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Capítulo 10.



—¿Y vas a hacer algo más tarde? —preguntó Jungkook, teniendo la mochila de Jimin colgando despreocupadamente de uno de sus hombros. Su andar era relajado, pero su mirada buscaba constantemente la del castaño mientras avanzaban hacia la cafetería.

—Creo que no... —respondió Jimin, aunque sabía que mentía. Tenía una lista interminable de pendientes relacionados con el evento de cata, pero Sin embargo, la compañía de ese chico lindo bien valía la pena posponerlos por un par de horas—. ¿Y tú? —preguntó también, mirándolo de soslayo.

—Tampoco. Mi turno termina a las cinco. Tal vez podríamos ir a... —se detuvo de golpe cuando los celulares de ambos comenzaron a sonar al mismo tiempo en sus bolsillos.

—Lo siento, yo... —comenzaron a decir al mismo tiempo, lo que les arrancó una risa ligera.

—Contesta tú primero —sugirió Jungkook con una sonrisa, haciendo un gesto hacia el bolsillo de Jimin.

El castaño asintió, se giró y dio un par de pasos hacia adelante para contestar, mientras Jungkook sacaba su propio teléfono y hacía lo mismo.

—¿Hola? —respondió el tatuado con su característica voz calmada.

¿¡DÓNDE DIABLOS ESTÁS, PEDAZO DE IDIOTA!? —rugió una voz familiar al otro lado de la línea, tan fuerte que Jungkook tuvo que apartar el teléfono de su oído. El tono no dejaba lugar a dudas: era Yoongi.

—Mierda... —murmuró, llevándose una mano a la nuca—. Estoy de camino a la cafetería, sunbae. Dame cinco minutos.

¿Cinco minutos? ¡¿Ya viste qué hora es?! Estoy aquí, SOLO, lidiando con la caja registradora y preparando pedidos porque tú decidiste desaparecer. No cumpliste tu palabra, y te juro que lo vas a pagar caro. —la amenaza resonó con una gravedad que hizo que Jungkook tragara saliva.

—Sunbae, ¿por qué me amenazas? ¿No se supone que deberías cuidar de mí como sunbae responsable? —intentó bromear, aunque la gota de sudor que se deslizaba por su sien delataba su nerviosismo.

¡REGRESA AHORA MISMO! —gritó Yoongi antes de colgar de forma abrupta.

Jungkook soltó un largo suspiro y guardó su teléfono con resignación. Su plan de pasar una tarde tranquila con Jimin acababa de esfumarse.

—Genial... al parecer mis planes se fueron a la mierda. —murmuró mientras miraba de reojo a Jimin, que parecía enfrascado en su propia llamada.

—¿Qué quieres decir con que el envío está retrasado? —preguntaba, su tono subiendo ligeramente por la frustración.

Del otro lado de la línea, su asistente respondía con calma:

Joven amo, la demanda en el mercado de vinos ha sobrepasado nuestras previsiones. El camión con las cajas para el evento tardarán al menos tres días en llegar a Seúl.

—¿Tres días? ¡Eso es imposible! Necesito revisar cada una de esas botellas antes del evento para asegurarme de que todo esté perfecto. ¡El evento es este fin de semana! —exclamó Jimin, llevándose una mano al cabello, desordenándolo ligeramente.

Hablé con el distribuidor, y me dijo que, si desea que las cajas lleguen mañana, será necesario un pago adicional. Esto permitirá priorizar su entrega sobre las demás.

—¿Pago adicional? ¡Esto es un abuso! —bufó, cerrando los ojos para contener su creciente irritación. Tras un momento de silencio, suspiró profundamente y respondió—. Está bien, transfiera el dinero. No quiero correr riesgos.

Entendido, joven amo, pero deberá coordinarse con el distribuidor usted mismo, así se asegura que todo se haga como desea. Además, el dueño del recinto desea verlo a las seis para discutir algunos detalles del evento.

Jimin apretó los labios, claramente molesto. Miró de reojo a Jungkook, que parecía estar lidiando con su propio drama, antes de dejar escapar un suspiro derrotado.

—Entendido. Estaré allí en breve. —colgó y guardó el teléfono con un movimiento cansado mientras se devolvía hacia el pelinegro.

—Lo siento, no podré... —hablaron al mismo tiempo, deteniéndose al notar la coincidencia. Ambos intercambiaron una mirada apenada, pero pronto soltaron una risita ligera.

—Tengo asuntos importantes que atender en casa hasta tarde —hizo saber Jimin, aunque su tono no ocultaba la decepción.

—Lo entiendo. Yo también estoy atrapado —respondió Jungkook, encogiéndose de hombros—. Creo que mi turno se extenderá hasta las diez... y, para mi suerte, terminaré dejando los baños tan relucientes que podrías comer en la taza del baño. Aunque no lo recomiendo, claro. —chistó, logrando arrancarle una risita al castaño, como siempre.

El silencio se instaló entre ellos por unos segundos, pero no era incómodo. Era una pausa donde ambos procesaban su frustración mutua.

Jungkook suspiró, dejando caer los hombros.

—Podría ser más tarde, tal vez... —sugirió, rascándose la nuca—. Claro, si el universo no conspira contra mí y se me cae encima una maceta, y te permitan salir a esas horas.

—Me encantaría, pero... ¿después de las diez? Imposible.

—Entonces creo que tendré que raptarte. —arqueó una ceja con dramatismo—. ¿Tienes balcón? Soy bastante bueno escalando paredes. No lo digo por presumir, pero me crié viendo todas las películas Spiderman.

—No digas tonterías —Jimin volvió a reir con ganas, cubriéndose la boca—. No tienes que hacer algo así. No quiero que termines metido en problemas.

—¿Problemas? —Jungkook puso una mano en su pecho, fingiendo indignación—. No me subestimes. ¿Sabes lo bien que me veo en las fotos policiales? Además, ya he estado en la comisaría una vez. Y aunque no tienen un servicio cinco estrellas, tampoco está tan mal.

—Está bien, no quiero que termines en la comisaría por mi culpa. —lo miró con una mezcla de ternura y preocupación—. Haré mi mejor esfuerzo para arreglarlo.

—¡Perfecto! —Jungkook dio un pequeño salto, como si acabara de ganar la lotería—. ¿Nos vemos esta noche, entonces?

—Claro.

—Genial. Ahora tengo que correr. Si no llego en cinco minutos, Yoongi sunbae va a cortarme las bolas, y sinceramente, las necesito un par de años más —hizo una mueca y, al escuchar la risa del contrario, se sintió como si hubiera ganado un premio extra.

—Nos vemos más tarde entonces —dijo el castaño entre risas, despidiéndose mientras daba un par de pasos hacia el otro lado.

—Si, nos vemos.

Pero entonces algo le vino a la mente.

—¡Jungkook! —llamó, deteniéndose de golpe.

El tatuado, que ya estaba a medio camino, se dio la vuelta con rapidez y regresó hacia él.

—Ah, lo siento. —Jungkook se quitó la mochila del menor de su hombro y se la devolvió—. Aquí tienes. Fue un placer ayudarte a cargarla, cuando quieras. Soy muy buen cargador. Muy barato, también.

—Sí, gracias por eso, pero también... —sacó su teléfono y se lo tendió con cierta timidez—. ¿Podrías darme tu número? Por favor.

Los grandes ojos del pelinegro brillaron con emoción.

—¡Oh, claro! —tomó el celular con entusiasmo—. Solo no vayas a ponerlo en venta en internet, ¿sí? Soy bastante popular entre las señoras mayores, y no quiero lidiar con eso.

Jimin rió mientras observaba cómo Jungkook guardaba su contacto y luego se lo devolvía.

—Listo. Ahora sí, debo irme. Regresa con cuidado, por favor. Y ahora que tienes mi número, llámame cuando llegues ¿si?.

—Lo haré.

Jimin lo observó por unos segundos, como si esperara algo más, pero Jungkook ya se estaba girando para marcharse. El castaño asintió para sí mismo con resignación y también empezó a caminar en dirección contraria.

Sin embargo, un pensamiento atravesó la mente del tatuado como un rayo. «No seas un jodido cobarde». Se detuvo en seco.

Se giró sobre sus talones y caminó de regreso hacia Jimin con pasos decididos, como un protagonista de drama romántico.

—¡Espera! —vociferó.

Jimin apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de sentir cómo Jungkook tomaba su mano, lo giraba con suavidad y, sin decir una palabra, lo besaba.

El beso fue inesperado, intenso y lleno de la necesidad contenida que ninguno había sabido expresar antes. El mundo pareció detenerse a su alrededor; solo existían ellos dos, en ese instante.

Cuando Jungkook se apartó, sus ojos se encontraron, reflejando una mezcla de sorpresa y algo más profundo. Jimin parpadeó, aún sin aliento, antes de esbozar una sonrisa suave que iluminó todo su rostro.

—Eso fue... —susurró, pero no terminó la frase. Simplemente dejó que la emoción hablara por él.

—Era lo que faltaba —confesó Jungkook, con una sonrisa traviesa volvía, tomando a Jimin de la cintura—. Me aseguraba de que no me olvidaras.

Jimin parpadeó, sorprendido, antes de soltar una pequeña risa.

—No creo que pudiera olvidarte, aunque quisiera.

—Bien —Jungkook lo soltó y se alejó—. Ahora sí, me voy. ¡Nos vemos esta noche! —se dio media vuelta y comenzó a alejarse, esta vez con más prisa.

Jimin se quedó quieto, tocándose los labios mientras lo observaba irse. Su corazón latía con fuerza, y no pudo evitar reír suavemente para sí mismo.

—Tan lindo y atrevido como siempre —murmuró antes de girarse y seguir su camino, llevando consigo la sensación del beso aún fresca en sus labios.

—Le agradezco mucho. —el hombre se levantó de su asiento e hizo una cordial reverencia, manteniendo una expresión respetuosa.

—No hay de qué —respondió Jimin con una sonrisa serena, devolviendo el gesto con una ligera inclinación de cabeza—. Soy yo quien le agradece por venir y tomarse el tiempo de informarme de estos detalles. Espero que, a partir de ahora, todo fluya perfectamente para el evento.

—Así será, joven Park, no se preocupe. Su evento será un éxito, se lo aseguro. —le devolvió la sonrisa.

—Perdone que no pueda acompañarlo hasta la puerta, pero tengo algo urgente que atender. —Jimin se disculpó con sinceridad, volviendo a mirar su reloj de pulsera por enésima vez durante la tarde y la noche. La reunión había sido más larga de lo esperado, y su paciencia estaba al borde del agotamiento—. Mi asistente lo guiará hasta la salida. Que tenga una excelente noche.

—No se preocupe, joven Park. Le agradezco mucho. Hasta luego, con su permiso. —hizo otra reverencia antes de dirigirse hacia la asistente que ya lo esperaba junto a la puerta.

—Por aquí, señor. —le indicó el camino, y ambos salieron del salón con pasos tranquilos, dejando a Jimin solo, finalmente en calma.

Suspiró profundamente, aflojando los hombros mientras miraba su teléfono en la mesa. Lo tomó con cierta duda, encendiéndolo para observar la pantalla iluminada.

—¿Debería llamarlo ahora? —murmuró para sí mismo, viendo la hora: nueve y media. Apretó los labios, pensando—. Tal vez todavía esté en el trabajo...

Deslizó el dedo por la pantalla hasta llegar al chat de un contacto cuyo nombre en la aplicación decía: "Jungkook el Guapo Oficial". Una risa ligera escapó de sus labios.

—Entre más lo leo, más absurdo suena... —comentó, divertido por el apodo con el Jungkook se había guardado en su celular, pero al mismo tiempo sintiendo una pequeña punzada de nerviosismo.

En la conversación, había un mensaje suyo de hacía tres horas:

Jimin 💬: ¡Llegué a casa! Solo te aviso, como prometí. Ten un buen día, espero verte más tarde.

Pero no había respuesta. Jimin se dijo a sí mismo que probablemente Jungkook seguía trabajando; era lógico, ¿verdad? Sin embargo, esa lógica no hacía menos desesperante la espera. Decidió arriesgarse y mandar otro mensaje.

Jimin 💬: ¿Está todo en orden? ¿Sigues en el trabajo?

El mensaje se envió, pero no se marcó como recibido. Frunció el ceño, pero en lugar de dejarlo pasar, insistió.

Jimin 💬: Terminé todos mis pendientes. Ahora estoy libre. Podría escaparme ahora mismo, jiji.

Jimin 💬: ¿Tú también estás libre?

El castaño se mordió la uña del pulgar mientras esperaba, sus ojos pegados a la pantalla. Pasaron unos minutos, pero la respuesta nunca llegó. Sentía que cada segundo se alargaba más que el anterior.

—Un intento más... y ya. —dijo antes de comenzar a teclear rápidamente.

Jimin 💬: ¿Estoy siendo inoportuno? ¿Molesto, tal vez?

Jimin 💬: Al parecer sigues ocupado. Te dejaré terminar, llámame cuando termines.

Jimin 💬: O si quieres no, mejor descansa. Nos veremos otro día.

Suspiró, apagando la pantalla del teléfono y deslizándolo en su bolsillo. El vacío en su pecho era más evidente ahora, una sensación que no podía explicar del todo, pero que lo incomodaba.

—Joven amo. —la voz de su asistente lo sacó de sus pensamientos—. El caballero ya se ha marchado. ¿Hay algo más que necesite que haga por usted?

El castaño negó con la cabeza, masajeándose las sienes.

—No, nada. Me iré a la cama. Me duele un poco la cabeza. —avanzó hacia la puerta con pasos lentos.

—¿Puedo sugerirle un té y una aspirina? —ofreció la asistente, siempre eficiente—. Eso aliviará el dolor, y podrá descansar mejor. Ha sido un día largo, y ya es bastante tarde.

Jimin se detuvo en el marco de la puerta, asintiendo ligeramente.

—Está bien, eso suena bien. Gracias. —su voz salió en un susurro cansado, y aunque intentaba mantenerse sereno, la decepción en su rostro era evidente.

—Enseguida lo llevaré hasta su habitación —hizo una leve reverencia y desapareció por el pasillo.

Mientras caminaba hacia su habitación, Jimin no pudo evitar pensar en Jungkook. ¿Por qué no había respondido? ¿Estaba realmente ocupado, o simplemente había cambiado de opinión sobre esa noche? Las dudas lo acompañaron hasta el baño, donde se sostuvo del lavabo y se miró al espejo afligido.

[...]

—¡Esto es una total basura! —se quejó Jungkook, su voz resonando en el baño vacío mientras luchaba contra sus arcadas. Vestía un traje completo de limpieza, lentes trasparente, cubrebocas, gorro, guantes de látex y botas para el agua—. No puedo creer que esté limpiando el excremento de alguien más. ¡Esto es tan asqueroso! Si saben que no toleran la lactosa, ¿por qué demonios piden café con leche? ¡¿POR QUÉ?! —gruñó, mientras frotaba una de las tazas del baño con un cepillo largo, alejándose tanto como podía sin perder el equilibrio.

—Esto es un atentado contra mi dignidad... —continuó, hablando consigo mismo mientras movía el cepillo—. Debería estar entrenando para ser boxeador profesional, no limpiando baños. Cielos, dame paciencia... y un cambio de vida.

De pronto, la voz furiosa de Yoongi irrumpió desde el pasillo.

—¡Maldición, Jungkook! ¡Idiota, de verdad que estás probando mi paciencia!

El tatuado se detuvo y giró la cabeza hacia la puerta justo cuando Yoongi apareció con su celular en la mano, su rostro reflejando pura exasperación.

—¡Tu maldito teléfono no deja de sonar y sonar! —bramó el mayor—. Estoy intentando cuadrar la caja para cerrar y no puedo concentrarme. ¡Haz algo con esa cosa! Apágalo, responde, o mejor lo tiro al inodoro.

Jungkook se quitó un guante con dramatismo y extendió la mano.

—No hagas eso. Demasiado tengo con limpiar mierda ajena como para meter la mano al inodoro por mi propio celular. Dame eso.

Yoongi le lanzó el teléfono con poco cuidado.

—Termina rápido, Jeon. Por tu culpa estamos doblando turno y quiero irme. —bufó, se dio media vuelta y se alejó, murmurando algo ininteligible.

—Sí, sí, claro, como si fuera mi culpa que alguien decidiera hacer un concierto aquí dentro —murmuró Jungkook para sí mismo, mientras veía al pálido desaparecer—. Deja que sea boxeador profesional, y lo primero que haré será mandar a este sunbae a una clínica de neuróticos anónimos.

Suspiró, mirando el celular. Al desbloquearlo, sus ojos se abrieron de par en par al ver una avalancha de mensajes de Jimin.

—¡Joder, no puede ser! —se dio un par de golpecitos en la frente con el celular—. ¿Cómo no lo escuché con todo ese escándalo?

Comenzó a leer los mensajes, uno tras otro, sintiendo cómo la culpa lo golpeaba con cada palabra. Y al terminar se tiró del cabello con frustración.

—¡No, no, no, no! ¡Soy un idiota! —se sentó en el suelo del baño, ignorando lo antihigiénico que era, y comenzó a teclear frenéticamente. Pero al final, decidió que escribir mensajes no sería suficiente.

—Tengo que llamarlo. —se levantó de un salto, con el celular pegado a la oreja mientras caminaba de un lado al otro—. Joder, que no haya cambiado de idea, que no se haya dormido, que no me odie...

El teléfono sonó una vez. Dos veces. Tres veces...

Y entonces, una voz suave pero algo apagada respondió al otro lado de la línea:

¿Hola?

Jungkook tragó saliva, con el corazón latiendo a mil por hora.

—¡Jimin! Perdóname, soy un completo imbécil. ¡No vi tus mensajes antes porque estaba... bueno, lidiando con una situación de vida o muerte en el baño!

Del otro lado, un silencio cargado de sorpresa lo recibió antes de que una risita contenida escapara de los labios de Jimin.

¿Situación de vida o muerte, dices?

—Sí, sí. Literalmente. No entremos en detalles, por favor, estoy traumatizado. —se pasó la mano por la nuca, nervioso—. ¿Todavía puedo verte? ¿O ya me odias para siempre?

El sonido de una risa genuina al otro lado de la línea calmó un poco los nervios de Jungkook.

No te odio... pero tendrás que compensarme.

—¡Por supuesto! ¡Cena, helado, karaoke, lo que quieras!

Lo pensaré. —Jimin sonaba divertido.

Jungkook sonrió de oreja a oreja, ignorando el llamado lejano de Yoongi.

—Perfecto. Dame treinta minutos y estoy contigo.

¿No tienes que terminar de limpiar el baño?

—Estoy en eso, lo haré a máxima velocidad, nos vemos a las diez y media ¿me mandas tu ubicación? Pasaré por ti.

No, no hace falta, nos vemos en el parque donde nos vimos la otra vez.

—Uhm, bueno, está bien. Nos vemos allí entonces —y con eso, colgó, se puso los guantes de nuevo y miró la taza del baño con convicción, apuntándola con el cepillo como si fuera una espada—. Voy a acabar contigo ahora maldita, tengo que ir con mi doncel.

[...]

—¿No tienes que terminar de limpiar el baño? —preguntó Jimin con un tono juguetón, su celular firmemente pegado a su oreja mientras daba vueltas por la habitación, incapaz de contener la sonrisa.

En ese momento, la puerta se entreabrió, revelando a su asistente, quien llevaba con cuidado una bandeja con una taza de té humeante y una aspirina. Se detuvo al notar que el joven estaba completamente ensimismado en su conversación.

—No, no hace falta nos vemos en el parque donde nos vimos la última vez... ¡Hasta entonces!

Jimin soltó una risita y lo lanzó a la cama, henchido de emoción. Sin perder tiempo, corrió hacia el vestidor, sin percatarse de quien lo había estado escuchando desde su puerta, hasta que se hizo presente en voz alta.

—¡Joven amo, aquí está su té y su aspirina! —anunció la asistente, dejando la bandeja sobre la mesa de noche.

—¡Déjala allí! Me la tomaré cuando termine. ¡Cierra la puerta y descansa, eso es todo por hoy! ¡Iré a dormir! —respondió el menor con apremio desde dentro del vestidor, donde ya estaba buscando que ponerse.

La asistente arqueó una ceja, claramente intrigada, pero obedeció.

—Entendido, joven amo. Que descanse —respondió antes de cerrar la puerta con suavidad. Sin embargo, mientras caminaba por el pasillo, murmuró para sí misma—. ¿Dormir? ¿Pero si hace un momento...?Uhmm.

Dentro de la habitación, Jimin ultimaba los detalles de su escapada nocturna. Acomodó unas almohadas bajo las sábanas para simular su silueta durmiendo. Luego, tomando una cuerda previamente asegurada al balcón de su habitación, descendió con cuidado hasta tocar el césped.

Moviéndose como un gato sigiloso, se dirigió hacia una de las piedras grandes que decoraban el jardín, seguro de que había burlado a todos. Pero lo que no sabía era que, desde una ventana en el ala opuesta de la mansión, su asistente observaba toda la escena con los brazos cruzados y una expresión de diversión.

—El joven amo se dirige hacia la puerta trasera —murmuró al intercomunicador que llevaba en el oído—. Dejen la puerta abierta y aléjense. Que salga sin percances.

—Entendido, señorita —respondió una voz grave al otro lado de la línea.

—Seguridad, asegúrense de seguirlo a una distancia prudente —añadió, con un toque de autoridad—. Quiero un informe detallado sobre a dónde va y, sobre todo, con quién tiene tanta prisa por encontrarse.

—¡A la orden! —respondió el equipo de seguridad al unísono.

La asistente suspiró con un dejo de diversión mientras cerraba las cortinas de la ventana desde donde lo había visto todo.

—Ah, joven Park, cree que puede burlarnos tan fácilmente... —murmuró antes de retirarse—. Veamos quién es la persona que lo tiene tan emocionado y qué dirán sus padres sobre esto.

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