.
—Lo siento, no puedo. Primero tengo que ir a mi casa —respondió, y miró el rostro de Jungkook afligirse levemente—. Pero, puedo pasar por ese Americano cuando vaya a la universidad.
—¿Sí? Entonces, démonos prisa, bajemos con cuidado —respondió, con una pequeña sonrisa esperanzada, mientras ambos se preparaban para descender la montaña.
Jimin logró entrar a su casa sin ser visto. La cuerda aún colgaba del balcón, un detalle que le confirmó que nadie había notado su ausencia nocturna. Con el corazón latiendo rápidamente por la adrenalina, subió sigilosamente a su habitación. Una vez allí, guardó la cuerda con cuidado, se dio una ducha rápida y se preparó para salir, apresurado por evitar cualquier encuentro que lo delatara.
Al bajar, sabía que a esa hora el desayuno ya estaría servido. Entró a la cocina, tomó lo primero que vio y se lo llevó a la boca sin pensar demasiado.
—Joven amo —la voz de su asistente lo hizo sobresaltarse, provocando que casi se atragantara—. Coma con calma, no vaya a ahogarse. ¿Cuál es la prisa? —miró el reloj en su muñeca con una mezcla de curiosidad y preocupación—. Es buena hora, le aseguro que no llegará tarde a la universidad.
Jimin tragó con dificultad, tratando de mantener la compostura.
—Ah, sí, es que... tengo otras cosas que hacer antes, por eso me estoy apresurando —respondió, evitando el contacto visual mientras tomaba otro bocado.
La asistente lo miró con una ceja levemente levantada, inquiriendo.
—¿Es así? ¿Tiene que ver con el evento de cata? Por lo que sé, no tiene nada pendiente hasta esta tarde, cuando llegue la caja de vinos.
—Una tarea —improvisó rápidamente—. Sí, tengo un trabajo importante con Tae y Hobi, y necesitamos terminarlo cuanto antes, así que me voy ahora. —se colgó la mochila al hombro y se dirigió a la puerta, intentando escapar del interrogatorio.
—Joven amo —la asistente se cruzó frente a él antes de que pudiera salir, lo que lo hizo detenerse en seco.
—¿Q-Qué pasa? —preguntó, tragando saliva mientras su corazón aceleraba.
—Si necesita ayuda con cualquier cosa, solo dígame. Estaré encantada de asistirlo en lo que necesite —dijo, haciendo una ligera reverencia con una sonrisa amable.
—Ah, sí, lo sé, pero no, gracias. Podemos hacerlo nosotros. Me voy ahora. —Jimin se apresuró a salir por la puerta, casi como si estuviera huyendo de una escena del crimen. La asistente lo observó salir con una expresión serena.
—Que tenga un excelente día, joven amo —dijo suavemente, viendo cómo el menor se alejaba.
[...]
—Un Ice Americano, para el chico más bonito de este mundo —dijo Jungkook con una sonrisa traviesa, dejando un vaso frente a Jimin. Luego colocó otro vaso al otro lado de la mesa—. Y otro para el hombre más increíblemente guapo del universo. —se sentó frente a él, sus ojos brillando con una chispa de diversión—. ¿Tienes hambre? ¿Quieres algo de comer? Puedo traer...
—No, estoy bien, comí algo antes de venir, no te preocupes —respondió el castaño con una sonrisa suave—. ¿Tú estás bien? Debes de estar cansado después de lo de ayer. ¿No pueden darte el día libre? —preguntó, su voz teñida de preocupación.
Jungkook chistó, dejando escapar una risa ligera.
—Primero hacen las paces Corea del Sur y Corea del Norte antes de que mi sunbae cascarrabias me dé el día libre —bromeó, logrando sacarle una risita a Jimin—. Pero no te preocupes, estoy bien. ¿Qué tal tú?
—Yo también estaré bien —respondió, dándole una cálida sonrisa que parecía aliviar cualquier preocupación en el aire.
Hubo un momento de silencio, cómodo pero cargado de algo más. Jungkook se rascó la cabeza, como si estuviera buscando las palabras correctas.
—Lo siento por llevar algo para embriagarnos, ese no era el plan. Lo imaginaba diferente —confesó, con un toque de remordimiento en su voz.
Jimin negó suavemente con la cabeza, su expresión serena.
—Para mí fue perfecto. El tiempo contigo siempre es... agradable y tranquilo —replicó, su voz suave pero cargada de sinceridad—. Es como si... de pronto todo el ruido que hay dentro de mi cabeza se callara.
Jungkook lo miró, intrigado y un poco confundido.
—¿Todo el ruido?... —preguntó, tratando de entender el peso detrás de esas palabras. Había algo en la manera en que Jimin hablaba, como si estuviera insinuando una vida llena de presión y opresión. La preocupación comenzó a aflorar en su pecho—. Jimin, ¿hay algo malo? Quiero decir, ¿hay alguien haciéndote daño?
El castaño desvió la mirada, su sonrisa vacilante.
—Yo... —comenzó, pero las palabras se quedaron atrapadas en su garganta. La pregunta de Jungkook había tocado una fibra sensible, y aunque quería abrirse, el miedo y la incertidumbre aún lo retenían.
Jungkook esperó, sus ojos reflejando paciencia y una genuina preocupación, dispuesto a ser el refugio que Jimin necesitaba.
—¡Jimin! ¡Estás aquí! —pero la voz entusiasta de uno de sus mejores amigos interrumpió el momento, liberando a Jimin de tener que revelar verdades que aún no estaba listo para compartir.
—¡Hobi, Tae! —se levantó rápidamente y se dirigió hacia sus amigos—. ¿Qué hacen aquí tan temprano? —preguntó con una sonrisa, agradecido por la distracción.
—Hoy tenemos clase de Microeconomía, y no queríamos llegar tarde como la última vez. Ese profesor nos quiere devorar vivos —respondió Taehyung con una expresión de horror fingido.
—Sí, y no en el buen sentido —acotó Hoseok, sacudiendo la cabeza con desaprobación—. ¿Y tú qué...? —notó al chico de cabello oscuro, despeinado, con piercings, sentado cerca de Jimin y repuso—. Mejor no pregunto.
—Gracias. ¿Ya es hora? Vámonos entonces, yo tampoco quiero llegar tarde —dijo Jimin apresuradamente. Los tres se dieron la vuelta y comenzaron a caminar hacia la puerta, pero la voz de Jungkook los detuvo.
—¡Jimin! Espera...
Este se giró y volvió hacia él.
—Es cierto, mi mochila —dijo al ver a Jungkook sosteniéndola. La tomó y se la colgó al hombro—. Gracias, ahora iré a clases. Hablamos más tarde. Ten un buen...
—¿Dije algo malo? ¿Te incomodé? —lo interrumpió, su voz cargada de angustia.
—¿Qué?
—Discúlpame si fui entrometido y te incomodé. Solo estaba preocupado, pero... —la ansiedad en su voz era palpable.
—No, Jungkook, tú no...
—No lo volveré a hacer si eso te hace sentir así. Solo quiero que estés bien, que nadie te haga daño, porque sabes que me gustas y no quisiera que alguien se metiera contigo o te intentara hacer sentir mal. Lo que quiero decir es que no puedo... —hablaba tan rápido que parecía que las palabras se atropellaban unas a otras.
—¡Jungkook! —Jimin lo interrumpió suavemente, tomándolo de las mejillas y mirándolo directamente a los ojos—. Estoy bien, no te preocupes. No me incomodaste ni fuiste entrometido. Es solo que hay cosas que todavía no puedo decirte, ¿está bien?
El tatuado asintió, su expresión suavizándose.
—Claro, lo entiendo. Perdón.
—Ya no te disculpes. Está todo bien.
—Sí, ya. Lo siento. Mierda, perdón, no quise... ¡agh! Lo siento, no puedo dejar de decir perdón, así que lo siento, digo... —balbuceaba sin control.
Jimin lo hizo callar de la manera más efectiva posible: acercándose y sellando sus labios con un beso suave. El contacto fue breve pero cargado de una calidez que dejó a Jungkook sin aliento. Al separarse, Jimin lo miró nuevamente, sus ojos brillando con una mezcla de ternura y diversión.
—De ahora en adelante, cuando balbucees, haré esto, ¿está bien? —preguntó con una sonrisa traviesa.
Jungkook asintió rápidamente, aún algo aturdido.
—Sí, por favor.
—Bien. Entonces ya me voy —se separó de él, ajustando su mochila—. Ten un lindo día. Hablaremos más tarde. Y gracias por lo de anoche, fue maravilloso.
—Sí, adiós, Jimin... —se despidió, observando cómo el castaño se alejaba, completamente embobado—. Me vuelve un completo imbécil... más de lo que ya soy.
—¡Oye, Jeon! ¡Tienes una barra que atender! ¡Deja de fanfarronear! —la voz de Yoongi se escuchó a lo lejos, rompiendo el encanto del momento.
Jungkook suspiró al mismo tiempo que ponía los ojos en blanco, y se dirigío de regreso a su puesto de trabajo, con el recuerdo del beso aún fresco en su mente.
[...]
—Como puede comprobar, los vinos llegaron en perfectas condiciones. Cuidamos cada detalle para que su pedido llegara a tiempo y a salvo —indicó el repartidor amablemente, mientras cerraba la puerta trasera de la camioneta.
—Se lo agradezco mucho —respondió Jimin, haciendo una reverencia y dedicándole una cálida sonrisa.
—Ahora, por favor, fírmeme de este lado para confirmar que la entrega fue exitosa —añadió el repartidor, tendiéndole una tabla con una hoja y una pluma.
—Está todo en orden —avisó Taehyung, quien había estado revisando junto a Hoseok las cajas que acababan de descargar por la puerta trasera de la mansión.
—Sí, todas las botellas están sanas y salvas —corroboró el otro con su característica y alegre sonrisa.
—Me alegro. Entonces, firme aquí —el castaño tomó la pluma y firmó en la línea indicada, satisfecho de que todo hubiera llegado en perfecto estado—. Listo, le vuelvo a agradecer.
—No hay de qué, joven Park. Hasta luego —el repartidor hizo una reverencia antes de marcharse.
—¡Genial, Minie! Ya tenemos lo más importante, que es el vino, y el recinto ya está preparado —celebró Taehyung, mostrando su amplia sonrisa cuadrada.
—Ahora solo falta que los invitados terminen de confirmar y que finalicemos los últimos preparativos, como la decoración. Pero eso será rápido, ¿no? —acotó Hoseok.
—Depende de qué tipo de decoración quiera Jimin. ¿Has pensado en ello? Supongo que ya tienes alguna idea, ¿no? —le preguntó.
—Sí, ya lo tengo. Todo está en mi iPad —respondió él, mirando su celular con una mezcla de preocupación y angustia.
Como siempre, sus mejores amigos se dieron cuenta de su estado de ánimo y no tardaron en preguntar.
—¿Todo bien, Minie? —preguntó Hobi, frunciendo el ceño—. Te vemos algo... decaído. ¿No estás feliz de que ya pronto todo estará listo para tu evento?
—Sí, pensamos que estarías emocionado porque todo está saliendo a la perfección —añadió Tae.
—No, no es eso —suspiró, dejando de mirar su celular para encontrarse con las miradas de sus amigos—. Estoy muy feliz, y jamás terminaré de agradecerles por todo lo que me han ayudado, pero...
—Oh oh, esos ojitos tristes y llenos de decepción... si no me equivoco, son provocados por la palabra amor —inquirió Taehyung.
—Si, es difícil de ocultar ¿no es cierto? —confesó Jimin, soltando una larga exhalación.
—Cuéntanos, ¿qué de ese bulto de cabello, tatuajes y piercings te tiene así? —preguntó Hoseok con una sonrisa comprensiva.
—Hoy me hizo algunas preguntas sobre... mi vida privada. Quería saber si algo me hacía sentir mal porque... yo hice un comentario que tal vez lo alertó. Pero esa no ha sido la primera vez. —les explicó, bajando la mirada.
—¿Y eso está mal? Es obvio que iba a preocuparse, le gustas. Sería raro si no se preocupara por ti, tontito —replicó Hobi, intentando animarlo.
—Lo sé, el problema no es él, soy yo.
—Ah, sí, el típico "no eres tú, soy yo" —añadió Taehyung con una sonrisa burlesca—. Vamos, Minie, el hombre solo quiere saber más sobre el chico que le gusta, sobre lo que lo hace feliz y también lo que lo atormenta. Debes abrirte un poco más.
—Pero eso implica contarle todo sobre mi familia, y todavía no creo que la relación sea tan sólida como para hablar de eso —objetó—. Además, él tampoco me ha contado mucho sobre su familia, solo conozco a ese hombre mayor, a su hyung.
—¿Y te comportarás como un niño inmaduro entonces? —arqueó una ceja Taehyung.
—¿A qué te refieres con eso?
—Me refiero a si dejarás que esas cosas importantes se resuelvan por arte de magia o debido a un malentendido —explicó, y el castaño pareció sorprendido.
—Tae tiene razón, Jimin —acotó Hoseok—. Ambos deben comunicarse. Si no lo hacen, tendrán malentendidos. No esperes a que él te llame, también es válido dar el primer paso.
—No es eso, es que tengo miedo... Jungkook me gusta, me gusta de verdad, pero ¿qué tal si se entera del tipo de personas que son mis padres y de la vida que llevo y sale huyendo? —replicó, con voz temblorosa.
—Estás paranoico. Jungkook está enamorado de ti. Te quiere tal como eres, aún sin saber que eres un heredero multimillonario. Te ve con los ojos más humanos y románticos del mundo, eso no pude cambiar solo por tu origen. Solo tienes que confiar un poco más en esa relación —propuso Hobi con tono tranquilizador.
—¡Cielos! Está bien, lo llamaré. Solo espero no interrumpir, porque su turno termina a las cinco y...
—¿Llamar a quién, Jimin querido? —una voz femenina, elegante y familiar, interrumpió la conversación. En ese instante Jimin se congeló al reconocer a su madre.
—¿Madre? —giró para verla, sorprendido.
—¿Por qué tienes esa cara de sorpresa? ¿No te alegra que hayamos vuelto pronto? —preguntó la sofisticada mujer, con una sonrisa enigmática y una postura refinada y firme.
—No, para nada, bienvenidos —repuso Jimin rápidamente, haciendo una reverencia junto a sus amigos, intentando ocultar su nerviosismo—. Madre, ¿recuerdas a mis amigos de la facultad, Taehyung y Hoseok?. —los hizo notar.
La mujer pareció pensarlo por un momento, su mirada evaluadora recorriendo a ambos chicos. Para ella no parecía ser tan importante recordar los nombres, ni quienes eran esos jovencitos, creía que había mejores cosas que memorizar, pero era cercanos a su hijo, así que siempre tenía que saber con quién se codeaba su heredero.
—Ah, sí, claro —respondió finalmente, dirigiendo su mirada, al chico con la sonrisa igual de radiante que el sol—. ¿Jung Hoseok, cierto?
El chico asintió de inmediato.
—Claro, eres hijo del dueño de la Clínica en Andong ¿cierto?, tu padre es Doctor.
—Así es, señora Park. Es usted bienvenida cuando quiera. —respondió el chico con una leve reverencia, mostrando su educación impecable.
—Gracias, muy amable —respondió ella, volviendo su atención al chico con cabello rizado. Su expresión cambió al mirarlo—. Y tú... —su tono se volvió más frío—. Ah, claro. Kim Taehyung, hijo de los granjeros.
La mirada despectiva de la mujer hizo que Taehyung bajara la cabeza, sintiéndose incómodo.
—Madre, por favor —intervino Jimin, visiblemente molesto. Sabía cuán clasista podía ser su madre. Mientras adoraba a Hoseok por su posición social, siempre había mostrado desdén hacia Taehyung debido a los humildes orígenes de su familia.
La mujer, ignorando la incomodidad de todos, sacó una tarjeta de su bolso de diseñador y se la extendió al joven de rizos.
—Toma esto. Si tus padres están interesados en vender sus tierras para que podamos construir un nuevo invernadero, avísame. Créeme, con lo que les ofreceremos, podrán salir de la pobreza, eso es seguro —añadió, soltando una pequeña carcajada que resonó como una bofetada en el aire.
Taehyung tomó la tarjeta, su expresión avergonzada mientras apretaba los labios. Jimin sintió cómo la tensión en el ambiente aumentaba, su molestia creciendo al ver cómo su madre trataba a su mejor amigo.
—Gracias... señora Park —respondió Taehyung, con una voz tensa, esforzándose por mantener la compostura.
Jimin respiró hondo, intentando calmar la ira que burbujeaba en su interior. No podía permitir que su madre humillara a Taehyung de esa manera.
—Madre, creo que es hora de que hablemos en privado —pidió con firmeza, haciendo un gesto hacia la puerta trasera de la cocina. Su madre lo miró con curiosidad, pero asintió, siguiendo a su hijo.
Una vez dentro, Jimin cerró la puerta suavemente y se giró hacia ella, sus ojos reflejando una mezcla de decepción y determinación.
—¿Qué sucede, Jimin? —preguntó la mujer, como si no entendiera el motivo de su molestia.
—Madre, no puedo permitir que trates a mis amigos de esa manera, es inaceptable y de mal gusto. Taehyung es una de las personas más importantes en mi vida, y no toleraré que lo desprecies solo por su origen —protestó, cruzando los brazos sobre el pecho.
La mujer suspiró dejando su bolsa sobre mesa con brusquedad, estresada, como si estuviera lidiando con un niño caprichoso.
—Hijo, solo quiero lo mejor para ti. Gente como Kim Taehyung no encaja en nuestro mundo. No entienden nuestras responsabilidades ni nuestro estilo de vida. Ellos solo ven el brillo de nuestras cuentas bancarias, no de nuestra alma como tú crees.
—Eso no es cierto, madre. Lo que importa no es de dónde vienen, sino quiénes son. Taehyung es leal, amable y siempre ha estado ahí para mí. Si no puedes verlo, es porque te niegas a mirar más allá de tus prejuicios —le respondió con firmeza, sintiendo que cada palabra era una liberación.
—¿Y crees que un chico de campo puede enseñarte o ayudarte de algo en tu futuro? —preguntó, con incredulidad.
—Él ya me ha ofrecido más que muchas personas de nuestro círculo. Me ha dado su amistad, su apoyo incondicional. Eso es más valioso que cualquier título o fortuna —respondió Jimin, con una convicción que hizo que su madre se detuviera por un momento.
—Si insistes en rodearte de esas personas, al menos ten cuidado. No quiero que te lastimen —le sugirio, en un tono que pretendía ser conciliador.
—No son ellos los que me lastiman, madre —espero Jimin, suavizando su tono pero sin ceder terreno—. Espero que puedas ver algún día lo que yo veo en ellos. Ahora, si me disculpas, tengo cosas que preparar.
Su madre lo miró en silencio durante unos segundos, antes de asentir ligeramente, observando cómo Jimin salía por la puerta. Un pensamiento inquietante cruzó su mente mientras lo veía marcharse.
—¿A quién más defendías, Jimin? ¿Solo a tu amigo, o a ese otro jovencito...? —se preguntó en voz baja, con una mezcla de curiosidad y suspicacia.
Al regresar al jardín trasero, Jimin encontró a Hoseok y Taehyung hablando en voz baja. Taehyung levantó la vista al verlo entrar, su sonrisa pequeña pero sincera reflejaba gratitud.
—Gracias, Minie —agradeció, leyendo en su expresión que había intervenido en su defensa.
—No te preocupes. No debió haberte dicho esas cosas. Te ofrezco una disculpa en su nombre —respondió Jimin, sintiéndose más tranquilo por haber hecho lo correcto.
—Está bien. Ambos sabemos cómo son tus padres, no importa —se encogió de hombros con una sonrisa que relajó la tensión en el ambiente.
Jimin suspiró, aliviado por la comprensión de sus amigos, pero aún había un peso en su pecho.
—¿Ahora pueden verlo? Ellos son mi mayor problema, con su clasismo y esa opresión disfrazada de sobreprotección —mencionó, exhalando como si algo lo estuviera asfixiando—. Si se enteran de que me enamoré de un chico de bajos recursos, no sé qué podría pasar. Tal vez me envíen a un internado o a Italia con mis abuelos.
Hoseok frunció el ceño, colocando una mano reconfortante en el hombro de Jimin.
—Jimin, no puedes vivir con miedo de lo que podrían hacer. Tienes que ser fiel a ti mismo. Si Jungkook te hace feliz, eso es lo único que debería importar.
—Exacto —añadió Tae—. No dejes que sus expectativas arruinen tu felicidad. Estamos aquí para apoyarte, no importa lo que decidas.
El castaño los miró con gratitud, sintiendo que, aunque el camino pudiera ser difícil, no estaba solo.
—Gracias, chicos. Realmente no sé qué haría sin ustedes —contestó con una sonrisa que, aunque aún cargada de incertidumbre, reflejaba una nueva determinación.
—No tienes que enfrentarlo solo. Estaremos contigo en cada paso —afirmó Hobi, mientras los tres se preparaban para retomar los preparativos, con la certeza de que juntos podrían superar cualquier obstáculo.
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