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🎄Capítulo I🎃

31 de octubre, 1589.
Cairnmore, Inglaterra.

Antigua Inglaterra, finales de la era isabelina.

La celebración de Samhain era un tema candente entre los celtas de la región. Mientras algunos intentaban mantener vivas sus tradiciones paganas, los católicos observaban con recelo las nuevas costumbres que surgían a las puertas del Día de Todos los Santos. Para facilitar la transición y disminuir el conflicto, la Iglesia Católica intentó cristianizar las antiguas festividades, adaptándolas a su propio calendario. Con el paso de los años, las dos tradiciones se fusionaron, dando origen a lo que hoy conocemos como Halloween.

La población de Cairnmore, tan tradicionales como radicales, apenas comenzaba a adaptarse a la fusión de dicha festividad celta en sus costumbres. Marcando el fin de la temporada de cosechas más importantes en el campo que rodeaba el pequeño pueblo, hogar de un joven Jeon Jungkook que, alejado de cualquier conflicto religioso, solamente se preocupaba por respirar el aire puro de la arboleda en el cual ahora se encuentra caminando.

Diecinueve años tenía el día que su vida dio un giro asombroso para él. Caminando a paso tranquilo por aquel sendero y despejando su mente antes de ir a casa y prender las velas en cada ventana, tradición que habían adoptado los Jeon generación tras generación como símbolo de protección y costumbre acorde a la víspera del día de todos los santos y recién implementando el uso de calabazas para entrar en ambiente con la ocasión.

Provenía de una familia sencilla; padres atentos y amorosos, preocupados por brindarle la mejor de las atenciones a él y sus dos hermanos menores.

Era un hijo ejemplar, un excelente hermano mayor, protector, leal, entregado en priorizar a su familia por encima de lo que sea. También fue curioso por naturaleza, soñador, amigable y de amplia imaginación.

Es por todo esto que ahora se encuentra de camino al pequeño lago que queda en las profundidades del bosque, ubicado a las afueras del pueblo que lo recibió siendo tan solo un pequeño infante de cinco años.

Sosteniendo un libro en su mano, una lámpara de aceite en la otra, vistiendo una camisa de botones fajada en un pantalón de vestir, zapatos cómodos para una caminata tan extensa y un abrigo junto a una bufanda cubriéndole del frío, está casi llegando a su destino, tarareando alguna melodía mientras sus brillantes ojos se enfocan en la belleza de paisaje y los árboles otoñales siendo los protagonistas de tal espectáculo, consiguiendo que su espectador sonría encantado en su magnificencia.

Se detiene apenas llega a las orillas del lago, inhalando con profundidad esa sensación de libertad y paz, alejado del ruidoso pueblo que, pese a ser pequeño, la algarabía por las fiestas de esa fecha solían ser muy llamativas para su gusto y prefería esperar el caer de la noche para volver a casa, encerrarse en su habitación y leer un buen libro acompañado de algún chocolate caliente.

Pese a ser muy extrovertido y sociable, prefiere a ratos estar apartado del pueblo y su gente porque a pesar de su amabilidad y desinteresada voluntad de ayudar a otros, sabe que todos lo señalan, susurran una que otra falacia en su contra; algunos murmullos no son mentira, pues a veces aquel secreto que oculta para sí mismo sale a flote muy espontáneo. Pero tampoco creía que ellos tuvieran el derecho de juzgar sus acciones sin antes ver las propias; suelen acusarlo con malos ojos, lo percibe incluso cuando asiste al pequeño templo de oración en los domingos, donde se supone que todos son bienvenidos y se arrepienten de sus pecados.

Deja de lado aquellos pensamientos intrusivos, se enfoca en el presente. Está a punto de tomar asiento cerca de un árbol para recostarse en su tronco pero el sonido de algo chapoteando en el agua, muy cerca de él, captan su atención, provocando que alce la vista y pudiera divisar al extraño que se encontraba arrojando pequeñas piedras al agua.

Desolado, sosteniendo sus rodillas con una mano y el aura muy deprimente, estaba un hombre con un perfil que lucía solo un par de años mayor que él, retirado a unos veinte pasos tal vez, vistiendo casi el mismo estilo del sector pero con el cabello negro, lacio y el largo apenas pasando sus hombros.

Presionó sus labios hasta formar una línea en su boca, la idea de correr lejos del desconocido fue lo primero que cruzó su mente, pero por otro lado se siente curioso, no sabe si acercarse al hombre o no. Sin embargo, al escucharlo suspirar con pesadez y aparente resignación decidió que lo correcto era distraerlo de cualquier pena que pudiera estar atravesando porque solamente le dejaría la mala energía enraizada a su espacio de meditación.

Era esa personalidad, tan gentil y amable, esa misma empatía tan pura, la que provocó que se viera envuelto en múltiples habladurías de sus conocidos y los que no, creando rumores con lo que veían de manera superficial.

La nobleza en su corazón lo hizo caminar lo necesario para eliminar la distancia que lo separaba del desconocido.

Respiró profundo apenas se posó a su lado y se inclinó ligeramente para extenderle una mano, en un intento de estrechar un saludo.

—¿Ha sido un mal día?

Jungkook sonríe divertido al ver la reacción asustadiza del contrario, pues parecía no haberse percatado de su presencia hasta que habló.

Lo nota confundido, titubeante y parece querer decir algo, pero nada sale de su boca. Así que Jungkook insiste una vez más, retirando la mano que había sido extendida y, atrevidamente, sentándose al lado del otro.

—Suelo venir aquí cuando no quiero pensar mucho. Cómo es un lago muy adentrado al bosque nadie se anima a querer atravesarlo —comenta con tranquilidad, su vista dirigida al lago y sintiendo la brisa del aire acariciando su dermis expuesta—. Lo descubrí cuando era más joven, intenté perseguir una pequeña ardilla que podía volar y se convirtió en mi sitio favorito. ¿También vienes para pasar un rato a solas contigo mismo?

—Un poco —susurra con un deje de desconcierto en sus ojos que se han ampliado, algo atónito al notar la soltura que tiene el otro para hablar tan libremente.

—¡Si hablas! Qué agradable saber que me respondes. Soy Jungkook, de la familia Jeon. ¿Cuál es tu nombre?

—Taehyung, de los Kim —responde nuevamente en el mismo tono. Dejó escapar un poco de aire ante la extraña interacción que está teniendo en ese momento y ese tan particular chico—. ¿Dices que vienes solo aquí y no te asustó ver a un completo extraño sentado, tirando piedras y con ganas de que el lago se lo trague?

—El pensamiento de huir corriendo atravesó mi mente, lo admito —comentó con una risa muy cálida y agradable de escuchar—. Pero te veías tan triste que no podía solo ignorarte. ¿O es que piensas hacerme daño, Taehyung?

—No sería capaz —agrega con una pequeña sonrisa que sorprendió a Jungkook y le alegró aún más.

—¿Cómo diste con este pequeño lago? ¿Vienes a caballo?—Jungkook deja sus cosas a un lado para seguidamente sentarse en flor de loto.

—Afuera del bosque tengo mi carruaje —estiró sus piernas y llevó ambas manos hacia atrás para soportar así su peso—. Cuando era más pequeño, venía con mi madre y abuela, ellas vivían en Cairnmore pero luego nos mudamos a un pueblo que queda a un par de horas.

—Nunca te había visto aquí...

—Seguro es porque vengo de noche, tampoco te había visto antes. Pero hoy es diferente —se detuvo de hablar, llevando su vista hacia el agua que ondeaba muy cerca de sus pies—. Hoy estoy temprano porque quise escapar un rato, me tomaron por tonto en donde vivo, me humillaron y se mofaron de verme mal.

—¿Te hicieron daño?

—Cuando eres diferente al resto estás propenso a este tipo de ataques. Soy un inventor —de pronto, el tono de voz en Taehyung cambió a uno ligeramente más entusiasta, un brilló se instaló en él apenas menciona su oficio—. Mira el pequeño coche que hice.

Jungkook se asombra cuando del lado opuesto a Taehyung deja ver carruaje de madera en miniatura pero lo realmente deslumbrante de tal objeto es que Taehyung dio vueltas a una cuerda y el coche comenzó a avanzar por sí solo al ser colocado en la tierra.

—Es mágico —dijo Jungkook mientras inspeccionaba con detenimiento el juguete—. Eres como un mago de la carpintería.

—Bueno, de dónde vengo no tuvieron la misma reacción que tú —tomó en sus manos otra vez el carruaje para devolverlo a su sitio—. No puedo hacer nada sin que crean que tiene que ver con hechicería y encantamientos.

—Es eso —Jungkook rio ante el relato, no con maldad, sino con ironía—. Estamos en plena cacería de brujas, Taehyung, últimamente nos acusan de ser servidores del diablo por cualquier cosa. A mí me parece ingenioso, imagina que algún día puedas impulsar coches que dejen de torturar a los pobres corceles.

—Eso... Suena aún más increíble. Qué extraño y peculiar eres, Jeon Jungkook —Taehyung hizo contacto visual con el nombrado, sonriendo divertido ante tanto positivismo que irradiaba su nuevo acompañante—. Te mostré esto con la leve esperanza de recibir tu comprensión. Mas no creí que resultaras tan adulador.

—¿Al menos cumplí mi misión y mejoré tu ánimo? Te veo muy feliz.

—Totalmente, muchas gracias.

Habían charlado la tarde entera luego de esa interacción, el día se acortó al verse envueltos en la repentina conexión que establecieron, compartiendo de manera superficial lo que era la vida del otro. Tiraron piedras al lago, Jungkook le leyó a Taehyung pequeños fragmentos del libro que llevaba consigo y debatían la información del mismo.

Inesperado, como si el azar mismo hubiera tirado una moneda al aire y con ella decidiera lo que hoy les ocurriría, permitiera que esas dos almas que vagaban solas por el mundo concretaran al fin su primer encuentro y acompañarse cuando se tuvieran frente a frente.

Jungkook lo sintió en su interior, desde que Taehyung posó una violeta en su oreja y le dedicó esa hermosa sonrisa, estaba perdido, sobre todo al recordar que en un libro leyó el significado oculto de aquellas violetas color morado. Había caído en las garras del destino y él, lejos de arrepentirse, se dejó arrastrar con gusto.

Así de inesperado puede ser el amor, cuando toca a la puerta de los corazones el día menos pensado.

Un poco decepcionado de no haber obtenido nada más se reprocha a sí mismo, pues se acobardó, se dejó dominar de esa efervescente sensación y deseo por quedarse un rato más y no se lo pudo hacer saber al otro, enmudeció apenas intentó rescatar el momento pero nada salía de su garganta.

Taehyung ya había dado media vuelta, cuando, con una ligera reverencia, se despidió. Sin embargo, en un impulso de valentía consiguió detenerlo, buscando en su mente alguna razón, por más pequeña que fuera, para robarle unos minutos más a ese encuentro y hallando el motivo perfecto cuando se percató de la calabaza que Taehyung cargaba consigo.

—¿Celebras el Samhain como los celtas? —inquiere Jungkook manteniendo una expresión gentil hacia el contrario.

—¿Eh? ¿Por qué lo dices? —ladea un poco su cabeza ante la pregunta pero Jungkook señala con la mirada la calabaza que lleva consigo para alzarla un poco—. Ah, es por esto. Sí, me gusta mucho, debo confesar. Además sirve para ahuyentar tanto a vivos como a muertos.

Taehyung se comenzó a colocar la calabaza en su cabeza, como si de un casco se tratara. Acción que arrancó una carcajada divertida en Jungkook y, con libertad y valor, se aproximó para posar sus manos en los laterales de dicha hortaliza.

—Es demasiado terrorífica, tienes razón.

—¿Lo crees así? Entonces me la quitaré —Taehyung procede a colocar sus manos sobre las de Jungkook, retirando la calabaza para colocarla en el suelo, dejando ver su rostro nuevamente, muy cerca del contrario—. No me gustaría que tú te alejes.

—No lo haría.

Tal respuesta salió en un dulce susurro, una caricia para los oídos que, absorbidos por el contrario, se iban consumiendo poco a poco al igual que sus ojos, al tener mejor visibilidad en el par de galaxias que lo observaban con curiosidad, admiración y anhelo.

Taehyung lo percibió; ese chico tampoco era normal. Lo sabe, porque tenerlo frente a él es como verse al espejo. No solo por el hecho de también ser señalado por otros, menospreciado por unos cuantos más, todo sin importar que tanto se impulse a sí mismo en ayudar a los demás, en ser una persona ejemplar; sino porque esa vibra que irradia en el interior de Jungkook le indica que están en sintonía y que están comprendiendo que algo más ocurre en el interior de ambos pero ninguno se atreve a expresar.

Se arriesgaría, pondría en bandeja de plata su vida de ser posible, pero no dejaría ir esa oportunidad porque presiente que por fin alguien lo puede entender.

—¿Huirías de mí si te digo que eres hermoso? —Taehyung se atrevió a soltar esas palabras. Ansioso por el silencio que Jungkook guardó por unos segundos antes de responderle.

—Es más probable que salte a tus brazos para besarte, tal vez así dejas de creer que me iré de tu lado.

—Esa es una confesión que, ante la persona incorrecta, podría costarte la vida.

—¿Estoy en peligro contigo?

—No —algo en su interior le impulsa lentamente hacia adelante, donde las respiraciones prácticamente se juntan y el vaho de sus alientos se hacen uno solo, es ahí donde comprende que encontró el lugar al que pertenece—. Pero solo soy un extraño.

—Ya lo sé —Jungkook desvía fugazmente su mirada a los labios contrarios—. Y créeme que en este momento no me importa.

Taehyung, vacilante y cuidadoso, eliminó la corta distancia que lo separaba de saborear el cielo y danzar entre las estrellas, cuando muy sutil y delicadamente juntó sus labios con los de Jungkook. Un breve contacto que lo despegó del suelo ante la inocente y pulcra mirada que aún está sobre él cuando se separan.

Se sonrieron con timidez y afecto, sintiéndose cómplices de un secreto, de algo que saben que está prohibido y si los ojos incorrectos llegasen a verlos podrían acabar con cualquier futuro de ambos y convertirlo en una tragedia.

Eso no fue impedimento para que Taehyung guiara sus manos hacia la anatomía del otro, buscando sostener en ellas lo que sería su mundo entero a partir de ese instante, apresando la cintura de Jungkook en sus brazos, escuchándolo reír con felicidad mientras sentía como las manos ajenas se enlazaban en su nuca.

El siguiente beso se dio con mayor profundidad y cariño, necesitado de afecto como el aire a los pulmones para funcionar, como alas de mariposas aleteando entre sí.

Fue en ese beso que su unión se había pactado y su destino se había trazado para un fatídico desenlace.

25 de diciembre, 1589
Cairnmore, Inglaterra.

Como dos enamorados, sin causa ni remedio, unidos por la casualidad y simples peones del destino, habían compartido las direcciones de sus respectivas residencias para mantener contacto por medio de cartas, mas nunca se habían vuelto a encontrar en el mismo sitio.

Jungkook suspiró con pesadez esa mañana, al sentarse en su cama y prepararse para iniciar su día, vistiéndose y peinando su ya largo cabello castaño.

La mañana de navidad solía alegrarle cuando estaba más pequeño, justo como veía a sus hermanos ahora que bajó por las escaleras, los gemelos abrían sus regalos en la sala de estar junto a una chimenea, su padre lee el periódico mientras vagamente atiende a los comentarios de sus hijos menores; en la cocina puede escuchar a su mamá ocupada en lo que presume será el almuerzo del día.

La convivencia familiar nunca le había abrumado, siempre le gustó la dinámica que llevaban todos. Pero es honesto consigo mismo y sabe que la ausencia de Taehyung le está afectando, pues en los meses que llevan de conocerse no habían hecho más que compartir dos o tres cartas y ese fue el fin, ya que el contrario repentinamente dejó de reportarse.

Se dispone a tomar asiento junto a su papá y observar a sus hermanos pequeños jugar con los pequeños coches de madera que han recibido pero unos toques en la puerta principal le interrumpen de su acción.

Frunce el ceño, extrañado por la repentina visita, voltea a ver a su padre quien también se encuentra confundido y le hace el gesto en petición de revisar quién podría ser.

Camina con duda hacia la entrada, ya que no esperaban a ningún familiar, los vecinos no solían hablar con ellos y el cartero se supone tenía descanso.

Jungkook abrió la puerta y no había nadie frente a él, se asomó para ver a ambos lados y las calles estaban desoladas, cubiertas de nieve y la ventisca de invierno aullaba con algo de fuerza.

Se dispone a regresar al interior cuando ve en dirección al suelo y se encuentra una calabaza con rostro tallado, similar a una decoración de Samhain, pero en la raíz llevaba pequeños cascabeles navideños amarrados y en su boca un papel enrollado.

Jungkook sonrió en grande, intuye quien ha sido el responsable de un gesto tan particular y la sola idea le encanta, se siente como un soplo de vida, como su alma volviendo a su cuerpo. Era increíble lo que Taehyung había despertado en su pecho.

Tomó la calabaza y se adentró de nuevo a su hogar, cerró la puerta para dirigirse a su habitación escalera arriba, con prisa y entusiasmo por descubrir lo que yace escrito en ese papel.

Colocó la calabaza sobre su escritorio para extraer la carta, sus manos temblaban ante la expectativa y emoción. Pero enorme fue su sonrisa al comenzar a leer el contenido, sintiéndose flotar entre nubes y suspirar enamorado.

¿Era posible caer así de profundo por una persona que solo había visto y besado en un solo día? Aparentemente sí, lo era, porque no midió el corto tiempo que le tomó vestirse con su abrigo y bufanda para salir corriendo de casa e ir al encuentro al que fue citado.

—¿Jungkook?

Escuchó a su madre llamarle pero solo tuvo tiempo de lanzarle un beso de despedida y correr.

—¡Lo siento, madre, volveré en unas horas!

—¡Pero ten cuidado!

Minyoung se sorprendió al verlo salir tan deprisa, riendo por lo bajo y con burla cuando Jungkook le agradeció por la deliciosa comida estando afuera, ya que él ni siquiera había probado bocado alguno.

—¿Alguna jovencita le habrá encantado por fin? No veo otro motivo para que salga y deje atrás a su familia —inquirió el señor Jeon orgulloso, quien ya se encontraba de pie junto a su esposa en el comedor.

—Puede ser que sí haya alguien —ella respondió, bajando su mirada en los alimentos que seguía colocando sobre la mesa, susurrando para sí misma una última frase—. Pero no cómo tú crees.

Jeon Minyoung es consciente de su entorno y conoce a sus tres hijos como la palma de su mano. Sus gemelos más pequeños, Yeonjun y Beomgyu, eran niños traviesos pero sumamente inteligentes, sabía que eran más entusiasmados en el aprendizaje práctico y no teórico; muy al contrario de Jungkook, su hijo mayor, quien prefería sumergirse en la biblioteca y hacer observaciones presenciales.

Es por ello, porque conoce muy bien a los hombres que viven bajo su techo, que tiene muy claro que su hijo no gusta de las hermosas jóvenes del pueblo y probablemente de ninguna otra. Pero sus sospechas quedaron claras cuando la segunda carta que Taehyung le había enviado a Jungkook la última semana de noviembre cayó en sus manos por error, leyendo cómo un completo desconocido le dedicaba sentimientos de amor tan puros y genuinos a su hijo, como si de una pareja tradicional se tratase.

Al principio, le fue vomitiva la idea de imaginar a Jungkook con otro hombre, era repulsivo, antinatural y un pecado ante los valores católicos con los que habían sido educados.

Pero era su hijo, su primogénito y su más grande orgullo. Ninguno de sus hijos sería castigado por nadie, y si para proteger a Jungkook debía caer en las llamas del infierno por encubrir tal aberración lo haría. Mas nunca permitiría que la iglesia o su propio esposo llegasen a tocar uno solo de sus cabellos.

Jungkook emprendió su viaje en trote rápido, ansioso por volver a ver a su esporádico amante, al que solamente vio en un atardecer de otoño pero le fue suficiente para comprender que pertenecía a esos brazos, a esos ojos que lo observaban con curiosidad y a esos labios que le habían otorgado tanta pasión en un solo toque.

Se adentró al bosque una vez más, siguiendo el poco visible sendero que ya conocía de memoria, lo cual agradece, pues la nieve cubría gran parte de este y dificultaba la orientación de quien pudiera cruzar por ahí.

Jadeante y con la piel de su rostro enrojecida, castigada por el helado viento que impactó en sus mejillas durante los minutos que le tomó llegar hasta allí, divisó frente al ahora congelado lago a Taehyung, vistiendo de negro, cubierto completamente para resguardarse del frío pero sonriendo tan amplio y bonito para él.

—Hola, Koo... —susurró Taehyung, extendiendo sus brazos para recibir a Jungkook en ellos, quien no se hizo esperar más y corrió en su dirección para el encuentro.

—Te extrañé tanto —la voz de Jungkook amortiguó contra el hombro de Taehyung, en donde se sintió tan cálido y bien recibido. Era su lugar seguro—. ¿Por qué demorabas tanto en responder mis cartas?

—No fue a propósito —Taehyung se separó levemente del abrazo para ver el rostro contrario, encontrando a Jungkook con sus labios abultados y sus ojos con reproche, siéndole imposible no dejar un beso en su boca mientras ríe con diversión—. Qué mimado eres.

—¿Te molesta que te pida atención?

—Pídeme el mundo entero y lo tendrás a tus pies —Taehyung lo atrajo de la cintura y colocó una expresión coqueta en su rostro, sintiendo como Jungkook tomaba sus mejillas.

—Quédate conmigo, así como estamos —pronunció, manteniendo el contacto visual con Taehyung y detallando su rostro a la perfección; cada lunar, sus perfectas cejas y ni qué decir de sus hermosos ojos y radiante sonrisa—. Permíteme conocerte a fondo y que seas parte de mi vida.

—¿Quieres que forme parte de tu vida?

—La certeza más grande que tengo hasta ahora es que nunca nadie había despertado en mí lo que tú sí pudiste en un solo día. Así que sí, quiero que seas parte de mi vida y yo de la tuya, porque no tienes idea de lo tormentoso que fue para mí no saber nada de ti por mucho tiempo.

Taehyung se aproximó a los labios de Jungkook y los besó con cariño, tratando de disipar esos temores y dudas que aquejaban en su amado, acariciando la suavidad y textura de los rosados y carnosos labios que no se privó de brindarle ligeras mordidas y succiones, arrancándole jadeos pequeños a Jungkook.

—Eres tan lindo que podría morir de ternura —le fue inevitable no soltar una carcajada al sentir como Jungkook, producto de la pena que sintió en ese momento, se abalanzó contra él y ocultó su rostro en la curvatura de su cuello—. Feliz navidad, niño bonito.

—Feliz navidad para ti también —salió de su escondite para dejar un beso en la mejilla de Taehyung—. La calabaza fue mi distintiva de tu parte, ¿te gustan mucho?

—Sabía que así reconocerías rápido a quién te enviaba la nota para encontrarnos.

—Bueno, déjame decirte que funcionó.

Jungkook tomó una manta que Taehyung le había extendido y la colocó en el suelo para resguardarse de la nieve mientras observaba cómo éste prendía una pequeña fogata.

—Ojalá pudiera llevarte a otros sitios en un día como hoy pero... Espero comprendas que nuestras circunstancias lo impiden, no me perdonaría que algo malo te ocurra.

—No te apures —le sonrió en consuelo, aún si Taehyung no podía verlo al estar ocupado con el fuego—. Este lugar me gusta demasiado, compartirlo contigo ya significa mucho. Pero no comprendo por qué te perdiste todas éstas semanas.

—Discúlpame por eso, por favor —se levantó de su sitio al conseguir avivar la llama que los mantendría en una temperatura estable por un buen rato y se sentó junto a Jungkook para atraerlo a un abrazo—. Estuve ocupado con algo.

Jungkook se disponía a preguntar qué había sido tan importante como para acaparar su atención e ignorar sus cartas. Pero al alzar su vista se topó con una caja de madera que Taehyung le extendía con entusiasmo.

—¿Eso qué es?

—Tu regalo de navidad. Espero te guste.

Tomó la caja en sus manos y abrió la tapa superior de ésta, observando la diminuta figura de un piano girando en medio y con una melodía que parecía salir de él, como si el pequeño objeto tuviera vida propia. Pero a Jungkook le maravilló, sus pupilas se extendieron ante el asombro y lo perfectamente detallado que estaba el objeto.

—¿Te gusta? —interrumpe Taehyung, al no recibir una respuesta y temer por equivocarse en su obsequio, provocando que Jungkook también lo señale de estar maldito y ser un extraño.

Pero qué equivocado estaba.

Jungkook lo atrajo a un abrazo, en señal de gratitud, con lágrimas en sus ojos, delatoras de su felicidad y encanto.

—¿Cómo puedes ser tan especial en tan poco tiempo?

—Es lo que provocas en mí —tomó las mejillas de Jungkook para limpiar el rastro de lágrimas—. Desde que te vi supe que pertenezco a tu lado.

—Y yo te pertenezco a ti, total y exclusivamente a ti.

Fue así, en esa tarde de navidad, que inició su verdadero romance. Un par de peculiares enamorados, los que no tenían idea que un simple encuentro de Samhain los llevaría a compartir más días juntos; escapando de vez en cuando para ocultarse de la sociedad y amarse en las profundidades de aquel bosque, mismo que fue testigo de muestras de afecto, promesas que el viento no se llevó sino que plantó y mantuvo con ellos, pero sobre todo, el bosque guardaba el secreto más grande de estos amantes y fue la entrega carnal a la que se sometieron en numerosas ocasiones.

Cada gesto, roce, las miradas compartidas y cada tramo de piel que se liberaba al momento que las prendas caían una a una, salpicadas de caricias y gentiles besos. Un lenguaje de amor que adoptaron para sí mismos, una comunicación silente que los atravesaba con una claridad absoluta.

Se descubrieron en el silencio de esas uniones profundas, donde la calidez de sus alientos sobre la piel del otro evocaba una sensación de pertenencia compartida, de un vínculo que les permitía adentrarse en lo emocional, lo visceral.

La extensa arboleda los observaba, un testigo mudo que, al igual que ellos, parecía haberse detenido para permitirles vivir ese instante con la intensidad de un amor que no ocupaba ser proclamado. Solo se necesitaban el uno al otro, el espacio, la atmósfera, como si los animara a continuar en su encuentro, eterno y furtivo, como el mismo que los resguardaba.

Estaban en su lecho de rosas, en la burbuja que habían inflado para ser felices y funcionó así por casi un año entero. Encontrarse en la orilla de aquel lago. Aunque alguna vez visitaron el pueblo de Cairnmore, acordaron nunca dejarse ver ingresando a una misma propiedad juntos, pues lo que menos querían era levantar sospechas y Jungkook ya tenía cierta fama por parte de los habitantes del lugar, quienes a pesar de no tener pruebas para enjuiciarlo por su extraña forma de ser, esperaban un mínimo error para amarrarlo e incinerarlo en una hoguera.

Taehyung nunca iba a permitir tal acto atroz.

Samhain comenzaba a tener otro nombre descompuesto por Halloween, y a Taehyung parecía gustarle más la spooky season, o temporada de sustos como le gustaba llamarle, teniendo a Jungkook a su lado.

«Mi Spooky Koo...»

Lo adoraba, amaba estar con Jungkook y ponerle nombres que le parecían adorables para el más joven. Nueve años de diferencia son lo que Taehyung le llevaba, por lo que le era imposible no ser protector y adulador con el contrario.

Jungkook por su parte, estaba maravillado de recibir la atención que tanto había anhelado del otro. Nunca más se ausentó de su vida, compartían más cartas y se veían más seguido, justo como en ese momento...

30 de octubre, 1590
Cairnmore, Inglaterra

—Mañana es Halloween, ¿tienes lista tu máscara? —Jungkook estaba entre los brazos de Taehyung, ambos recostados en el tronco de un árbol para relajarse un momento de lo que acontece en su diario vivir.

—Una calabaza, nada nuevo.

—Podemos ir ahora a tu pueblo, nunca me has llevado —la voz de Jungkook se escuchó como un reproche, y sintió como el pecho de Taehyung vibró ante la pequeña risa que liberó.

—¿Viste cómo nos observaban cuando íbamos por las calles de tu pueblo? En el mío habría sido igual o peor. Son más prejuiciosos y no quiero someterte a malos ratos.

—Me sobreproteges demasiado.

—Por supuesto que debo cuidar a mi Spooky Koo, es lo que más amo en mi vida —comenzó a dejar suaves besos en el cuello de Jungkook, ocasionándole cosquillas.

—Ya~ —Jungkook se sacudió en su lugar mientras reía, tratando de alejarse del pequeño ataque de besos que recibía repetidamente hasta que lo consiguió, se liberó de sus brazos para levantarse despacio y tomó la mano de Taehyung para que imitara su acción—. ¿Cómo se te ocurren esos nombres para mí?

—Solamente surgen. Además, no te dejas asustar fácil, eres el más honorable en esta temporada por eso.

—Tus sustos son malos —Jungkook atrajo a Taehyung a su cuerpo, cruzando sus brazos encima de sus hombros y sintiendo su torso ser cubierto por los contrarios—. Te amo, Kim Taehyung, te amo con mi vida.

—Te amo mucho más, Jeon Jungkook, mi hermosa calabaza navideña —dejó un beso en la punta de la nariz contraria y luego otro en sus labios para evitar que le reclamara por el nuevo apodo que había adoptado para él.

—¿Y ahora eso qué? —Jungkook carcajeó en alto, viendo como Taehyung parecía embelesado en él.

—Eres lo opuesto a mí, creí que sería un buen nombre.

—¿Algún día podremos estar juntos? —Jungkook lo abrazó completamente mientras dejó escapar un suspiro, recostando su rostro en el hombro ajeno—. ¿Tendremos seguridad en algún lugar donde conseguir nuestra casa sin que intenten matarnos?

—El campo me parece una buena opción —Taehyung habla mientras observa con tranquilidad sus alrededores—. Ve cuanta paz hay en este ambiente como el de ahora; podemos tener nuestros propios cultivos, vacas, cabras y muchas gallinas, a una gallina le pondremos Berta.

—Deja ya los nombres —Jungkook dejó un ligero golpe en el pecho de Taehyung, escuchándolo quejarse de falso dolor.

—Está bien, pero le diré a Berta que te pique en la mano por lastimarme tanto.

—Tonto —respondió al encararlo y dejar un fugaz beso en sus labios—. Mejor te veré aquí mañana antes de que caiga el sol.

—Claro que sí, mi amor —guiñó uno de sus ojos para seguir manteniendo la hermosa sonrisa de Jungkook en sus labios—. Traeré puesta la calabaza, por los viejos tiempos.

Una vez que pactaron su próximo encuentro, se abrazaron y besaron por unos cuantos minutos más, antes de su despedida oficial.

Jungkook caminó de regreso a casa tan feliz como solía hacerlo, no sabía si algún día tendría la oportunidad de vivir junto a Taehyung debido a las dificultades religiosas y sociales impuestas en ese momento. Lo último que habría querido era una tragedia tanto para ellos mismos como para su familia, no podría vivir tranquilo sabiendo que su familia pueda ser castigada por sus pecados si se llegasen a enterar lo que está haciendo.

Prefiere alejar todos los malos pensamientos al llegar a casa y se encontró con sus pequeños hermanos, quienes ya lo esperaban para preparar las velas que irían encendidas a partir del día siguiente en cada una de sus ventanas, además de pequeñas calabazas, entre otras hortalizas con ojos y bocas talladas en ellas.

Una vez que saludó al resto de su familia y tomaron la cena, se dirigió a su habitación, dándole cuerda a la pequeña caja musical que le había sido otorgada en la navidad pasada por el amor de su vida y fue con él en mente que procedió a caer profundamente dormido.

Durante el día siguiente, todos fuera de su hogar estaban activados. Siempre le iba a sorprender lo amenos que eran entre sí sus conocidos y demás pobladores del lugar en esas fechas. El Samhain -que poco a poco iba ganando el nombre de Halloween- iba sufriendo de ciertos cambios en cuanto a costumbres y tradiciones.

A Jungkook ahora le parecía divertido ver a los niños ir de casa en casa, pidiendo golosinas como premio a quién lucía más terrorífico con sus máscaras. Cuando supo que sus hermanos se unirían a esa nueva tradición se percibió a sí mismo ansioso por saber cómo les iría pero también tenía una importante cita a la cual acudir, por lo cual, se despidió de ambos infantes y salió de prisa para encontrarse con Taehyung.

—¿Vas al lago nuevamente? —Su madre lo detuvo en unas calles antes de salir del pueblo, siempre luciendo amable y comprensiva con él.

—Así es —respondió tomando ambas manos de su mamá—. Necesito despejarme un rato antes de ver a tanta gente corriendo por las calles toda la noche. Me abruman.

—Ya lo sé, nunca te llevaste bien con las multitudes —ella rio por lo bajo—. Solo ten cuidado, por favor.

—Estaré bien, no se preocupe por mí más de lo necesario.

—Jungkook, hijo, hablo en serio —la señora Jeon cambió su semblante a una mirada angustiada, guardando silencio por un breve instante—. Por lo que más quieras, te ruego que no permitas que nadie se entere de lo que haces.

—No sé a qué se refiere, solo voy a la orilla del lago para leer...

—Kim Taehyung se lee como un joven muy bueno.

Palideció, la gentil sonrisa en el rostro de Jungkook se borró y perdió el aliento al escuchar tal nombre salir de la boca de su mamá.

—¿C-cómo sabe de él? —apenas y pudo susurrar.

—Yo puedo encubrir cualquier cosa que hagas —sonrió con tristeza, ignorando la pregunta de su hijo—. Incluso si matas a alguien créeme que seré yo quien lleve una pala y te ayude a enterrar el cuerpo.

—Mamá-

—Pero no puedo decir lo mismo de tu padre —interrumpió ella, ejerciendo un poco más de fuerza en las manos que aún le sostienen—. Tampoco de las otras personas en este pueblo. Si algo te pasa a ti, a los gemelos... Jungkook, no dimensionas cuán loca me volvería si algo les ocurre.

—¿Usted supo todo este tiempo...? —Jungkook sentía como el aire escapaba de sus pulmones en grandes cantidades ante cada palabra escuchada—. ¿Sabía del pecado que he cometido?

—Por supuesto que siempre lo supe. Pero soy tu madre, mi amor, y soy capaz de encarar al mismísimo Satanás por ti, hijo mío —esta vez, Minyoung sostuvo sus mejillas, para cerciorarse de ser escuchada—. Encubriría todos los mundanos y atroces pecados que tú o tus hermanos pudieran cometer y aborrezcan a nuestro Señor. Si eso los mantiene a salvo, daría mi vida por ustedes.

Jungkook no pudo más y apresó a su madre en brazos, aún descolocado por la información que ahora ella también oculta pero logró procesar muy bien todo lo que quiso decir, entendiendo el riesgo que corren no solo él, sino su familia en sí. Pero la mujer, con tal de verlo tan radiante como lo ha visto últimamente, lo apoyará siempre.

—Ya vete —Minyoung se separó del abrazo con gentileza—. Aún no logro ver con ojos bondadosos esa relación que tienes pero no lo hagas esperar y, te repito, que vayas con cuidado.

Jungkook no dijo nada, simplemente asintió y corrió en dirección opuesta a ella, más que motivado en volver a ver al amor de su vida y contarle lo recién sucedido.

No sabe exactamente en qué momento llegó tan rápido al lago, incluso cree no haber demorado nada y estar antes de la hora pactada por ambos.

Tomó lugar cerca del árbol que solía cobijarlos en sus encuentros y plasmó una brillante sonrisa al ver que el sol ya estaba próximo a ocultarse, lo cual significaba que la llegada de Taehyung podría ser en nada, así que Jungkook, feliz y completamente enamorado, lo esperó.

Esperó...

Y esperó...

Esperó por horas...

El frío de la noche comenzaba a calar en sus huesos, bastante seguro que ya eran cerca de las diez o pasadas. Pero se negaba a irse, en su mente estaba que Taehyung pudiera aparecer y no encontrarlo pero eso no pasó.

Como mejor pudo y de acuerdo a los métodos que observó utilizar en Taehyung prendió una fogata, se colocó la manta en sus hombros y templó sus manos cerca del fuego, tratando de mitigar el hielo en sus dedos y el temblor de su cuerpo.

Sus ojos, sus brillantes y hermosos ojos, yacían perdidos en todas las direcciones, esperando ver alguna señal de su amado. Podía sentir la salinidad acumularse en ellos y su labio inferior temblar hasta abultarse por no querer romper a llorar.

Taehyung lo había dejado plantado.

Lejos de creer que pudo tratarse de un despiste del contrario, pensó en que algo malo pudo haberle ocurrido y rápidamente recordó las repetidas amenazas que Taehyung recibía por ser un inventor bastante diferente al resto.

—No, no... —Negó para sí mismo, levantándose del sitio en el que estaba y sacudiendo sus prendas—. Prefiero creer que te olvidaste de venir y no que algo te pasó.

De su abrigó sacó una pequeña cantimplora que solía cargar consigo y la llenó con el agua del lago para apagar el fuego que había hecho.

—Tal vez yo fui el despistado y debíamos encontrarnos mañana —Jungkook prosiguió la plática consigo mismo, al tiempo que encendía su lámpara de aceite e iniciaba su caminata de regreso a casa—. Revisaré en casa el calendario, probablemente yo me equivoqué de fecha.

Había entrado con sigilo a su hogar, debido a las altas horas de la noche que se presentó de vuelta. No queriendo una reprimenda de su padre o sermones de su madre, se escabulló con la mayor discreción posible hasta su cocina, solo para sentir a su corazón bombear a más velocidad y temer por lo peor.

Pues, para desgracia de Jungkook, la fecha y hora acordada estaban bien. Claro, todos esa tarde se estuvieron preparando para celebrar Halloween y Taehyung, por simbolismo a la fecha, se presentaría con su calabaza.

Sus lágrimas ya no pudieron guardarse más, y fue en ese estado que caminó a paso rápido hasta su alcoba para rebuscar en sus cartas la dirección de Taehyung. Encontraría la manera de ir por él y asegurarse que se encuentra en buen estado de salud.

Fue a la mañana siguiente que se dirigió en un carruaje hasta el pueblo vecino, siguiendo las indicaciones puestas en uno de los sobres que llevó vacío consigo mismo.

Al pasar por la plaza pública asomó su cabeza por la ventana del transporte, esperando no encontrar indicios de alguna posible y reciente ejecución en ese lugar pero para su tranquilidad estaba limpio, sin señales de que alguien pudiera perecer bajo el juicio de un pueblo entero.

El camino continuó por unos breves minutos más y no pudo evitar fruncir el ceño al ver que la dirección lo condujo a la casa de mensajerías del pueblo.

Taehyung no le había dado la dirección de su domicilio, sino de la casa de correos y postales del pueblo.

—Disculpe —Jungkook interrumpió a un cartero que iba de salida en tal lugar—. ¿Usted conoce a alguien de apellido Kim?

—¿Kim? Claro, pero debe ser más específico, jovencito, hay muchos por estos lares.

—Taehyung. Kim Taehyung es el nombre de la persona que busco.

—Kim Taehyung... —el hombre alzó su vista, en un gesto pensativo—. Oh, es un nombre que veíamos constantemente en los buzones de recibido, pero nunca supimos quién era, sus cartas se perdían al momento de su clasificación.

—¿Cómo? ¿No lo conocen?

—Pues, si acaso era un hombre que vivía acá nunca nos enteramos, le digo que sus sobres se perdían antes de siquiera esperar que vinieran por ellos. Tampoco ayuda que la dirección brindada fuera en nuestra oficina directamente.

—No... No puede ser —Jungkook hacía un esfuerzo enorme para no colapsar y entrar en pánico frente al desconocido—. ¿Hace entregas en Cairnmore? ¿Tiene algún sobre dirigido a Jeon Jungkook?

—Justo estaba por partir al pueblo vecino, déjeme ver si tengo algo para ese apellido —el amable hombre rebuscó entre los sobres que cargaba en un bolso pero negó al no encontrar el destinatario mencionado—. Lo siento, hoy no hay nada para Jeon aquí. También era extraño que los sobres para ese destino solo tuvieran ese nombre, no iba el emisor en él.

Sin más qué decir, el hombre se retiró con una sonrisa, creyendo que había resuelto las dudas del más joven pero sin distinguir que realmente Jungkook quedó estupefacto ante lo que ocurría.

Era verdad, Taehyung solamente firmaba con su nombre en el contenido de la carta, no en el sobre. ¿Todo era mentira? ¿No había un hombre llamado Kim Taehyung?

No pudo soportarlo más y montó de vuelta al carruaje, queriendo regresar a su hogar e intentar no morirse de la angustia y la pena en el trayecto.

Jungkook no quería pensar mal de Taehyung pero había muchas cosas que en su mente comenzaron a esclarecerse mejor; Taehyung nunca lo dejó visitarlo en su hogar, nunca fue abierto para hablar a profundidad de su familia y, a decir verdad, lucía muy mayor para ser alguien soltero.

Le quedó todo claro; Jungkook había sido una aventura para Kim, estaba seguro que probablemente tiene esposa e hijos y él nada más fue un escape, un desahogo de su vida marital. Se burló de él y sus sentimientos.

Se considera un tonto, completamente tonto por haber vuelto al lago esa misma tarde, con la esperanza de que toda la tormenta que arrasaba en su cabeza fuera falsa. Se negaba a creer eso de Taehyung, no lo aceptaría jamás.

Así como esa tarde solitaria en el bosque le siguieron muchas más.

Jeon Jungkook estaba sentado a la orilla del lago pero esta vez no llevaba ningún libro consigo. Se orillaba para arrojar pequeñas piedras al agua y todos los octubres, en la spooky season, llevaba consigo una pequeña calabaza, en un absurdo intento de consolar a su alma ante la ausencia física del primer hombre que amó, creyendo que tal objeto podría engañarle y pretender que él estaba a su lado.

31 de diciembre, 1593
Cairnmore, Inglaterra

Por tres otoños e inviernos lo esperó y Kim Taehyung nunca volvió por él.

Fue en ese tercer año, a finales del mes de diciembre, que el cura del pueblo presentó en la capilla a una familia que recién se había mudado para darles la bienvenida, y ellos, en acuerdo con el sacerdote, fijaron su atención en el primogénito de los Jeon, la familia más correcta y devota del sitio, considerándolo un prospecto digno para contraer matrimonio con su también primogénita, Han Sohee.

Jungkook se negó rotundamente, le suplicó de mil maneras a su madre por no obligarle a tomar la mano de la joven pero de nada sirvió cuando fue su padre quien intervino, hablándole de manera afable y afectiva el orgullo que significaba para la familia Jeon tener la bendición del sacerdote incluso antes de concretar la unión.

Tal vez se considera un cobarde o alguien fácilmente manipulable, pero ver el rostro tan feliz de su papá lo hizo aceptar a regañadientes, no queriendo entrar a problemas con su progenitor ni provocarle vergüenza a su apellido en general. Con lágrimas en sus ojos dejó el paso libre para el desdichado futuro que ahora le espera, en un casamiento que no le dará ni por cerca la paz que tanto pregonan.

—Jungkook-ie... —Minyoung se adentró a la habitación de su hijo, en donde había terminado de empacar algunos baúles con ropa, para mudarse a su nuevo hogar con la que ahora era su esposa. Ella tomó asiento a lado de Jungkook sobre la cama y lo atrajo a un abrazo—. Lo siento tanto, mi vida.

—Íbamos a mudarnos juntos —murmuró él, con su vista perdida en dirección a la pequeña cajita de música que reposa en su mesa—. Él sabía que no tendríamos futuro o seguridad en ningún pueblo. Por eso planeamos conseguir una casa en el campo, con cultivos, animales de granja... Incluso una gallinita llamada Berta.

—Hijo mío, él te abandonó hace mucho... —pronunció con pesar, recordando la amarga mañana en la que Jungkook le comentó lo sucedido—. Ya no pienses en ello y trata de seguir adelante. A fin de cuentas, esta decisión es la más segura para ustedes dos, lo sabes.

—La herida aún se siente fresca, mamá —se liberó despacio del abrazo con Minyoung para verle a la cara, con sus ojos bañados en lamento y dolor—. No puedo hacer esto. Déjame huir, por favor.

—No podemos hacer eso —Minyoung disminuyó el tono de sus voz—. Jungkook, los Han no me dan buena espina, intenté decirle a tu papá pero ya sabes que es un terco. Siento que son una familia demasiado conservadora y mira que nosotros lo somos, pero ellos lo superan. Te ruego que no los hagas enojar porque no sé de lo que son capaces y yo tampoco puedo asegurar que me controle si te hacen algo. Por lo mismo te pido que dejes de frecuentar el lago, si ellos llegan a tener la mínima sospecha será tu fin o el nuestro.

Jungkook comprende el temor de su madre, pues no solo es su vida la que corre peligro sino la de su sangre en general, no puede pagarle mal a los suyos y exponerlos así.

Se limita en asentir y estar de acuerdo con ella, en no volver a visitar aquel lugar que lo había visto crecer y enamorarse, pero también perderse en la melancolía de un amor que presume ser egoísta y derrumbó sus anhelados e inocentes sueños.

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