Chupones (1)
Tzuyu caminaba a la sala de su novia con el ceño fruncido. Las clases habían terminado hace diez minutos y Nayeon aún no hacía acto de presencia. Habitualmente, la castaña no demoraba mucho en alistarse y se encontraban en el pasillo cercano al salón de Tzuyu, quien iba un curso más arriba, pero la taiwanesa comenzó a preocuparse lo suficiente como para ir ella misma a buscarla.
Subió unos escalones hasta dar con el cartel que decía III B que colgaba en la puerta.
Sin miedo se acercó hasta adentrar la mitad de su cuerpo, buscó entre los pocos alumnos que estaban allí, mas Nayeon no era una de esas. Arrugó los labios y se acercó a Jihyo, una amiga de su novia.
—Hola, oye, ¿has visto a Nay?
—Oh, sí, ella está en la sala de artes.
Tzuyu asintió, sonriéndole agradecida y comenzó a bajar las escaleras nuevamente para dirigirse al lugar que le indicaron.
Al estar cerca, pudo oír la risa de su chica junto a su voz llena de carisma. Alzó una ceja inconscientemente y se asomó por la ventanilla.
Ahí estaba Nayeon, su sonrisa amplia y brillante, reía tapándose la boca y se veía hermosa. Todo hubiese sido perfecto si a su lado no hubiese estado Yoo Jeongyeon, la chica más atractiva de la preparatoria según muchos.
—Déjame ayudarte con eso —le dijo Yoo, acercándose a Nayeon y tomando las tijeras que esta estaba usando para cortar un pedazo de cartulina.
Jeongyeon era la capitana del equipo de fútbol, era solicitada en cada partido y tenía todo un ganado de chicas y chicos tras suyo por su bonito rostro y personalidad coqueta. Lo peor, le sacaba como mínimo una cabeza de altura a Nayeon y eso a Tzuyu le molestaba más que cualquier otra cosa. Ella deseaba en el fondo ser igual de alta que Nayeon o hasta superarla, pues sabía que a su novia siempre le habían atraído las chicas altas.
Mordiendo sus labios y sintiendo la rabia recorrerla, abrió la puerta del salón, llamando la atención de ambas jóvenes. Nayeon le sonrió y Jeongyeon dejó de reír, notablemente incómoda.
—¿Pensabas dejarme plantada? —soltó, agria. A Nayeon le costaba entender cuando Tzuyu estaba celosa.
Im se apresuró a negar, dejando de lado sus materiales de arte. Se acercó a su novia, mirándole con un puchero y le robó un pico en los labios.
—Lo lamento, amor, debía terminar este trabajo y dejé el móvil en la sala —susurró en su oído, Tzuyu la abrazó por la cintura, como marcando territorio—, no seas refunfuñona~
—Como sea —gruñó, lanzándole una mirada de víbora a Jeongyeon aún en el abrazo de su novia—. ¿Estás lista? Me quiero ir a casa.
—Oye, Nay —interrumpió la deportista—, yo puedo terminar con esto, no es mucho y no tengo problema.
—No, Jeong-
—Sí, que lo termine ella. Debemos irnos.
La menor se disculpó con Jeongyeon y siguió a la mayor, que tomó su mano y la arrastró lejos de aquel salón.
—No había necesidad de ser así de grosera, Tzuyu —murmuró, cabizbaja, ahora se sentía mal por Jeongyeon, ella solo estaba ayudándola.
—¿No ves acaso?
—¿Qué cosa?
—¡Ella estaba coqueteándote! ¡Esa maldita gigante!
—¡Tzuyu, Dios mío!
—¡Es la verdad! ¡Ugh!
Nayeon bufó rendida ante la actitud tan infantil de su chica.
...
Estaban en casa de la extranjera viendo una película. El ambiente se había calmado, pero Nayeon seguía notando los pucheros de Tzuyu, que le decía que seguía un poquito molesta.
Intentó pensar en algo que le subiera el ánimo y llegó a la conclusión de que no había mejor cosa que hacer, que ponerse como una gatita melosa.
Se acercó a Tzuyu, comenzando a jugar con sus manos. La azabache no parecía atenta a ella, por lo que Nayeon acercó sus labios al lóbulo de su oreja.
—Tzu~ —la llamó, casi sobre la muchacha.
Un escalofrío recorrió la espalda de la más alta.
—Dime…
Nayeon no respondió, pero comenzó a dejar besos sobre su piel, esperando que Tzuyu entendiera lo que pasaba por su mente en ese momento.
La mayor sonrió antes de voltearse y tomar los labios de Nayeon entre los suyos. Acomodó sus cuerpos, quedando inclinada ante ella y siguió besándola.
Era un encuentro íntimo, Tzuyu llevó una de sus extremidades a la playera de su novia y sin miedo metió la mano bajo esta, tocándola suavemente.
Con su otra mano agarró el mentón de Nayeon y abrió su boca de forma ligera, metiendo su lengua sin vergüenza y comenzando a recorrerla.
La coreana debía admitir que los besos con legua de Tzuyu eran una puta maravilla. No era babosa, ni torpe. Sabía qué hacer y en los puntos adecuados.
Chou lamió su belfo inferior antes de bajar lentamente.
Hizo un recorrido de besos calientes hasta llegar a su cuello.
—Ahora veremos si Yoo seguirá coqueteándote —murmuró contra su piel, antes de succionar con fuerza.
Nayeon gimió por la maravillosa sensación. Ladeó su cabeza, dándole más espacio y sujetó con fuerza la mano de Tzuyu que estaba en su estómago.
Tzuyu disfrutó cada sonido y reclamo de la otra, pensando en lo sexy que era que Nayeon estuviese tan dispuesta a ella.
Lamió su cuello unos segundos antes de seguir con los chupones, y aprovechando lo perdida que estaba su novia, subió su mano hasta toparse con el brazier de la menor.
Sus manos picaban por estrujarle los pechos y quitarle ese maldito pedazo de tela.
Volvió a la boca de la castaña, dándose antes un pequeño tiempo para apreciar el estado de la muchacha. Sus ojos estaban cerrados y mordía sus labios inconscientemente.
Atacó de nueva cuenta, besándola con desesperación. Nayeon era un manjar de los Dioses.
Cuando iba a meter la mano por debajo del brazier de Nayeon, escucharon desde afuera el motor del auto de la señora Chou.
—Jesús… —bufó Tzuyu, sacando sus manos de los pechos de Nayeon, pero no separándose por completo.
Calculó el tiempo en que su madre se demoraría en entrar a la casa y volvió al cuello ajeno, succionando esta vez con mayor intensidad. Quería dejarle otra marca antes de separarse.
Esto agarró desprevenida a Nayeon, y por la fuerza que ejerció la azabache sobre su piel, un gemido más audible que el anterior quiso escaparse de su garganta. Pero Tzuyu fue rápida, tapando su boca y siguiendo con su trabajo. Sabía que desde la puerta se oía todo y fácilmente su madre podría escuchar los gemidos de la de ojos oscuros.
—Arréglate el pelo, conejita —le murmuró una vez la puerta fue abierta. Se separó de ella, y fue a ayudar a su madre—. ¡Hola, mami!
El descaro de esa chica era impresionante. Nayeon quedó sola en el sillón, intentando regular su respiración y los latidos de su corazón.
Tomó su celular para verse en el reflejo de este y así arreglar su cabello.
Un gritito entrecortado salió de ella, su cuello estaba lleno de moretones que no quería que su suegra viera.
Maldita Tzuyu, pensó, corriendo al baño para sacarle maquillaje a la azabache e intentar tapar los chupones.
...
—Así que, ¿cómo va la escuela, Nayeon? —preguntó la señora Chou, con una sonrisa.
A Nayeon le caía muy bien su suegra, aunque esta no supiera que lo era. La mujer creía que eran mejores amigas simplemente, y es que ni Tzuyu ni Nayeon se sentían listas para salir del closet con sus familiares, aunque en este último mes Tzuyu lo estuviese pensando un poco más.
—Muy bien —contestó sonriendo de igual manera, siempre tuvo notas altas, pero mejoró notablemente su inglés gracias a su novia y se sentía muy orgullosa de eso. Ahora podía tener conversaciones en aquel idioma sin problema alguno.
—Y… ¿algún chico por ahí? —cuestionó pícara, haciéndola sonrojar.
Tzuyu dejó caer bruscamente su tenedor contra el plato, con una expresión seria en el rostro.
Nayeon rió nerviosa.
—No, no, para nada, señora Chou. No tengo tiempo para chicos ahora —mintió y un escalofrío recorrió su estrecha espalda sintiendo la mano de su novia posarse en su muslo. Nayeon le sostuvo su mano, en un intento de tranquilizarla.
—Bueno, tienes razón. Mejor enfocarse en los estudios y luego en la universidad te consigues novio —dijo, empeorando el ánimo de Tzuyu.
Mamá, ¡ella ya tiene novia y soy yo! Quiso gritarle a su madre para que dejase de decir tonterías.
___
Esta historia es una adaptación, muchas gracias a yunamipolola por permitirme adaptarla... 🫶
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