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🎄Final🎃

Cairnmore, Inglaterra

Tan rápido como le era posible, un pueblerino de la zona corría con todas sus fuerzas, jadeante a desfallecer y con una expresión que reflejaba angustia y preocupación. Podía ver su propio vaho salir ante el frío de esa noche de invierno y la punta de sus dedos congelados ante la falta de guantes que olvidó portar.

Apenas divisó la capilla de Cairnmore sintió un alivio esporádico, por lo que se sintió motivado a no detener su andar y acelerar la marcha.

Una vez que se hizo en el lugar abrió la puerta de forma abrupta, tomando a todo el pueblo por sorpresa. Era la misa de navidad, donde la gran mayoría del pueblo asistía para celebrar el nacimiento del salvador del mundo, por lo que era inusual ser interrumpidos de una manera tan particular.

—¡Padre! —Gritó entre jadeos el pobre hombre—. ¡El pueblo de Larkwood está incendiándose!

El espacio se llenó de un jadeo colectivo y susurros inentendibles sobre la noticia llevada. Las mujeres no lo podían creer, mientras que los hombres parecían confundidos.

—¿Qué? ¿En pleno invierno? —con el ceño fruncido, el señor Han se levantó de su banca, la cual estaba en primera fila, su esposa e hija, Sohee, a su lado—. ¿Qué zona del pueblo está quemándose?

—No, no, señor, no está entendiendo —el hombre avanzó desesperado cerca del altar y tomó al señor Han desde el cuello de su camisa—. ¡El pueblo entero está cubierto de llamas!

—¿Qué pudo haberlo provocado? Esa pobre gente —se escuchó a algunos desconocidos preocupados.

—Fueron castigados por fin —sentenció el señor Han, alejando al desconocido con asco y limpiando su traje—. Hace años quemaron a un brujo que vivía entre ellos. El Señor ha aborrecido que lo dejaran vivo por tanto tiempo y les está cobrando su ineptitud. Oremos por las almas de los desafortunados.

—Lo mismo ocurrió con aquella familia que se burló de mi hija —la señora Han se levantó de su asiento y tomó a su esposo del brazo, asustada por las posibles consecuencias que sufrirían—. Nos tardamos en comprender lo que eran, ¿Dios también nos castigará por haberlos dejado vivir tanto con nosotros?

—Dios no creo que lo haga.

La voz de Jungkook resonó desde las puertas de la capilla, hacia donde todos prestaron atención y guardaron silencio al tratar de reconocer al joven de cabello rojizo y sonrisa resplandeciente que los veía con una expresión indescifrable.

—¿Quién es usted? —indagó el sacerdote, dando un corto paso e intentando agudizar su ya débil visión para enfocarlo mejor, pues no percibe una buena energía proveniente de aquel presunto desconocido.

—¿No sabe quién soy, sacerdote? —Jungkook fingió indignación, llevando su mano al pecho y descomponiendo su rostro en incredulidad—. Me duele un poco que no recuerden mi identidad, pero le refrescaré la memoria.

Enderezó su postura y avanzó a pasos elegantes por el amplio pasillo de la capilla, sin eliminar la sonrisa de orgullo que llevaba consigo, pero había algo más en él que no les daba un buen presentimiento a todos los asistentes.

Cuando llegó frente al sacerdote, no pudo evitar que una pequeña risa de burla escapara de él al ver cómo el hombre se encogió en su lugar apenas lo tuvo de cerca, sin romper el contacto visual y ladeando su cabeza de vez en cuando, analizando a la escoria que tenía ante él.

—Yo no sería capaz de asesinar a una familia entera por falsas acusaciones de brujería —dijo con una comisura de sus labios alzada al ver que el hombre reaccionó a los recuerdos—. ¿Sigue sin saber quién soy?

—¿Jungkook?

Soltó un suspiro cuando parecía que alguien más también lo reconoció, se dio la vuelta y descubrió que su ex esposa y viuda fue la primera del público en descubrir su identidad.

—Vaya, al fin sirves para algo, Sohee, porque para darle hijos a tus amantes veo que no —Jungkook hizo amago de asomarse a ver detrás de Sohee, para confirmar que se encontraba sola, sin una pareja a su lado.

—Después de todo tenía razón. Eres un servidor del diablo —el señor Han comenzó a retroceder para tratar de alejarse de él al momento que analizaba con terror el rostro cubierto de cortes y grapas—. ¡Sangre sucia! ¡Maldigo a tu sangre, Jeon! ¡Maldigo tu espíritu y t-!

—Shh, no grite en la casa de El Señor, más respeto —Jungkook llevó su dedo índice a los labios para acto seguido chasquear sus dedos y escuchar lo que parecía música para sus oídos: gritos.

La señora Han comenzó a gritar de pavor cuando vio que la boca de su esposo repentinamente se selló con hilos que atravesaban sus labios, con gotas de sangre saliendo de él y retorciéndose con quejidos de dolor.

—Le diré algo, señor Han —Jungkook dirigió una mala mirada al sacerdote, quien sin decir nada retrocedió hasta alejarse y estar al lado de los demás presentes. Avanzó hasta el altar y de un pequeño salto tomó asiento sobre la mesa central, en donde balanceó sus piernas despreocupado para seguir hablando en general, tomando con desdén el cáliz que reposaba a su lado y detallándolo con fingido interés—. Si hablamos de sangre sucia, creo que ninguna es más podrida que aquella que tuvo el valor de asesinar a una familia entera; colgaron sin piedad alguna a unos jóvenes que tenían toda una vida por delante, un hombre entregado a su familia como nadie nunca lo habría hecho y una mujer que estuvo dispuesta a todo por proteger a sus hijos.

—¿Qué es lo que quieres? —Susurró Sohee, llorando de temor y tomando de un brazo a su papá, quien no podía soportar el dolor de las puntadas en su boca—. ¿Hacernos lo mismo? ¿Pretendes colgarnos a todos en los árboles del pueblo?

—La idea es tentadora pero no, me tomaría mucho trabajo y no quiero ensuciarme las uñas. —Al decir aquello, Jungkook la observó fijamente, regocijado en su interior al ver el llanto descontrolado de la mujer—. Lo que quiero es que mi familia sea feliz, Sohee. Pero ustedes los mataron y ya no se puede.

—¡¿Entonces qué rayos buscas de nosotros?! —preguntó ella otra vez, con su labio inferior temblando, presa de la desesperación—. ¡¿Vas a vengarte acaso?!

—No, no, nada de eso. Vine para renovar mis votos matrimoniales —dejó el cáliz otra vez en su lugar y apoyó sus codos sobre sus rodillas para dedicarle su entera atención a lo que se aproximaba—. Pero no te prometo que mi esposo venga con la misma tranquilidad que yo.

Con esa respuesta, acompañada de una enorme sonrisa, las personas en la capilla comenzaron a tener miedo de él. Después de aquel intercambio de diálogos ya lo habían reconocido, sabían lo que todos ahí le habían hecho y probablemente eran conscientes de lo que pasaría si permanecían un segundo más en ese lugar, por lo que optaron a intentar escapar como los cobardes que eran al verse en desventaja.

—¿Por qué se van tan temprano? La boda apenas va empezar.

Todos se detuvieron, quedaron petrificados ante el hombre que apareció repentinamente en la puerta principal y bloqueó su escape al azotar las puertas a sus espaldas.

Vestido de un elegante traje negro con finas franjas blancas, Taehyung había aparecido ante los creyentes, manteniendo el mismo semblante burlón de Jungkook, aquel que denotaba la satisfacción que se alimentaba del terror colectivo de sus futuras víctimas.

—¿Qué es lo que quieren?

—¡Déjenos ir, por favor!

—¡Jungkook, detén esto y déjanos ir!

Una súplica tras otra se escucha entre el gentío, quienes intentaban abrir o romper las ventanas laterales pero nada funcionaba, no tenían escapatoria alguna.

Pero a ellos dos poco o nada les iba a importar cuando estaban manteniendo el contacto visual. Jungkook le pestañeó con inocencia, esperando a que llegara por él hasta el altar y Taehyung sonreía enamorado por él, perdido completamente en la preciosidad que aguarda a su llegada, que lo alcance para llevarlo con él adonde sea que el destino los guíe.

—Cairnmore, solo hay una lección que debieron aprender en sus patéticas y miserables vidas. Pero incluso para eso fueron unos inútiles. Se dejaron adoctrinar como ratas y eso los empujó a cometer el peor pecado de todos: Caer en la ignorancia —dijo Taehyung mientras metía sus manos en los bolsillos—. Pero recuerden esto hasta el último segundo que respiren hoy: «La única iglesia que ilumina es la que arde.»

El rey había hablado. Dictó su propio veredicto y condenó a todos a la muerte. La sentencia estaba sellada y él sería tanto juez como verdugo, el pueblo lo sabía. El ambiente se cargó de una sensación inminente de terror, como si fuera el desenlace fatal de una historia que no tendría un final favorable para nadie, salvo para los dos entes que se encontraban en extremos opuestos.

Taehyung, sin apartar la vista de su esposo, comenzó a caminar muy despacio hacia el altar, con sus ojos tornándose en fuego puro, despertando así altas llamas que iban por ambos lados del pasillo y, por consecuencia, desatando el caos, arrancando gritos despavoridos por los presentes, quienes trataron con todas sus fuerzas de buscar una ruta de escape pero no la había.

Pronto, el fuego rodeó a las personas, manteniéndolas reunidas cual rebaño de ovejas, tratando de alejarse del fuego o de sofocar las llamas con su propia ropa, pero nada funcionó. Tanto del lado izquierdo como el derecho de la capilla los había juntado en dos enormes círculos.

"He aquí viene El Señor con sus ejércitos.
Dejen a nuestros adversarios ser avergonzados..."

Taehyung había comenzado a cantar despacio, en un leve susurro y con una melodía bastante suave, claramente irrespetando a toda esa gente, ¿pero por qué él les iba a guardar consideración alguna? Ellos no la tuvieron con su madre y abuela que gritaban por piedad antes de ser arrojadas al río. Humilladas, ultrajadas, violentadas por todos los hombres que las apedrearon antes de arrebatarles la vida.

—"Déjenlos avergonzados, déjenlos huir.
Miren cómo las huestes celestiales resplandecen.
Cómo resplandecen, cuán fuerte se oyen."

El fuego se avivó a propósito en aquel verso, provocando que los gritos de las personas se intensificaran y fueran casi inhumanos cuando algunas comenzaban a ser alcanzadas por las flamas ardientes y Taehyung, casi se vio tentado a cerrar los ojos de profunda complacencia, seguro que Jungkook disfrutaba de la vista tanto o más que él.

—"Las grandes montañas caen ante su presencia.
Montes y reyes terrenales caen ante Él.
Miren, El Señor viene para tomar su trono."

Jungkook observaba de reojo a sus laterales, más pendiente al hombre que se aproxima a él a pasos tranquilos y ligeros pero atento a los detalles a su alrededor, escuchar el crujir de la madera quemada y el olor a la carne humana que comenzaba a carbonizarse en los antiguos victimarios.

"Los serafines van en marcha, los querubines les siguen.
La tierra se está quemando.
El mundo está en llamas, es difícil respirar.
El gozo y el terror, ¿quién lo puede describir?"

Sohee lloraba desconsolada, no sabiendo qué hacer o cómo ayudar a su familia, atinando por abrazar a sus padres con fuerza y cerrar sus ojos para esperar lo peor.

—"Pues, ¿quién puede describir el milagro de los milagros?
Cuando este mundo pecador es estremecido por el cielo."

Taehyung no les daría tregua a esas personas, no podía darle paz a quienes arruinaron el futuro de su más grande amor, del faro de su vida.

Estaba a escasos centímetros de llegar al altar pero detuvo su lenta caminata cuando giró en dirección a Sohee, con quien repentinamente hizo contacto visual.

Alzó una de sus manos, avivando el fuego en toda la estructura hasta alcanzar el techo, el cual comenzaba a ceder y estaba próximo a derrumbarse.

Los gritos aún se escuchaban pero no como antes, pues la gran mayoría de personas ya había sido silenciada por el fuego, el expiador de los pecados, siendo audibles los moribundos quejidos de aquellos que ya eran irreconocibles.

—Es un privilegio morir por el fuego —dijo Taehyung para Sohee—. Aún es más privilegiado que mueras abrazando a tu familia, cuando tu sangre me mató estando solo, tu sangre mató a mi esposo siendo inocente, tu sangre mató a mi familia y la de mi esposo sin consideración alguna.

Sohee abrió sus ojos al no comprender el porqué de sus comentarios, hasta que un pequeño retumbar del suelo obligó a que soltara a sus padres y los viera gritar de dolor hasta la agonía al ser abrasados por el incesante fuego.

Ella quiso llegar hasta donde ellos pero no logró su cometido, pues Taehyung provocó que una viga de madera en el techo se partiera a la mitad y cayera sobre ella, atravesándola por el pecho y dejando su cabeza a exposición de las llamas, siendo eso lo primero que comenzó a arder de su cuerpo.

Taehyung regresó su atención a Jungkook, quien bajó de un salto de la mesa y se colocó a su lado, sintiendo un enorme alivio y satisfacción cuando la iglesia comenzó a derrumbarse por su alrededor. Por supuesto, su esposo no permitió que una sola astilla de madera cayera cerca de ellos.

—Lamento mucho pedirte que nos casemos rodeados de estos sucios oscurantistas —Taehyung tomó una mano de Jungkook y la guio a sus labios para dejar un beso en el dorso de la misma.

Jungkook le sonrió para luego abrazarlo, escuchando como todo finalmente caía cerca de ellos, rodeado en lo que nunca creyó que le daría satisfacción pero hoy incluso le parecía excitante: la destrucción total de todas las personas que le hicieron daño, y del templo que había corrompido sus mentes hasta el punto de hacerles creer que tenían algún derecho de arrancarle la vida a gente que no compartía sus ideales.

Tan ensimismados en su propia burbuja de tranquilidad, no se percataron que desde lo alto del cielo, un trineo yace varado en un mismo sitio, observando en primera fila como luego de que aquella capilla colapsara, el resto del pueblo comenzó a incendiarse casa a casa, con llamas que no habrían dejado oportunidad alguna de escape para quien estuviera en el lugar.

Larkwood y Cairnmore habían pagado finalmente el haberse tratado de deshacer de las dos personas incorrectas.

—Ahh —Jimin suspiró, simulando que se derretía de ternura al acunar su rostro con ambas manos—. Taehyung es todo un ninfómano.

—Se dice pirómano —Yoongi le corrigió con un gesto de asco.

—No sé por qué pensé que sería alguien mejor después de lo que ocurrió entre nuestros mundos —comentó Seokjin con un susurro, sosteniendo su quijada en un puño.

—Según entiendo, estas personas los obligaron a tomar este camino —respondió Jihee a su lado en el trineo también siendo espectadora de tal hazaña—. Si me lo preguntas, se merecían eso y más. ¿Tú no los habrías quemado hasta los huesos?

—Incluso pensé en dejarles carbón a todos, para avivar el fuego —Seokjin escuchó a Jihee reír por su comentario, provocando que él también sonriera un poco—. ¿No está mal pensar así siendo Santa Claus? Se supone que debo velar por la paz en el mundo.

—La perversidad de la mente humana es algo que no te corresponde cuidar, ni a ti ni a ningún guardián de las festividades —Jihee giró en su dirección, consolando sus pensamientos—. Suficiente haces con llevarles alegría una noche y que la mayoría recuerde que la vida es maravillosa a través de ese gesto. Lo que ellos decidan hacer fuera de eso, no es tu problema.

—Cuando te lo propones dices cosas que vale la pena escuchar —Jihee le evitó la mirada con fingida indignación. Un gesto adorable ante sus ojos—. ¿Quieres salir a beber algo conmigo cuando volvamos al Polo Norte?

Jihee volteó a verlo sorprendida, con sus ojos casi titilando igual que las estrellas cercanas a ellos, atinó a hacer fue asentir para la propuesta recibida.

—Por supuesto que sí —se volteó hacia Jimin y Yoongi para sacarles la lengua—. ¿Vieron? El que persevera, alcanza.

Los tres elfos comenzaron a discutir y Seokjin prefirió ignorarlos al resoplar una pequeña risa. Tomó de su saco el último regalo pendiente de entregar, volteó hacia abajo, entonando un fuerte silbido que llamó la atención de la pareja que aún se abrazaba en medio del fuego, quienes se alegraron de ver a Santa Claus otra vez en tan corto tiempo.

Taehyung vio un objeto caer desde la distancia que los separaba y lo atrapó al tiempo que estaba cerca de ellos. Al abrir su mano distinguió una pequeña cajita que guardaba en él un par de alianzas nuevas y no pudo evitar reír ante el obsequio.

—¡Feliz Navidad! —gritó al poner en marcha su trineo otra vez y desapareciendo poco a poco de su campo de visión—. ¡Y deja de quemar cosas!

—Taehyung-ie —le habló Jungkook para llamar su atención, elevando a su cara una diminuta calabaza, incluso más pequeña que sus manos pero demasiado tierna al tener un rostro tallado en ella. La había hecho para su esposo—. Feliz Navidad.

Taehyung lo abrazó de nuevo y lo besó con cariño, no aburriéndose jamás de tenerlo cerca, de haber sellado aquella promesa de venganza y destrucción que tenían pendiente hace años. Es feliz de compartir la eternidad con él, con la persona que lo hizo sentir libre y había mitigado sus deseos por convertirse en un malvado ser humano.

Fue en medio del beso que recordó la tarde que lo conoció, la tarde en la que Taehyung contenía sus deseos de llevar fuego y sangre a su pueblo, pero Jungkook lo había cautivado lo suficiente como para pensar en prolongar su venganza solo por un tiempo más. Su gesto de bondad les costó lágrimas de dolor a ambos, pero sin duda, no se arrepiente de ello.

Se separó del beso, con el corazón rebosante de emoción, y tomó las alianzas con una suavidad que reflejaba la profundidad de su devoción a él. Colocó cada anillo en su respectivo dedo, renovando no sólo la promesa de compromiso, sino también el vínculo que los había unido desde el principio. Miró una vez más a su pareja, con la certeza de que, desde ese día y todos los que vinieran, seguirían compartiendo un camino de amor y complicidad, pues cada día juntos era un recordatorio de su amor eterno.

—Feliz Navidad, mi Spooky Koo.

Fin.

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