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Cindy Lou who



Park Jiyeon conoce a Kim Namjoon desde la secundaria.

Solían compartir clase de inglés juntos, solían hablar de Friends cuando hacían equipo en dicha clase.

Namjoon solía acompañarla a la parada del autobús luego de las clases extra curriculares.

Jiyeon solía llevarle gimbap sin cebolla algunos días de la semana, porque sabía lo mucho que le gustaba.

Namjoon entró a la Universidad de Yonsei y Jiyeon a la Universidad de Corea, habían estudiado juntos para lograrlo. Jiyeon a veces dudaba de poder lograrlo debido al tiempo que perdía mirando al chico frente a ella. Llegó a pensar que sabía más acerca de cada rincón del rostro de Namjoon donde podía encontrar lunares o en cual sonrisa sus hoyuelos resplandecían, que de la historia coreana. Sin embargo, también solía pensar que distraerse servía para quedarse más tiempo en compañía del chico, que amablemente se ofrecía a explicarle los temas que no entendía.

Los años pasaron y con ellos su amistad había quedado olvidada como un viejo recuerdo en algún lugar de sus memorias más felices de la adolescencia.
Hasta que, sus caminos se volvieron a cruzar en la empresa donde harían sus pasantías. Namjoon se iría al departamento de negocios y Jiyeon al de relaciones públicas. Sus departamentos estaban en diferentes pisos, pero, en una reunión, Namjoon se distrajo tratando de descifrar si la chica con cabello hasta los hombros y flequillo era la misma chica con la que inició una guerra de agua en la preparatoria.

—¿Park Jiyeon?— preguntó,luego de alcanzarla en el pasillo.—¿Eres tú?

Jiyeon volteó para encontrarse con el chico que una vez había querido. Los recuerdos escondidos en algún lugar de su memoria empezaron a revolotear, haciéndola sonreír y provocando que sus ojos se expandieran de la sorpresa.

—¡Kim Namjoon! ¡Runch Randa!—exclamó emocionada, llamandolo también por el seudónimo que solía utilizar cuando iba a rapear a esos lugares donde unos adolescentes no debían estar.

Namjoon sonrió, negando con la cabeza. De repente recordó que Jiyeon solía pegarle stickers a todo lo que se le cruzara cuando tenía algunas tiras en las manos, el gimbap sin cebolla que preparaba para él, las horas de estudio y lo introvertida que solía ser.

Para tratar de saber que había sucedido con sus vidas desde que dejaron de verse, solían pasar su hora de comida juntos; también, se incluían en cualquier plan que tenían sus compañeros después del trabajo, tomar soju y comer tteokbokki picante era un buen remedio para el estrés laboral.
Tal vez, era la conexión que solían tener, que los volvió a unir. La amistad que años atrás se había perdido, resurgió.
Sin embargo, luego de una de esas noches donde el alcohol les nubla la mente y sus sentidos solían tantear los límites de lo prohibido, pensaron, ¿qué pasaría si nos acostamos? Nada podría salir mal de esto. Ya son adultos, bueno, adultos en los principios de sus veintes. No sabían si fueron los besos o el alcohol, así que decidieron que irían al departamento de Namjoon, el que más cerca quedaba de donde estaban. Luego de cerrar la puerta del pequeño lugar donde solía vivir, la ropa que les quemaba la piel se esparció por el piso y durante varias horas de la noche, el sonido de sus cuerpos chocando era lo único que se podía escuchar en esas cuatro paredes.

Tuvieron que pasar varias noches entre las sábanas de Namjoon para saber que los sentimientos que pensaba se habían quedado en los recuerdos de su adolescencia, volvieron a resurgir. Y, ¿cómo no? Si estaba segura que es el mejor hombre que alguna vez ha conocido. Es atento, amable, inteligente, le prepara el desayuno cuando se queda a dormir con él, compró el aroma de jabón que le gusta para que sienta cómoda cuando se bañe en su baño, le da masaje en los hombros luego de un día pesado y, lo más importante, la ha hecho venir, al menos, dos veces en una noche. Los chicos con los que solía estar se preocupaban más por su propio placer, olvidando por complemento que ella también debía tener un orgasmo.

Namjoon era todo lo que alguna vez deseó, todo lo que alguna vez escribió en su diario cuando pensaba en su tipo ideal.

Sin embargo, con el pasar de los meses, se dio cuenta que, a pesar de que Namjoon le llevaba un americano frío con leche de almendras por la mañana y en las noches la besaba con ímpetu, no tenía intenciones románticas con ella.

Y lo confirmó, cuando Kim Woori apareció en escena.

Las noches con él habían terminado sin siquiera hablarlo, solo le había dejado de preguntar si se iría con él luego del trabajo, cuando ella lo invitó a su casa, él amablemente rechazó la invitación. El café de las mañanas llegaba de vez en cuando y ya ni siquiera le decía lo bonita que se veía cuando se recogía el cabello.

Se había sentido asqueada. Usada, incluso. Namjoon ni siquiera habló con ella para terminar su relación de amigos con derechos. Simplemente un día decidió no acostarse con ella más y dejarla de hacerla sentir la chica más deseada de Seúl. Claro, ya tenía a alguien más. Y a ella, la llevaba a citas a restaurantes donde debía ponerse su mejor vestimenta, a citas para pintar cerámica, a caminar al parque, a viajes express los fines de semana, a escalar montañas con él, a reuniones con sus amigos, a la cafetería de su hermana para presentarla, a los eventos laborales. Cosas que nunca hizo con Jiyeon.

Para Jiyeon, fue difícil aceptar que ella solo calentó la cama de Namjoon en lo que Woori llegaba.

Fueron noches cansadas cuando se quedaba llorando hasta tarde pensando en que había hecho mal, en que le faltaba, en porque Namjoon no la eligió a ella, en que, tal vez, si hubiera sido mejor en el sexo, podría estar con él ahora mismo. ¿Woori será mejor que ella? Todas y más preguntas la martirizaron por vario tiempo.

Ni siquiera recuerda el porqué Namjoon solía gustarle tanto en sus años escolares, no era popular y ni siquiera el más guapo. Pero, si estaba consciente cuando su corazón latió de más cuando volvieron a encontrarse: la había hecho sentir vista y valorada. Tonta ella por pensar que era un signo de que la quería y no solo una jugada más para tenerla en su cama cuando quisiera.

Aceptar que era como los demás chicos con los que había estado, solo que él era más inteligente, había sido doloroso. Y, darse cuenta que, él quería seguir conservando una amistad con ella, lo fue más.
Lo aceptó, porque no quería verse humillada, no quería que se diera cuenta que fue lo suficiente tonta como para enamorarse luego de unos orgasmos, no quería que sintiera lástima por ella por ser tan ingenua.
Sí, tal vez Namjoon jugó con sus sentimientos sin darse cuenta, pero, mientras más convivía con él, se dio cuenta que es naturalmente así, tan perfecto como Jiyeon pensaba que solo era con ella. Estaba tan ciega que no pudo ver que también le llevaba galletas de esa cafetería a Seokjin, su compañero de departamento.


☆·͙̥‧❄‧̩̥·‧•̥̩̥͙‧·‧̩̥

Han pasado tres años desde entonces. Y sinceramente, su enamoramiento solo ha disminuido porque ya no se acuesta con él.

Namjoon, a pesar de todo, sigue siendo el mejor chico que alguna vez ha conocido. Es que, ¿cómo podría odiarlo? Antes de formalizar con Woori, habló con ella para pedirle disculpas por ni siquiera terminar las cosas de la manera correcta, explicando que, conocer a Woori fue tan espontáneo que no lo hizo actuar de buena manera. Aunque no pudo evitar sentirse estúpida, cuando Namjoon dijo que, como su amiga, esperaba que lo comprendiera, el amor nació de manera inesperada y a veces esto hace que se nuble la razón, y claro que lo entendió, porque le había sucedido lo mismo.

Ha intentado salir con otros, pero, como ya es costumbre, ha terminado decepcionada. Kim Namjoon sigue siendo su estándar.

Antes de entrar al restaurante donde, junto con sus compañeros de trabajo, habían decidido celebrar su anual cena navideña, se revisa en el espejo de uno de los carros estacionados, que para su mala suerte, es el de Namjoon, lo cual la hace suspirar pesadamente; se asegura que su flequillo luzca bien, su abrigo no se vea tan arrugado luego de pasar más de treinta minutos sentada en el autobús, que se había atrasado debido a la nevisca, así que, se apresura a entrar antes de que se haga incluso más tarde.
Cuando ubica la mesa, todos están sentados ya, el lugar al lado izquierdo de Namjoon es el único desocupado, piensa que tal vez lo dejaron libre porque para algunos, ella es algo así como su mejor amiga.
Lo que ellos no saben, es que, debido a la silenciosa petición de Woori, se han alejado. Jiyeon también querría lejos a la chica que mira con una mezcla de adoración y dolor a su novio y con la que compartió un pasado en común, aunque Namjoon le haya jurado que no está enterada sobre lo que pasó entré ellos.

—¡Por fin!—exclama Kim Seokjin (hermano de Woori, por cierto), sentado del otro lado de la mesa frente a ella,—solo faltabas tú.

Jiyeon se ríe discretamente mientras toma asiento, una vez establecida, se disculpa por la tardanza. Namjoon la está mirando, cuando sus miradas se cruzan, comparten una ligera sonrisa con los labios apretados y una casi inexistente reverencia. Jiyeon también capto la mirada de Woori sobre ella, por lo cual hizo el mismo gesto, sin embargo, pudo notar lo falsa que era la sonrisa de la mujer al otro lado de Namjoon. No puede quejarse, la entiende.

La cena fue deliciosa y la convivencia amena, hace unos minutos que habían dejado la mesa para pasarse a un salón del restaurante donde está el bar y un pianista tocando melodías navideñas. Los diez invitados tienen su copa en mano, se ríen de lo que sea que Seokjin diga y los enamorados se secretean.

A Jiyeon le encantaría ser parte del club de enamorados. Le encantaría tener con quien irse a casa después para pasar la fría noche acurrucados. Sin embargo, había aprendido que, al menos en cuestiones amorosas, las cosas no suceden como ella quería, porque, si fuera así, sería ella quien estuviera entre los brazos de Kim Namjoon. Sería ella a quien le abriría la puerta del auto cuando sea momento de irse y pasarían la noche entre risas y besos en el departamento que comparten. Suspira cuando los mira de reojo, mirando como alguien disfruta de lo que a ella le hubiera encantado tener.

—Amigos, hay algo que nos gustaría compartir con ustedes,—anuncia Namjoon, llamando la atención de todos.

Esa voz la saca de sus pensamientos, que, si Namjoon pudiera leerlos, se sentiría avergonzada de que descubriera que se tratan de él.
Inhala, sacando el aire por su nariz antes de darle un trago más a su copa, esperando a escuchar lo que sea que Namjoon y Woori tienen para compartir. A estas alturas, sabiendo que ya viven juntos, se espera cualquier cosa. Un embarazo o una boda, lo que sea.

Sus dedos sujetan con fuerza la copa cuando siente la mirada de Woori sobre ella, esa sonrisa burlona pintada de escarlata le dan ganas de estrellar lo que tiene en la mano contra la pared.

O sobre Woori, pero eso haría que Namjoon la aborrezca y no está segura de poder soportarlo.

—Como saben, Woori y yo estamos a punto de cumplir cuatro años, por lo que...pensé que la mejor manera de celebrar nuestro aniversario, sería pidiéndole matrimonio,—cuenta, mirando a su alrededor con una hermosa sonrisa adornando su cara y los ojos más luminosos que alguna vez ha visto,— así que, ¡guarden la fecha! Nos casaremos el próximo abril.

Jiyeon está segura que puede vomitar en cualquier momento. Escucha los aplausos y felicitaciones de las personas a su alrededor lejanos, como si ella no estuviera ahí ahora mismo. Como si lo que escucho hubiera sido un sueño y apenas se está despertando de él, sintiéndose en ese trance donde no sabe si está dormida o despierta y por eso no está segura que fue real.

Pero, desgraciadamente, no fue un sueño.

Namjoon se va a casar. Se casará con alguien que conoció de pronto y fue lo suficiente increíble como para hacerlo quedarse el resto de su vida.

El pensamiento incómodo que trataba de esconder en algún rincón olvidado de su mente se asoma, recordándole que, Namjoon encontró a alguien mejor que ella.

Jiyeon trata de hacer ejercicios de respiración, toma de golpe el vino blanco que quedaba en su copa y espera ser lo suficiente disimulada para que nadie se de cuenta de las ganas de vomitar que siente. Y mucho menos, de cómo sus sueños acaban de llegar a su fin. Porque los sueños, son solo eso, sueños que tienes mientras duermes. En la vida real, no terminas con el hombre de tus sueños.

Sabía que podía suceder en cualquier momento, aún así, no se imaginó que llegara a doler como lo hace.

Se acercó a felicitarlos, lo más animada que pudo disimular, tratando de no hacer un momento incómodo para ninguno de los tres. Namjoon la abraza más fuerte de lo que debía, queriendo transmitir que, a pesar de que ninguno de los dos dijo nada al respecto, se dio cuenta que Jiyeon había desarrollado sentimientos por él, tristemente no fueron correspondidos. Conocer a Woori y darse cuenta de los sentimientos que Jiyeon trataba de ocultar, hicieron que se comportara como un idiota, así que espera, pueda perdonarlo.

Luego de las felicitaciones, Seokjin abre una botella de champagne para celebrar, haciendo reír a todos cuando el corcho sale expulsado y la espuma se desborda de la botella.
Todos brindan por los futuros esposos, Jiyeon brinda porque, al fin, había llegado el momento de afrontar la realidad y este absurdo enamoramiento se acaba, cueste lo que cueste.

—Gracias Seokjin por olvidar tu laptop en casa de tus padres y pedirle a tu hermanita que la llevara a la oficina, cambiaste mi vida desde ese momento.

Namjoon levanta su copa para brindar en el aire con Seokjin, quien sonríe cómplice para luego contar anécdotas de su cuñado y hermana cuando trataban de convencerlo para presentarlos. Jiyeon lo escuchaba distraída, haciendo tiempo para poder marcharse y no hacerlo ver como si quisiera huir de aquí. Era la única soltera del grupo, sus amistades deben pensar que sería la última en irse para seguir disfrutando de la noche, ya que no hay nadie quien la espere en casa.

Después de un rato, las náuseas no cesaban, por lo que tomó eso como excusa para poder irse, alegando que tal vez la salsa de la pasta había sido la causante. Fue tan convincente que nadie le impidió irse, sabiendo que aún se quedarían un rato más, no anunciaban un compromiso todos los días, por lo que querían celebrar.

Al llegar a casa, vomitó todo lo que había en su estómago, incluso las palabras no dichas y los sentimientos no correspondidos. Volvió a vomitar al día siguiente luego de verlo presumir en el comedor de la empresa el anillo que le había dado a Woori. También vomitó esa misma noche, luego de ver la foto que subió a su cuenta de instagram: la había llevado a una de esas montañas que le gustan, en la orilla de algún barranco se había arrodillado frente a ella. El paisaje se veía majestuoso, la nieve le daba un toque aún más romántico y está segura que fue un momento a solas, porque por el ángulo de la cámara, se nota que colocó su celular en la tierra.

Es víspera de navidad, por las fotos en las redes de Namjoon, están en su ciudad natal. Probablemente duerman en la antigua habitación de él, una que Jiyeon también conoció cuando solían ser adolescentes y la vida no era tan dolorosa como ahora. Se pregunta si saben que su corazón está roto, ¿Woori disfrutara saberlo? Espera que, si algún día ese pensamiento cruza la mente de Namjoon, no sienta pena por ella, sería muy vergonzoso.

Es víspera de Navidad, la nieve cae, los árboles brillan y como deseo navideño, Jiyeon espera no seguir vomitando para no pasar una noche aún más triste.








¡El segundo ha llegado! Espero sea de su grado.

Algo sobre mi, es que me encanta escribir cosas tristes, lo siento taaaaanto, prometo que los otros cinco que faltan ya no lo serán. Y otra cosa sobre mi, es que por más que traté de hacerlo corto, no podré. 2700 palabras y pensaba hacerlo de máximo 1500😭

¡Disfrútenlo! Déjenme sus opiniones, por favor.

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