S1E01: The Tesseract
↤ ɢᴏ ʙᴀᴄᴋ | CHRONOLOGY
🐍✨━━T1E01: El Teseracto.
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Malditos mortales. Maldito Thor. Maldita bestia verde.
Tenían que arruinarlo todo, ¿y para qué? Simplemente buscaba otorgarles una liberación de la mentira que se les inculcó siglos atrás. Libre albedrío, claro, cómo no. El tiempo le daría la razón y estarían lamentándose... no, acudirían a él suplicando de rodillas al darse cuenta de que tenía toda la razón, buscando gozar del privilegio de ser gobernados por el mismísimo Dios de las Travesuras, pero tendrían que apelar su lado misericordioso para lograrlo, y no sería una tarea fácil.
Sintió que el elevador en que lo habían metido se detenía, en el momento que las puertas se abrieron; Thor lo jaloneó del brazo para obligarlo a avanzar, terminando por soltarlo cuando se sacudió. Lo habría dicho, pero el hijo de Odín había puesto un bozal en su rostro minutos antes cuando se había burlado del patriota moralista. Patético. Aunque viéndolo de un modo más lógico, obviamente no tenían la capacidad de apreciar las palabras de un ser perspicaz, el intelecto no les alcanzaba para tanto.
Fue escoltado por el vestíbulo de aquella edificación, su hermano y Stark, que por alguna razón no había sido afectado por el cetro, iban adelante mientras media docena de soldados estaban tras él, asegurándose de que no intentara escapar. Por alguna razón, fueron interceptados por más hombres vestidos con trajes, y Loki solo pudo exhalar con frustración, ¿acaso no podían acabar con su suplicio de una vez por todas? Al menos Asgard no era tan detestable como la Tierra; no obstante, se interesó en la conversación que comenzaron a tener, y teniendo nada mejor para hacer, agudizó el oído y observó todo con ojos críticos.
—Loki le rendirá cuentas a Odín —respondió el rubio ante la petición de Alexander Pierce de entregarlo.
Rodó los ojos. Odín. ¿Qué tendría Odín para decir ante sus acciones? ¿Qué había hecho él que el Padre de Todo no hubiera realizado antes? Nada. Había perseguido el mismo fin con el cual alguna vez el anciano había llegado a la tierra de los mortales, si llegaba a decir algo en contra, sería una sarta de palabras llenas de hipocresía que solo afianzarían el hecho de que nunca lo quiso y simplemente fue acogido entre ellos como un... ¿cómo lo había dicho? ¿"Tratado de paz"?
En poco tiempo, muy poco en realidad, los mortales comenzaron a forcejear por el maletín que contenía el Teseracto, altercado en el que Thor intervino también para separarlos, al menos hasta que algo le sucedió a Stark y soltó el contenedor de la gema, cayendo al suelo. Las personas a su alrededor comenzaron a decir que estaba teniendo convulsiones y una que otra sandez más, ¿de qué se preocupaban? Si era su momento de morir, que muriera, él estaba dichoso de presenciarlo en vivo y en directo.
De la nada, el maletín se deslizó varios metros por el suelo sin que nadie lo tocara, haciéndolo fruncir el ceño. ¿Qué estaba sucediendo? Su mente tardó poco en unir los puntos; mientras caminaba fuera del elevador había sentido la fragancia de Tony Stark intensificada, con algunas notas distintas pero muy características del mortal, al principio había pensado que se debía a alguna ventisca, pero ahora no estaba tan convencido de esa versión. Alcanzó a ver que uno de los soldados que lo escoltaba tomó el contenedor plateado y se alejó en dirección contraria a donde estaban, se giró un poco en busca de alguien más que estuviera viendo eso, pero parecían estar demasiado ocupados atendiendo a ese Stark.
Se estremeció levemente al escuchar a la bestia verde gritando algo sobre las escaleras, distinguiendo que había golpeado al soldado con la puerta, provocando que el maletín se abriera al chocar con el suelo y el cubo azul se deslizara hasta chocar con su pie. Abrió los ojos ante la adrenalina disparada en su sistema, observando a su alrededor en busca de alguien que lo estuviera vigilando, y al notar que nadie le prestaba atención, se agachó para tomar la Gema con sus manos desnudas, activándola tal y como le habían enseñado para escapar de aquel tedioso lugar sin que nadie pudiera detenerlo.
No tenía un destino en mente, solo buscaba llegar a algún lado preferiblemente alejado de aquella ciudad, por lo que simplemente dejó que el portal lo arrojara en un lugar aleatorio, de preferencia donde pudiera respirar. Su corazón se saltó un latido cuando el cubo lo arrojó en medio del aire, provocando que la gravedad hiciera de las suyas y lo hiciera caer con fuerza en el suelo arenoso, haciéndolo perder el conocimiento un momento por el impacto y el repentino choque de calor del ambiente.
Recobró la consciencia al sentir la arena en sus labios y el calor condensándose en su ropa; abrió sus ojos con cuidado, teniendo que mantenerlos entrecerrados mientras se acostumbraba a la exposición directa con el sol sobre su cuerpo; al mover su cabeza levemente, reconoció que el bozal estaba flojo, razón suficiente para moverse de una vez por todas y quitarse el objeto de encima para escupir la arena en su boca. Estaba un tanto adolorido por todos los impactos que había recibido durante el transcurso del día, pero eso no impidió que tomara un poco de impulso para incorporarse y examinar su alrededor con detenimiento, encontrándose rodeado de dunas y algunas montañas a la distancia, pero lo que más captó su atención fue que sus ataduras se habían deshecho con el impacto, esparciéndose en todo el sitio por el que había rodado gracias a la velocidad que adquirió durante su caída.
Sacudió la arena de su traje mientras se ponía de pie con cuidado, sintiéndose bastante incómodo al sentir algunos granos rebeldes introduciéndose por su cuello y adhiriéndose a su piel de la forma más desagradable posible, como si su día no pudiera empeorar más... oh no, claro que podía empeorar, porque mientras se quitaba la arena de encima, se dio cuenta de que había soltado el Teseracto cuando sintió que el suelo desaparecía bajo sus pies. Tocó su pecho, abdomen y muslos en busca de la esencia de la magia que usaba para traer cosas consigo, sin encontrarla; maldijo para sus adentros mientras buscaba con la mirada algún indicio del cubo azulado, encontrándose con un montón de arena y ni una muestra de la Gema que tanto necesitaba.
Intentó seguir el rastro de su caída, haciendo cálculos mentales sobre la posible ubicación del objeto y caminando en esa dirección; precisaba tener el Teseracto en su posesión puesto que era lo único que podía sacarlo de aquella pocilga, si bien la zona lucía completamente desolada, no podía confiarse, debía encontrarlo lo antes posible. Se detuvo de repente al ver a una mujer poniéndose de pie en la arena, sacudiendo su cabeza para eliminar los granos que se habían colado en su cabellera rizada y, por su lenguaje corporal, luciendo terriblemente confundida cuando observó a su alrededor, creando sombra con su mano para que sus ojos pudieran acostumbrarse al entorno. Loki decidió acercarse con cautela, escondiendo su mano derecha tras su espalda a la vez que conjuraba una daga en caso de necesitarla.
—Disculpe, señorita —alzó la voz, llamando la atención de la mujer que solo se limitó a ignorarlo—. ¿Me escucha?
No obtuvo respuesta, pero creyó alcanzar a escucharla murmurar algo ininteligible mientras observaba su vestimenta blanca con detalles azulados. El pelinegro tomó aire, sacando su pecho.
—Soy Loki, de Asgard —intentó de nuevo al acercarse un poco más, esta vez de forma más autoritaria—. Y estoy buscando un objeto, un cubo, ¿lo ha visto?
Esta vez, la mujer movió la cabeza levemente, observándolo por el rabillo del ojo por un instante para luego regresar a sus asuntos. Esto enervó al Dios de las Travesuras, más cuando ella se agachó para sacar restos de arena en su cabello nuevamente. Esa serenidad no era nada común, él era intimidante, lo sabía, y que aquella criatura estuviera tan relajada en su presencia era razón suficiente para que se colmara su paciencia.
—¡Criatura insolente! —la apuntó con su daga—. ¿Cómo te atreves a ignorarme?
—Te estoy escuchando —se enderezó, acomodando sus rizos. En ningún momento se tomó la molestia de girarse.
—Entonces dime dónde está el Teseracto.
La mujer bufó.
—Odio ese nombre —murmuró.
Loki alzó ambas cejas en confusión. Había alcanzado a escuchar lo que dijo y no entendía muy bien por qué era relevante.
—¿Disculpa? —rio levemente, indignado—. Te pregunté sobre el cubo, no si te gustaba el nombre.
La morena, exasperada por el autoritarismo barato del príncipe, tomó aire y giró su cabeza lentamente en su dirección, observándolo de pies a cabeza.
—Lo estás viendo —reveló, sonriendo con una amabilidad forzada antes de examinar su entorno con las manos en sus caderas, aun dándole la espalda—. Ahora, ¿me podrías decir a dónde nos enviaste?
El príncipe rio sin mucha gracia, escéptico ante las palabras que habían salido de su boca.
—Mira, ha sido un día largo, las cosas no han salido a mi favor y lo último que necesito es a alguien dándome órdenes y ocultándome el objeto que necesito. Ahora, entrégame el Teseracto o enfrenta las consecuencias.
Ella no pudo contener la risa.
—¿Qué vas a hacer? ¿Apuñalarme?
Eso fue la gota que derramó el vaso. Loki dio un par de zancadas en su dirección y la tomó del brazo, obligándola a observarlo ante la acción ejercida. Si antes no le resultaba intimidante, de seguro eso sería suficiente; le llevaba varios centímetros de altura y normalmente su cercanía infundía temor si empleaba el lenguaje corporal apropiado, táctica que no dudó en emplear.
—Mírame al rostro cuando me hables.
Lejos de lucir atemorizada, el rostro de la fémina se tiñó de enojo al bajar la mirada hasta el agarre que ejercía sobre ella. Casi pudo ver las llamas en sus ojos cuando finalmente hizo contacto visual, sintiéndose dichoso al haber provocado esa reacción.
—Quítame las manos de encima.
Loki sonrió victorioso.
—¿O qué? —entrecerró los ojos de forma burlesca—. ¿Vas a-
No pudo terminar la oración. Una ráfaga azulada lo golpeó en el pecho con la fuerza suficiente para lanzarlo varios metros lejos de ella y cubrirlo nuevamente de arena, haciéndolo arrojar su daga e introduciendo más granos en su ropa, además de reanudar el dolor que percibía en su cuerpo. Jadeó adolorido mientras se incorporaba, viendo que la morena se acercaba a él, juzgándolo con la mirada silenciosamente e irradiando una especie de superioridad que descolocó al príncipe.
—¿Qué eres? —inquirió, su orgullo había salido lastimado, lo que se manifestaba en el tono colérico con el que había hablado.
—Ya te lo dije —respondió ella, dándole la espalda de nuevo al dar unos pasos hacia la derecha.
Mantuvo su mirada fija en ella mientras se alejaba, distinguiendo una nube gris y azulada cubriéndola de la cabeza a los pies, cambiando las prendas claras por unas mucho más oscuras y de un material visualmente más pesado, causando que el pelinegro frunciera el ceño mientras evadía el dolor en sus músculos cuando se puso de pie. La vio flexionar las rodillas y tomar un puñado de arena que pronto se escapó entre sus dedos, cosa que ella observó detenidamente como si le sirviera para algo; luego se puso de pie y comenzó a observar el cielo en busca de... ¿nubes?
¿Qué estaba haciendo?
—Si estás esperando a que mi hermano aparezca, me temo que tendrás que sentarte —comentó, acercándose con cautela.
—No tengo que esperarlo, te llevaré con él.
El azabache retrajo levemente la cabeza, alzando ambas cejas y pestañeando con incredulidad.
—¿Disculpa?
La castaña lo encaró finalmente, entrecerrando los ojos.
—Me escuchaste —sentenció.
Bastó con un muy sutil movimiento de su mano para que un portal de bruma grisácea y estelas de luz azul se abriera tras él, provocando que su rostro adoptara una expresión severa como muestra de su opinión.
—No iré a ningún lado, menos con una impostora —puso sus manos en sus caderas.
Ella inhaló a profundidad, intentando mantener la compostura.
—Mira, asgardiano, el simple hecho de haber adoptado esta forma es razón suficiente para saber que algo anda mal, y es obvio quién es el causante —extendió su mano en un gesto para señalarlo—. Lastimosamente tengo que escoltarte de vuelta a Nueva York, así que ¿por qué no haces esto más fácil para ambos y cierras la boca, das media vuelta, y te diriges al portal?
La expresión indignada de Loki fue todo un poema, pero la situación le resultaba extrañamente divertida, por lo que sus labios se tensaron en una sonrisa sarcástica mientras observaba la soledad a su alrededor.
—¿Por qué insistes en considerarte la Gema del Espacio? Las gemas no adoptan conciencias, son simplemente poder infinito, todos saben eso.
—Porque no es muy común que suceda algo que nos obligue a tomar una forma antropomorfa para preservar el orden, idiota.
—Preservar el orden —masculló mientras masajeaba sus sienes con su pulgar y dedo medio—. No me importan tus excusas rebuscadas, solo dame el Teseracto o te cortaré el cuello como a un cerdo.
La morena pareció cavilar sus palabras por un momento, frunciendo los labios y terminando por extender su mano derecha, como si estuviera a punto de conjurar el cubo en su palma, sin embargo, la retrajo de una forma algo peculiar, y Loki pudo identificar lo que había hecho. Al observar hacia atrás, notó que el portal se acercaba en su dirección, y antes de poder hacer algo al respecto, sintió una mano tomándolo desde el cuello de su traje, manteniéndolo en su lugar.
—No me intimidas.
El azabache frunció el ceño ante el contacto que ella tenía con sus prendas, irritado por la situación que acontecía en sus propias narices al punto de conjurar nuevamente su cuchilla, tomarla de la muñeca con su otra mano e intentar apuñalarla en las costillas, sin embargo, su ataque fue detenido a pocos centímetros de tocarla, envolviendo su mano armada en una suave bruma azulada de la cual no podía moverse. Siseó al intentarlo, sin tener éxito.
—No te saldrás con la tuya —bramó, creando resistencia con sus piernas cuando la fémina intentó hacerlo retroceder.
La sonrisa burlona de ella hizo que su sangre hirviera, y la adrenalina disparada en su torrente sanguíneo lo hizo pensar con mayor rapidez en busca de encontrar una forma de salir de su agarre, si aquello lograba infringirle algo de dolor, sería una muy buena adición. Se quedó sin muchas opciones cuando el portal comenzó a envolverlos, y ante la inminencia de la situación, cedió al impulso que cruzó por su cabeza, causando que de su cuerpo saliera una onda de magia esmeralda lo suficientemente fuerte para apartar a la morena, lanzándola algunos metros lejos de él y provocando la desaparición del portal, dejándolos nuevamente en aquel desierto.
Tuvo que cerrar los ojos para evitar el ingreso de arena, producto de su exitoso derroche de poder; cuando la nube se disipó, diferenció a la castaña dando zancadas en su dirección, y por la forma en que se acercaba, supo que la había hecho enfadar aún más.
—¡Insolente! —vociferó. En efecto, estaba iracunda—. ¡No tienes idea de lo que estás causando!
—¿Tengo cara de que me importa? —se señaló, intentando aguantar la risa al ver la arena saliendo de sus rizos mientras avanzaba—. De ninguna manera regresaré a Nueva York, ¡soy un dios! Mi glorioso propósito es cumplir mi derecho por nacimiento al gobernar Midgard, no ser juzgado por un montón de mortales y aquel mentiroso que se hizo llamar mi padre por siglos.
—Esto va más allá de tus delirios, asgardiano —chocó su dedo índice con la placa de oro en su pecho—. El simple hecho de estar aquí está poniendo en riesgo el orden universal, el orden de tu realidad.
—Oh, querida —ladeó la cabeza en falsa ternura—. Por si no te has dado cuenta, el orden no es lo mío.
—Regresarás a Nueva York —bramó—. Te guste o no.
—Adelante —sonrió con malicia, sabiendo que podía neutralizarla—. Inténtalo de nuevo, veamos cómo te va esta vez.
La morena estuvo a punto de responder, pero captó algo por medio del oído que la hizo estirar la cabeza para ver tras el príncipe, lo que sea que hubiera enfocado con la vista le hizo fruncir el ceño con algo de confusión.
—¿Amigos tuyos?
Fue turno del azabache para sentirse confundido, girándose levemente para ver una hilera de soldados de armaduras extrañas apuntando al cielo con sus flechas.
—¿Te parece que vienen conmigo? —preguntó con sarcasmo, juzgando sus vestimentas.
Ambos vieron cuando soltaron las flechas, expectantes ante la dirección que tomarían y viéndose obligados a detener los proyectiles antes de que impactaran en sus cuerpos, Loki hizo uso de su poder de nacimiento mientras que la morena simplemente alzó la mano, ambos dejando que los objetos se detuvieran y cayeran a sus pies al mismo tiempo. En cuanto devolvieron la mirada a la tropa, estos estaban corriendo en su dirección dando un grito de guerra al unísono, blandiendo sus armas y preparándose para atacar. Ante esto, Loki sonrió con malicia.
—Esto será divertido —dijo en un tono profundo, intimidante.
No obstante, la dicha no le duró mucho. Antes de poder conjurar sus dagas nuevamente, sintió que una vez más desaparecía el suelo, sacándole un grito de sorpresa durante la caída. Resultaba que la fémina había abierto un portal para ambos con solo chasquear los dedos, provocando que aterrizaran en un espacio más seguro para ambos; lo interesante, fue que ella aterrizó a la perfección en sus pies y el príncipe... bueno, el príncipe había caído en sus pies, pero al no estar preparado para ello, terminó yéndose de espaldas contra el suelo y levantando las piernas por inercia.
Loki jadeó de dolor mientras intentaba incorporarse, deseando fervientemente clavar sus dagas en aquella desagradable persona que parecía tenerlo a su merced. Debía arrebatarle el Teseracto lo antes posible y escapar, el problema era que no sabía dónde rayos lo tenía y definitivamente no se tragaba aquella excusa de que ella era la forma antropomorfa de la Gema. Tendría que encontrar la forma de subyugarla y hacer que le entregara el cubo, si lograba acercarse a ella podría usar un hechizo a la vieja usanza, a falta del cetro que le había sido arrebatado en Nueva York; el problema era que debía ser muy sigiloso y necesitaba usar mucha energía para que el conjuro hiciera efecto –ya que, a pesar de todo, podía reconocerla como una digna adversaria, no como los dichosos Vengadores y sus tácticas baratas– y aunque confiaba en que podría hacerlo, había gastado mucha de su esencia en la batalla que acababa de acontecer, cosa que ahora le vendría como anillo al dedo.
Por su lado, la morena comenzó a detallar el lugar al que habían llegado, observando un lago a la lejanía y la gran montaña que se elevaba a su lado, notando que algo no estaba bien. No era como lo recordaba en la actualidad, estaba segura de que faltaba algo, pero ¿qué era? Aunque aparentaba lo contrario, estaba confundida desde que despertó; era normal, teniendo en cuenta que desde eones atrás no había sucedido algo que ameritara que sus hermanos y ella adoptaran una forma antropomorfa para preservar el orden, debía ser paciente para acostumbrarse y que poco a poco su conciencia se aclarara lo suficiente para ir más allá de lo que había sucedido en Nueva York.
—A todo esto —escuchó al azabache a su espalda, quejándose levemente mientras se enderezaba—. ¿Cuál es tu nombre?
—Tengo muchos nombres —respondió con simpleza, evitando ir más allá.
—¿Cuál es tu favorito? —su voz sonó más cerca, más profunda y serena, lo que la hizo entrecerrar los ojos con desconfianza.
Sabía que se traía algo entre manos, no era estúpida, pero una parte suya quería averiguar qué artimaña había cruzado por su cabeza para pensar que funcionaría, mientras que otra parte disparaba alertas para detenerlo en ese mismo instante. Al final decidió obedecer a la parte racional, haciendo un ademán con la mano como si algo estuviera cruzando frente a su rostro e inmovilizando al príncipe en su lugar, junto a lo que estuviera haciendo; al girar, su primera reacción fue echar la cabeza hacia atrás y retroceder levemente ante la cercanía de sus manos a la altura de su cuello.
—¿Qué crees que haces? —preguntó, haciendo una mueca.
—¡Recupero lo que es mío! —vociferó colérico, intentando moverse de la bruma azulada que envolvía sus brazos—. ¡Devuélveme el Teseracto o te juro que clavaré tu cabeza en una estaca!
—¿Todos los asgardianos son así de testarudos? —resopló con hastío—. A ver, ¿cómo debo explicarlo para que entiendas que yo no tengo el Teseracto porque soy el Teseracto?
Loki se echó a reír.
—Y sigues diciendo eso —negó con la cabeza, observando el suelo rocoso—. Mira, te daré la oportunidad de llegar a un acuerdo en muestra de que puedo ser magnánimo: dame el cubo y te dejaré vivir.
La morena se tomó el puente de la nariz, intentando mantenerse serena ante la tediosa situación. No tenía idea de cómo razonar con esa persona y definitivamente su paciencia se estaba agotando con cada palabra que salía de su boca.
Separó los labios para reiterar la verdad, pero se vio interrumpida al sentir un impacto en su espalda que la mandó lejos, provocando que su cuerpo rodara por la superficie varios metros, haciéndola ver chispas verdosas. Al incorporarse y regresar la vista hacia el pelinegro, se dio cuenta de que tras el impacto había perdido la concentración de lo que hacía y había liberado al azabache, lo que le pareció un poco extraño, fue que estaba viendo doble.
Se puso de pie al verlo acercarse a paso firme, trayendo a sus manos un par de dagas con las que sin duda intentaría atacarla y desapareciendo la proyección que había creado para sacársela de encima.
—No recomiendo que hagas esto —intentó hacerlo cambiar de opinión.
—Te lo advertí.
Rodó los ojos, preparándose para pelear con aquel insoportable asgardiano que, por alguna razón, se rehusaba a aceptar los hechos. Evadió el filo de sus cuchillas con éxito al principio, alcanzando a golpearlo con estelas azuladas y desorientarlo, al menos las veces donde no terminaba impactando en uno de sus duplicados y le otorgaba una pequeña ventaja que tomaba con rapidez. Hubo un momento en el que alcanzó a cortar su rostro, revelando que la herida resplandecía en vez de sangrar y se curaba con rapidez; esto confundió al pelinegro en el momento exacto que ella tomó la ventaja y alcanzó a desarmarlo, lo que propició una ferviente lucha con magia y su propio poder, intercambiando proyectiles de tonalidades verdosas y azuladas entre ambos que muchas veces terminaban impactando en el entorno, suceso que estaban muy ocupados para notar.
Terminaron por forcejear al tener cada uno un orbe en la mano, creando una resistencia que aumentaban en busca de que alguien cediera; la castaña, hastiada por la sonrisa arrogante de su contrincante, se las ingenió para desequilibrarlo, pateando su rodilla e interceptando su mano para que ambos orbes golpearan el suelo al azotarlo contra este. Loki, por su lado, terminó pateando a la mujer en el abdomen en busca de sacársela de encima.
Se pusieron de pie al mismo tiempo solo para que sus ánimos de continuar peleando se disiparan al sentir el suelo sacudiéndose con fuerza. Observaron a su alrededor, expectantes ante cualquier ataque u objeto dirigido hacia ellos, pero lo único que les llamó la atención lo suficiente para quedarse de piedra fue ver que el monte en el que estaban se resquebrajaba, causando que de una de sus caras brotara una explosión de humo, lava y rocas ardientes que no demoraron en precipitarse en su dirección.
La mujer aprovechó el estupor de Loki y la inminente muerte a la que estaba expuesto para aplicar una llave en su cuello, provocando que ambos cayeran al portal que había abierto para salvarle el pellejo de lo que anteriormente pudo identificar como el monte Santa Helena. Nuevamente aterrizó de pie con gracia y, por la inercia provocada por la llave, Loki terminó siendo azotado nuevamente contra el suelo, haciéndolo rebotar levemente y quejarse de dolor por enésima vez en el día.
La castaña se alejó del adolorido asgardiano, llevándose las manos a la cabeza al intentar buscarle una explicación apropiada a todo lo que acababa de ocurrir. Necesitaba que su mente se acoplara por completo, pero desde ese momento podía hacerse una idea de la posible razón de aquellos sucesos tan peculiares. Tenía que pensar con cabeza fría, no podía aceptar tan rápido la teoría de que había algo relacionado con el tiempo en todo eso, y por ello había decidido dirigirse a un bosque, para tener un poco de paz y poder pensar.
Lo que no calculó bien, fue que también había traído a la persona más irritante con ella, no por gusto, sino por obligación. Si su suposición inicial era cierta, debía mantenerlo con vida para regresarlo a su punto de partida y preservar el orden, y cuando averiguara qué causó el desbalance, todo sería más fácil. Sin embargo, la tarea se hacía más complicada cada que formulaba palabras.
—¡Precioso! ¡Estuviste a punto de matarnos! —exclamó al ponerse de pie.
—Tú atacaste primero, es tu culpa —se excusó, bufando al escuchar su voz nuevamente.
—¿Disculpa? —se indignó—. No te hubiera atacado si hubieras aceptado el acuerdo que te ofrecí.
Hastiada, formó sus manos en puños y gruñó hasta que su garganta comenzó a doler.
—¡Cierra la boca! —se giró hacia el príncipe—. ¡Solo cállate! ¡Por un minuto, al menos!
—No eres nadie para darme órdenes —entrecerró los ojos—. ¡Ni siquiera tengo un nombre por el cual llamarte! —hizo una pausa corta, donde chasqueó los dedos al ocurrírsele algo—. ¡Oh! Ya sé. Si tanto insistes en ser el Teseracto, te llamaré Tess.
Al escuchar esto, los ojos de la morena resplandecieron en blanco, y con dar un pisotón provocó que el asgardiano fuera succionado por un portal a sus pies; su grito se perdió entre el eco, al menos hasta que reapareció por el portal más elevado y lo vio pasar frente a ella con algo de velocidad. Caminó con tranquilidad hacia uno de los árboles, deslizándose por el tronco hasta sentarse en el césped mientras observaba al pelinegro caer en bucle.
—Nunca vuelvas a llamarme Tess.
¡Es hoy, es hoy!
Finalmente puedo sacar a la luz este capítulo sjhdhdhd ¿cuáles son sus primeras impresiones? Aún no hay mucho para opinar ni se ha revelado nada, pero sus comentarios siempre son bienvenidos ✨
¡Haré lo posible por ser constante con esta historia! Pero no puedo prometer nada 🥴
¡Nos leemos luego!
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