CHRISTMAS TREE
♡⃕ cuando la lluvia se detiene
tú me iluminas. Tu luz es
lo único que evita el frío.
te diré un millón de pe-
queñas razones por las
que me enamoro de tus
ojos ✩˚。⋆
⚘ eres como la primera
nieve que llegó en una
noche de verano. Un
milagro increíble, un
momento sorpresivo
que nadie vio venir.
════★
Choso se estaba preparando para echarse a dormir al no tener ocupaciones que lo mantuviesen despierto esa noche y se encaminó hacia su cuarto al corroborar que era un horario bastante conveniente para al fin descansar de un día agotador. Cuando su celular sonó notificándole un nuevo mensaje plantó sus pies en el piso mientras revisaba el móvil con desgana; abriendo grande sus ojos y alzando sus cejas con mucha sorpresa, entusiasmo y una pizca de preocupación recorriéndole las venas ante el texto que envió su novia. En los minutos que se dedicó a mandar su respuesta exigiendo explicaciones que se encargaran de saciar la intriga tremenda que estaba sintiendo en esos momentos su puerta recibió tres pequeños golpes y Choso reconoció que su novia se hallaba ahí aguardando por él. No la hizo esperar y con prisa abrió la puerta. Lo primero que sus ojos captaron fue un destello carmesí que lo hizo sonreír torcidamente sin darse cuenta en tanto se apoyaba casualmente en el marco de la puerta para obtener una mejor vista. Admiró con gusto la cabellera roja de su novia, similar a los adornos que había visto en los sitios con decoración de navidad, enmarcando su pequeño y suave rostro salpicado con manchas que hacían parecer que conservaba una constelación inalterable en sus mejillas y parte de su refinada nariz.
—¿Qué haces aquí a estas horas, Yumei? Me preocupé cuando dijiste que estabas viniendo sola tan tarde. ¿Ocurrió alguna cosa de la que no me enteré? Pensé que estarías en casa de tus padres ya que en nada será navidad.
Los ojos pardos relucientes de Yumei se encontraron con los suyos con suficiente amor como para hacerlo suspirar con un inmenso cariño arraigado en lo profundo de su alma. Su novia era un ser exquisito que lo tuvo en la palma de sus delicadas manos desde el día que se topó con ella en la pequeña cafetería que estaba cerca de la universidad donde ambos asistían sin haber coíncidido anteriormente pues no estudiaban la misma carrera en aquel extenso instituto. Aún rememoraba esos insignificantes encuentros en que Yumei reposaba sus ojos lindos sobre los suyos, seguido de un espectáculo impresionante digno de elogios a la hora de esbozar una hermosa sonrisa que enseñaba sus perlas blanquecinas perfectamente alineadas en su boca de labios rosáceos y aspecto tan suaves como un dulce algodón de azúcar.
—Eh, ese era mi plan inicial —reconoció su novia con vacilación, balanceando su peso de una pierna a otra mostrándose ansiosa —. Pero hablé con mis padres y comentaron que estaba bien que pasara navidad aquí contigo. ¿No me extrañaste? Porque a mí me costó mucho no verte en semanas por culpa de los estudios y el maldito trabajo.
Yumei observó con atención a su novio de rostro taciturno y encandilantes ojos de mirada aburrida que simulaban albergar el universo mismo y sus maravillosos misterios, más unas muy marcadas ojeras que jamás desaparecían debajo de éstos, apreciar su figura como si fuese algo muy valioso y sagrado. Se tomó lo que pareció ser un minuto eterno para abarcar todo su masculino y bien desarrollado cuerpo, reparó en la camiseta blanca que vestía Choso en esos instantes aparte de los pantalones holgados negros; la misma que a ella le encantaba lucir orgullosa cuando se quedaba a dormir con este chico de cabello marrón medio largo tan oscuro como los cafés que solían consumir en las mañanas con semblante somnoliente e increíblemente suaves contra sus dedos, recogido en una coleta baja desordenada con mechones rebeldes cayendo sin tapujos sobre sus rasgos afilados y endiabladamente agraciados. Su guapo novio siempre causaba que sus mejillas pecosas se tiñeran de un rojo tan intenso como sus cabellos con tan solo contemplarlo.
Yumei se distrajo en cuanto trajo a su memoria la noche anterior que había recibido un mensaje de Yuji Itadori informándole que tenía planeado pasar navidad junto a su grupo de amigos y por consiguiente quien era su medio hermano estaría demasiado solo. Como ella no quería orillarlo a socializar con su familia a sabiendas que Choso era un hombre de pocas palabras que gustaba de tiempos sosegados decidió festejar dichas fiestas con él a solas. A decir verdad le parecía sumamente emocionante, puesto que sería la primera navidad que estarían juntos. Aunque Choso no demostraba importarle mucho la navidad cercana.
—Vamos, pasa que hace frío —Choso tomó del hombro a Yumei y la invitó a ingresar al apartamento de ambiente cálido gracias a la calefacción y cerró la puerta para después abrazar un tanto nostálgico a su novia, inclinándose a su altura al sentir cómo ésta le regresaba el gesto tierno —. Te extrañé como un puto loco. Estaba a punto de irte a buscar al trabajo y raptarte —murmuró con voz ronca contra su oído y percibió cómo el cuerpo menudo de Yumei se estremecía por la risilla brotando de su boca y él se apartó un poquito para admirar su bella sonrisa que deseaba enmarcar en algún cuadro. No lo pensó dos veces cuando la observó tan preciosa entre sus brazos firmes y besó con suma profundidad sus labios y justo ahí recordó el primer día en cual fue gratamente bendecido con ser el chico privilegiado que se ganara el derecho de probar los dulces belfos de Yumei, tan malditamente deliciosos como el algodón de azúcar que se derretía gustosamente en su lengua al comerlo. En este caso era Choso quien se derretía en desmesurado gozo con cada pequeñísimo movimiento que los arrebatadores labios de su primorosa novia acomentían contra los propios de manera parsimoniosa para aprovechar de sus caricias lo más que pudiesen.
Ni bien se apartaron Yumei caminó hacia el cuarto de Choso mientras él seguía sus pasos con su andar monótono ocultando sus manos en los bolsillos del pantalón; la de cabello escarlata como la sangre se percató de que no había ni rastros que hicieran referencia a las festividades en el apartamento y la desanimó un poquito al caer en cuenta que quizás su novio no se sintiese cómodo con celebrar.
—¿Qué tienes? —Choso se lanzó a la cama despreocupado y afirmó su codo sobre el colchón para apoyar su mentón contra su mano. Podía ver el semblante apagado y casi tristón de la chica de ojos pardos en cuanto volteó a verlo con un puchero que se le hizo condenadamente adorable de una forma casi insana. Temía poseer una fijación a niveles inmoderados pues cada mínima acción que Yumei llevara a cabo se le hacía extraordinaria. Tampoco se quejaba.
—Ni siquiera tienes árbol de navidad —ella se dejó caer a su lado en la cama después de colocar su bolso sobre una silla —. ¿No te gusta celebrar la navidad y nunca me dijiste? —lo miró con desilución aunque intentó camuflar ese sentimiento con una muy pequeña sonrisa de labios sellados. Choso se encogió de hombros.
—Nunca le tomé importancia y este año pensaba que estaría solo. Generalmente Yuji se encarga de traer cosas para hacer este lugar más... —buscó la palabra —: eh ¿llamativo y... festivo? —sonrió a la misma vez que tocaba fugazmente la nariz de su novia de forma juguetona, provocándole una fingida expresión de molestia por su hazaña —. Conociéndote quieres llenar mi apartamento con esas porquerías coloridas, ¿cierto?
—¿Te molestaría si lo hago? —inquirió Yumei dándole una mirada esperanzada.
—Haz lo que quieras —Choso se mostró indiferente con respecto al tema y la de cabello carmesí hizo una mueca que lo hizo bufar en tanto se estiraba a lo largo del colchón con intenciones de dormirse —. Ya sabes que el apartamento es tuyo también, lo que sea que elijas hacer no me molestará.
Yumei no tardó en tirarse a abrazarlo con ternura mientras Choso pretendía quitársela de encima sin emplear sus verdaderas fuerzas, pues su ambición más abismal era que permaneciera así de cerca todos los días de su miserable vida para llenarlo de su ávida manera de vivir el día a día con una hermosa e hipnótizante sonrisa instalada en esos rosados labios que adoraba degustar y que lo tenían sometido con su adictivo sabor que probablemente era el mismo elixir o exquisita ambrosía que bebían las divinidades. Siendo Choso un simple mortal de mal carácter y cara de pocos amigos se sentía afortunado de tener la dicha de deleitarse con todo el hierático ser de Yumei.
(...)
A la mañana siguiente Yumei se encargó de despertar a un Choso gruñón que no deseaba levantarse temprano ni mover un dedo las horas restantes, sin embargo, Yumei lejos de dejarlo pasar insistió sin cesar hasta que consiguió sacarlo de la cama con empujoncitos y mascullos de Choso para obligarlo a ducharse y tomar café fuerte como desayuno para espabilarse antes de abandonar juntos el confort de su apartamento para salir al congelado exterior donde había viento invernal y helado, nieve descendía y aterrizaba abundante en diversas regiones de Japón, para ir de compras navideñas tomados de las manos en un agarre férreo que les indentificaba como una pareja y que no deseaban deshacer. De ser posible ellos ansiaban caminar así durante toda una eternidad.
—No entiendo porqué no vinimos en mi moto —se quejó Choso en el gigantezco centro comercial de Tokio, arreglando el gorro de lana que cubría sus cabellos oscuros sueltos —. El bus estaba repleto.
—¿Cómo vamos a llevar las bolsas en la moto? —refutó Yumei mirando el local que vendía árboles de navidad con sus diseños y tamaños variados —. Van a ser muchas. Tendremos que tomar un taxi para regresar.
Choso rodó los ojos y observó lo mismo que su novia, buscándole la fascinación que ella le encontraba pero sin obtener el mismo resultado. De reojo notó cómo la señora que se hallaba cerca miraba con desagrado la línea que cruzaba sobre el puente de su nariz. Se rió dentro de sí al imaginar que la señora pensaría en él como parte de un grupo de mafiosos. Bostezó con sueño y recostó su mentón en el hombro de Yumei buscando atraer calidez a su frío cuerpo.
—Lleva el que te guste más, Yu —dijo al detectar la indecisión nublando sus ojos.
—Mejor nos apuramos —asintió Yumei, sacando dinero de la billetera que ellos compartían para los gastos en conjunto.
Durante el resto de la mañana hasta el medio día fueron de un lado a otro sin dejar de comprar lo que creían que les convenía. Yumei entusiasmada por las compras y Choso siguiéndola con cara seria pero hechizado con su expresión alegre y soltando vagos comentarios al momento que la chica pedía su opinión cuando iba a comprar algo. Yumei trató de incluirlo en cada pequeña cosa, pues anhelaba que se animara junto con ella. Incluso se involucraron en un incidente porque el dueño de un local de peluches quiso estafar a Yumei exigiendo dinero de más por un peluche que después se dieron cuenta estaba descocido y roto; Choso intervino con rabia sosteniendo al estafador por la camisa en un puño emanando aires amenazantes ni bien notó cómo el hombre pretendía darle un golpe a Yumei y no se necesitó más para que el sujeto cediera y pidiera disculpas antes de obsequiarles un peluche extra excusándose con que fue una equivocación sin malas intenciones. Desde luego que el sobrino de Yumei se pondría jubiloso al recibir doble regalo.
Regresaron a casa llenos de bolsas de diversos tamaños que dejaron en los sillones de la sala ni bien ingresaron. Cuando Choso se dispuso a desplomarse en el sofá la chica de cabello color fuego extrajo el árbol de navidad que no era muy grande, mas sí adecuado para su hogar; y los adornos que conllevaba.
—¿Vas a armarlo ahora? —vio que se acomodaba en el suelo y empezaba a colocar las esferas de tonalidades rojas, doradas y verdes en las ramas.
—Por si no lo sabes estamos a horas de noche buena —canturreó Yumei con la vista fija en su trabajo.
—Primero van las luces —fue lo que Choso dijo al sentarse al lado de esa bella mujer que robaba su corazón despiadadamente cada día —. Deja, prefiero hacerlo yo.
Yumei esbozó una genuina sonrisa en cuanto admiró a su atento y atractivo novio, quien aparentaba ser un bad boy con nulo interés en los demás pero que por dentro era un pan dulce de navidad dispuesto a entregar lo mejor de sí por sus seres queridos, distribuyendo las luces en el árbolito después de haber luchado para quitar los nudos que las enredaba. Con gracia Yumei sacó su celular para tomarle un par de fotos antes de dejar que suene The Weeknd de fondo mientras ayudaba al chico con la decoración, enamorándose aún más de Choso y estando muy segura de elegirlo ya que no paraba de mostrar cuánto la amaba con estas acciones que con intensidad brindaban estima a toda su alma.
—No sé si me convence —murmuró Choso inclinando la cabeza y torciendo su boca en una mueca de disgusto al ver el árbol puesto en un rincón contra la pared de su hogar. Chistó la lengua, nada satisfecho mientras miraba los pequeños muñecos de Santa Claus con caras feas, según su percepción, en las ramas verdozas y delgadas del árbol.
—Está perfecto así —discrepó Yumei sin desdibujar su sonrisa y el fino bosquejo de una sonrisa nació en la boca de su novio —. Ahora tenemos que ocuparnos de la comida. Ven, te enseñaré a cocinar galletas de jengibre. ¿Te gusta esa idea?
—Mhm...
Sin previo aviso Yumei saltó sobre la espalda de Choso riendo bajito y este sostuvo sus piernas sin inmutarse al avanzar hacia la acogedora cocina y amando en secreto cómo la chica se dedicaba a picotear sus mejillas con inocentes besos.
—¿Y, bien? Preparemos la comida.
Yumei se bajó hábilmente de Choso y buscó la harina y demás ingredientes para preparar las galletas mientras le explicaba al chico cómo hacerlo, éste prestaba atención tratando de que su mente no olvidara nada. La chica de ojos pardos recordó entonces aquel divertido día que le enseñó a su novio y al medio hermano del mencionado una receta de su país natal, Australia. Con Yuji se pasó riendo y bromeando acerca de lo gracioso que se veía Choso rezongando por lo difícil del asunto; ella atesoraba mucho lo simpático que era su cuñado. En cuanto al de cabellos oscuros, como las hojas secas que iban cayendo en época otoñal, amaba ver a su enamorada compartiendo tiempo con su hermanito, sin embargo, entre los dos formaban un terremoto perfectamente capaz de destruir su escasa capacidad de socializar y a consecuencia terminaba tan agotado que requería de una prolongada y reparadora siesta.
El chico de tez tan pálida como la harina que ahora manchaba zonas de sus ropas puso a hornear las galletas que preparó bajo la supervización de Yumei en tanto ella terminó de cocinar lo que comerían en la cena. Había un agradable aroma a comida mezclado con el postre que eran las galletas que despedían un profundo olor dulce y especiado característico del jengibre. La combinación de sabores en el aire abrieron su apetito, sin embargo, lo ignoró para acercarse a Yumei y sin avisarle se tomó la libertad de subirla cuidadosamente en la mesada a la vez que él se posicionaba entre sus piernas, las cuales se enroscaron en sus caderas, y sostenía su rostro con una mano que esparcía delicadas caricias en su piel decorada de forma pulcra con pecas que en sus ratos libres le gustaba enumerar.
—Choso —suspiró Yumei complacida con los labios de su novio presionando besos fervientes contra su cuello, sus dedos temblorosos desordenaron los cabellos de Choso que anteriormente ella había recogido en una coleta para que no le fastidiara al cocinar —. ¿Crees que sea prudente...?
—Tenemos de diez a quince minutos si no queremos que las galletas sufran de un bronceado masivo. Tú decides —le obsequió una sonrisita concluyente a la cual Yumei no pudo resistir y lo atrajo hacia sí para besarlo con mucho deseo oyendo un gruñido extasiado de Choso mientras correspondía enérgicamente.
(...)
Horas más tarde estaban retirando los platos de la mesa después de cenar en un silencio armonioso vistiendo ropa nueva y elegante luego de ducharse, peinarse y perfumarse. Choso se veía impecable y todo un rompe corazones en su traje negro con zapatos a juego ante los ojos soñadores de Yumei, además sujetó su cabello en dos rodetes con mechoncitos cayendo sobre su frente dotándolo con un atrayente aspecto suntuoso y original que hacía suspirar bobamente a Yumei en el preciso segundo que centraba su vista en él. Yumei por su parte eligió vestir un suéter de lana junto a una falda elegante con zapatos combinados y un modesto maquillaje resaltando su belleza y dándole una apariencia llena de esplendor. De su cuello pendía un fino collar que Choso le regaló en su cumpleaños.
—Te ves tan preciosa —el halago viajó desde Choso hacia Yumei apenas ellos tomaron asiento en el sofá de la sala de estar. El chico se acercó a sus cabellos a medio agarrar y ligeramente rizados en las puntas, inspiró el cautivante aroma de su perfume y suspiró al percibir una aglomeración de cosquilleo en su propio estómago para seguidamente atraerla a su cuerpo en un afable abrazo. Besó su frente. —Te amo.
Yumei lo observó irradiando felicidad y se encontró a Choso con las mejillas cubiertas de un rubor poco sutil. Le regresó un confidencial y sincero "te amo" que brotó desde lo más profundo de su corazón y que puso contento al chico. Entonces procedió a tomar fotos con su celular para guardar recuerdos.
—Mira a la cámara —le reprendió a Choso mientras él hacía un puchero disconforme y obedecía dubitativo.
—Voy a enviarles las fotos a nuestras familias para que sepan que estamos pasándola súper. ¿Deberíamos ver una peli navideña? —Yumei verbalizó esto mientras se ponía de pie, mas un intenso mareo arrasando en contra suyo la hizo tambalear en su lugar. En menos de un parpadeo su novio se hallaba a su lado sosteniéndola con manos fuertes para no dejarla caer.
—¿Qué sucede, cariño? ¿Te sientes mal?
Yumei tragó saliva y se llevó una mano temblorosa a la frente, medio asustada.
—No lo sé... de repente el mundo se me dio vueltas y mi cuerpo se siente débil.
Choso sentó a Yumei otra vez en el sofá antes de ir por las llaves de la casa y el abrigo largo de la chica para ayudarla a colocárselo bajo su mirada teñida de incertidumbre.
—¿Qué haces? —su voz sonó torpe y asustadiza, haciendo que una mueca angustiante serpenteara sobre el rostro de Choso. Además en segundos la chica pasó a verse más pálida que él y esa no era buena señal en absoluto.
—¿No es obvio? Vamos al hospital.
—Pero es navidad. Se supone que debemos celebrarlo juntos en casa.
—No seas terca —la tomó de la mano cariñosamente y la guió suavemente hacia la salida —. Lo importante es permanecer juntos y eso haremos. Primero déjame confirmar que te encuentras bien de salud, ¿bueno?
Yumei se abstuvo de replicar y se aferró a Choso ante la sensación de fatiga que le sobrevino, abrumándola.
(...)
Desde que Yumei fue llevada por los enfermeros para hacerle un chequeo que arrojara pruebas sobre su estado endeble de salud Choso se mantuvo a espera en la silla fuera del consultorio que lo separaba de su novia. La suela de su zapato impactaba incesantemente contra el piso a raíz de los movimientos ansiosos de su pierna y sus dientes se entretenían mordisqueando con agobio su labio inferior. ¿Por qué se tardaban tanto? ¿Yumei estaba bien? No saberlo lo hundía en un peligroso remolino de aflicción. Su ser se tornaba impaciente y melancólico al enfrentar una situación riesgosa en la cual sus seres queridos se vieran envueltos. Desde la muerte de su madre y sus otros dos hermanos Choso se negaba a la idea de perder a alguien más. Solo contaba con Yuji su medio hermano y su novia. Interrumpiendo la maraña de pensamientos atormentando su mente una enfermera regresó con su novia de cabello rojo, quien le obsequió una sonrisa para borrar sus pesimistas visiones al reparar en su actitud cauta. El poder que ejercía Yumei sobre él era tal que con una cándida sonrisa hacía desvanecer sus emociones negativas.
Choso estuvo de pie en un salto y se apuró a acercarse a su novia sin dar siquiera un vistazo a la jóven enfermera que había estado enviándole miraditas sugestivas desde la distancia que él nunca devolvió.
—¿Ya está todo? ¿Qué dijo el médico?
—Tengo deficiencia leve de hierro que se puede controlar con suplementos y una dieta adecuada.
—¿Pero?
—Pero indicó que debería permanecer aquí en revisión hasta la mañana —su cara dejó ver una expresión abatida al terminar de explicar.
—Les mostraré su habitación. Síganme, por favor —la enfermera se entrometió y no les quedó otra opción más que hacerle caso —. Los pacientes no pueden tener visitas a estas horas. En minutos será veinticinco de diciembre y creo que debería...
—No soy una visita. Seguro se permite que haya un familiar cuidando de los pacientes internos —sanjó Choso sin miramientos, molesto con lo que esa enfermera insinuaba; dejar sola a su pareja. Eso ni muerto iba a suceder.
No hubo respuesta de la enfermera y en cuanto les dejó solos en su habitación se marchó en silencio. Yumei se sentó en la única cama y bufó. Se sentía culpable de ser la causa que los ataba a un hospital en plena celebración navideña. Sus ojos picaron por las lágrimas que empezaron a salir, antes que pudiese eliminarlas su novio lo hizo por ella. Choso se arrodilló ante Yumei y sus dedos quitaron todo el rastro salado de lágrimas de sus mejillas pecosas. Besó su frente con cuantioso amor y le sonrió dulcemente, siendo responsable de que Yumei advirtiera mariposas enloquecidas en su estómago.
—No llores —arrulló con voz apacible —. Sé que no es la navidad que tenías planeada para nosotros, pero habrán muchas otras y serán mil veces mejor. Por lo menos estamos juntos, ¿no es lo fundamental, eh? —revolvió su cabello jovialmente y recibió un manotazo con una mirada reprobatoria de la hermosa chica.
—No probamos tus galletas.
Choso le restó importancia encogiéndose de hombros.
—Están bien guardadas.
Los ensordecedores sonidos de millones de fuegos artificiales iluminando en los cielos con diversos patrones los guiaron hacia el balcón para apreciar mejor ese acontecimiento alegre. Yumei se abrazó al torso de Choso y besó su manzana de adán arrancando su atención del cielo y atrayéndola hacia sí. El chico la sostuvo en un tórrido abrazo y apoyó su barbilla en la coronilla de su cabeza. La de rojiza cabellera pudo sentir su corazón latir de amor por su novio, no importaba el sitio donde estuviesen; tener la presencia del pálido, guapo y considerado chico le era lo más significativo y la llenaba de gran dicha. Choso se transformó en su lugar seguro y el agradecimiento que sentía por ello era incalculable. Veneraba cada pequeña faceta del chico de un modo que hasta le robaba el aliento con un mínimo roce.
—Feliz navidad, Choso.
—Feliz navidad, Yumei.
NOTA FINAL:
Siendo sincera este os no me
termina de convencer, pues no
me es sencillo narrar con la per-
sonalidad de Choso, además que
quería relatar más escenarios, sin
embargo, no encontré las palabras
exáctas por culpa del bloqueo. De
todas formas me gustó ya que puse
esfuerzo en ello. Por cierto, el hecho
de mandar a la oc al hospital lo basé
en una experiencia personal. Y más:
recuerden que en la vida real tanta
pirotecnia asusta a los animales y a
las personas autistas, así que traten
de celebrar de otro modo si pueden.
Por último, les deseo un buen inicio
de año y feliz navidad atrasada ♡
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