⭐Capítulo Único⭐
"Desde que te fuiste, Yeontan, esta casa parece más grande y vacía. Cada rincón tiene un pedazo de ti: tus juguetes olvidados, tu mantita en el sillón, incluso las marcas en el suelo donde corrías detrás de mí. Y yo... yo no he sido el mismo.
Es Navidad otra vez, pero este año no hay árbol, ni luces, ni villancicos. No tengo ánimo para eso. La vida sigue, dicen, pero... ¿cómo sigues adelante cuando tu corazón se quedó atrás? Te llevaste la mejor parte de mí contigo.
Esta noche, solo quiero dormir y que pase rápido, como si ignorar la Navidad pudiera hacer que duela menos."
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La noche parece igual a cualquier otra de Navidad. Las risas de los vecinos resuenan en el aire, fuertes y llenas de alegría, como si estuviera allí con ellos. Todo alrededor está impregnado del espíritu navideño: luces brillando en las ventanas, canciones festivas flotando en la distancia, la calidez de una época que debería ser especial.
Después de una larga ducha y de dejar que las canciones navideñas se repitan una y otra vez, intentando inútilmente levantarme el ánimo, solo puedo pensar en Yeontan. Su ausencia pesa tanto que incluso los sonidos de la Navidad parecen un eco vacío, recordándome que este año todo es diferente.
Me deslicé bajo las mantas y cerré los ojos, buscando en vano el consuelo del sueño. Por un momento creí que lo lograría, pero entonces una melodía interrumpió el silencio. Era White Christmas, sonando con una claridad que no podía ignorar, como si me estuviera llamando.
Me levanté lentamente, intrigado, y seguí el sonido que parecía provenir del desván.
-¿Qué está pasando? -murmuré para mí mismo mientras subía las escaleras.
Al entrar, la melodía se hizo aún más intensa, envolviendo el espacio con una dulzura inexplicable. Mis ojos recorrieron la habitación hasta que la vi: una caja de música. Era aquella que me había obsequiado una ARMY. En la penumbra, brillaba tenuemente, como si la luz misma brotara de ella.
En el centro de la caja, Santa sostenía un pequeño trozo de papel. Me acerqué, curioso, y lo leí:
"Pide un deseo, lo que más anhele tu corazón."
Las palabras me arrancaron una sonrisa amarga. Cerré los ojos, dejándome llevar por el momento, y pedí lo que más deseaba, aunque sabía que era imposible. Mi corazón sabía que ese deseo era en vano, pero aun así lo formulé, con la esperanza tonta de que alguien, en algún lugar, me escuchara.
Llevé la caja de música conmigo y la coloqué en la mesa junto a mi cama. Su melodía siguió sonando, envolviéndome como un abrazo cálido. Por primera vez en mucho tiempo, el sueño llegó rápido, y me dejé llevar por esa paz fugaz.
[...]
Me desperté de golpe, con el corazón latiendo con fuerza en consecuencia de un sonido fuerte que resonó en la habitación. Mi mirada se dirigió rápidamente a la mesa junto a mi cama, solo para encontrar la caja de música en el suelo. Me incliné de inmediato, recogiéndola con cuidado, temiendo que se hubiera roto.
Mis manos temblaban mientras intentaba encajar a Santa de nuevo en su lugar, concentrándome en cada detalle. Fue entonces cuando lo noté: unas pequeñas patas se asomaron a mi vista, seguidas por un suave ladrido que detuvo mi respiración.
Levanté la mirada lentamente, incapaz de creer lo que veía frente a mí.
-¿Yeontan...?
Mi voz salió quebrada, como un susurro lleno de incredulidad, y entonces sucedió algo que me dejó completamente paralizado.
-Hola, papá -dijo, con esa voz dulce y pequeña que nunca imaginé escuchar.
Retrocedí un poco, aturdido, mientras el pequeño cuerpo de Yeontan brillaba con una luz cálida, casi mágica.
-¿Esto es real? -logré preguntar, mi mente negándose a aceptar lo que mis ojos veían.
Yeontan movió su pequeña cola y me miró con esos ojos llenos de amor, tan familiares y reconfortantes como siempre.
-Vine a ayudarte, papá -dijo con una calma que atravesó mi confusión-. Te ayudaré a recordar los buenos momentos... y a recuperar la esperanza.
-¿Cómo lo harás? -pregunté, extendiendo la mano para tocarlo, pero mi mano atravesó su forma luminosa.
-Viajaremos al pasado. Esta noche aprenderás que siempre estaré contigo, cuidándote desde el cielo, papá Tae.
Las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos, y aunque Yeontan me hablaba telepáticamente, la emoción me abrumaba.
La luz que emanaba de su pequeño cuerpo llenó la habitación, y sin darme cuenta, un portal resplandeciente apareció ante nosotros.
-No llores, papá Tae. Es hora de irnos -dijo, avanzando hacia la luz. Me levanté de la cama y lo seguí, secando las lágrimas de mis mejillas.
La luz nos envolvió, y el pasaje mágico era hermoso. A nuestro alrededor desfilaban recuerdos felices junto a Yeontan, desde sus primeros pasos hasta sus travesuras más recientes.
Finalmente, nos detuvimos y nos encontramos en el lugar donde lo adopté.
-¿Recuerdas este día, papá Tae?
-Por supuesto que sí, nunca lo olvidaría.
Observé a mi yo más joven, nervioso pero decidido, entrando en la tienda de mascotas. Mis ojos recorrieron el lugar hasta detenerse en una pequeña bola de pelo negro y marrón en una esquina. Yeontan, diminuto y tembloroso, me miraba con ojos llenos de incertidumbre.
-Te fijaste en mí, y siempre confiaste. Te decidiste por mí aunque pudiste haber adoptado a otro.
-Te veías tan pequeño y asustado -respondí, recordando la ternura que sentí en ese momento-. Pensé que necesitabas muchos abrazos y amor.
-Y me los diste, papá Tae. Me diste un hogar y un corazón al que aferrarme.
Una calidez inundó mi pecho al revivir ese instante, comprendiendo que, aunque Yeontan ya no estuviera físicamente, su amor y los recuerdos compartidos permanecerían conmigo para siempre.
Mientras observábamos mi yo más joven cargando a Yeontan por primera vez, me di cuenta de que la sonrisa en mi rostro era más grande de lo que recordaba. Él se veía tan pequeño y frágil, sólo quería cuidarlo.
-Ese fue el día en que mi vida cambió -susurré, sin apartar la vista de la escena.
-¿Lo ves ahora, papá Tae? -dijo Yeontan, moviendo su pequeña cola luminosa-. Todo el amor que compartimos, todos los momentos felices. Esos nunca se irán, porque siempre vivirán dentro de ti.
Las imágenes comenzaron a cambiar, y ahora nos encontrábamos en el parque donde lo llevaba a jugar. Pude verme lanzando una pequeña pelota mientras él corría tras ella, con su pequeña lengua fuera.
-Muy bien, Tan -murmuré, dejándome llevar por la calidez de su pequeña presencia.
Una gran sonrisa se dibujó en mi rostro mientras observaba cómo mi yo más joven abrazaba y besaba a Yeontan con devoción. Me mordí el labio, intentando contener las lágrimas.
-Extraño mucho hacer eso -susurré, pero mi voz se quebró al instante.
-Aún puedes hacerlo, papá Tae -dijo Yeontan suavemente.
Antes de que pudiera responder, Tan caminó hacia mí. Pude sentir su suave pelaje bajo mis dedos, como si todo fuera real. Sin pensarlo dos veces, lo cargué entre mis brazos, aferrándome a él con fuerza, temiendo que desapareciera de nuevo.
-¿Cómo es esto posible? -pregunté, sin dejar de abrazarlo. El calor de su pequeño cuerpo era como un bálsamo para mi corazón.
-Es porque, al viajar al pasado, ambos somos espíritus, papá Tae. Nadie puede vernos ni escucharnos aquí, pero podemos interactuar entre nosotros.
Yeontan lamió mi mejilla, y no pude evitar sonreír como un niño.
Nos quedamos un rato allí, contemplando cómo jugábamos juntos, cómo mi risa llenaba el ambiente. Mi yo más joven estaba tirado en el suelo, sosteniendo una pelota, mientras Yeontan saltaba feliz a su alrededor.
De pronto, la luz volvió a rodearnos, y el escenario cambió. Nos encontramos en la sala de prácticas de la empresa. Los chicos estaban ahí, esparcidos por el sofá y el suelo, mientras Yeontan corría de un lado a otro.
-Eres tan pequeño -dijo Jungkook, sonriendo ampliamente mientras trataba de llamar a Tan-. Ven aquí, ven aquí... ¡Nooo!
La escena me arrancó una carcajada. Jungkook se quejaba mientras miraba con horror cómo Yeontan se hacía pis en el sofá.
-¿Quién dijo que podías hacer pis ahí? -protestó Hobi, cargando a Tan como si fuera un travieso niño pequeño.
El recuerdo era tan claro que podía escuchar cada palabra, cada risa. Hobi, siempre juguetón, comenzó a sostener las patitas de Yeontan, haciéndolo "bailar" al ritmo de Mic Drop.
-Did you see my bag? Did you see my bag? -cantaba Hobi, moviendo a Yeontan con entusiasmo.
-Hyung, ¡eso no es bailar! -se quejaba Jimin, riendo a carcajadas mientras intentaba quitarle a Tan de las manos.
Los vi jugar, reír y bromear, y mi corazón se llenó de calidez. Me di cuenta de lo feliz que había sido Yeontan no solo conmigo, sino con todos nosotros. Él no solo fue mi refugio, sino también el del equipo entero. Era como si su presencia hubiera iluminado cada rincón de nuestras vidas.
-Fui muy feliz con todos ustedes, papá Tae -dijo Yeontan, con calma.
-Lo sé, Tan. Ahora lo veo más claro que nunca -respondí, con sinceridad.
Yeontan me observó con sus brillantes ojos, moviendo la cola con entusiasmo.
-Ahora iremos a uno de mis momentos favoritos -anunció, y antes de que pudiera preguntar a qué se refería, la luz nos envolvió nuevamente.
Cuando la claridad comenzó a disiparse, reconocí al instante el lugar y el momento. Estábamos en el escenario de uno de mis conciertos, el que di después del lanzamiento de Layover. Las luces iluminaban la inmensa multitud, y el grito emocionado de las ARMYs resonaba como un eco interminable.
-¿Recuerdas este día? -preguntó Tan, mirando a su alrededor con nostalgia.
Asentí, mientras mi corazón latía con fuerza.
-Claro que lo recuerdo. Fue un día muy especial para nosotros.
Observé a mi yo del pasado caminar hacia el centro del escenario, solo.
-ARMYs, por favor, no griten tan fuerte. No quiero que Tan se asuste -dije con una sonrisa nerviosa.
Después de escuchar el "si," desaparecí un instante y luego regresé sosteniendo a Tan en mis brazos. La multitud se volvió aún más eufórica al verlo, pero entonces levanté una mano con suavidad, pidiendo calma.
El escenario, contra todo pronóstico, se silenció casi al instante. Miles de personas estaban allí, en un silencio cargado de emoción, mostrando su respeto no solo hacia mí, sino también hacia Tan.
-Gracias. Él es parte de mi familia, al igual que ustedes lo son para mí, y quería que supieran cuánto significa para nosotros compartir este momento juntos.
La imagen me dejó sin palabras. Ver a Yeontan en mis brazos, tranquilo y confiado, mientras hablaba con tanto cariño sobre él y las ARMYs, me hizo comprender cuánto amor había rodeado nuestras vidas.
-¿Por qué este es uno de tus momentos favoritos? -le pregunté a Tan, con curiosidad.
-Porque no solo me protegiste, papá Tae, sino que me compartiste con todos. Fue como si les dijeras que yo también era parte de la familia, y eso me hizo muy feliz.
Las lágrimas comenzaron a llenar mis ojos otra vez.
-Siempre fuiste parte de la familia, Tan. Desde el momento en que te vi, supe que serías alguien especial para mí.
Tan movió su pequeña cola y ladró con suavidad, como si confirmara mis palabras.
-Ves, papá Tae, no solo les diste felicidad a ellos. También me diste una vida llena de amor, y por eso estoy agradecido contigo.
El recuerdo comenzó a desvanecerse a medida que la luz nos envolvía de nuevo, pero las palabras de Tan quedaron grabadas en mi corazón. Esta vez no sentí tristeza, sino una calidez que me daba fuerza. Era como si poco a poco estuviera aprendiendo a dejar ir, sin olvidar el amor que habíamos compartido.
-Tan, ¿crees que los deseos se hacen realidad? -pregunté en un susurro, mientras observaba los recuerdos que se desplegaban a nuestro alrededor como si fueran escenas de una película.
Yeontan giró su pequeño rostro hacia mí, con esa mirada llena de amor y ternura que siempre tuvo.
-Claro que sí, papá Tae. Yo deseaba mucho tener una familia, y entonces llegaste tú.
Sus palabras resonaron en mi corazón como un bálsamo. Era imposible no sentir una punzada de nostalgia con cada cosa que decía. Mis ojos ardían, y antes de darme cuenta, las lágrimas comenzaron a correr por mi rostro.
-Deseaba tanto volver a verte... que pedí un deseo a una caja de música -admití, dejando escapar una sonrisa entre lágrimas, aunque la emoción me quebraba la voz.
Yeontan movió su colita suavemente, como si intentara consolarme.
-Tu deseo se volvió realidad porque lo pediste desde lo más profundo de tu corazón, papá Tae. Siempre escucho lo que anhelas. Me ponía muy triste verte así, tan apagado...
Su voz suave, llena de calidez y preocupación, hizo que las lágrimas se intensificaran.
-Tan... no sabía cuánto te necesitaba hasta que te perdí -confesé, sosteniéndolo en mis brazos mientras acariciaba su pelaje.
-Nunca me perdiste, papá. Siempre estuve contigo, aunque no pudieras verme.
En ese instante, sentí una extraña paz envolviéndome, como si su presencia fuera capaz de reparar todas las grietas en mi corazón.
-Gracias por volver, Tan -susurré, besando su pequeña cabeza.
Nos quedamos así por un momento, el tiempo parecía detenerse a nuestro alrededor. De repente, un frío terrible comenzó a envolverme, como si la calidez de Yeontan se desvaneciera poco a poco.
-¿Dónde estamos? -pregunté, abrazándome para protegerme del aire helado.
Yeontan dio un paso hacia adelante, y la luz volvió a iluminarnos. Cuando abrí los ojos, me encontré de pie en la sala de nuestro dormitorio compartido. La habitación estaba decorada con luces brillantes y una estrella enorme en la cima de un árbol de Navidad perfectamente adornado. Había una calidez en el aire que contrastaba con el frío que sentí antes.
-¿Recuerdas esta Navidad, papá Tae? -preguntó Yeontan, mirándome con ternura mientras movía su colita.
Asentí, sintiendo un nudo en la garganta.
-Claro que sí. Ese fue el año en que pasamos la Navidad todos juntos, con los chicos... y con Bam.
Frente a mí, apareció una escena vivida como un eco del pasado. Ahí estaba yo, rodeado por mis hermanos del grupo, sosteniendo a Yeontan en mis brazos mientras Jungkook corría tras Bam, riendo como un niño. La risa resonaba en toda la habitación, mezclándose con el sonido de un villancico que sonaba suavemente en el fondo.
-Bam siempre intentaba robarse mis juguetes -comentó Yeontan, y su tono juguetón me arrancó una pequeña risa.
-Y tú te asegurabas de ladrarle hasta que los devolviera. Siempre parecías tan valiente para ser tan pequeño.
-No necesitaba ser grande cuando tenía a mi familia a mi lado -respondió Yeontan con una sabiduría que me desarmó.
Me quedé mirando cómo la escena continuaba: Jungkook finalmente atrapaba a Bam y lo hacía sentarse, mientras yo envolvía a Tan en una pequeña manta roja que combinaba con el ambiente festivo. Los demás chicos intercambiaban regalos y reían mientras brindaban con chocolate caliente. Era un recuerdo lleno de amor, de unión, y verlo me hizo muy feliz.
La escena comenzó a desvanecerse, y antes de que pudiera decir algo, la luz nos envolvió de nuevo. Esta vez, cuando abrí los ojos, estábamos en una cafetería pequeña, con grandes ventanales que dejaban entrar la luz de la tarde.
-Este lugar... -dije, mirando alrededor. El aroma del café recién hecho mezclado con el dulce de los pasteles era inconfundible-. Aquí siempre veníamos después de mis ensayos, ¿no?
-Así es, papá Tae. ¿Recuerdas cómo siempre me dabas un poquito de tu pastel?
Frente a nosotros apareció otra escena del pasado. Ahí estaba yo, claramente agotado, pero con una sonrisa mientras sostenía un pequeño tenedor con un trozo de pastel. Yeontan, sentado a mi lado, daba pequeños saltitos, impaciente por recibir su porción.
-Decías que no debía comer cosas dulces, pero nunca podías resistirte -añadió Yeontan, moviendo su colita como si estuviera recreando ese momento.
-No podía resistirme porque tus ojos eran demasiado convincentes -respondí, dejando escapar una carcajada mientras observaba la escena.
La imagen se desvaneció lentamente, y la luz nos llevó a un lugar completamente distinto. Ahora estábamos en un refugio de animales. Los ladridos y maullidos llenaban el aire, y los voluntarios caminaban entre las jaulas, alimentando y acariciando a los animales.
-¿Por qué me trajiste aquí, Tan? -pregunté, observando cómo un pequeño cachorro intentaba llamar la atención de uno de los voluntarios, presionando sus patas contra los barrotes de su jaula.
Yeontan caminó hacia una jaula específica, donde un cachorro de orejas caídas estaba acurrucado en una esquina. Sus ojos oscuros, llenos de tristeza, me recordaron algo que no pude ignorar.
-Él necesita una familia, papá Tae -dijo Yeontan suavemente.
-Tan... -mi voz se quebró. Bajé la mirada, sintiendo cómo mi pecho se apretaba-. No estoy listo para abrir mi corazón otra vez.
Yeontan se acercó y presionó su nariz contra mi mano.
-No tienes que hacerlo ahora, pero quiero que recuerdes que el amor no desaparece. Solo cambia de forma.
Me quedé quieto, observando al cachorro. Había algo en él que me recordó a Yeontan el día que lo vi por primera vez.
La luz volvió a envolvernos, llevándonos a más lugares. Me mostró el sillón donde solíamos ver películas juntos, la playa donde corríamos en la arena, incluso el estudio donde solía practicar mientras él dormía a mis pies. Cada lugar estaba lleno de recuerdos que me hicieron reír, llorar y, sobre todo, sentir que el amor que compartimos nunca se fue realmente.
Finalmente, regresamos a la habitación donde había comenzado todo. Yeontan se sentó frente a mí, mirándome con esos ojos llenos de ternura que siempre parecían entenderme mejor que nadie.
-¿Lo ves ahora, papá Tae? Los recuerdos no son para atormentarte, son para recordarte lo mucho que fuiste amado y lo mucho que aún puedes amar.
Me arrodillé frente a él, acariciando su pequeño rostro mientras las lágrimas corrían por mis mejillas.
-Gracias, Tan. Por todo. Por no dejarme olvidarlo.
[...]
El amanecer se asomaba tímidamente por las ventanas, bañando la habitación con una luz dorada que parecía envolvernos con delicadeza. Sentado en el suelo, aún acariciaba el suave pelaje de Yeontan, sintiendo cómo comenzaba a desvanecerse lentamente. Su cuerpo, una vez tan cálido y tangible, ahora parecía una mezcla de luz y polvo de estrellas que se disolvía en el aire.
-No te vayas, Tan... -susurré, mi voz se quebraba mientras intentaba retenerlo con mis manos, aunque sabía que era imposible.
Yeontan me miró con sus ojos llenos de ternura, esa mirada que siempre parecía entenderme mejor que nadie. Movió su colita una última vez, emitiendo un leve sonido.
-Nunca me voy del todo, papá Tae. Estoy en cada recuerdo, en cada sonrisa, en cada momento que compartimos.
La luz que emanaba de él se hizo más brillante, casi cegadora, y luego se esparció por toda la habitación, llenándola de calidez. Lo último que escuché fue su voz, suave como una brisa:
-El amor no termina. Solo se transforma.
Cuando la luz desapareció por completo, me quedé en silencio. El lugar donde Yeontan había estado parecía aún brillar ligeramente, como si una parte de él se hubiera quedado conmigo.
Pasaron unos días desde esa noche, pero la lección que me dejó comenzó a cambiar algo dentro de mí. Pensaba en sus palabras cada vez que el dolor intentaba arrastrarme de nuevo. No había reemplazo para Yeontan, pero eso no significaba que mi corazón no pudiera abrirse nuevamente al amor.
Fue entonces cuando recordé al pequeño cachorro en el refugio. La tristeza en sus ojos y esa chispa de esperanza que me había recordado tanto a Tan. Me encontré caminando hacia el refugio sin pensarlo demasiado, y cuando llegué, el cachorro estaba allí, exactamente como lo recordaba.
-Hola, pequeño... -murmuré mientras me acercaba a su jaula. Sus orejas se levantaron al escucharme, y aunque parecía tímido al principio, su colita comenzó a moverse con cautela.
Los voluntarios me explicaron que había sido abandonado en la calle y que nadie había mostrado interés en adoptarlo debido a su carácter reservado, pero para mí, no había duda. Ese cachorro no necesitaba a nadie más que a alguien que lo amara incondicionalmente, tal como Yeontan lo había hecho conmigo.
Lo llamé Hope, porque eso era lo que representaba para mí: una nueva esperanza.
Los días que siguieron estuvieron llenos de pequeños momentos que empezaron a sanar las grietas en mi corazón. Hope era diferente a Yeontan en muchos sentidos. Era más tímido, más reservado, pero con el tiempo comenzó a confiar en mí. Sus primeros saltos de emoción, las pequeñas lamidas que me daba cuando lo acariciaba, y la manera en que se acurrucaba a mi lado por las noches llenaron mi casa de una calidez que hacía tiempo no sentía.
Llegó la Navidad siguiente, y me encontré decorando la casa. Las luces brillaban en el árbol, y el aroma de las galletas recién horneadas llenaba el aire. Hope, mucho más confiado ahora, corría alrededor de mí, ladrando emocionado mientras intentaba alcanzar las esferas que colgaban de las ramas más bajas.
-¡Hey, cuidado con esas! -dije riendo, mientras él saltaba hacia mí con un juguete en la boca.
Mientras colocaba la última estrella en la cima del árbol, algo en el estante junto a la ventana llamó mi atención. Era un sobre pequeño, uno que no recordaba haber dejado allí. Lo tomé con cuidado, y al abrirlo, encontré una carta junto con un pequeño collar dorado que tenía grabadas las palabras:
"Siempre contigo, papá Tae."
Mis manos temblaron mientras leía la carta, escrita con una caligrafía que no reconocí, pero que transmitía el mismo calor que sentía cuando estaba con Tan.
"Papá Tae,
Gracias por amarme como lo hiciste, por cada momento que compartimos y por abrir tu corazón nuevamente. Hope no es un reemplazo; él es una extensión del amor que siempre compartiremos. No olvides que cada ladrido, cada mirada y cada recuerdo que construyas con él es una prueba de que el amor nunca muere. Yo siempre estaré contigo, en cada risa, en cada lágrima, y en cada paso que des.
Con amor eterno,
Yeontan."
Las lágrimas comenzaron a caer mientras sostenía el collar en mi mano. Hope, como si entendiera lo que estaba pasando, se acercó a mí y colocó su cabeza en mi regazo, mirándome con esos ojos llenos de confianza que me recordaron que no estaba solo.
-Gracias, Tan... -susurré al aire, sintiendo que de alguna manera él podía escucharme.
Coloqué el collar junto a una fotografía de Yeontan que siempre guardaba en mi sala, y con una sonrisa en el rostro, me agaché para abrazar a Hope.
-Vamos, pequeño. Tenemos mucho amor que compartir.
~ͲᎻᎬ ᎬΝᎠ~
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Yeontan no solo era un perrito, era un compañero, una fuente de amor incondicional y felicidad para Taehyung y para todos nosotros que lo vimos crecer a su lado. Su partida dejó un vacío que aún duele, pero también nos recuerda el impacto tan profundo que puede tener una pequeña criatura en nuestras vidas. ⭐✨
Esta historia es mi forma de rendir homenaje a Yeontan y a ese vínculo tan especial que compartieron. Aunque quizá las haya hecho llorar, mi mayor deseo es que también les haya podido arrancar una sonrisa y les haya dado un poco de consuelo, como si por un instante pudiéramos volver a verlo junto a él, porque en nuestros recuerdos, Yeontan siempre vivirá. ✨🤍
El final no me convence mucho pero decidí dejarlo así porque me quebré, fue muy difícil. 😢 Tal vez más adelante lo cambie o le agregue algo. Igual espero que les haya gustado. 🫶✨
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